Al concluir nuestro estudio, nos damos cuenta que el libro de los Jueces es un testimonio del hombre cuando es dejado para que se las arregle solo. A pesar de los numerosos avisos e intervenciones divinas, Israel se rebeló. Es un testimonio de la benignidad de Dios y de Su gracia para soportar, ya que Él no abandonó a Su nación escogida.

Atendamos las advertencias del libro de Jueces. Los que caminan en sus propios caminos y acorde a su propio corazón, como hizo Sansón, naufragaran en su vida. Por el contrario, los que caminen rectamente, como lo hizo Débora, heredarán gloria. 

Notamos que en el libro de Jueces encontramos una información suficientemente clara para poder determinar cuál fue la ruina de Israel. Esa información la encontramos precisamente en Jueces 2:7-10 con todo detalle. 

En el v. 7 encontramos que el pueblo había servido a Jehová todo el tiempo de Josué. Es decir, el pueblo de Dios había seguido el ejemplo del líder y consecuentemente como una nación unida en ese centro que Josué pudo mostrar a su pueblo, sirvió en forma constante y fiel a Dios. Fue la vida de Josué, su carácter y su fidelidad a Dios lo que impresionó al pueblo israelita. Y entonces no solamente sirvieron a Dios durante su vida, sino que le sirvieron después de su muerte. 

Pero la Escritura continúa y nos dice en el v. 10 que se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel. He aquí la clave del fracaso del pueblo israelita. El hombre comienza por ignorar a Dios. Nos deja con las preguntas: ¿Estamos muy ocupados, tan ocupados que no podemos dedicar unos minutos para Dios? ¿No podemos sentarnos unos minutos aun después de la cena y hablar con nuestros hijos acerca de las obras de Dios? 

La misericordia de Dios.

En Jueces13:3-5, encontramos la misericordia de Dios. Notamos aquí que Dios contempla la situación israelita y contempla la miseria moral en la cual ese pueblo estaba viviendo. Un pueblo que fue llamado a vivir delante de Dios en un espíritu de gozo y alegría, un pueblo que fue llamado a dar testimonio de la riqueza y la sabiduría de Dios, ahora se encuentra en la miseria moral, atado por el fracaso humano de desconocer a Dios y su obra. Dios no se olvida de su pueblo; y aquí a través de una mujer, Dios anuncia que un hombre ha de venir y comenzará a salvar a Israel según nos dice el v. 5. La salvación que Dios entonces extiende a la vida humana, es en primer lugar por su misericordia. 

Y esa misericordia vino en una manera excepcional y milagrosa en el nacimiento de Su Hijo, Jesucristo. Esa es la manera por la cual Dios se expresa y toca nuestra vida.

En este libro también encontramos la salvación de Dios. En el Jueces 21:1-4, fijémonos lo que dice el v. 2: «Luego fue el pueblo a la casa de Dios,…» La salvación que Dios envía nos lleva en un espíritu de arrepentimiento a decirle: «Señor, aquí estoy, perdóname. Tómame de tu mano de nuevo, hazme caminar victorioso para la gloria tuyo».

      

Características literarias del libro de los Jueces.

Lo primero que se echa de ver al recorrer sus páginas es la repetición de ciertas fórmulas estereotipadas, que indican el punto de vista del autor. Con estas fórmulas aparece claramente delineado a cuatro tiempos. Este tema central se expone en las dos introducciones, histórica (1:1; 2:5) y cultual (2:6; 3:6; 6:8-10; 10:10-16). Estas fórmulas son las siguientes:

Prevaricación. 

«Los hijos de Israel hicieron el mal a los ojos de Jehová» (2:11; 3:7; 12; 4:1; 6:1; 13:1). 

«Se apartaron de Jehová y sirvieron a los Baales (2:11), «baales y aseras» (3:7), «a Baal y Astarté» (2:13; 10:7).

Castigo:

«Encendiese la cólera de Jehová contra Israel» (2:14-20; 3:8; 107). 

(Jehová) «los entregó en manos de salteadores» (2:14); «Se Cusan Risataím» (3:8), «en manos de Jabín» (4:2), a Madián»‘(6:1), «en manos de los filisteos y en manos de los hijos de Amón» (10:7); o también, «Yahvé hizo fuerte a Eglón» (3:12). 

Por consiguiente, «los hijos de Israel sirvieron a Cusan Risataím siete años» (3:8), a Eglón «dieciocho años» (3:14), a Jabín «veinte años» (4:3) a Madián «siete años» (6:1), a los filisteos y amonitas «dieciocho años» (10:8).

Arrepentimiento. 

«Clamaron a Yahvé los hijos de Israel» (3:9; 15; 4:3; 6:6; 10:10).

Liberación. 

«Suscitó Yahvé a los hijos de Israel un libertador» (3:9-15). 

“Quedó humillado (Moab, Jabín, Madián) bajo la mano de Israel» (3:30; 4:23; 8:28). 

Los libertadores (Otoniel, Tola, Jefté, Abesán, Elón, Abdón, Sansón) «juzgaron a Israel diez años» (3:10; 10:2.3; 12:7; 9:11; 14; 15:20; 16:31). 

«Estuvo en paz la tierra durante diez años» (3:11, 30; 5:32; 8:28).

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