20 de Noviembre de 2020

Como seguidores de Cristo y de la Palabra de Dios, debemos ir consumiendo alimento sólido, es decir debemos ir desarrollando raíces profundas con Dios y su palabra, esto nos permitirá estar fortalecidos ante situaciones pecaminosas y que cuando experimentes momentos difíciles sientas el poder de Dios y su presencia tan plenamente que no te alejes de él.

Crecer en Cristo

Así como las flores y los árboles crecen, también debemos buscar crecer en Cristo, cuando te enfocas en esa salvación que nos ofrece Dios y experimentas todas sus promesas intensamente, vas a querer crecer y experimentar esa comunión con Cristo y su Padre.

Lo importante es plantar nuestras vidas cerca de manantiales y no en aguas superficiales ya que estas aguas superficiales te dejarán sediento o te darán placer por un momento. Planta tu vida en un manantial, éste no te dejara sediento, te llenará: “… Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en el una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:13-14).

La vida buscará desviar tu atención, pero dedicar tiempo, energía y recursos a la búsqueda del crecimiento espiritual te ayudará a cultivar una relación íntima con Dios. Los hombres y las mujeres que deseen tener esta relación intima con Dios lo harán su primer prioridad; querrán tener la mayor cantidad de Dios posible y simplemente alejarse de él no será una opción.

No solo hace falta que mi fe crezca… necesita ser profunda. Sí. Necesito que mis raíces de fe sean profundas, como el creyente que se menciona en Jeremías 17:7-8:
«Bendito es el hombre que confía en el Señor, Cuya confianza es el Señor. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto».

¿Y cómo llegamos a tener raíces profundas?
Profundizamos nuestras raíces espirituales de la misma manera que lo hace un árbol terrenal. Las raíces de un árbol jamás pasarán por el dolor ni el esfuerzo de ir más profundo hasta que en la superficie no haya suficiente agua para satisfacer sus necesidades. Se puede encontrar agua en los lugares más profundos. Pero el regalo de esas dificultades para llegar al agua más profunda es que las raíces más profundas contribuyen a que el árbol soporte el azote de los vientos de las tormentas más fuertes cuando estas lleguen.

Somos muy parecidos.

Tener poca profundidad hace que creamos con poca profundidad y nos deja vulnerables a la caída. Sin embargo, buscar con profundidad hará que crezcamos con profundidad y nos preparará para permanecer firmes, sea lo que sea que venga contra nosotros.

Cuando llegue el temor, las raíces profundas nos mantienen seguros en el amor de Dios. Cuando lleguen las sorpresas como vientos fuertes, turbulentos, las raíces profundas nos sujetan con la verdad de que Dios está en control.

Las raíces profundas nos mantienen firmes en la paz de Dios durante la tormenta que no apareció en el radar.

Las raíces profundas permiten que crezca la fe en Dios, como antes no era posible.

Con frecuencia he pensado en el paralelo entre los árboles y nuestra vida. Pasamos por etapas semejantes a las estaciones: tenemos un radiante inicio, como los tiernos brotes de color verde pálido que asoman en la primavera; épocas de florecimiento, temporadas de esplendor, como el otoño en que las hojas adquieren vistosas tonalidades; y períodos sombríos como el invierno, con la peculiar belleza de las ramas cubiertas de nieve; después de lo cual vuelve la primavera y renace la vida.

Nosotros también necesitamos raíces invisibles en el ámbito espiritual. Nuestra conexión con Dios es lo que nos nutre y nos ayuda a dar fruto. Él nos alimenta en la temporada de verdor, crecimiento y fructificación; nos ayuda a aceptar la pérdida de hojas en el otoño y nos mantiene con vida en los interminables inviernos para que en primavera echemos milagrosamente brotes nuevos. Cuando tenemos el espíritu firmemente arraigado en Dios, y Él nos sustenta con Su Palabra, las acciones de nuestra vida lo denotan.

-Yensi Nuñez