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Tuyo es el Reino

Capítulo 2 - El Reino de Dios en la Tierra

Algunas personas leen un libro en forma muy ordenada. Comienzan en la primera página de una historia y continúan leyéndola página tras página, resistiendo firmemente la tentación de echar un vistazo al final para ver cómo termina. Otros, supongo que la mayoría de nosotros, no tenemos tal control. ¿Se salvará el héroe de la trampa letal? ¿Heredará la propiedad disputada o ganará el caso la bella dama? Hojeamos rápidamente las últimas páginas y casi invariablemente nos damos cuenta de que lo logra, y así fortificados regresamos con menos temor a los peligros del momento, sabiendo que todo saldrá bien al final.

Este capítulo ha sido colocado aquí para beneficio de esta última clase de lectores. En realidad debería leerse mucho más tarde, pues es el final de la «trama,» una descripción de la finalización del propósito de Dios cuando su reino se ha establecido en la tierra. Pero lo he colocado aquí porque creo que muchos de nosotros preferiríamos asegurarnos de que todo irá bien para el mundo al final, y que cuando usted vea el maravilloso futuro que Dios ha dispuesto, aumentará su deseo de saber cómo se realizará esto. Así que en este capítulo exploraremos la Biblia para investigar todo lo relacionado con el reino de Dios.

Por otra parte, si usted es de esas personas que leen un libro ordenadamente, recordando los detalles en cada paso para traerlos a la mente y relacionarlos con el resultado final, entonces puede que prefiera saltar el presente capítulo para leerlo después del capítulo 12.

Una tierra bella pero afligida

Vivimos en un mundo que está lleno de belleza y maravillas naturales. Colina, montaña, bosque, llanura, río y océano, todos se combinan para proporcionar un ambiente apropiado para las necesidades de las miríadas de formas de vida que cubren nuestro planeta. Presidiendo sobre todas estas cosas está el hombre, la forma más desarrollada de vida, con inteligencia para lograr sus metas, con emociones para gozar de las maravillas que lo rodean y con un corazón hecho para la amistad y el amor.

Aun así, sigue siendo un mundo que clama por el cambio.

Navegando furtivamente bajo las azules aguas de los océanos se encuentran submarinos cargados con mortales misiles nucleares que pueden ser dirigidos a borrar algunas de las mayores ciudades de la tierra. Dentro de esas poblaciones florecen el crimen y la violencia en las peligrosas calles, y los inocentes y los débiles son oprimidos. En el campo, la guerrilla coloca sus letales trampas, y el francotirador se sienta pacientemente a esperar a su víctima. En otras partes del mundo hay millones de solitarias y patéticas figuras, de facciones hundidas y huesos que casi saltan de la piel llevando el horrible testimonio de los efectos del hambre. Aun en las áreas menos devastadas una tercera parte de la población de la tierra tiene que dormir cada noche sin haber comido. En el mundo entero languidece la gente en lechos de sufrimiento y dolor. En los hospitales hay largas filas esperando alivio para las quejas que afligen nuestros defectuosos cuerpos. El llamado mundo desarrollado está recogiendo una triste cosecha de enfermedades mentales que se deben a la presión de un sofisticado estilo de vida.

Podemos verdaderamente entender los sentimientos de Reginald Heber cuando dijo:

«Todos los paisajes son bellos, y sólo el hombre es vil.»

Soñando con el futuro

¿Ha soñado usted alguna vez que con sólo ondear alguna varita mágica podía curar instantáneamente las enfermedades del mundo? Una época de paz, abundancia y felicidad se asoma a su mente, pero luego la visión es opacada por la realidad y usted tiene que reconocer que los problemas de la tierra son insolubles.

En realidad usted puede seguir soñando. Sus más extravagantes sueños de felicidad humana serán sobrepasados algún día por los verdaderos sucesos. Desde luego, esto no se realizará por medio de un proceso mágico sino porque es la declarada intención de Dios. Si la gente tan sólo leyera la Biblia encontraría maravillosas y satisfactorias descripciones de la vida en la tierra cuando sea establecido el reino de Dios y se daría cuenta de que toda la enfermedad presente en este globo será curada y todos sus problemas serán resueltos.

Ahora consideraremos las referencias bíblicas que describen el reino de Dios, y mientras las lee le pediré que las tome en sentido literal. Sé que algunas veces se piensa que las descripciones bíblicas del futuro son simbólicas o una alegoría a la que debemos dar un significado místico. Este no es generalmente el caso. Las ocasiones en las que es permisible hacer tal interpretación, ésta debe ser un complemento del significado literal y no una sustitución de él. Por ejemplo: «Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos» se refiere a la curación de la ceguera tanto física como espiritual.

Me gustaría asegurarle solemnemente que cada uno de los siguientes pasajes de la Biblia puede ser aplicado correctamente al reino de Dios.

Vida individual en el reino de Dios

La mayoría de los ciudadanos de cualquier reino son súbditos; así que comenzaré nuestro análisis mostrando lo que la Biblia dice acerca de la posición de hombres y mujeres normales viviendo en el reino de Dios.

Una sociedad pacífica
Uno de los más grandes anhelos de la actualidad es el de paz y seguridad, con libertad del temor a cualquier peligro. El reino de Dios será una sociedad enteramente pacífica. Guerras o preparativos de guerra serán desconocidos. Violencia entre individuos o naciones será algo del pasado. Esta serenidad se extenderá a los animales, pues aun la naturaleza de las bestias será domesticada. Considere algunas de las declaraciones de Dios acerca de su reino que respaldan estas afirmaciones:

«Y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra» (Isaías 2:4).

«Que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra, que quiebra el arco, corta la lanza, y quema los carros en el fuego» (Salmos 46:9).

«Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz» (Salmos 37:11).

«No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte» (Isaías 11:9). (En el capítulo anterior consideramos una montaña que creció desde una pequeña piedra. Aquí tenemos la misma figura refiriéndose al reino de Dios.)

«El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey» (Isaías 65:25).

«Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna» (Salmo 72:7).

Fertilidad y alimento
Otro problema del mundo actual es el látigo del hambre. La lluvia parece estar declinando en muchas áreas y los desiertos están devorando inexorablemente la tierra fértil. Cada año cientos de miles de personas mueren de hambre y millones más sufren los efectos prolongados de la desnutrición. En el reino de Dios los desiertos áridos de la tierra serán transformados en tierras fértiles con copiosos suministros de agua.

«Porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas» (Isaías 35:6-7).

«Se alegraran el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa» (Isaías 35:1).

Pero habrá una razón adicional para el cambio en la producción agrícola. Las pestes y enfermedades ahora causan mucho daño a las cosechas de los granjeros y rara vez se logra el completo potencial de la cosecha. En el reino de Dios el rendimiento de las cosechas aumentará dramáticamente, produciendo granos hasta en las cumbres de las colinas (Salmos 72:16). El ciclo de la agricultura continuará sin interrupciones estacionales (Amós 9:13), y esta cosecha aumentada de frutales y campo asegurará que el hambre sea desconocida en el reino de Dios (Ezequiel 36:30).

La justicia
Una de las tragedias del reino de los hombre es que a los pobres y a los débiles se les niega la justicia. Ellos no tienen los medios o las habilidades ni la capacidad para defenderse y son frecuentemente explotados. En las grandes ciudades del mundo florece el crimen organizado, y los negocios ilegales, las extorsiones y las drogas abundan, tiranizando a los que caen en sus garras. Cuando el reino de Dios se haya establecido, el cuidado de los desposeídos será una de las principales preocupaciones de la administración divina:

«Juzgará a los afligidos del pueblo, salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor» (Salmos 72:4).

En aquellos días no habrá mala administración de justicia porque el juicio divino no se basará solamente en lo que vea o escuche, pues podrá ver directamente en las mentes de los hombres y mujeres para establecer la verdad en cualquier asunto:

«No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra» (Isaías 11:3-4).

Habitación
Hay pocas desigualdades más grandes en el mundo actual como el tipo de casa en que viven los seres humanos. La habitación siempre ha ocupado un lugar prominente en la agenda de la mayoría de gobiernos, pero el problema permanece. Las humildes casas de Africa, Asia y Sudamérica son principalmente covachas fabricadas con cartón, láminas de hierro corrugado y cualquier otro material utilizable que se puede encontrar. Muchos millones viven en condiciones deplorables donde los servicios esenciales son pobres y poco confiables, y el servicio de aguas negras es muy primitivo o inexistente.

Aun en el mundo occidental los barrios pobres todavía desfiguran las ciudades y los rapaces propietarios cierran sus ojos a las súplicas de sus desafortunados inquilinos.

El futuro que la Biblia presenta es el de gente contenta y serena que vive en casas propias, rodeadas de su parcela de tierra privada:

«Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma… Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca de Jehová de los ejércitos lo ha hablado» (Isaías 65:21-22; Miqueas 4:4).

Salud y larga vida
Pero tal cuadro idílico sería arruinado a menos que los habitantes del reino de Dios recibieran buena salud para gozar de las bendiciones. Cuerpos sanos y robustos serán una de las características de la época futura:

«Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo» (Isaías 35:5-6).

Esas vidas felices y saludables serán largas. Una persona que muera de cien años de edad será considerada solamente un niño:

«No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años…porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo» (Isaías 65:20,22).

Un lenguaje internacional
Uno de los obstáculos para la armonía internacional es la enorme variedad de idiomas que existe en el mundo. Cuando Dios establezca su reino en la tierra será removida esta causa de división y un lenguaje universal se aplicará en todo el globo:

«En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento» (Sofonías 3:9).

Cambios dramáticos. ¿Por qué?
Estos pasajes se combinan para formar el cuadro bíblico de la vida en el reino de Dios. Paz, felicidad y seguridad caracterizarán la vida de todos los súbditos. Las maldades e injusticias que causan tanta ansiedad y angustia en la actualidad serán eliminados y todos recibirán alimento, salud y larga vida para que puedan gozar estas bendiciones a plenitud.

Usted estará disculpado por pensar que el cuadro bíblico que acabo de presentar es el de una sociedad completamente materialista, que vive para su propia gratificación y satisfacción. En realidad éste no será el caso. Más bien estas bendiciones grandes y de largo alcance vendrán como consecuencia de un cambio en las actitudes de las personas. Estos beneficios provenientes de Dios no son un fin en sí mismos, sino el resultado de que hombres y mujeres se vuelvan a él con sinceridad.

En la actualidad la mayoría de personas conocen las tantas veces repetidas palabras del coro de ángeles en el nacimiento de Jesús:

«¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (Lucas 2:14).

Esto representa la causa y el efecto. Si primero hay gloria a Dios, a continuación sigue paz en la tierra. La Biblia establece claramente que los hombres y las mujeres del mundo entero se volverán al reconocimiento de Dios antes de recibir las bendiciones del reino:

«Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti» (Salmos 22:27).

Una consideración de la vasta gama de creencias en el mundo actual proporciona alguna idea de la magnitud de este futuro cambio. La lista de las diferentes religiones es interminable. Algunas de ellas son incompatibles con las otras, y algunas son hasta ateas. En el reino de Dios reconocerán que han estado equivocadas en sus más caras creencias. El profeta Jeremías echa una mirada a este tiempo:

«Oh Jehová…a ti vendrán naciones desde los extremos de la tierra, y dirán: Ciertamente mentira poseyeron nuestros padres, vanidad, y no hay en ellos provecho» (Jeremías 16:19).

Verdadera adoración
Este nuevo reconocimiento del verdadero Dios será la base de un sistema universal de adoración correcta y un deseo sincero de parte de los adoradores de vivir como él lo desea:

«Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová…y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas» (Isaías 2:2-3).

«Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Aún vendrán pueblos, y habitantes de muchas ciudades; y vendrán los habitantes de una ciudad a otra, y dirán: Vamos a implorar el favor de Jehová, y a buscar a Jehová de los ejércitos. Yo también iré. Y vendrán muchos pueblos y fuertes naciones a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén, y a implorar el favor de Jehová» (Zacarías 8:20-22).

Esta buena voluntad de parte de todo el mundo para aceptar a Dios es la única base sobre la cual él los bendecirá. La Biblia enseña claramente que los favores de Dios siguen a la verdadera adoración y la secuencia no puede ser revertida.

El reino de los cielos

Haremos una pequeña digresión por un momento para prevenir una posible confusión. Los lectores del evangelio de Mateo encontrarán que él usa «reino de los cielos» en vez de la forma más usual «reino de Dios.» No hay diferencia en el significado de las dos frases, las cuales se usan en forma intercambiable en las Escrituras. Una comparación entre los relatos paralelos de los evangelios sobre los mismos incidentes confirma esto (por ejemplo, Mateo 3:2 y Marcos 1:15; Mateo 5:3 y Lucas 6:20, etc.). El Nuevo Diccionario Bíblico tiene el siguiente comentario:

«Mientras Mateo, quien se está dirigiendo a los judíos, habla la mayor parte de las veces del ‘reino de los cielos,’ Marcos y Lucas hablan del ‘reino de Dios,’ que tiene el mismo significado que el ‘reino de los cielos’… En todo caso no puede asumirse ninguna distinción en el significado de las dos expresiones» (Artículo ‘Reino de Dios’).

Note también que la frase de Mateo es ‘reino de los cielos,’ no ‘reino en los cielos.’ Como hemos visto en este capítulo, durante el reino de Cristo el estado de cosas en la tierra se aproximará al de los cielos, haciendo las palabras de Mateo las más apropiadas. La oración del Señor confirma esto: «Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.»

Cómo se llevará a cabo esta reforma

Los últimos milenios de historia humana con su beligerancia internacional, diversidad religiosa y animosidad conforman una realidad prominentemente clara. Este cambio de una sociedad mayormente egoísta, atea o pagana no resultará por medio de un proceso de desarrollo progresivo. En los capítulos anteriores ya hemos tenido una indicación de esto en la repentina e irrevocable remoción de la estatua metálica que representa al reino de los hombres. Ahora me gustaría dirigir su atención a los pasajes explícitos que nos dicen cómo se logrará este cambio de corazón. Será por medio de la revelación de Dios mismo como juez y castigador de todos los malos, dando así evidencia de su existencia y poder.

En la sección titulada ‘Una sociedad pacífica’ notamos que Isaías hablaba de naciones donde «no alzará espada nación contra nación.» Bajo el encabezamiento de ‘Verdadera adoración’ leímos más de la misma referencia donde se alude a las mismas naciones diciendo «subamos al monte de Jehová.» Pero en el pasaje completo estas dos declaraciones están conectadas por medio de las siguientes palabras:

«Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos» (Isaías 2:4).

Esto nos dice que la paz en la tierra se logrará por medio de un edicto y su correspondiente ejecución.

Hablando todavía de los sucesos que rodean al establecimiento del reino, Isaías refuerza el mensaje de que Dios usará su gran poder para imponer la sumisión:

«Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra… Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él… Porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia» (Isaías 24:21;26:21;26:9).

Ezequiel escribe el resultado de esta intervención divina:

«Y seré engrandecido y santificado, y seré conocido ante los ojos de muchas naciones; y sabrán que yo soy Jehová» (Ezequiel 38:23).

Rey de reyes y Señor de señores

El proceso de llevar al mundo al reconocimiento de Dios será el trabajo de su representante, quien será rey sobre el reino de Dios. Este rey no será otro que el Señor Jesucristo quien, como la pequeña piedra del sueño, vendrá a la tierra con la misión de reemplazar el reino de los hombres con el reino de Dios.

En un salmo que el Nuevo Testamento específicamente aplica a Cristo tenemos una descripción de la situación a su regreso. A causa de su invencible poder se ordena a las naciones que se sometan al nuevo gobernante del mundo:

«Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás.»

«Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira» (Salmos 2:6-12).

La autoridad divina investida en Cristo conducirá a la sumisión de todo gobernante humano. En el último libro de la Biblia, en palabras que claramente repiten el pronunciamiento de la suerte de la estatua de Nabucodonosor, leemos el resultado final del propósito de Dios tal como se revela en la Escritura:

«Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos» (Apocalipsis 11:15).

«Para justicia reinará un rey»

«¿Luego eres tú rey? dijo Pilato a su noble prisionero. Jesús contestó en la cortés forma de palabras que en aquellos días indicaba completo asentimiento:

«Tú dices que yo soy rey» (Juan 18:37).

El hombre llamado ante sus acusadores para responder de un cargo fraudulento fue el único hombre perfecto que jamás haya vivido. El dedicó su vida a hacer lo bueno. Tenía horror a la falsedad y a la hipocresía, lo cual lo conducía ocasionalmente a ser severo y franco. Pero también demostró amor y bondad y un perfecto sentido de justicia y honestidad. Su compasión no conocía límites: curó al enfermo, detuvo las lágrimas de la madre viuda devolviendo a su hijo a la vida. Enseñó con paciencia el camino de Dios y finalmente, en agonía indescriptible, entregó su vida por sus amigos.

Es el mismo hombre noble designado por Dios como futuro gobernante del mundo. «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Hebreos 13:8), y cuando él regrese mostrará sin cambio las características que tan gráficamente presentan los evangelios. La gente mala e hipócrita será tratada como lo fueron los cambiadores de monedas en el templo; pero para el resto será un gobernante sabio, justo y bondadoso. ¡Cuán bendecida será verdaderamente la tierra cuando el Hijo de Dios sea su rey! Por medio de su perfecto gobierno la tierra se volverá un lugar idílico donde vivir.

Contemple estos anticipos bíblicos de los beneficios del reinado de Cristo sobre el reino de Dios:

«He aquí que para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio…y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre» (Isaías 32:1,17).

«El juzgará a tu pueblo con justicia, y a tus afligidos con juicio… Salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor… Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna. Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra… Todos los reyes se postrarán delante de él; todas las naciones le servirán… Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado» (Salmos 72:2,4,7-8,11,17).

Estos fervorosos términos describen al soberano bajo cuyo fuerte pero benigno gobierno todas las naciones del mundo encontrarán una vida de gozo y satisfacción.

«La ciudad del gran Rey»

El centro de este perfecto gobierno futuro será la antigua capital judía: Jerusalén. Será reconstruida y contendrá un glorioso templo que llegará a ser el punto focal de la adoración mundial. Desde la ciudad se dispondrán sabias y buenas leyes y todo el mundo mirará a Sion y a su rey con lealtad respetuosa, viajando allí para aprender los caminos de Dios. Esta es la unísona voz de las Escrituras. En el Sermón del Monte dijo Jesús:

«No juréis…por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey» (Mateo 5:34-35).

Y hablando del futuro trabajo de Jesús, dice Dios:

«Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte» (Salmos 2:6).

Los profetas hablaron similarmente de Jerusalén de una manera que nunca ha llegado a suceder, pero que será cumplida cuando Jesús regrese para ser su justo rey:

«En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de Jehová, y todas las naciones vendrán a ella en el nombre de Jehová en Jerusalén; ni andarán más tras la dureza de su malvado corazón» (Jeremías 3:17).

«Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová…el reino de la hija de Jerusalén» (Miqueas 4:2,8).

«…cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso» (Isaías 24:23).

Un reino de 1,000 años

El rey de la futura edad no reinará solo sino que será asistido por príncipes. Dejaré la identidad de estos asistentes para considerarla en un capítulo posterior, pero los menciono ahora pues cuando se habla de ellos en Apocalipsis, se señala también la duración del reinado de Cristo:

«Serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinaran con él mil años» (Apocalipsis 20:6).

Durante estos mil años, conocidos como el milenio, la tendencia innata del hombre de hacer lo malo será refrenada, con el resultado de que la tierra será purificada gradualmente de todo mal. Después de un esfuerzo final de rebelión la naturaleza humana misma será erradicada, y la muerte será completamente eliminada de la tierra. Consideraremos esto con más detalle en el capítulo 13.

Después del milenio

Al final de los mil años el reino de Dios llegará a su etapa permanente. El reino de Cristo habrá preparado la tierra como un lugar apropiado para que Dios habite en comunión perfecta con su Creación. Así se nos dice que al final del milenio Cristo renunciará a su soberanía sobre el reino de Dios en favor de Dios mismo (1 Corintios 15:24-28). El cuadro final de la Biblia es de absoluta perfección: «He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron» (Apocalipsis 21:3-4).

Resumen

En este capítulo del presente libro he dejado a la Biblia describir en sus propias palabras el futuro que Dios ha determinado para la tierra, cuando el reino de los hombres sea reemplazado por su reino, regido por su rey y gobernado por sus leyes. Hemos visto que satisfará los deseos y anhelos de toda la humanidad, y será experimentado por todos los que estén dispuestos a reconocer su supremacía.

Pero este glorioso objetivo no será logrado sin cuidadosa planificación, esfuerzo y sacrificio. Por consiguiente en el capítulo 5 volveremos sobre nuestros pasos para ver las etapas por las cuales esta muy satisfactoria culminación será realizada. Mientras tanto, antes de que regresemos de nuestro extenso vistazo al final de la trama para examinar la emocionante forma en que el drama se desarrolla, debemos dedicar algún tiempo a pensar en Dios mismo y en los medios por los cuales ha comunicado su plan a la humanidad.

~ Peter J. Southgate

Capítulo anterior: Capítulo 1 - El Reino de la Biblia

Continúa leyendo: Capítulo 3 – El Rey del Universo
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