Muy poco encontramos escrito de esta mujer cuyo nombre no es mencionado en las Escrituras; sin embargo está a la misma altura con Sara, Ana y Elisabet como una «madre de promesa.» Un cuidadoso estudio mostrará su conducta como la de una mujer de carácter.
La esposa de Manoa de la tribu de Dan vivió en una época de opresión de parte de los filisteos, y era estéril. La esterilidad era considerada una deshonra entre las mujeres judías. Cierto día en que ella estaba sola se le apareció un ángel anunciándole las buenas nuevas de que iba a tener un hijo, quien comenzaría la liberación de Israel de mano de los opresores filisteos. Este hijo iba a ser nazareo, por lo que ella no debía comer nada inmundo, ni tomar vino u otra bebida fuerte desde ese momento hasta que el niño hubiese nacido.
Su fe se manifiesta inmediatamente, pues que ella creyó lo que le fue dicho, porque sabía en su corazón que no era un hombre ordinario éste que le había dado las buenas nuevas, sino un hombre de Dios. Contenta buscó a su marido, repitiéndole todo lo sucedido. Su natural timidez había evitado que preguntara al ángel por su identidad, un hecho que impresionó a Manoa cuando le dijo lo que había sucedido:
«Un varón de Dios vino a mí, cuyo aspecto era como el aspecto de un ángel de Dios, temible en gran manera; y no le pregunté de dónde ni quién era, ni tampoco él me dijo su nombre.»
Manoa, puede uno pensar, dudó un poco de este hombre extraño; quizás su orgullo fue herido porque su esposa y no él mismo había recibido la visita angelical. El estaba decidido a saber más, si fuera posible, y siendo un hombre devoto oró para que el visitante retornara y diera instrucciones adicionales. Su oración fue contestada, pero de nuevo el ángel apareció a la mujer cuando estaba sola. ¡No había duda de que el mensaje era para ella! Pero ella, como esposa obediente, corrió a buscar a su esposo y lo trajo ante el ángel, quien reafirmó lo que anteriormente había dicho. Manoa fue muy insistente en su búsqueda de información, haciendo muchas preguntas, hasta las que su esposa, por timidez, no había hecho, o ¿sería que la intuición femenina de ella las hacía innecesarias?
Ninguna nueva instrucción provino de esta entrevista, solamente una reiteración de las anteriores. Uno piensa que una vez a solas, la mujer se habría concentrado en sus pensamientos durante muchas horas felices, como María, la madre de Jesús, quien «guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lucas 2:19).
El sentido común de una esposa
Algunos de estos pensamientos bien pueden haber sido sobre las instrucciones de evitar el vino, la bebida fuerte y alimentos inmundos. El hijo que nacería sería nazareo desde su concepción y por toda la vida. Esto era fuera de lo normal, por decir lo menos, ya que un hombre usualmente hacía un voto y se volvía nazareo por cierto período de tiempo. Solamente encontramos un hombre más en las Escrituras quien fuera nazareo de por vida, y ese fue Juan el Bautista, del que se dijo: «No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre» (Lucas 1:15).
Manoa aún estaba reacio a dejar que el visitante se fuera, pues todavía no estaba convencido de que fuese un ángel, y siendo también un hombre muy hospitalario, lo presionó para que se quedara mientras preparaba un cabrito. El ángel rehusó comer, y en cambio sugirió que se preparase un holocausto. Manoa aún le hacía preguntas: «¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumpla tu palabra te honremos?» El ángel respondió que era secreto.
La ofrenda fue preparada cuidadosamente y el ángel hizo una muy impresionante partida ascendiendo fuera de la vista en la llama del altar. La ofrenda fue aceptada y la identidad del visitante se reveló sin quedar duda.
Manoa, quien ahora, por supuesto, estaba convencido, junto con su esposa reaccionaron cayendo sobre sus rostros; Manoa se sobrecogió de temor, convencido de que iban a morir. Pero ahora el sentido común de su esposa vino en su ayuda: «Si Jehová nos quisiera matar, no aceptaría de nuestras manos el holocausto y la ofrenda, ni nos hubiera mostrado todas estas cosas, ni ahora nos habría anunciado esto» (Jueces 13:23).
Al tiempo señalado nació Sansón.
El libro de Números capítulo 6 da detalles de la separación y consagración del nazareo: «Todo el tiempo de su nazareato, será santo para Jehová» (Números 6:8); y «Consagrará para Jehová los días de su nazareato» (Números 6:12). Cuando creció Sansón, llegó a ser de muchas maneras un hombre de separación extraordinaria, esencialmente un hombre solitario. Nunca leemos que él haya dirigido un ejército contra los filisteos. Todas sus incursiones en el territorio de ellos fueron solitarias. Fue por este voto de separación que los padres de Sansón encontraron repugnante su pedido de una esposa filistea. Ellos sabían que él había sido escogido para iniciar la liberación de Israel del yugo opresor de los filisteos. Sin duda pensaron y discutieron cómo su hijo podría casarse con una de ellos y pelear con ellos al mismo tiempo. También entendían el principio enseñado a través de las Escrituras y más tarde resumido tan claramente por Pablo en 2 Corintios 6:14-18:
«No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo.»
¿No es esto justamente lo que los padres de Sansón estaban enfatizando cuando dijeron: «¿No hay mujer entre la hijas de tus hermanos, ni en todo nuestro pueblo, para que vayas tú a tomar mujer de los filisteos incircuncisos?» (Jueces 14:3). Todavía no se daban cuenta de que la acción de Sansón era un acto deliberado del Señor «porque él buscaba ocasión contra los filisteos.»
Lazos familiares
Un tributo a los vínculos de la vida familiar se da en las propias palabras de Sansón a su esposa cuando ella le pidió revelarle la respuesta a su acertijo: «He aquí que ni a mi padre ni a mi madre lo he declarado, ¿y te lo había de declarar a ti?» Sin penetrar en lo bueno o malo de los secretos entre esposo y esposa, que en este momento no tiene importancia, lo anterior muestra que no era muy usual el mantener secretos en la familia de Manoa. Una atmósfera familiar feliz, a pesar de ser la responsabilidad de todos sus miembros, es creada principalmente por la esposa y madre.
La madre de Sansón le enseñó los caminos de Dios, porque a través de todos sus años de pruebas, dificultades y debilidades él nunca perdió la fe en el Dios de Israel a quien servía, y fue considerado digno de ser mencionado por el escritor de Hebreos en su lista de fieles.
¿Cuáles han sido entonces las características descritas en este muy breve vistazo a la madre de Sansón? Ella fue un mujer de fe; una mujer de natural discreción; fue una esposa con sentido común, en sujeción a su esposo, pero sin miedo de censurarlo cuando el perdía la fe. Ella tenía muchas de las virtudes que Lemuel deseaba encontrar en la mujer virtuosa:
«El corazón de su marido está en ella confiado…Le da ella bien y no mal todos los días de su vida…Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua…Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada» (Proverbios 31).
Traducido por Nehemías Chávez Zelaya
Mujeres de la Biblia
Capítulo anterior: María: Hermana de Moisés
Continúa leyendo: Débora
Ir al capítulo....
Quedate un tiempo con nosotros y comenzarás a entender lo que Dios quiere comunicarnos en su palabra. Y si tienes preguntas o comentarios, escríbenos a preguntas@labiblia.com