Un Reino Diferente

Al leer 1era de Samuel capítulo por capítulo desde el principio parecería que el ascenso de David es inevitable e inexorable. Ungido de Dios, victorioso sobre el gigante Goliat, amigo del príncipe elegido, yerno del rey, músico y poeta, general vestido en gloria…. ¿Qué lo podría detener….?

Pero de un momento a otro lo pierde todo – sus hazañas despiertan la envidia de Saúl y David se ve obligado a huir, dejando atrás sus honores, sus armas, su casa, sus nuevas amistades y hasta su esposa. Desesperado, afligido y sólo busca refugio en el lugar donde siglos antes lo halló su antepasado Judá, en un pueblo llamado Adulán. A Judá es al que Jacob había bendecido diciendo “El cetro no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero rey, quien merece la obediencia de los pueblos”. 700 años después, David parecía estar en camino acelerado a cumplir esta profecía cuando Saúl le puso un alto brusco y David se vió reducido a nada.

Pero estando en Adulán, 1 Samuel 22:2 nos relata que allí “se le unieron muchos otros que estaban en apuros, cargados de deuda, o amargados”.

No perdamos la esperanza

Si investigamos otras partes de la Biblia que usan estas mismas palabras vemos que los autores bíblicos las utilizan en el contexto de las profundas aflicciones de moradores de ciudades bajo sitio de ejércitos invasores, o las escuchamos de los labios de Job en sus momentos más terribles. Son palabras que en la Biblia describen personas terriblemente afligidas, a quienes las dificultades de este mundo los están desmenuzando.

Y es en este momento, en el que pasaba por su valle de la sombra de muerte, que David inicia la obra del reino que Dios tiene planeado. Pues el reino de Dios no es un reino de palacios, privilegios y poder, sino un reino para personas humildes, mansas, pobres de espíritu y sedientes de justicia.

No en balde se le ha llamado al Sermón del Monte “la constitución del Reino de Dios”. Tendemos a leer las bienaventuranzas con las que inicia en Mateo 5 como si fueran una descripción de las cualidades a las que deben aspirar las personas que quieren estar en ese reino. Te recomiendo más bien leer las bienaventuranzas como una invitación, un llamado de Jesús a todas aquellas personas que sufren – pues es para *estas* personas que será el reino de Dios que viene, y que ya en aquel momento comenzaba a establecerse!

¿Estás llorando? ¿Te encuentras en circunstancias humildes? ¿Tienes angustia por que haya justicia en tu ciudad, en tu tierra – aún en tu propio hogar? ¿Eres manso y compasivo, viviendo en un mundo de personas ambiciosas y agresivas? ¿Quieres trabajar por la paz, cuando el conflicto te rodea? ¿Sufres por hacer lo que es correcto?

Tal vez te sientes desesperado porque donde ahorita te encuentras gobierna un Saúl, enamorado de la riqueza y del poder. Pero sabe con absoluta confianza que desde su lugar de refugio en la misma presencia de Dios el ungido de la tribu de Judá en este momento está reuniendo a aquellos que buscan otra patria.

No pierdas esperanza. El que anunció la invitación de Mateo 5 sentía lo mismo, sufrió lo mismo.

Aguarda solo un poco más y lo verás.

– Kevin H.

Raíces Sólidas Y Profundas

Como seguidores de Cristo y de la Palabra de Dios, debemos ir consumiendo alimento sólido, es decir debemos ir desarrollando raíces profundas con Dios y su palabra, esto nos permitirá estar fortalecidos ante situaciones pecaminosas y que cuando experimentes momentos difíciles sientas el poder de Dios y su presencia tan plenamente que no te alejes de él.

Crecer en Cristo

Así como las flores y los árboles crecen, también debemos buscar crecer en Cristo, cuando te enfocas en esa salvación que nos ofrece Dios y experimentas todas sus promesas intensamente, vas a querer crecer y experimentar esa comunión con Cristo y su Padre.

Lo importante es plantar nuestras vidas cerca de manantiales y no en aguas superficiales ya que estas aguas superficiales te dejarán sediento o te darán placer por un momento. Planta tu vida en un manantial, éste no te dejara sediento, te llenará: “… Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en el una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:13-14).

La vida buscará desviar tu atención, pero dedicar tiempo, energía y recursos a la búsqueda del crecimiento espiritual te ayudará a cultivar una relación íntima con Dios. Los hombres y las mujeres que deseen tener esta relación intima con Dios lo harán su primer prioridad; querrán tener la mayor cantidad de Dios posible y simplemente alejarse de él no será una opción.

No solo hace falta que mi fe crezca… necesita ser profunda. Sí. Necesito que mis raíces de fe sean profundas, como el creyente que se menciona en Jeremías 17:7-8:
«Bendito es el hombre que confía en el Señor, Cuya confianza es el Señor. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto».

¿Y cómo llegamos a tener raíces profundas?
Profundizamos nuestras raíces espirituales de la misma manera que lo hace un árbol terrenal. Las raíces de un árbol jamás pasarán por el dolor ni el esfuerzo de ir más profundo hasta que en la superficie no haya suficiente agua para satisfacer sus necesidades. Se puede encontrar agua en los lugares más profundos. Pero el regalo de esas dificultades para llegar al agua más profunda es que las raíces más profundas contribuyen a que el árbol soporte el azote de los vientos de las tormentas más fuertes cuando estas lleguen.

Somos muy parecidos.

Tener poca profundidad hace que creamos con poca profundidad y nos deja vulnerables a la caída. Sin embargo, buscar con profundidad hará que crezcamos con profundidad y nos preparará para permanecer firmes, sea lo que sea que venga contra nosotros.

Cuando llegue el temor, las raíces profundas nos mantienen seguros en el amor de Dios. Cuando lleguen las sorpresas como vientos fuertes, turbulentos, las raíces profundas nos sujetan con la verdad de que Dios está en control.

Las raíces profundas nos mantienen firmes en la paz de Dios durante la tormenta que no apareció en el radar.

Las raíces profundas permiten que crezca la fe en Dios, como antes no era posible.

Con frecuencia he pensado en el paralelo entre los árboles y nuestra vida. Pasamos por etapas semejantes a las estaciones: tenemos un radiante inicio, como los tiernos brotes de color verde pálido que asoman en la primavera; épocas de florecimiento, temporadas de esplendor, como el otoño en que las hojas adquieren vistosas tonalidades; y períodos sombríos como el invierno, con la peculiar belleza de las ramas cubiertas de nieve; después de lo cual vuelve la primavera y renace la vida.

Nosotros también necesitamos raíces invisibles en el ámbito espiritual. Nuestra conexión con Dios es lo que nos nutre y nos ayuda a dar fruto. Él nos alimenta en la temporada de verdor, crecimiento y fructificación; nos ayuda a aceptar la pérdida de hojas en el otoño y nos mantiene con vida en los interminables inviernos para que en primavera echemos milagrosamente brotes nuevos. Cuando tenemos el espíritu firmemente arraigado en Dios, y Él nos sustenta con Su Palabra, las acciones de nuestra vida lo denotan.

-Yensi Nuñez

La Necesidad de Leer la Biblia

Alguna vez se han preguntado si: ¿La confianza que tengo en mi mismo delante de Dios ya
es suficiente?

La única guía verdadera

Para quienes tenemos la práctica de leer de las escrituras, sabemos que este
maravilloso Libro es la única guía verdadera y santa que tenemos palpable por parte de
Dios. La lectura de este maravilloso Libro se convierte en nuestro mejor consejero, es la
única manera de saber cuál debe ser nuestra actitud a la hora de enfrentar cualquier
situación que se nos presente. En esas páginas encontramos gran riqueza espiritual
para poder obtener la salvación.

Salmos 119:105
Lámpara es a mis pies tu palabra,
Y lumbrera a mi camino.

Sin embargo, a medida que va pasando el tiempo, nuestra costumbre de leer la Biblia
se puede ir perdiendo cada vez más y podemos caer en el error de pensar que ya lo
sabemos todo, hasta llegar a un punto donde no leemos la Biblia de manera frecuente.
Recordemos un dato curioso acerca de esto:

1 Corintios 8:2
Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo.

En esta reflexión me gustaría poder hacer conciencia de lo mucho que nos estamos
perdiendo cada vez que elegimos dedicar nuestro tiempo a otras cosas que sustituyen
la lectura del único Libro inspirado por Dios.
En mi caso, cada vez que yo hago una lectura de la Biblia, rescato un consejo nuevo
para aplicar durante el día, un consejo que quizás ya había olvidado a pesar de tener
conocimiento de las escrituras y haberla leído varias veces.
Esas lecturas me permiten tener una perspectiva diferente durante la tarde o la noche
de ese día. Por ejemplo, en una ocasión al leer Efesios 4:13-14, 4:22-25 y 6:13, me di
cuenta de que habían cosas que había dejado de lado. Llegar a la plenitud de Cristo es
lo que todos deberíamos estar buscando, y no es imposible, es requisito.

Luego durante el día se me presentaron situaciones que pude ver con otros ojos
gracias a esas lecturas que realicé.
Entonces, ¿qué hubiera pasado si no hubiera leído nada ese día? Quizás me hubiera
equivocado en algunas decisiones y las hubiera hecho diferente.

Romanos 12:2
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta.

¡Es increíble la interminable enseñanza que podemos encontrar en una simple lectura
diaria!
Cada vez que dejamos de leer o de compartir opiniones con grupos de la fe, ¡Nos
estamos perdiendo de una gran cantidad de consejos que ni siquiera habíamos
tomado en cuenta!
Ahora imagínense si al finalizar el año solo leemos la Biblia 10 veces o solo
compartimos momentos de estudio con otros hermanos 20 veces.
¿Cuántos consejos nos habremos perdido y cuántas decisiones estaremos haciendo
mal por simplemente no darle importancia a esos espacios y por confiar en nuestra
propia opinión?
En ocasiones pensamos que con sólo leer versículos aislados es suficiente para llenar
nuestros vacíos espirituales, pero a veces estamos más equivocados de lo que
pensamos. Recordemos que el camino hacia la vida eterna requiere de constante
nutrición espiritual y la lectura de la Biblia es la mejor armadura que podemos tener
durante el día.

Efesios 6:13
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y
habiendo acabado todo, estar firmes.

Efesios 6:17
Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios…

-Gabriel Núñez S.

La Ansiedad y el Afán

El culto a la riqueza en la perspectiva de la Biblia

Los seres humanos en general estamos programados para intentar crecer y superarnos en todo sentido: En la vida laboral, intelectual, deportiva, en la cultura o en lo que sea.

Recibimos educación de nuestros padres primero y después la sociedad se encarga de darnos elementos para encontrar y aprender a manejar las herramientas que nos permitan decidir y formar nuestro futuro supuestamente exitoso. Algunos aprenden más que otros y se posicionan mejor acumulando poder, fama y riquezas, trabajos respetables y bien pagados, casas bonitas, autos de moda, etc, etc. Otros se quedan en el camino y se llenan de frustración por no llegar al objetivo. Son los pobres y son la mayoría en este planeta.

La tarea de posicionarnos entre la gente nos lleva toda la vida. Es intensa y demanda mucho trabajo, esfuerzo y salud física. En este camino ciertamente algunas personas no aceptan perder y en su afán de tener y acumular cosas llegan por rutas ilegales transitando oscuros laberintos de delincuencia y corrupción.

Las riquezas, el afán, la ansiedad son temas que la Biblia toca en profundidad. En el Antiguo Testamento hay anécdotas, historias y consejos. Los hombres ricos, ansiosos y afanados de la antigüedad fueron advertidos por Dios. Fueron exhortados a tener cuidado y reconocer que no eran sus manos sino las del Creador las que los puso en ese lugar. También fueron advertidos que esa condición de riqueza les hacía muy difícil su entrada al reino de Dios.

En el libro de Deuteronomio capítulo 8 hay una historia interesante que involucra a su pueblo Israel. Dice a partir del versículo 11:

“11 Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre;

Y el 17 dice:

y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres…”

La Biblia enseña que Dios da el poder para construir riqueza pero también advierte sobre el desmanejo y el error de acumularlas. Priorizar la riqueza va en desmedro de la vida espiritual. Esta enseñanza básica tampoco fue asimilada por los hombres antiguos.

El profeta Jeremías insistió en que el conocimiento de Dios era la gloria del hombre y no las riquezas. Jeremías 9:23-24:

“23 Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.”

Dios se agrada en los hombres que buscan conocerlo a través del conocimiento y no le interesa justificar a los «exitosos y afamados de la tierra». El afán y la ansiedad que provoca la búsqueda permanente del éxito, la fama y la riqueza trae consecuencias serias para el hombre que busca a Dios.

Jesús, el hijo de Dios, dió un mensaje muy claro al respecto en su tiempo. Dice en el libro de Mateo 6:25-34:

“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. mas buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia y todas estas cosas OS serán añadidas. Asi que nos os afanéis por el día de mañana porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.”

En fin, hay dos mundos y son muy diferentes. Son el propuesto por el hombre y la sociedad que premia y alaba a los ricos y exitosos o el espiritual de las Escrituras. Dios llama y cada uno elige. Solo sabemos que la ansiedad por las riquezas materiales y el afán dejan profundas cicatrices. Algunas son irreversibles.

La Biblia te puede ayudar a entender el mundo en el que vivimos con esmero y dedicación. En la lectura o en la iglesia es posible encontrar muchas respuestas a estas y otras inquietudes.

Así es: Cada uno elige el mundo que prefiere. El de la búsqueda de riqueza terrenal o el que busca la riqueza espiritual que solo Dios puede dar.

Justicia

En 1 Reyes 3:16-28 encontramos uno de los relatos más extraños de la Biblia.

La curiosa historia cuenta el conflicto entre dos prostitutas que se disputan el mismo hijo y la intervención del rey Salomón para aplicar justicia. Lo extraño es la identidad de los protagonistas y el momento en el que ocurre.

La respuesta es Cristo…

Tras salir de Egipto más de 400 años antes Israel ha pasado siglos de caos en lucha constante – y con poco éxito – por establecer fronteras seguras, alcanzar unidad política interna y adelantar su desarrollo espiritual.

Con el establecimiento del reino bajo Saúl iniciaron un nuevo capítulo, primero haciéndose respetar frente a sus enemigos, y luego poco a poco uniéndose bajo un sólo líder.

Con el reinado de David el compás espiritual de la nación fue hallando su norte.

Y llegamos así a 2 Samuel 7 donde Dios reitera su compromiso eterno con la nación, y en particular con David y su familia, prometiéndole que el hijo que le naciera será parte de su linaje, hijo de Dios mismo, y que Dios establecería para siempre su trono y descendencia.

En el primer libro de los Reyes estas promesas comienzan a cumplirse parcialmente cuando Salomón, el principe de paz (pues este el significado de su nombre) asciende al trono y consolida su poder sobre las 12 tribus de Israel. Reconociendo la difícil tarea que le espera, Salomón demuestra también humildad al suplicarle a Dios que le de sabiduría para poder gobernar bien al pueblo.

Y en medio de todo este mega plan que muestra el desarrollo del propósito de Dios para con toda una nación, la insólita intervención del rey para resolver un pleito entre dos prostitutas por un bebé resulta al menos extraña y poco trascendente.

¡Pero qué sorprendente es el texto bíblico!

Para comprender este momento tenemos que ampliar nuestra perspectiva y Mateo 1:1-17 es la clave.

Para un lector casual de la colección de los 39 libros del Antiguo Testamento, la pregunta más importante que suscita el texto es la obvia: ¿A quién le van a interesar 4000 años de la historia de una tribu de ex-beduinos morando en un territoria insignificante del medio oriente…?

La respuesta es Cristo.

El Antiguo Testamento es la historia de Cristo – escrita acerca de él, para él, y terminada siglos antes de que naciera. En Cristo comprendemos que todas esas historias tan raras como la de la sentencia de Salomón eran parte de un tapiz oriental tremendamente bello y complejo que se venía hilando desde antes de Génesis 1.

¿Y cuando Cristo vino, cual fue *su* historia? ¿De qué habló constantemente durante los 3 años de su ministerio?

La historia que contó constantemente era la del reino de Dios. Y su historia del reino no era adelantos tecnológicos o naves espaciales y milagros de la ciencia, sino una historia de paz, salud, justicia, abundancia, mansedumbre y misericordia.

Cristo nos enseña que toda la Biblia es la historia del desarrollo del propósito de Dios de establecer su reino eterno sobre toda la tierra. Y ese es el contexto en el que podemos comprender la extraña historia de 1 Reyes 3.

En resumidas cuentas, la historia de las prostitutas y el bebé es una historia de justicia.

Cuando leemos estas historias del Antiguo Testamento, aunque describen acontecimientos reales, tenemos que leerlas casi de la misma forma en que leemos las parábolas de Cristo, analizando cada detalle, tratando de comprender el significado de cada acción, palabra y personaje. Para que la historia sea efectiva tiene que ser tanto específica como aplicable.

En este caso el texto nos dice que las dos mujeres son prostitutas. ¿Cómo comprender el papel de estas mujeres, en este momento, dentro del mensaje eterno y universal de la Biblia…?

Tendemos a pensar en la prostitución casi como que si fuera una profesión que las mujeres eligen, casi como que al ir terminando el colegio nuestras hijas hubieran estudiado diligentemente para completar examenes, se hubieran reunido con los consejeros de carreras y al final hubieran elegido la prostitución como su profesión deseada.

Si ese ha sido nuestro concepto, qué absurdo que hayamos pensando así.

En una sociedad patriarcal como la de aquel tiempo – no tan distinta de las sociedades en que la mayoría de nosotros actualmente vivimos – la prostitución es la última y trágica opción de personas vulnerables y desesperadas. Personas que han perdido la protección de padres, hermanos o esposos, mujeres, a veces hombres, explotad@s y sol@s. La prostitución es una terrible realidad que se manifiesta en sociedades corruptas que no defienden a sus ciudadanos más frágiles, sociedades que publicamente deploran la ‘corrupción del orden social’ mientras que tras el velo del anonimato explotan y destruyen las vidas de mujeres y hombres por satisfacer deseos perversos.

La prostitución es un cancer de sociedeades complices en la venta y explotación de almas humanas.

En 1 Reyes 3 la prostituta que es recibida ante el hijo ungido de David para recibir justicia representa a todas aquellas personas explotadas y carentes de derecho y justicia en sociedades corruptas que viven, sólo para proteger los intereses de los poderosos.

Esta historia tan sorprendente nos está diciendo que cuando el Rey prometido por Dios se establezca sobre su trono, lo primero y más importante que hará es utilizar su poder para recibir, escuchar y defender a las personas más vulnerables de nuestras sociedades.

1 Reyes 3 es lo que Cristo vivió como el amigo y defensor de enfermos físicos y mentales, de niños, mujeres, viudas, extranjeros, pobres y todas las personas débiles e indefensas que van cayendo a la periferia de nuestras supuestas civilizaciones.

El llamado para cada uno de nosotros es claro y preciso: ¿qué estamos haciendo, cada uno de nosotros, en nuestro lugar, y en este momento, por defender a las personas vulnerables que nos rodean? ¿Donde estamos cuando levantan la voz las viudas y los huérfanos que día a día nos rodean?

Ninguno de nosotros es rey (o reina) como Salomón, pero *todos* tenemos oportunidad de levantar la voz o las manos por la justicia en nuestro hogar, vecindario, colegio o lugar de trabajo, cuando hacemos las compras o vamos por la calle.

No pretendo decir que es sencillo. Es relevante que Salomón reconoció que liderar es complicado y le pidió a Dios sabiduría. En este día que nuestra oración sea la de Salomón: “antes que todo, Dios, dame sabiduría para poder conducirme bien en esta vida tan complicada que enfrento”.

Pero nuestra oración más ferviente debe ser la que Jesús nos mandó – Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

Sí, ven, Señor Jesús.

La Cosecha Nuestra de Cada Día

Durante los tres años de la predicación de Jesús la Escritura nos dice que su método de enseñanza era por medio de parábolas, y si alguien quería saber más del asunto o tener más clara la enseñanza solo tenía que preguntarle a Jesús.

Sin embargo, las autoridades religiosas del momento eran muy orgullosos y no le preguntaban…

Consideremos la famosa parábola del sembrador, en Marcos 4:

«He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron. Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.

El que tiene oídos para oír, oiga.»

Seamos la buena tierra

Siguiendo la lectura, Marcos no dice que cuando estuvo solo los que estaban cerca de él con los 12 le preguntaron sobre la parábola.

Nos damos cuenta que sus discípulos eran un grupo de seguidores, aparte de los 12 apóstoles, que estaban con Jesús. Estos discípulos eran personas deseosas de aprender. A ellos les explicaba lo que no entendían. A estos les dice que «a vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; más a los que están fuera, por parábolas todas las cosas».

Cuando Jesús explica la parábola del sembrador TODOS nosotros nos identificamos con la buena tierra.

Puede ser cómodo si nos restringimos a una sola cosecha, pero recordemos que las cosechas en la tierra son cíclicas y si queremos que la parábola tenga vigencia práctica en nuestras vidas debemos vernos como tierras que son sembradas diariamente con la palabra.

Esta es la explicación que da Jesús:

«El sembrador es el que siembra la palabra. Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones. Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan. Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.» (Marcos 4:14-20).

Es muy útil para nosotros considerarnos tierras que diariamente deben ser cosechadas. Es muy probable que la semilla de algún día caiga en una tierra no preparada y haya sido infructuosa, porque los afanes de la vida o los intereses particulares la contaminaron.

La calidad de la tierra depende de nosotros. Debemos ser tierra buena, y para ello hay que trabajar duro todos los días y abundar en buenas cosechas diarias. En la vida real existen buenas y malas cosechas pero no debemos decepcionarnos, pidámosle al Padre que nos ayude a lograr buenas cosechas diarias, que demos frutos al treinta, al sesenta y al ciento por uno.

Manuel F

Consejos, Buenos y Malos

Cuando Dios creó al hombre – y lo vio solo – pensó para sí mismo «no es bueno que el hombre esté solo» y creó a la mujer.

Hubo por parte de Dios indicaciones hacia el hombre y su mujer acerca de los animales de los cuales cuidarían y sobre el huerto del Edén, lugar donde vivían. Pero también hubieron advertencias: «De todo árbol de huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque ciertamente morirás» (Génesis 2:16,17).

Cuidémonos de los malos consejeros

Estando sola Eva, la serpiente (que es descrita como muy astuta) habla con ella acerca de la advertencia que Dios les había dado y le dio su punto de vista:

«No morirás, si no que sabe Dios que el día que comáis de el serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal» (Génesis 3:4-5)

¿Y que pasó con Eva al oír esto? Escuchó la opinión de la serpiente y sus ojos vieron que el árbol era agradable y codiciable para alcanzar sabiduría y tomó y comió y le dio también a Adán quien comió así como ella, dejando a un lado la advertencia de Dios sobre las consecuencias lo que pasaría.

Fue una elección muy triste y todo el desenlace que provocó no solo fue la sentencia de muerte sino también el nacimiento del sufrimiento, los dolores y la enemistad.

Tal parece que no siempre los consejos, comentarios o puntos de vista – aunque suenen buenos – son convenientes, y mucho menos si estos están separados de las leyes que Dios nos ha dado a todos.

Debemos cuidarnos de los malos consejeros o de aquellos a quienes acudimos para recibir una guía cuando nos sentimos solos, angustiados o no sabemos qué hacer – pues siempre hay cosas que necesitamos resolver y recurrimos a alguien para pedir consejos.

Un consejo es una recomendación o exhortación, y su función es de darnos luz – una guía – en diferentes circunstancias y así ayudarnos a salir de X situación. Pero hay personas que en lugar de ayudarnos nos hunden más. Estos son los que producen malos consejos y Dios nos dice que nos alejemos de ellos, en las palabras de Pablo «si no que en efecto os escribí que no anduvierais en compañía de ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón, con el tal, ni siquiera comáis…» (1 Corintios 5:11)

Ver lo que ven nuestros ojos y no más allá, escuchar lo que suena agradable o que nos favorece en el momento, nos hace que olvidemos las leyes de Dios y que es a Él a quien debemos de orar para pedirle guía antes de tomar cualquier decisión.

Podemos tener el mejor amigo del mundo, pero nuestro verdadero refugio, consolador y consejero es Dios, quien siempre nos ofrece incondicionalmente su ayuda, y debemos de considerar el olvidar nuestros propios intereses y nuestro amor propio, ser obedientes y mansos para poder escuchar los consejos que Dios nos brinda muchísimas veces a través de otras personas. Y el amor que Dios nos tiene ha sido expresado desde el inicio de los tiempos en la creación misma que hizo todo lo que necesitamos para poder vivir tranquila y pacíficamente. Pero la más alta expresión de su amor para con nosotros se manifestó en la provisión de poder alcanzar la vida eterna a través de su amado hijo Nuestro Señor Jesucristo.

Oigamos atentamente los buenos consejos de Dios y todo el amor que nos tiene, y no olvidemos la advertencia de Santiago:

«¡Oh almas adulteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera pues que quisiera ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios.» (Santiago 4:4)

Consideremos estas palabras de Pablo:

«Por nada estéis afanosos si no sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego con acción de gracias. Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guarde vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesus.» (Filipenses 4:6-7)

Una de las grandes necesidades humanas es la paz interior. Esta clase de paz no es la externa, si no la interna. Podemos estar en un ambiente tranquilo, apacible, y sin embargo, no tenemos paz. Es como estar en medio de un grupo de personas y aun así nos sentimos solos.

La paz interior que Dios nos ofrece, por el contrario en medio de una gran confusión o situaciones de adversidad, puede mantenernos en calma. La paz, habla la Biblia, es espiritual, algo que nuestro mundo actual no nos puede ofrecer.

Jesús vino para ofrecernos paz total a todos los hombres. “La paz os dejo, mi paz os doy, yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tengan miedo. (Juan 14:27)

Tanta confusión corre a través de la historia hasta hoy en día, haciendo muy difícil dejar a un lado todos los rumores que escuchamos en nuestro entorno; y si hablamos con nuestro vecino o compañero de trabajo, no son distintos los rumores, y nos trae aflicción de espíritu.

Pero nosotros debemos de tener presente en todo momento que Dios es nuestra guarda, nuestro consejero, el único que puede brindarnos un futuro mejor – en su reino – el cual debemos de saber esperar pacientemente y con firme Fe porque lo ha prometido.

-Lorena

¡No temais!

El libro de Josué es en general el relato del pueblo Israelita, con Josué como su líder, en la conquista de la tierra que le había sido prometida. Una tierra de leche y miel.

Conozcamos el propósito de Dios

Como recordamos, esta toma o conquista de la tierra había sido retrasada varias décadas debido a la rebeldía y dureza de corazón del pueblo que había salido de Egipto. Fue también Moisés culpable de rebeldía al haber golpeado la roca para proveer agua en vez de hablarle como había sido instruido por Jehová. La consecuencia fue que toda esa generación y su líder no entraron a la tierra. A pesar de las suplicas de Moisés a su Dios, éste solo le permitió ver la tierra a la distancia poco antes de morir.

Fue necesario un nuevo líder, Josué, cuyo nombre significa “El Señor Salva” o “El Señor da la Victoria” para llevar a cabo la campaña militar para doblegar y destruir a los pueblos que habitaban la tierra que Dios había prometido a su pueblo.

Después de conquistar y destruir Jericó y Hai, dando muerte a sus reyes, los Israelitas habían hecho paz con los moradores de Gabaón por medio de un engaño que estos habían perpetrado contra ellos. Así, el capítulo 10 continúa el relato de la campaña en la región central y las ciudades del sur. Cinco reyes de los amorreos: el rey de Jerusalén, de Hebrón, de Jarmut, de Laquis y de Eglon se juntaron para atacar a Gabaón. Más estos pidieron ayuda a sus nuevos aliados, los Israelitas.

Josué y su ejército se prepararon para la batalla recibiendo esta exhortación de Jehová:

v. 8 “No tengas temor de ellos…”

Y cumpliendo su palabra, Dios les dió una gran victoria. Incluso, a pedido de Josué, les dio una señal milagrosa:

Paró el sol en medio del cielo y no se apresuró a ponerse un día entero para que el ejército de Israel tuviera el tiempo de derrotar a sus enemigos.

Esta exhortación o variante de ella: “No temáis”, la hizo Jehová a Josué en varias ocasiones para darle la garantía y confianza que Dios mismo estaba con ellos y que el pelearía sus batallas:

  • Josué 1:9 “No temas ni desmayes…”
  • Josué 8:1 “No temas ni desmayes…”
  • Josué 10:25 “No temáis, ni os atemoricéis…”
  • Josué 11:6 “No tengas temor…”

Esta es una exhortación muy apta para los días en que vivimos y en los que hay mucho temor de las cosas que vienen en el mundo.

Las Escrituras, que contienen el plan que Dios tienen para el hombre y para esta tierra, están basadas en promesas incondicionales que Él hizo a los patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob. Y son éstas la roca en la cual está basada nuestra confianza de que pase lo que pase individualmente a cada uno de nosotros creyentes, en cualquier parte del mundo en que vivimos, nuestra mirada está firmemente fija en lo postrero que ha de venir.

Por medio de la fe que hemos adquirido al escuchar el llamado, conocer el propósito de Dios, ser bautizados y convertirnos en un nuevo hombre, ahora perseveramos firmes en este camino que nos llevara a recibir nuestro galardón.

Cada uno de nosotros hemos librado muchas batallas a lo largo de nuestros días, y así será hasta que Jehová nuestro Dios nos llame y reciba nuestro espíritu. Los sufrimientos y sinsabores de esta vida no se comparan con las cosas que Dios ha preparado a los que hasta el final perseveremos en el camino a seguir.

Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.” (1 Corintios 2:9)

– Manny C

¿Ya conociste a Abraham?

Hace algunos días exploramos la pregunta de que en que terminaría todo esto, y la Biblia nos da el seguro consuelo que aunque en este momento parezca que el tren se ha descarrilado, seguramente llegaremos al destino.

Cuando un viaje se alarga a veces sentimos la necesidad de confirmar que aún vamos en la ruta correcta, y nos detenemos a consultar nuevamente el mapa para verificar que este pueblo, o el río que acabamos de pasar, estaban en la ruta anticipada. Dios sabe que somos polvo y padecemos de ansiedad por causa de nuestra existencia temporal, y no nos deja sin mapa. Nos ha proveído de marcadores en el camino para poder confirmar que vamos aún en la ruta deseada.

Linaje de Abraham sois…

Por esta razón a lo largo de la Biblia tenemos profetas por medio de quienes Dios nos comunica algunos detalles de la ruta que seguimos. El primero de estos profetas fue Abraham (Génesis 20:7).

Si aún no le conoces a Abraham, ponte a leer. Comienza en Génesis 11 y lee por lo menos hasta el capítulo 25. Luego léelo de nuevo. Y una tercera vez.

Al lector casual de la Biblia no le es inmediatamente obvia la importancia de Abraham dentro de las escrituras (aunque ya hemos hablado de una de las formas importantes en que es único).

Una forma de ilustrar la importancia de Abraham es comparándolo con Noé. Si como padres alguna vez hemos querido comprar historietas bíblicas ilustradas para nuestros hijos, es casi seguro que en cualquier librería hallaremos la historia del arca de Noé.

Noe fue un hombre justo y piadoso cuya historia también está en los primeros capítulos de Génesis. En estos tiempos la historia se transmitía oralmente cuando cada palabrita contaba, y sin embargo tenemos varios capítulos acerca de su vida. Pero fuera de esas páginas, ¿cuántas veces habla la Biblia de Noé? El profeta Ezequiel sí le menciona un par de veces como un hombre justo ejemplar, y aparece entre la lista de los de fe en Hebreos 11, y Pedro también nos habla de él. Pero son relativamente pocas las referencias.

De Abraham, en cambio, la Biblia habla más de 100 veces fuera del libro de Génesis, incluyendo más de 70 referencias en el Nuevo Testamento, partiendo desde el primer versículo:

«Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.» (Mateo 1:1)

Al iniciar de esta manera Mateo no está diciendo que si le queremos conocer a Jesucristo, comencemos conociéndole a Abraham.

O considerémoslo de otra forma: En Génesis 10 la Biblia describe las 70 naciones que descendieron de los hijos de Noé – este capítulo se presenta como un resumen del panorama total de toda la humanidad. Pero en Génesis 11 la Biblia utiliza la técnica literaria de la genealogía como embudo, excluyendo sistemáticamente la demás gente de cada generación hasta terminar en un solo hombre – Abraham. Y a partir de Génesis 12:1, hasta el final de la Biblia, el texto bíblico relata la historia de este hombre y su familia.

En otras palabras, más del 99% de la Biblia está dedicada a relatarnos la historia de Abraham y su descendencia.

Si la Biblia es Sur América, Abraham es el Río Amazonas. Si la Biblia es un cuerpo, Abraham es la estructura esquelética.

Terminemos con un solo versículo más:

«Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.» (Gálatas 3:29)

Puedes leer todo Gálatas 3 para comprender el desarrollo del argumento, pero la conclusión del versículo 29 nos debe poner a pensar: si pensábamos que estar en Cristo era el objetivo final, para Pablo más bien estar en Cristo es la forma en que llegamos al verdadero destino: de ser parte del linaje de Abraham y herederos de la promesa.

Y porqué querríamos estar en la promesa a Abraham? La respuesta es muy sencilla. A Abraham y a su descendencia le ha sido prometido el mundo entero, para toda la eternidad.

En otras palabras, si no estamos en Abraham, no estamos en nada.

¿Quieres saber en qué va a terminar todo esto? ¿Quieres confirmar si estás en la ruta correcta y no te has perdido? Comienza con la vida del primer profeta, con Abraham.

-Kevin H.

La Amistad

Que maravilloso es encontrar personas con quienes podemos compartir nuestras vidas, nuestra  familia, pensamientos, diversiones, problemas y angustias. Alguien con quien podemos hablar de nuestra forma de pensar y actuar sin temor a rechazo o que nos juzguen. En estos tiempos parece algo mucho más difícil ya que estamos rodeados de materialismo e intereses totalmente superficiales.

Un buen amigo

Se dice que “quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro “, y creería que estamos de acuerdo con esto, pues es algo muy difícil de hallar. Y parece que esta situación no es exclusiva de nuestro tiempo actual sino es algo que ha pasado desde siempre. Y ahora que nos encontramos en casa sin poder salir, incluso siendo que muchos están solos, es cuando más sentimos la necesidad de socializar, de tener esos amigos. Es por ello que hablar de la amistad no es solo sentimentalismo, amor romántico; el verdadero significado de la palabra va mucho más allá, pues la amistad verdadera se manifiesta con hechos. 

Dios conoce esta necesidad de compañía en cada uno. Y aún Dios, capaz de hacer todo lo que quiera sin recurrir al hombre, buscó un amigo. Y no lo buscó entre los ángeles sino que entre los hombres, y nos da un ejemplo más que excelente en llamar a un ser humano “su amigo”, enseñándonos así las cualidades que este amigo debe de tener.

Porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.» (1 Samuel 16:7)

Abraham es el amigo de Dios. 

Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia y fue llamado amigo de Dios¨ (Santiago 2:23). No ha existido ninguna otra persona que fuera elevada al nivel que Abraham ha tenido para Dios, y esto nos enseña que Dios si tiene amistades especiales.

Para que Abraham llegara a comprender y gozar de esta relación tuvo que pasar durante años muchas experiencias y pruebas. No fue de la noche a la mañana. Y por seguro muchas de estas pruebas fueron muy difíciles e inimaginables para nosotros, tan difíciles de cumplir – desde salir de su casa y dejar todo a la mayor de todas, el llamado a ofrecer a su hijo Isaac. Pero su fortaleza estaba en que creía plenamente en Dios.

Hay algunas expresiones maravillosas en la Biblia que describen a otros hombres como Moisés y Daniel, como por ejemplo varón muy amado. Pero “mi amigo” es exclusivo de Abraham; y todas estas pruebas de las cuales salió triunfante al obedecer sin dudar explican lo que significa la amistad para Dios. Y esa amistad era recíproca, pues Dios comparte con Abraham (porque es su amigo) todas las cosas que iban a acontecer – no guardó secretos para él, como lo que sucedería en Sodoma y Gomorra, donde Jehová, hablando consigo mismo, dice: «¿encubriré yo a Abraham lo que voy hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte y habiendo de ser benditas en el todas las naciones de la tierra?» (Génesis 18:16-33) Esta es una muestra muy grande de que Dios confiaba plenamente en Abraham. 

Nuestro Señor Jesucristo dice a sus discípulos en Juan 15:8-17: “ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor, pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi padre, os las he dado a conocer.

Esto es lo que distingue a un amigo: le doy a conocer todo sin temor.

 Jesús era amigo de sus apóstoles, no porque cerrara los ojos a sus defectos, sino porque prefería concentrarse en sus cualidades y ver sus buenas intenciones – veía el corazón de ellos. Por ejemplo, la noche que Jesús estaba orando en Getsemaní vino a sus discípulos y los encontró durmiendo. Le dijo a Pedro: «¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?» Pero también entendió que no lo habían hecho intencionalmente, y les dice también “El espíritu, a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mat.26:41).

También Jesús les mostró a sus amigos los discípulos su fragilidad, haciéndoles notar su dolor e incluso su miedo. No tuvo temor en que lo vieran así, triste y temeroso, necesitado de la compañía de sus amigos, confesándoles «Mi alma está muy triste hasta la muerte, quedaos aquí y velad conmigo» (Mateo 26:38).

Un amigo verdadero es alguien en quien tenemos una confianza así, que no le escondemos nada, pues estamos seguros de que no abusará de nuestra relación y guardar para si todo lo que le confiemos, y estamos seguros de que su opinión será de gran ayuda para nosotros y que nosotros también estamos bajo esa misma disposición de estar ahí cuando se nos necesite.

Nuestro Señor nos coloca en la relación de amigos con él, y es una relación amplia e íntima. 

A unos amigos les contamos una cosas y a otros, otras cosas. Pero lo que caracteriza nuestra relación con el Señor, es que nuestra amistad con él no tenga limites, así como él  dijo:  “Todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer “. Esta es la amistad que más necesitamos en estos tiempos, en los cuales muchos pueden sentir angustia, soledad, etc. Pero si tomamos en cuenta que tenemos un amigo en Dios y en nuestro Señor Jesús, podremos sentir su compañía y por lo tanto ya no estaremos solos y tendremos en quién confiar.

La amistad significa confianza mutua. Un amigo no siempre te explica porqué toma cierta determinación. Pero llegamos a confiar tanto en esa persona, que no exigimos explicación alguna; estamos listos para creerles y aún cuando el otro calle y no diga nada, estamos seguros siempre de su sinceridad.

Pero también Dios nos advierte sobre con quienes nos relacionamos y a quienes llamamos amigos.

Pablo nos aconseja: No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿o que parte tiene el creyente con el incrédulo?» (2 Corintios 6:14)

Necesitamos la sabiduría que Dios nos enseña a través de la Biblia cuando escojamos amistades en cualquier etapa de nuestras vidas. Las amistades son algo que puede ser para bien o para mal; por lo cual, debemos de estar muy atentos a todo lo que Dios nos enseña, las cualidades que debemos de buscar, pero también muy atentos a las advertencias sobre las falsas amistades.

-Lorena R.

Y Todo Esto En Qué Va a Terminar

Ayer hicimos planes. Ayer tuvimos intenciones. Hoy, ese ayer se ha desvanecido y en su lugar se ha levantado ante nosotros otro horizonte – un horizonte impredecible, bajo suspenso… Temerosos nos preguntamos – y todo esto ¿en qué va a terminar?

Cuando el telón se abre sobre nuestro mundo en Génesis 1 todo despega super bien. Dios se presenta como un Dios de orden, creando un espacio en el que todas las cosas tienen su lugar, su papel, su propósito. El único Dios Todopoderoso formó de la nada un universo de belleza, armonía y abundancia.

Ya no habrá muerte ni llanto

Pero si de Génesis saltamos directamente al final del libro, en Apocalipsis 21 leemos:

«¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir… Al que tenga sed le daré a beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que salga vencedor heredará todo esto, y yo seré su Dios y él será mi hijo.

¡Qué emocionante contar con un futuro en el que Dios morará entre nosotros, donde beberemos libremente agua de vida!

Pero a la vez nos preguntamos – ¿Qué pasó..? ¿Cómo es que de la armonía y belleza sembrada al principio de todo se produjo esta cosecha de lágrimas, muerte, llanto y dolor…?

La Biblia es la historia de como la humanidad transita el camino de la inocencia al conocimiento, del conocimiento al fracaso, del fracaso a la redención, y de la redención a nueva vida.

Esa es también nuestra historia personal.

La Biblia ha persistido al centro de los hogares de incontables millares durante más de 3000 años porque al leerla, universalmente reconocemos en el centro de nuestro ser que es Verdad. No sólo “verdad” en el sentido de ser históricamente verídica, de referirse a lugares y personas que realmente existieron, de resumir una serie de “doctrinas” correctas – sino Verdad en un sentido mucho más total, que abarca esas cosas y muchísimo más. La Biblia es Verdad en que trata las realidades más profundas de nuestra existencia como sólo podría hacerlo el inventor, creador y autor de la vida misma.

Y una de las verdades que con los años aprendemos a aceptar es que la experiencia, sabiduría y madurez se ganan con lágrimas y sudor. No hay otra manera. Con los años eventualmente reconocemos que las cosas que realmente tienen valor profundo – la paciencia, el amor, la tolerancia, la humildad, la mansedumbre, la generosidad – son características que se revelan y purifican solamente bajo el fuego de la prueba.

El consuelo de la Biblia es que reconoce plena y francamente las duras realidades de nuestra existencia, y nos asegura que no son permanentes. No nos sorprendamos que la vida es difícil y la injusticia nuestra compañera constante, pues el acontecimiento central del texto – ¡el centro de la historia misma! – es el homicidio cruel de la única persona perfectamente amorosa y justa que ha vivido.

Pero la justicia de Dios no permitió que aquel hombre permaneciera muerto, y se levantó de la tumba a una nueva vida sin límites. Y la gracia de Dios nos permite asirnos de él para también salvarnos.

Todo esto, ¿en qué va a terminar…? Terminará en mundo sin lágrimas, sin llanto, sin lamento, sin dolor. Un mundo en el que Dios camina diariamente entre nosotros.

Confiemos en que todo esto tiene un propósito, y que manteniéndonos firmes, al final de los tiempos todo lo comprenderemos.

Kevin H

Soledad

Desde que inició esta pandemia, la vida de todos se ha visto afectada en muchos aspectos tanto tangibles como intangibles. Un alto porcentaje de mis compañeros de estudios están solos en la ciudad y ahora se sienten atrapados, ansiosos de regresar con sus seres queridos, incluso han pensado en dejar el semestre.

Mantengamos nuestra cabeza en alto

En varias etapas de nuestra vida nos hemos sentido solos, ya sea porque estamos lejos de las personas que queremos o nos sentimos incomprendidos. Esto puede ocurrir en el trabajo, en la escuela o en algún grupo social, lo cual nos llena de temores, dudas e inseguridades.
Recordemos la historia de José. Siendo un muchacho, fue obligado a apartarse de su familia y de su pueblo; pero, durante ese tiempo, se aferró a su fe y confió en Dios. Trabajó con ahínco hasta ser reconocido entre aquel pueblo extranjero.

Y llegó el momento, Dios puso frente a sus ojos a su familia y a su pueblo en el tiempo perfecto, en medio de aquella hambruna que ponía en riesgo la subsistencia de todos: «Y José unció su carro y vino a recibir a Israel su padre en Gosén; y se manifestó a él, y se hechó sobre su cuello y lloró sobre su cuello largamente«. Génesis 46:29.
Así que, por más difícil que sea ¿Por qué no tratar de seguir el ejemplo de José?
Como también nos dice Dios mismo por medio del profeta Isaías:
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Isaías 41:10.

Dios nos pide mantener la cabeza en alto, porque Él siempre estará con nosotros sin importar que tan fuerte sea la tormenta. Hay que tener presente que Él siempre nos escucha y con fuerza nos levanta para cada día hacernos sentir que no estamos solos y que pronto este distanciamiento acabará.

Hoy tal vez no estemos juntos corporalmente, pero estamos en el corazón y pensamientos de quienes nos quieren. Mantengámonos fuertes y, mediante la oración, volvámonos uno para poder resistir.

Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” Isaías 43:2.

-Ámbar J.

Abramos Bien Los Ojos

A veces vivimos tan apresurados que no prestamos atención a nada, ni a las cosas más pequeñas que nos rodean. Vamos de acá para allá sin disfrutar el día a día. El trabajo, la universidad, los hijos, etc. nos demandan mucho tiempo y también nos demanda que nuestra mente se concentre prácticamente solo en eso.

Miremos y alabemos al Creador

En estos días en los que la mayoría tenemos que permanecer encerrados y en los que podemos tener más tiempo libre, me di cuenta que muchas veces no prestamos la atención suficiente a todo lo que Dios nos dio. El no poder si quiera disfrutar de cosas tan sencillas como el sol en el rostro, ver a los árboles moverse por el viento, sentarse en el césped, debería decirnos algo. La Biblia dice que cuando Dios creó todo en el mundo, “Dios miró todo lo que había hecho, y consideró que era muy bueno.” (Génesis 1:31), entonces yo pienso ¿estamos viendo la Creación y considerando que es muy buena, cada vez que salimos de la casa? ¿O solamente nos enfocamos como robots en nuestras labores?

Al poder admirar la incontable cantidad de especies de animales y plantas, es imposible no entender cuán maravilloso es este regalo que Dios nos dio. El mismo salmista declaró que “los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos.” (Salmos 19:1). Entonces, si la gloria de Dios está en cada esquina, pues donde miremos la Creación allí está, ¿lo entendemos realmente? O como Jesús dijo “¿Es que tienen ojos, pero no ven, y oídos, pero no oyen?” (Marcos 8:18).

Miremos y alabemos al Creador de todas las cosas por sus grandes maravillas tal como ensalza el salmista al decir: “Oh Señor, ¡cuán imponentes son tus obras, y cuán profundos tus pensamientos!” (Salmos 92:5) y ya no pasemos la vida como si fuera algo dado, sino como si fuera algo con sentido. Agradezcamos y alabemos a nuestro Dios, porque es un Dios asombroso y nos entregó este paraíso para habitar y cuidar, para disfrutarlo, para verlo y decir alegremente: ¡qué hermosa es la Creación!

Empecemos a darle sentido a nuestras vidas al admirar la gloria de Dios que nos rodea cada día. El cantar de las aves, el ruido del paso del agua en un río, el viento entre los árboles, son la presencia de Dios en el mundo a través de su gran labor. Quiera Dios que podamos apreciar los regalos que nos ha dado a través de su Creación, porque como dijo David, “de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes.” (Salmos 27:13). No te enfoques en lo que pasa con la pandemia sino que “pon tu esperanza en el Señor; ten valor, cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor!” (Salmos 27:14), mira a tu alrededor y alégrate por lo que tenemos y por lo que vamos a tener.

Lucas G.

!Nada Que Temer!

La vida de una persona que confía en Dios es un desafío increíble para el mundo. Esto debido a que no somos iguales que los demás, y lo diferente tiende a asustar.

No estamos solos

En momentos de crisis, de enfermedad, de pobreza o de angustias, nuestro amor en Dios y en su hijo Jesús nos lleva a ver los escenarios presentes de una manera positiva, porque sabemos que no estamos solos. Pero esto ante los ojos de los demás es algo impactante y esperan algún manifiesto de incertidumbre por nuestra parte. Esto es lo maravilloso de estar gobernados por nuestro padre celestial, que nos llena de una luz que nos permite iluminar los caminos que parecen imposibles de atravesar.

Isaías 40:31 nos dice “pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.”

¡Es increíble! El ser humano es un ser imperfecto que está lleno de dudas y miedos, pero la cita anterior nos recuerda que Jehová siempre está ahí para sus hijos y nos permitirá elevar nuestras alas hasta donde él lo desee.

Una vez que conocemos la vida en Cristo y entendemos cual es el plan de salvación que tiene nuestro Padre celestial para nosotros, cada decisión en nuestra vida cambia. Es maravilloso saber que tenemos un arquitecto perfecto creador de todo lo que nos rodea y que ni el tiempo ni el espacio son una limitante para El, como sucede con el hombre. Una vez que entendemos que nada depende de nosotros y que aceptar la voluntad de Dios es la mejor decisión, nuestro diario vivir se ve con otros ojos.

No obstante, día con día tenemos pruebas. El mismo Pablo nos recuerda que nuestra carne es débil y tiende a querer el pecado, o en otras palabras, los deseos del mundo. Es entonces cuando recordar las grandes bendiciones de nuestro Padre siempre es algo que nos puede fortalecer: “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” (Jeremías 17:7-8).

Es fácil hablar de Dios y decir que lo amamos, pero demostrarlo es una tarea mayor. A través de la historia hemos visto que cualquier persona por más fuerte que se considere, puede caer si deja de consultar a Dios en sus decisiones. Por ejemplo, grandes personajes como Moisés con la roca en el desierto, Sansón con su amor hacia Dalila, o incluso el rey David con lo sucedido con Urías y su mujer, se arrepintieron grandemente por no haber consultado a Dios antes. Son muchos casos en la biblia que nos recuerdan lo débil que es nuestra carne a pesar de amar a Dios.

¡Debemos estar gozosos de tener la oportunidad de hacer las cosas mejores cada día y por haber sido escogidos por Dios para servirle!

Proverbios 3:5-6: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas.”

Estamos conscientes de que estamos viviendo días difíciles y que no es sencillo ver todo con tanto optimismo. Pero recuerda, el fuego moldea metales sucios y los convierte en joyas preciosas. En ocasiones necesitamos un poco de neblina para poder mostrar nuestra luz, y para eso debemos tener buena iluminación.

Gabriel N.

Renovando Nuestra Mentalidad

Estos días, mientras el mundo se encuentra en aislamiento y cuarentena, podemos darnos cuenta que muchas de las cosas que planificábamos no se pudieron cumplir. Pasamos una gran cantidad de tiempo decidiendo sobre cosas, desde las más elementales como “¿qué vamos a comer hoy?” hasta cosas tan importantes como “¿invierto o no en tal negocio?”. Pero la Biblia tiene un mensaje muy claro para nosotros en Santiago 4:13-14 al respecto de esto: «Ahora escuchen esto, ustedes que dicen: Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí un año, haremos negocios y ganaremos dinero. ¡Y eso que ni siquiera saben qué sucederá mañana! ¿Qué es su vida? Ustedes son como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece».

Nuestra voluntad vs la voluntad de Dios

Nuestra mente puede intentar engañarnos con ideas egoístas, con llevarnos a pensar en que hagamos siempre nuestra voluntad para sentirnos completos y felices. Cuando planificamos, elegimos lo que queremos a hacer y lo que no, muchas veces basándonos en nuestra propia voluntad y no en la de Dios. Pero la Biblia nos declara en Jeremías 10:23 los siguiente: «Señor, yo sé que el hombre no es dueño de su destino, que no le es dado al caminante dirigir sus propios pasos»; por lo tanto esta forma de pensar es un error que debemos corregir para cumplir con la voluntad de Dios.
La Biblia nos declara que «se alista al caballo para el día de la batalla, pero la victoria depende del Señor» (Proverbios 21:31), es decir que nosotros podemos tomar decisiones, elegir, planificar, etc. pero el éxito de cada cosa va a depender de la voluntad de Dios. De la misma forma el sabio nos dice en Proverbios 19:21 que «puedes hacer todos los planes que quieras, pero el propósito del Señor prevalecerá.».
Por ello, debemos cambiar nuestra mentalidad de forma tal que antes de decidir algo, lo consultemos con Dios, “poniendo en mano del Señor todas tus obras” (Proverbios 16:3). Antes de emprender algo, debemos llevar nuestra consulta a Él por medio de la oración, “presentando sus peticiones a Dios” (Filipenses 4:6) y él decidirá, en su santa voluntad, si nuestro plan tendrá éxito o no.
Una vez que Dios responda, por medio del cumplimiento o no de la petición, si lo hace de la manera que no esperábamos no deberíamos amargarnos ni mucho menos enojarnos. Debemos mentalizarnos en entender que la voluntad de nuestro Padre es justa y perfecta, y que es lo mejor para nosotros, tal como dice Jeremías 29:11 «Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.»
Para llegar a este grado de mentalidad, debemos “negarnos a nosotros mismos” (Mateo 16:24) y dar lugar a que el Espíritu de Dios habite en nosotros, ya que nuestro “cuerpo es templo del Espíritu Santo” (1 Corintios 6:19). Por lo tanto, como se menciona en Romanos 12:2, si queremos comprobar la buena voluntad del Altísimo, debemos alejarnos del mundo y transformar nuestra mente para vivir por y para él, tal como lo hizo Jesús, y no por y para nosotros mismos.

Lucas G.