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Tuyo es el Reino

Capítulo 3 - El Rey del Universo

Es imposible demostrar con total certeza la existencia de Dios. Si tal prueba existiera no habría ateos, puesto que Dios sería un hecho demostrable de la misma manera, por ejemplo, que la ciencia puede establecer que el agua está compuesta de hidrógeno y oxígeno o que la tierra gira alrededor del sol.

Pero aunque no tengamos una prueba absoluta, sí tenemos evidencia de su existencia. La evidencia difiere de la prueba en que puede formarse una opinión personal sobre la información dada. Permítame usar un sencillo ejemplo para explicar lo que quiero decir.

Usted abre una puerta para entrar en un huerto cerrado y encuentra una manzana en el suelo debajo de un manzano. A menos que usted la haya visto caer, no hay una prueba definitiva de que la manzana proviene del árbol sobre cuyo suelo la encontró. Sin embargo, al investigar encuentra varias evidencias que indican que en realidad había caído de las ramas del árbol mencionado. Usted observa los demás árboles de la vecindad y se da cuenta de que ninguno de ellos es manzano. También observa la manzana caída y descubre que es de la misma variedad de las que todavía cuelgan de las ramas. Además nota que la manzana en el suelo y las del árbol están igualmente maduras y algunas están listas para caer en cuanto las toque, aunque sea levemente. Al recoger la manzana encuentra que tiene una magulladura que coincide con una caída de cierta altura, pues, en caso contrario, no tendría ninguna mancha. Finalmente recuerda que el huerto estuvo cerrado y que usted es la primera persona que lo visita en varios días.

Aunque, repito, usted no tiene una prueba absoluta, no hay duda de que la evidencia lo obliga a aceptar que la manzana cayó del árbol de su huerto y no vino de otro lugar.

Podemos aplicar el mismo principio para razonar sobre la existencia de Dios. No tenemos prueba, pero hay suficiente evidencia de su realidad. Esta evidencia es del más amplio alcance. Parte de ella se encuentra en el diseño visible de las cosas naturales, desde el universo con toda su amplitud, complejidad y precisión, hasta la sorprendentemente diminuta estructura y función de las sustancias que conforman las cosas vivientes. Ambos extremos, sin mencionar el fascinante mundo en que vivimos, ofrecen evidencia de que fueron producidos por un diseñador inteligente antes que por una acción fortuita. También la Biblia contiene en sí misma muy fuerte evidencia, tal como espero demostrarlo. Al combinar tales evidencias, la creencia puede convertirse en una convicción personal de que Dios realmente existe.

La evidencia en la naturaleza, aunque extremadamente fuerte, queda fuera del alcance de este libro, y sólo mencionaré un ejemplo. Pero si usted continúa leyendo estas páginas confío en que la fuerza de la evidencia bíblica lo impresionará. Veremos que los detalles del bello plan para la redención del hombre, cuyo cumplimiento fue descrito en el capítulo anterior, fueron compilados en un período de unos 1500 años por unos 40 escritores distintos. El hecho de que en estas circunstancias la Biblia preservara y desarrollara un solo tema es una evidencia muy fuerte del control que se impuso sobre aquellos hombres de antaño por un poder superior. Ya hemos considerado también un ejemplo de profecía acertada, un don que no poseen personas sin ayuda, y la Biblia tiene muchos ejemplos más. Pero debemos dejar para el próximo capítulo un detallado examen de tales predicciones, cuando examinemos con más cuidado el hecho de que la Biblia es un libro inspirado por Dios. Cuando se demuestra esta inspiración, se demuestra la existencia de Dios.

¿Cómo es Dios?

Sabemos solamente lo que él ha elegido decirnos, y en esta sección examinaremos lo que Dios dice acerca de sí mismo en la Biblia. Es vital que examinemos solamente esta fuente para obtener nuestra información. Hay muchos puntos de vista acerca de Dios, sostenidos hasta por algunas iglesias cristianas, los cuales son poco más que especulaciones humanas sobre el tema. Mucha gente construye su propia imagen de Dios imaginando lo que ellos piensan que él debe ser, y cuando Dios no resulta tal cual se lo imaginaron, entonces pierden su fe y aun niegan su existencia. Por ejemplo, ver a Dios sólo como un Dios de amor presenta graves problemas a la luz del sufrimiento y la catástrofe humanos, lo que lleva a muchos a perder la fe. Distinto del punto de vista humano acerca de Dios, tenemos en la Biblia su propia descripción de sí mismo y lo que planea hacer con la tierra.

¿Qué nos dice entonces la Biblia acerca de Dios?
No todo, por supuesto; pero da información adecuada para nuestras necesidades y nuestro limitado entendimiento. El énfasis no está en la forma física de Dios, sino en sus atributos y carácter. Varias facetas de sus cualidades y habilidades son definidas y todas deben ser combinadas si queremos lograr la imagen correcta. Pero en cuanto vemos esta mezcla de características, vemos a un Dios en quien pueden confiar los seres humanos y a quien también pueden amar.

Dios, el supremo soberano
La primera cosa que la Biblia afirma acerca de Dios es su absoluta soberanía. El no reconoce ningún otro igual en lo que se refiere a su gobierno sobre el cielo y la tierra:

«Yo soy Jehová, y ninguno más hay.» (Isaías 45:5)

«No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno.» (Isaías 44:8)

«Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro.» (Deuteronomio 4:39)

Este concepto del Dios Todopoderoso fue confirmado por Jesús. En oración se dirigió a su Padre como

«Señor del cielo y de la tierra.» (Mateo 11:25)

En otra ocasión dijo a sus oyentes:

«El Padre mayor es que yo.» (Juan 14:28)

«Mi Padre…es mayor que todos.» (Juan 10:29)

Este es el testimonio unánime de la totalidad de las Escrituras. Dios se revela allí como el máximo poder y autoridad en el universo en todo sentido. No hay excepciones a esto: aun Jesús reconoció implícitamente que él estaba entre aquellos sobre los cuales Dios ejercía completa jurisdicción. «No puede el Hijo hacer nada por sí mismo,» dijo cierta vez (Juan 5:19).

El efecto de la primacía de Dios sobre el hombre es que cualquier reto contra él es inútil:

«Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro…? (Romanos 9:20-21)

Dios no solamente es todopoderoso pues, como veremos pronto, su supremacía va acompañada de perfección moral que hace imposible que él haga algo incorrecto.

El Dios eterno
Para nosotros es difícil concebir una situación donde el tiempo en realidad no existe. El concepto de un ser que siempre ha existido y que continuará en tal forma sin modificación o envejecimiento es difícilmente absorbido por la mente finita. Pero tan limitado entendimiento no excluye la posibilidad.

A una larva de zancudo nadando en un estanque le parecerá que el mundo consiste de agua, lodo, piedras y plantas acuáticas de su ambiente inmediato. Una sustancia llamada aire estaría normalmente fuera de su experiencia, sin mencionar árboles y animales. Sin embargo, después de su etapa de pupa deja el agua y entra en el hasta ahora inimaginado ambiente donde estas cosas son comunes y esenciales para su existencia.

Nuestra experiencia sobre las cosas situadas fuera de nuestro mundo es similarmente limitada, y no es sabio de parte de nosotros juzgar lo que es posible o imposible más allá de nuestra restringida esfera de conocimiento y observación. La revelación de Dios señala que no hay tiempo en el que él no existía, ni cesará de existir:

«Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.» (Salmos 90:2)

Dios el sabio y poderoso
Otro atributo de Dios se deduce del intrincado diseño y equilibrio en la naturaleza y que es claramente enseñado en la Biblia. Dios es la fuente de todo conocimiento y sabiduría. El conoce y entiende todo. El ha diseñado la estructura de todas las cosas, y la ciencia moderna ha mostrado un poco de su infinita habilidad diseñadora.

¿Ha pensado usted alguna vez en la inmensa variedad de las cosas que conforman el mundo? Cada día vemos cosas tales como rocas y minerales, diferentes metales, mucha variedad de líquidos, animales y plantas que crecen y se reproducen; sin mencionar las cosas que no podemos ver aunque sabemos que están allí, como los distintos gases que componen el aire que respiramos. Ciertamente todos estos parecen tener poco en común: el pesado trozo de hierro y el pájaro volador, o el apetitoso aroma de huevos y tocino y el planeta Saturno.

Viendo toda esta diversidad ¿quién pensaría que todas las cosas en el universo están compuestas de diferentes arreglos de solamente tres clases de minúsculas partículas? Aun los científicos consideran actualmente que éste es el caso, aunque debe decirse que la naturaleza exacta de estas partículas todavía está siendo discutida e investigada.

Si a usted se le preguntara cuáles son los más pequeños bloques formadores de la materia, probablemente diría «átomos,» y en un sentido general estaría en lo correcto. Hay cerca de 92 variedades naturales de átomos, y ellos producen las sustancias que vemos a nuestro alrededor. Atomos de hierro se unen para constituir una barra de hierro, átomos de carbono hacen lo mismo para componer un diamante, y una combinación específica de átomos de carbono, oxígeno e hidrógeno forman el azúcar.

Pero los diversos átomos difieren unos de otros solamente en que tienen diferente cantidad de las tres pequeñas partículas a las cuales me referí anteriormente. Los científicos las llaman protones, neutrones y electrones. Así el gas hidrógeno es hidrógeno porque sus átomos contienen un protón y un electrón. El átomo de oxígeno tiene diferente número de estas partículas: 8 protones, 8 neutrones y 8 electrones. El hierro es obviamente un material diferente de los dos anteriores, y aun cuando está formado de las mismas partículas, esta vez se unen 26 de cada clase. De este modo la diversidad entre las 92 clases de átomos depende de la variación en el número de las tres partículas que poseen.

Estos átomos diferentes se unen de manera especialmente ordenada para producir la infinita variedad de cosas que nos rodean. ¿Quién pensaría que esta variedad es causada por las combinaciones de solamente tres clases de pequeñas partículas? Este es sólo un ejemplo de la sabiduría y habilidad del Dios del cielo. Por medio de la ciencia el hombre ha comenzado a entender tales maravillas; sin embargo, ¿cuán infinitamente más grande debe ser el que planeó y produjo todo esto?

Este vistazo a la operación de la sabiduría divina nos da confianza en que el propósito de su obra es igualmente bueno. Una mente que pudo diseñar átomos debe haberlo hecho por una razón que es sabia, lógica y satisfactoria.

Pero la sabiduría por sí misma no es suficiente. Debe existir la capacidad para llevar a cabo las intenciones de la mente. Así Dios es también revelado como un Dios de supremo poder además de sabiduría; y cuando se alude a estos atributos particulares, a menudo son mencionados juntos para revelar un Dios cuyos sabios propósitos serán logrados en virtud de su supremo poder.

«Con Dios está la sabiduría y el poder.» (Job 12:13)

«Suyos son el poder y la sabiduría.» (Daniel 2:20)

«¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría.» (Salmos 104:24)

El Espíritu de Dios

Si alguna vez ha usado una lupa para quemar un trozo de papel durante un día soleado, fácilmente podrá usar esta experiencia como una analogía de la relación entre el Espíritu de Dios y el Espíritu Santo. Los rayos del sol son concentrados por la lente para formar un pequeño foco de calor intenso que es mucho más poderoso que cuando la misma energía se extiende sobre un área mayor. Así el Espíritu Santo de Dios puede ser considerado como el poder de Dios concentrado en un objetivo determinado. El Espíritu Santo es usado por Dios para realizar actos llamados sobrenaturales tales como los milagros descritos en la Biblia.

El milagro más notable fue la concepción de Jesús sin la intervención de un padre humano. Esto fue específicamente mencionado como obra del Espíritu Santo cuando el ángel dijo a María:

«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.» (Lucas 1:35)

Otra obra importante del Espíritu Santo fue la de guiar a los escritores de la Biblia, lo cual veremos en el capítulo siguiente del presente libro.

A propósito, no hay nada misterioso en la palabra ‘Santo’. En los lenguajes originales en que fue escrita la Biblia esta era una palabra del lenguaje diario que significaba ‘separado’ o ‘apartado’, y en la Escritura siempre es usada de este modo. Por consiguiente, el Espíritu Santo es el mismo Espíritu de Dios ‘apartado’ para sus propósitos especiales.

Dios creador de la tierra y la vida
Para ver uno de los ejemplos más obvios del poder y sabiduría de Dios en acción, solamente tenemos que mirar a la tierra y las miríadas de formas de vida que en ella se sostienen. El es el:

«…Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, y el mar, y todo lo que en ellos hay.» (Hechos 14:15)

Este no es el lugar para rebatir las enseñanzas y argumentos de los protagonistas de la teoría de la evolución. Sobre este tema, le refiero a los libros recientes que han logrado enfrentar con éxito a los científicos en su propio terreno y han puesto al descubierto la dudosa evidencia de la teoría. Me limitaré a hacer sólo dos observaciones: una para los cristianos y la otra directamente a los científicos.

Los cristianos y la evolución

A los cristianos les diré que su Líder, a quien dicen seguir, creía en la creación tal como se describe en el Antiguo Testamento. Respondiendo a una pregunta de los fariseos, dice de la primera pareja humana:

«¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo?» (Mateo 19:4)

También, explicando los principios de la redención cristiana, los escritores del Nuevo Testamento tratan los sucesos descritos en los primeros capítulos de Génesis como verdaderos. Así en referencia a la caída de Adán leemos:

«El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte.» (Romanos 5:12)

Pero esta muerte puede ser eliminada por la obra de Jesús:

«Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.» (Romanos 5:19)

«Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.» (1 Corintios 15:22)

La clara enseñanza de la Biblia es que el pecado entró en el mundo en un momento específico como resultado directo de la ofensa de un hombre. Por consiguiente, un cristiano evolucionista tendrá una teología diferente de la de Cristo o el apóstol Pablo.

El origen de la vida
A los científicos, y a los que con demasiada frecuencia los siguen sin vacilación, les diré que dos de los científicos de su fraternidad han demostrado recientemente la imposibilidad de una evolución accidental de la vida. Chandra Wickramasinghe, profesor de Matemática Aplicada y Astronomía en el Colegio Universitario de Cardiff en Gran Bretaña, describiendo su educación científica ha dicho:

«Desde mi temprano entrenamiento como científico me introdujeron con vigor la creencia de que la ciencia no puede estar de acuerdo con ninguna clase de creación deliberada.»

Pero este punto de vista fue destrozado cuando él y otro astrónomo, el profesor Sir Fred Hoyle, calcularon independientemente las posibilidades de que la vida haya surgido espontáneamente. Ambos encontraron que las posibilidades contra la biogénesis son de 10 elevado a un factor de 40,000 a uno. (Hoyle y Wickramasinghe, Evolución desde el Espacio, 1981). Para los que no están acostumbrados a esta forma de escribir los números les explicaré que la potencia de un número indica el número de veces que se multiplica por sí mismo. Así 103 equivale a 10 x 10 x 10, o sea, 1000; 106 = 1,000,000; 1050 equivale a 1 seguido de 50 ceros, como sigue: 100,000,000,000,000,000,000, 000,000,000,000,000,000,000,000,000,000. Así, 10 elevado a un factor de 40,000 es un número enorme e inconcebible. ¡Se necesitarían unas 50 páginas de este folleto para imprimir todos los ceros! Si usted considerara que la probabilidad de que un suceso ocurriera fuera de 1,000 a 1 (es decir, 103), lo vería como una posibilidad remota. En lenguaje ordinario, una probabilidad de ‘un millón a uno’ constituiría algo verdaderamente improbable. Los expertos en estadística consideran que si hay una probabilidad menor de 1 en 1050 de que algo pueda suceder puede considerarse imposible.

¿Qué diríamos entonces de esta posibilidad? El profesor Wickramasinghe contesta en un comentario sobre su libro, citado por el Daily Express del 14 de agosto de 1981:

«Que la vida haya sido un accidente químico en la tierra sería como buscar un determinado grano de arena en todas las playas de todos los planetas del universo, y encontrarlo.»

O en términos más sencillos:

«Las probabilidad de que la vida en la tierra se originara al azar es tan completamente minúscula como para volverse absurda.»

Y el profesor Wickramasinghe, budista ateo, concluye:

«Por el momento no puedo encontrar un argumento racional para rebatir el punto de vista que habla de una conversión a Dios… Anteriormente teníamos mente abierta: ahora nos damos cuenta de que la única explicación lógica de la vida es la creación.»

La Biblia lleva más de 3,000 años de decir lo mismo:

«Contigo está el manantial de la vida.» (Salmos 36:9)

Un Dios justo

Después de considerar la sabiduría y el poder de Dios, nos volvemos a sus cualidades morales. Preeminente entre todas éstas es su sentido de justicia y equidad. Así como Dios es supremo en conocimiento y poder, también es incapaz de cometer un error moral. A través de la Escritura se le atribuyen verdad, rectitud y justicia:

«Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto.» (Deuteronomio 32:4)

«Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos.» (Apocalipsis 15:3)

«Yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.» (Jeremías 9:24)

Hay algo profundamente reconfortante en todo esto. El mundo no está bajo el control de un Dios extravagante o caprichoso, o peor aún, gobernado por uno malvado e inicuo. En este sentido hay un gran contraste entre el Dios de la Biblia y los dioses adorados por las naciones contemporáneas de los escritores bíblicos. Aquellas supuestas deidades a menudo eran seres malignos e impredecibles cuya ira explotaba regularmente contra sus dioses compañeros en imprecaciones, maldiciones y guerras, y cuyos agentes tenían similares designios sobre los humanos causándoles enfermedades y sufrimiento. Una autoridad en civilizaciones del Medio Oriente ha dicho:

«Los mitos antiguos más parecen enseñar que la vida del hombre era decidida no por dioses rectos limitados por sus propias leyes morales, sino por una interacción arbitraria de los temperamentos inciertos de los líderes del Panteón» (H. W. F. Saggs, Vida Diaria en Babilonia y Asiria, página 197).

Es digno de meditación que sin saberlo ni poderlo prevenir, bien podríamos haber nacido en una tierra gobernada por monstruos como estos. Cuán satisfactorio es saber que el Rey del universo es un Dios justo, quien simplemente no puede dejar de actuar correctamente. A propósito, este concepto sublime de Dios es uno de los hilos de evidencia en favor de la verdad de su revelación. Si los escritores de la Biblia hubieran sido dejados a su propio albedrío, habrían descrito a Dios en los términos usados por los paganos contemporáneos de hace 3000 a 4000 años.

Debemos recordar siempre la rectitud de Dios en nuestros intentos de entender el mundo que nos rodea. Algunas veces es difícil ver la razón de muchos de los problemas y catástrofes que experimenta el mundo; pero no debemos oponer nuestro minúsculo entendimiento a su infinita sabiduría y bondad. Como Pablo exclama:

«¿Hay injusticia en Dios? En ninguna manera.» (Romanos 9:14)

Un Dios de amor y misericordia

Aquí la Biblia va más allá de cualquier concepto humano de Dios. Las pretendidas deidades de las naciones paganas de antaño eran amos duros, crueles en sus demandas sobre sus engañados devotos, gobernándolos manifiestamente con un poder feroz y casi vengativo. Los adoradores demostraban temor y respeto, a veces terror, en la supuesta presencia del dios de quien eran esclavos absolutos. La posibilidad de que existiera algún afecto entre el adorado y el adorador nunca fue ni siquiera considerada.

¡Cuán diferente es la revelación de la Biblia! Dios es revelado como un ser que cuida de la humanidad, aun de aquellos que no lo reconocen:

«Que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.» (Mateo 5:45)

Pero la relación puede desarrollarse todavía más, hasta volverse como la del padre con sus hijos:

«Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen.» (Salmos 103:13)

Ese compadecimiento lo lleva a extender su misericordia a las debilidades y fracasos de ellos:

«Yo soy Jehová tu Dios…y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.» (Exodo 20:2,6)

«Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia.» (Números 14:18)

Pero sobre todo, el amor de Dios es mostrado en el esquema de la salvación del hombre y su reunión con él en el futuro:

«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.» (Juan 3:16)

Un Dios justo y Salvador
Concluyendo nuestro análisis de los atributos de Dios, hay un punto importante que surge de la consideración de su justicia y de su amor. Desde el punto de vista humano estos dos atributos parecen estar en contradicción. Por un lado la justicia segura de Dios exige que los caminos pecadores del hombre sean castigados. Que Dios ignorara el pecado humano implicaría negar los principios de su rectitud, supremacía e intolerancia del mal. Por otra parte, su amor desea perdonar a la humanidad acogiéndolo a su presencia y compañerismo. Humanamente hablando, estos aspectos de Dios, aparentemente contradictorios, su amor y su justicia, no pueden ser reconciliados; pero nuestro Padre Celestial ha conseguido esto de un modo maravilloso por medio de la obra de su Hijo. Tal como veremos en el capítulo 9 de este libro, a través de Jesús él se ha manifestado como

«Dios justo y Salvador.» (Isaías 45:21)

~ Peter J. Southgate

Capítulo anterior: Capítulo 2 - El Reino de Dios en la Tierra

Continúa leyendo: Capítulo 4 – El Libro de Texto del Reino
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