Al leer 1era de Samuel capítulo por capítulo desde el principio parecería que el ascenso de David es inevitable e inexorable. Ungido de Dios, victorioso sobre el gigante Goliat, amigo del príncipe elegido, yerno del rey, músico y poeta, general vestido en gloria…. ¿Qué lo podría detener….?
Pero de un momento a otro lo pierde todo – sus hazañas despiertan la envidia de Saúl y David se ve obligado a huir, dejando atrás sus honores, sus armas, su casa, sus nuevas amistades y hasta su esposa. Desesperado, afligido y sólo busca refugio en el lugar donde siglos antes lo halló su antepasado Judá, en un pueblo llamado Adulán. A Judá es al que Jacob había bendecido diciendo “El cetro no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero rey, quien merece la obediencia de los pueblos”. 700 años después, David parecía estar en camino acelerado a cumplir esta profecía cuando Saúl le puso un alto brusco y David se vió reducido a nada.
Pero estando en Adulán, 1 Samuel 22:2 nos relata que allí “se le unieron muchos otros que estaban en apuros, cargados de deuda, o amargados”.
No perdamos la esperanza
Si investigamos otras partes de la Biblia que usan estas mismas palabras vemos que los autores bíblicos las utilizan en el contexto de las profundas aflicciones de moradores de ciudades bajo sitio de ejércitos invasores, o las escuchamos de los labios de Job en sus momentos más terribles. Son palabras que en la Biblia describen personas terriblemente afligidas, a quienes las dificultades de este mundo los están desmenuzando.
Y es en este momento, en el que pasaba por su valle de la sombra de muerte, que David inicia la obra del reino que Dios tiene planeado. Pues el reino de Dios no es un reino de palacios, privilegios y poder, sino un reino para personas humildes, mansas, pobres de espíritu y sedientes de justicia.
No en balde se le ha llamado al Sermón del Monte “la constitución del Reino de Dios”. Tendemos a leer las bienaventuranzas con las que inicia en Mateo 5 como si fueran una descripción de las cualidades a las que deben aspirar las personas que quieren estar en ese reino. Te recomiendo más bien leer las bienaventuranzas como una invitación, un llamado de Jesús a todas aquellas personas que sufren – pues es para *estas* personas que será el reino de Dios que viene, y que ya en aquel momento comenzaba a establecerse!
¿Estás llorando? ¿Te encuentras en circunstancias humildes? ¿Tienes angustia por que haya justicia en tu ciudad, en tu tierra – aún en tu propio hogar? ¿Eres manso y compasivo, viviendo en un mundo de personas ambiciosas y agresivas? ¿Quieres trabajar por la paz, cuando el conflicto te rodea? ¿Sufres por hacer lo que es correcto?
Tal vez te sientes desesperado porque donde ahorita te encuentras gobierna un Saúl, enamorado de la riqueza y del poder. Pero sabe con absoluta confianza que desde su lugar de refugio en la misma presencia de Dios el ungido de la tribu de Judá en este momento está reuniendo a aquellos que buscan otra patria.
No pierdas esperanza. El que anunció la invitación de Mateo 5 sentía lo mismo, sufrió lo mismo.
Aguarda solo un poco más y lo verás.
– Kevin H.