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Tuyo es el Reino

Capítulo 11 - La Venida del Rey

La mayoría de las personas pensativas se da cuenta de que el mundo se encuentra en una encrucijada y que el camino que queda por delante parece conducir cuesta abajo, a la ruina. Admitir esto es fácil, pero es mucho más difícil sugerir cuál de las rutas alternas debe seguir la humanidad. Probablemente sería acertado decir que la mayor parte de la gente contempla el futuro con resignada preocupación en vez de esperanza, reconociendo que los problemas que enfrenta la humanidad son demasiado difíciles para ser resueltos con éxito.

Considere, por ejemplo, el presente estado de cosas en la tierra. En estos días es casi imposible leer un periódico nacional sin encontrar informes de tendencias nefastas en nuestro mundo moderno. La violencia contra las personas y la propiedad se vuelve cada vez más frecuente; las normas morales están declinando; la contaminación ambiental parece estar sofocando nuestro planeta; millones de personas pasan hambre mientras otros millones más están sobrealimentadas; los recursos de la tierra se están agotando; las principales potencias del mundo tienen suficientes armas letales para destruir todo el globo varias veces, y por encima de todo está el temor de un accidental o planeado holocausto nuclear.

En realidad, un cínico podría decir con cierta justificación que el mundo ya pasó la encrucijada y se precipita por el camino de una sola vía hacia su propia destrucción.

Pero el cínico no se da cuenta del hecho de que Dios está al mando, y que con su toque mágico serán resueltos los problemas del mundo, aunque no sin pasar por una época traumática para la humanidad. El emocionante mensaje de la Biblia, que he tratado de explicar en los capítulos anteriores, es que en esta era de crisis para el mundo Jesús regresará para establecer el largamente prometido reino de Dios.

El regreso de Jesús

Si Ud. habla a la mayoría de las personas sobre el regreso de Jesús a la tierra, probablemente reciba una respuesta algo así como esta: «¡El regreso de Jesús! ¿Usted no cree eso en serio? Hace dos mil años que se fue, y no creo que alguna vez regrese. Puede haber esperanza de un gradual mejoramiento en los asuntos humanos, pero no creo que se produzca un cambio repentino y dramático—mucho menos por intervención divina.»

Por el poder de la inspiración, el apóstol Pedro predijo que esta actitud prevalecería en los días inmediatamente anteriores al regreso de Cristo. El nos recuerda la necesidad de traer a la memoria «las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas,» puesto que algunos se reirían de la idea misma del regreso de Jesús:

«Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación.» (2 Pedro 3:3-4)

A continuaci ón, el apóstol afirma que Dios no mide necesariamente el tiempo en términos humanos, y que a pesar de la aparente demora, Cristo verdaderamente regresará aunque el mundo no esté esperándolo:

«Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años… El Señor no retarda su promesa… Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche.» (2 Pedro 3:8-10)

Note con cuidado lo que implican estas palabras. Un período de mil años nos parece un largo tiempo, pero para Dios no es más que un solo día. En este sentido usted está leyendo esta página solamente dos días después que los discípulos vieron a Jesús ir al cielo. Observe que desde el punto de vista de Dios, El no ha tardado en enviar a Jesús de nuevo.

En los capítulos anteriores hemos visto que el regreso de Jesús a la tierra fue claramente proclamado como la verdadera esperanza de los cristianos del primer siglo. Ahora volvamos a la descripción bíblica del cumplimiento de esta esperanza, que nos dice cuándo regresará y describe algunos de los sucesos que anunciarán la venida del reino de Dios.

Señales del regreso de Cristo

La Biblia describe la clase de mundo al que Jesús regresará, y esta descripción coincide con el mundo que actualmente conocemos: un planeta que necesita desesperadamente al Salvador, aun cuando no lo esté esperando. Dice que vendrá a una tierra llena de violencia y angustia, a un mundo amenazado por conflictos globales, a una sociedad donde las cosas materiales son el centro de la vida humana, y la gente se adhiere nominalmente a una religión aunque en la práctica niega su poder de influir para bien en sus vidas. El hecho de que éstas son las verdaderas condiciones del mundo de hoy es una indicación de que el reino de Dios pronto será establecido en la tierra.

Siempre ha sido una práctica de Dios revelar el momento en el que los mayores episodios del cumplimiento de Su propósito son inminentes. Hace bastante tiempo dijo a través del profeta Amós:

«Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.» (Amós 3:7)

Ya hemos visto que esto fue verdad en cuanto se refiere al nacimiento de Jesús. Nació al tiempo esperado por los que habían estudiado la profecía de las setenta semanas en Daniel capítulo 9. Por consiguiente es razonable esperar que el regreso de Jesús para inaugurar la etapa final del plan de Dios para la tierra, sea de manera similar precedido por señales, advirtiendo a quienes estén velando, que el reino de Dios es inminente. Con seguridad, los discípulos de Cristo esperaban que hubiera algunas indicaciones de su regreso. En el monte de los Olivos le hicieron una pregunta confidencial:

«Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida?» (Mateo 24:3)

En respuesta Jesús se tomó el tiempo necesario para hablarles acerca de las señales que constituirían un presagio de su retorno, y nosotros examinaremos en breve esta profecía del «monte de los Olivos.»

Algunas personas usan la Biblia para intentar predecir el año o día exacto del regreso de Cristo, y hasta publican sus expectativas. Cuando la fecha anunciada pasa sin su cumplimiento, el resultado es que la gente se burla de ellos y del concepto mismo del regreso de Jesús.

Pero las señales no nos fueron dadas para permitirnos ser tan precisos. En la profecía del monte de los Olivos Jesús nos aconseja que no tratemos de determinar el momento exacto de su regreso:

«Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.» (Marcos 13:32)

Así que ni Jesús mismo conocía la fecha de su venida. Si él no pudo usar su profundo conocimiento y entendimiento de las Escrituras para determinar la fecha exacta de su regreso, debe sobrentenderse que nosotros tampoco podemos. Pero aunque la fecha precisa está oculta para nosotros, la Biblia describe en forma detallada las condiciones sociales, nacionales e internacionales que caracterizarán al mundo al que él regresará. Estas son las señales a las que Jesús se refiere.

Los «postreros días»

En diferentes partes de la Biblia se encuentran frases como «los postreros días», «al cabo de años», «al cabo del tiempo», y «el día del Señor» (Isaías 2:2; 2 Timoteo 3:1; Ezequiel 38:8; Daniel 11:40; Joel 3:14; 2 Pedro 3:10). Un examen del contexto de estas frases invariablemente muestra que describen los eventos asociados con el regreso de Jesús. Podemos usar esos pasajes para construir un cuadro del tipo de mundo al cual tendrá que retornar Jesús. Nuestro primer ejemplo se encuentra en las predicciones del apóstol Pablo.

Descripción de Pablo de los «postreros días»
Ya hemos visto que el establecimiento del reino de Dios al regreso de Jesús fue la esperanza del apóstol Pablo. Esto está expresado en su carta a Timoteo, donde él se refiere a Jesús como quien

«…juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino.» (2 Timoteo 4:1)

En un pasaje anterior de la misma epístola, se refiere a las condiciones distintivas del mundo de los «postreros días» que precederá al regreso de Cristo. Les dijo a sus lectores que aquellos días se caracterizarían por una amplia declinación en las normas morales:

«También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella.» (2 Timoteo 3:1-5)

Al leer cualquier periódico nacional, usted se dará cuenta de que esta fea lista podría ser aplicada generalmente a casi cualquier país actual. En realidad se puede decir con certeza que la falta de normas morales, tal como Pablo lo predijo, es la característica predominante de la sociedad del siglo veinte. Particularmente significativo es su análisis de las razones por tal decaimiento moral: «Tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella.» Esta es la clave de la presente situación. Se da una aprobación nominal a los principios de conducta religiosa; pero cuando es necesario aplicar estos principios en la vida diaria se vuelve una historia diferente. Tal como Pablo lo predijo, la piedad de hoy, más que nunca, no tiene poder para cambiar la conducta de las personas, o ni siquiera intenta controlar la maldad inherente de la naturaleza humana. Así, por ejemplo, mientras la fornicación, el adulterio, la violencia y la avaricia son reconocidas por la Iglesia como pecado, ésta permanece muda en un mundo donde estas maldades van en aumento. Hablando del problema de los embarazos de adolescentes, cierto columnista de un periódico británico subrayó recientemente el efecto de «una forma de piedad» que no tiene «poder» para influir en la conducta del pueblo:

«Ahora aquí hay un caso obvio donde las iglesias, y los obispos en particular, deberían emplear toda su energía y elocuencia para insistir en la enseñanza cristiana, puesto que influye directamente en este problema. Después de todo, evitar el pecado sexual, centro y santidad del matrimonio cristiano, es uno de los fundamentos de la teología moral de todas nuestras iglesias. Sin embargo, por extraño que parezca, ha pasado mucho tiempo desde que oí a un clérigo, no digamos a un obispo, predicar un sermón sobre el pecado de la fornicación. Usted puede escucharlos un día domingo denunciando los pecados del Presidente Reagan en América Latina. Pero los más elementales y mortales pecados de la carne en nuestro propio país no son denunciados.» (Paul Johnson, Daily Telegraph, 11.5.85)

El cristianismo moderno es un tigre sin dientes cuando se trata de atacar al pecado.

Otro significativo indicador del tiempo presente es el comentario del apóstol Pablo de que las personas serían «amadores de los deleites más que de Dios.» Esto es totalmente cierto, por lo menos en lo que al mundo occidental se refiere. La mayoría de la gente llena su tiempo libre con las actividades que ellos quieren realizar, ya sea deporte, recreación, pasatiempos o diversión personal, dejando poco tiempo para el servicio a Dios. Cualquiera que en Inglaterra se haya visto obligado a hacer un viaje en un domingo de verano por carreteras hacia la costa u otros sitios turísticos estará de acuerdo en que el placer es adorado en vez del Unico que ha creado las cosas que gozamos, y esto es también cierto para otros países.

Todo esto, dice el apóstol Pablo, será una característica del mundo al cual retornará Jesús.

Descripción de Cristo de los «postreros días»
Como ya hemos sugerido, Jesús tuvo mucho que decir acerca del momento de su venida y la condición del mundo al cual habría de volver. Dijo que su venida sería una sorpresa completa para la mayoría; pero al mismo tiempo dio señales a sus seguidores para que, aunque no supieran el tiempo exacto, pudieran obedecer su mandamiento de «velar» por su retorno (Lucas 12:37).

De las muchas señales que Jesús dijo que aparecerían en la tierra justo antes de su regreso examinaremos dos: la condición del mundo en general y la situación de la nación de Israel.

¿Qué dijo Jesús acerca de la primera de estas señales?

«Como fue en los días de Noé»Uno de los más dramáticos relatos del Antiguo Testamento se refiere al gran diluvio que destruyó a casi toda la humanidad a causa de la vida de maldad que estaban llevando. El agua sumergió al mundo y solamente el justo Noé y su familia se salvaron por medio del arca. De los descendientes de Noé fue repoblada toda la tierra. Es interesante observar de paso que los grupos étnicos en todas partes del mundo conservan en su folklore un recuerdo de tan lejano evento, el diluvio, indicando que realmente tuvo lugar.

Algún tiempo después hubo otro caso de intervención directa de Dios para destruir unos hombres incorregiblemente malos. Las ciudades de Sodoma y Gomorra en el extremo sur del valle del Jordán fueron destruidas por fuego y solamente Lot, el sobrino de Abraham, y sus dos hijas escaparon (Génesis 19).

Jesús menciona cada uno de estos sucesos al hablar de su regreso:

«Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.» (Lucas 17:26-30)

La primera cosa que se deduce de estas palabras del Maestro es que su venida ser á inesperada y repentina. La gente estará ocupada en sus actividades rutinarias hasta que todo se suspenda repentinamente al venir Jesús. En otros pasajes Jesús compara su retorno con la silenciosa intrusión de un ladrón en la casa de una familia que duerme:

«He aquí, yo vengo como ladrón.» (Apocalipsis 16:15)

Lo inesperado del retorno de Cristo fue también enfatizado por Pablo cuando escribió a los cristianos de Tesalónica:

«Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina.»

Pero el apóstol sigue diciendo a los creyentes:

«Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón.» (1 Tesalonicenses 5:2-4)

Así que la autoridad del Nuevo Testamento nos dice que el regreso de Cristo para establecer el reino de Dios tomará al mundo en general por sorpresa. Pero los verdaderos cristianos, advertidos por las señales, estarán esperándolo.

Pero ¿acaso hay en la alusión de Cristo a Noé y a Lot algo más que sólo lo repentino de su regreso? Si no lo hubiese, su mensaje se aplicaría a cualquier época histórica. Un estudio de las varias alusiones que Jesús hizo al Antiguo Testamento muestra claramente que usualmente no fue sólo un significado superficial lo que se propuso, y esto es cierto en el caso de su alusión al diluvio. Jesús no solamente implicó que tanto las personas que vivían en el tiempo del diluvio como las que estuvieran vivas en el momento de su regreso personal no estarían preparadas para el suceso, sino que otra similaridad sería la necesidad de castigar a ambos grupos—la repentina destrucción que Pablo mencionó a los tesalonicenses. Por consiguiente, Jesús está diciéndonos que la condición espiritual del mundo a su regreso sería similar a la del mundo destruido por el diluvio. De la misma manera, las condiciones en Sodoma tendrán un paralelo con el mundo al que Jesús viene de regreso.

«El mundo de los impíos»
Así es como Pedro describe el mundo que pereció en el diluvio (2 Pedro 2:5), y remontándonos hasta Génesis podemos darnos cuenta de que no es una descripción exagerada. La condición del hombre a los ojos de Dios era preocupante, tanto por sus pensamientos como por sus acciones:

«Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.»

«Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra.» (Génesis 6:5, 11-12)

En este estado de degradación, la humanidad se negaba a obedecer a Dios e incluso repudiaba Su poder de intervención. El libro de Job alude a estos hombres malvados y describe la actitud de ellos ante Dios:

«¿Quieres tú seguir la senda antigua
Que pisaron los hombres perversos,
Los cuales fueron cortados antes de tiempo,
Cuyo fundamento fue como río derramado?
Decían a Dios: Apártate de nosotros.
¿Y qué les había hecho el omnipotente?» (Job 22:15-17)

Combinando estas referencias, aprendemos que en la época del diluvio la los pobladores de la tierra eran malvados a los ojos de Dios, puesto que sus pensamientos eran perversos y corruptos. Además la tierra estaba llena de violencia; los hombres no querían saber nada de Dios y hasta negaban que tuviera el poder de intervenir.

Con esto en mente veremos un significado más en las palabras de Jesús:

«Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.» (Lucas 17:30)

«El mundo de los impíos» de este siglo
¿Coincide nuestro mundo moderno con esta descripción de los días de Noé? Tomemos el caso de los pensamientos dedicados al mal. En muchos países del mundo proveer malos pensamientos es una industria multimillonaria. La satisfacción sexual es glorificada, aun en periódicos familiares: los chistes «colorados» abundan en la radio y la televisión, sin hablar de la dura pornografía en libros, películas y videos que pervierten tanto la mente como el cuerpo. Las llamadas «tiendas de videos» ostentan su corrupta mercadería en nuestras calles. La sociedad está cosechando ahora su recompensa por tanta indulgencia en la forma de aumentos horroríficos en casos de violación y acoso sexual que han sido atribuidos directamente a la disponibilidad de tan desagradable material.

Obviamente, este no es el único aspecto de maldad en el mundo actual, pero es un ejemplo de las normas decadentes de la sociedad moderna que justifican su comparación con la situación anterior al diluvio. Esta es una evolución reciente, una tendencia que ha acelerado en los últimos veinte años.

Jesús también seleccionó los días de Lot y la destrucción de Sodoma como otro ejemplo de las condiciones del mundo a su regreso. En Génesis leemos que el pecado de Sodoma y Gomorra se había «agravado en extremo.» El relato posterior nos demuestra que esto consistía en la perversión sexual de sus habitantes (Génesis 19:4-9). En años recientes nuestra sociedad ha dado a tal conducta una apariencia de respetabilidad, permitida y hasta estimulada por organizaciones oficiales.

De nuevo, Jesús dice que esto es una señal de su regreso: «Como sucedió en los días de Lot… así será el día en que el hijo del hombre se manifieste.»

Un mundo de violencia
Otro aspecto de los días de Noé que Jesús dijo que encontraría un paralelo con los días de su regreso fue una tierra «llena de violencia.» La violencia es una característica tan familiar de este último cuarto del siglo XX que casi no le damos importancia. En la mayoría de países la incidencia del crimen violento está mostrando un dramático incremento. La gente no puede andar por las calles de noche y en algunos lugares ni siquiera en el día, por miedo a ser asaltada o atacada salvajemente. El asesinato es tan común que raramente provoca más de una referencia ocasional. La violencia en eventos deportivos es ahora un problema internacional, y el vandalismo insensato causa un daño incalculable a la vida y a la propiedad. La sociedad se alimenta con una dieta de programas de televisión violentos, y hasta los noticieros algunas veces parecen desviarse de su propósito al exagerar los aspectos más brutales de la delincuencia. El mundo se ha acostumbrado a escenas de ataques terroristas, asaltos, intentos de asesinatos, secuestros y guerras sectarias sangrientas. En muchas esferas de la vida la gente recurre casi inmediatamente a las medidas violentas si sus demandas no son concedidas.

Este siglo se ha caracterizado hasta ahora por el derramamiento de sangre en todo el mundo, con cientos de millones de personas asesinadas en dos guerras mundiales, en purgas y pogroms. A los europeos les gusta pensar que los últimos cuarenta años han sido de paz; pero esto es cierto sólo en esa parte del mundo, sin tomar en cuenta la sangrienta lucha sectaria y genocidio en la ex-Yugoslavia. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial más de cuarenta grandes conflictos han devastado enormes áreas del globo y llevado miseria a millones de personas. Además, ha habido una serie casi ininterrumpida de guerras civiles o conflictos que surgen de diferencias religiosas o étnicas y que frecuentemente desembocan en derramamiento de sangre y desolación. Aun bajo regímenes estables y pacíficos la seguridad y calma a menudo sólo se logra con el puño de hierro de la represión, con severos castigos para los que osan salirse de la línea oficial.

A la par de la caída de las normas morales, este incremento en la violencia es una característica de los tiempos recientes. En los días de Noé los hombres habían llegado a tal degradación y violencia que Dios tuvo que intervenir. Jesús da a entender que por una razón similar la intervención será necesaria de nuevo en el momento cuando él retorne a la tierra.

Así Cristo y Pablo se combinan para presentar un panorama del estado del mundo cuando Jesús retorne. El tiempo presente coincide con esta descripción como ninguna época anterior lo ha hecho. El materialismo moderno, el ateísmo y la violencia comprenden una de las señales de que Jesús pronto estará de regreso en la tierra para establecer el tan esperado reino de Dios. La nación de Israel

Unos pocos días antes de su crucifixión, mientras Jesús conversaba con sus discípulos en el templo de Jerusalén, ellos le señalaron el esplendor del edificio. Por las descripciones de testigos oculares que han sido preservadas, sabemos que verdaderamente era una bella estructura. Espaciosas columnatas rodeaban una serie de patios, y en el área central estaba un elevado y magnífico edificio que constituía el verdadero santuario. Es comprensible que los discípulos estuvieran orgullosos de su lugar nacional de adoración. Pero la respuesta de Cristo a su entusiasmo fue inesperada:

«¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.» (Mateo 24:2)

Quizá demasiado conmovidos para hablar ante el pensamiento de la completa destrucción de tal edificio, los discípulos no le respondieron nada, pero meditaron en las palabras del Maestro mientras su pequeño grupo abandonaba la ciudad y ascendía por el camino del monte de los Olivos, al este de Jerusalén. Cerca de la cima se sentaron y miraron a través del valle a la ciudad bañada por el sol de la mañana con el templo resplandeciendo en el centro.

Este parecía ser el momento apropiado para pedir a Jesús que ampliara su breve declaración acerca del templo, y algunos de los discípulos aprovecharon la oportunidad:

«Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?» (Mateo 24:3)

Notemos que aquí había dos preguntas diferentes. Ellos querían saber primero cuándo serían estas cosas, es decir las cosas relacionadas con la destrucción del templo; pero también estaban preguntando por las señales de su regreso.

La destrucción de Jerusalén y el templo
La respuesta de Jesús fue un largo discurso, comúnmente llamado la profecía del monte de los Olivos, el cual contesta ambos interrogantes (Mateo 24; Marcos 13; Lucas 21). Primero predijo un tiempo de creciente intranquilidad para la nación judía, culminando con el sitio y final destrucción de Jerusalén y de su templo:

«Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.» (Lucas 21:20)

Esta profecía se cumplió cerca de 35 años más tarde, cuando el emperador romano, cansado de las continuas insurrecciones judías, envió un ejército bajo el mando del general Tito para acabar de una vez para todas con las rebeliones. Tito puso sitio a Jerusalén por dos años, durante los cuales los habitantes sufrieron terriblemente por las luchas internas, las enfermedades y el hambre. (Todo esto había sido predicho 1500 años antes por Moisés: Deuteronomio 28:49-57). En el año 70 de nuestra era finalmente sucumbieron, y aunque Tito dio enfáticas instrucciones de perdonar el templo, los soldados romanos estaban tan airados por la conducta de los judíos que desafiaron sus órdenes y quemaron totalmente el edificio sagrado. Más tarde los romanos removieron todas las piedras del templo judío al limpiar el suelo para construir un templo de Júpiter.

De este modo las predicciones de Jesús acerca de la destrucción del templo se cumplieron con exactitud.

Los tiempos de los gentiles
En su profecía, Jesús no sólo predijo la destrucción de Jerusalén. También habló de las posteriores vicisitudes del pueblo judío y su ciudad capital en las épocas que habrían de seguir. Después del exacto cumplimiento de su profecía sobre el templo ahora leemos sus palabras con mayor confianza:

«Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.» (Lucas 21:24)

En estas páginas he señalado ocasionalmente ciertos pasajes como referencias claves para el entendimiento del plan de Dios de establecer su reino. Este es otro ejemplo. Estas pocas palabras de Jesús están llenas de información acerca del momento en que sería cumplido el propósito de Dios. Después de contestar la primera pregunta sobre la destrucción del templo, Jesús sigue responde a la segunda, que se refiere a las señales de su regreso. En este pasaje advierte a sus discípulos que después de la invasión romana sucederían tres cosas:

  • Los judíos serían dispersados en todas las naciones.
  • Jerusalén estaría bajo el dominio de los gentiles (es decir, los no judíos).
  • Llegaría el momento cuando la dominación gentil de Jerusalén terminaría porque los tiempos de los gentiles habrían expirado.

En la última de éstas tenemos una enseñanza similar a la profecía de Daniel que examinamos anteriormente en el capítulo 1 de la presente obra. Usted recordará que la estatua que vio Nabucodonosor, en el sueño que Dios le dio, representaba el reino de los hombres bajo el dominio sucesivo de cuatro imperios gentiles, seguido de un estado de cosas fragmentado. Este reino de los hombres no iba a durar indefinidamente, pues los «tiempos de los gentiles» terminarían cuando Jesús, representado por la pequeña piedra, vendría a la tierra para establecer el reino de Dios sobre las ruinas del gobierno humano.

En la profecía del monte de los Olivos, Jesús habló del mismo suceso cuando «los tiempos de los gentiles» llegarían a su final. Hasta ese tiempo Jerusalén sería gobernada por las potencias gentiles.

Así que en una frase de la profecía del monte de los Olivos, y con esa pequeña pero significativa palabra hasta, Jesús atraviesa los aproximadamente 1900 años entre la caída de Jerusalén en el año 70 de nuestra era y su regreso para establecer el reino de Dios con la restaurada Santa Ciudad como su capital.

Esta conclusión se confirma cuando encontramos que inmediatamente continúa hablando de su retorno:

«Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.» (Lucas 21:27)

Claramente se observa que los cambios de fortuna de los judíos, y el nuevo estatuto político de Jerusalén, son de algún modo «señales» del regreso de Cristo.

¿Cuáles son los hechos históricos y proféticos?

La dispersión y el retorno de Israel
Cuando Jesús habló de la dispersión de los judíos en todas las naciones, estaba tocando un tema que los profetas del Antiguo Testamento ya habían presentado. Desde el principio de su historia nacional los israelitas fueron prevenidos de que si fallaban en tomar en serio su posición como pueblo de Dios, serían esparcidos por todo el mundo, y su tierra quedaría desolada:

«Pero si no me oyereis… os esparciré entre las naciones, y desenvainaré espada en pos de vosotros; y vuestra tierra estará asolada, y desiertas vuestras ciudades.» (Levítico 26:14,33)

«Y Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo… Y ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo.» (Deuteronomio 28:64-65)

Los judíos abandonaron a Dios hasta el grado de crucificar a su Hijo, y la historia registra que estas predicciones de dispersión fueron fielmente cumplidas. En el siglo VII a. de J.C. la mayor parte de la nación fue llevada cautiva por los asirios, y el resto por los romanos en los años posteriores al 70 d. de J.C. Desde ese día hasta tiempos comparativamente recientes ha habido pocos judíos en su tierra natal.

Así Jesús y los profetas concuerdan en predecir la dispersión de los judíos.

Pero el hecho sobresaliente es que aunque ampliamente dispersos, los judíos nunca perdieron su identidad nacional. Este fenómeno también fue predicho en las palabras de Dios:

«Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré.» (Jeremías 30:11)

Esto ha sucedido. En los siglos que han transcurrido, los judíos han sido encontrados en casi todos los países del mundo, exceptuando su propia tierra. Han sido despreciados, odiados, perseguidos y masacrados por millares, pero todavía sobreviven como una raza distinta y fácilmente identificable. Sus primeros captores, los babilonios y asirios, han desaparecido, pero los judíos permanecen. ¿Por qué? Porque son vitales para el plan de Dios de establecer Su reino.

La promesa de restauración

En los alrededores del año 600 a. de J.C., el profeta Ezequiel recibió una muy impresionante revelación (Ezequiel 37). Bajo el poder de Dios vio un valle que estaba lleno de viejos y secos huesos humanos. A medida que observaba, Ezequiel vio que los huesos se unían unos con otros, y pronto formaron esqueletos completos. Pero la transformación no se detuvo allí. Tendones y ligamentos conectaron los huesos, y luego la carne y la piel los cubrieron. Finalmente estos cuerpos resucitados volvieron a la vida, y se pusieron de pie como un gran ejército.

Dios le dijo a Ezequiel que los huesos secos representaban a la nación de Israel en dispersión. Nacionalmente los judíos estaban entonces muertos, sin país, rey o gobierno. Pero vendría el tiempo cuando habría una resurrección nacional y los judíos regresarían a su antigua tierra natal. Esto es lo que Dios dijo:

«Todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza… Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel.» (Ezequiel 37:11-12)

El mensaje de la visión fue entonces reforzado en lenguaje claro, con la adición de algunos detalles. No sólo serían nuevamente recogidos los judíos, sino que de nuevo tendrían su propio rey y serían reconciliados permanentemente con su Dios:

«Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su tierra; y los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos por rey… y me serán por pueblo, y yo a ellos por Dios.» (Ezequiel 37:21-23)

Hay muchas predicciones muy similares dispersas en todos los escritos prof éticos (ej.: Ezequiel 36:24; Jeremías 31:8-10; Zacarías 8:7-9). El claro mensaje de todas ellas es que en el tiempo del fin los judíos serán recogidos en su antigua tierra natal, para nunca más ser removidos. Serán gobernados por un rey justo y estarán permanentemente reconciliados con Dios. En otras palabras, el retorno de los judíos será el preludio de la venida de Jesús a establecer el largamente prometido reino de Dios y a introducir todas las bendiciones de su perfecto reino en la tierra. Como Jesús dijo en el monte de los Olivos, los judíos tendrían que permanecer en cautividad y Jerusalén tendría que estar bajo el control gentil solamente hasta que los «tiempos de los gentiles se cumplan.»

El milagro moderno
A mediados del siglo XIX había sólo unos centenares de judíos pobres en la tierra de Israel, llamada entonces Palestina. El resto de la nación estaba disperso por todos los países del mundo. Para 1980 cerca de cuatro millones de judíos estaban viviendo en su antigua tierra natal, habiéndose constituido en un estado eficiente y democrático. La manera como se produjo esta resurrección nacional es nada menos que un milagro. Después de la primera propuesta en 1897 de un hogar nacional judío en Palestina, unos pequeños grupos de inmigrantes comenzaron a llegar. La migración fue incrementada después del año 1917 debido al éxito británico en liberar la tierra del dominio turco, y entre la Primera y Segunda Guerras Mundiales los judíos regresaron en forma ininterrumpida de su exilio mundial. Las atrocidades del régimen nazi añadieron ímpetu al deseo de los judíos de regresar, y después de la Segunda Guerra Mundial el flujo de inmigrantes se convirtió en una avalancha. En 1948 los inmigrantes proclamaron el Estado de
Israel. Aunque fue atacado inmediatamente por sus vecinos árabes, la nueva nación sobrevivió tanto a éste como a posteriores ataques y mientras continúa siendo acosada, sigue manteniendo su posición e independencia hasta este día.

El punto culminante de la restauración de los judíos llegó en 1967 cuando capturaron la Ciudad Vieja de Jerusalén. Por más de 1900 años su antigua capital y sitio del trono de David había estado bajo el dominio de los gentiles, tal como Jesús lo había predicho, pero ahora estaba una vez más bajo la soberanía judía.

¿Significa esto que el largo período de «los tiempos de los gentiles» está casi cumplido? ¿Que el reino de los hombres representado por aquella estatua de varios metales está a punto de ser totalmente destruido?

Ciertamente significa que el momento de intervención divino está muy próximo, aunque como veremos en la siguiente señal, los judíos posiblemente pierdan temporalmente el control de la ciudad una vez más antes de recuperarla completamente.

Resumen de las señales judías
Hemos cubierto mucho terreno desde que dejamos a Jesús hablando con sus discípulos en el monte de los Olivos sobre las señales de su retorno, así que sería aconsejable enumerar lo que hemos aprendido acerca de los judíos y Jerusalén como presagios de la venida de Cristo.

  1. Jerusalén sería sitiada y el templo destruido.
    Cumplimiento: Por los romanos en 70 D.C.
  2. Los judíos serían dispersados entre todas las naciones. Los profetas del Antiguo Testamento también lo habían predicho en caso de que los israelitas desobedecieran a su Dios.
    Cumplimiento: Por los asirios y babilonios y posteriormente por los romanos después de 70 D.C.
  3. Mientras los judíos estuvieran en el exilio Jerusalén sería gobernada por potencias gentiles.
    Cumplimiento: Desde el año 70 d. de J.C. Jerusalén ha sido gobernada por una serie de naciones extranjeras, culminando con la ocupación árabe hasta 1967.
  4. Los profetas predijeron un tiempo de resurrección nacional para los judíos, y un retorno a su tierra original.
    Cumplimiento: Este retorno ha tenido lugar dentro del siglo actual, culminando con la formación del Estado de Israel en 1948.
  5. Jesús dijo que cuando la ciudad de Jerusalén estuviera libre del control extranjero los «tiempos de los gentiles» serían cumplidos.
    Cumplimiento: Posiblemente después de la captura de Jerusalén en 1967 por los israelíes. O posiblemente después de la «señal» que consideraremos a continuación. En cualquier caso se refiere a los días en los cuales actualmente vivimos.
  6. El retorno de los judíos a su tierra será una «señal» de que el regreso de Jesús está cerca.
    Cumplimiento: Los judíos están de regreso, así que su venida será pronto. Jesús dijo: «Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca» (Lucas 21:28).

Hasta aquí hemos visto dos «señales» ampliamente diferentes del regreso de Cristo a la tierra para establecer el reino de Dios: la declinación moral del mundo, y el establecimiento del Estado de Israel. Puesto que ambas son acontecimientos recientes, parece que estamos justificados al creer que estamos viviendo en el tiempo aproximado cuando Jesús ha de regresar. ¿Hay algunas otras señales que confirmen esta conclusión?

Seguramente las hay, y concluiremos este capítulo con otra asombrosa profecía acerca de los «postreros días.»

Israel será invadido
Las anteriores señales han preparado la escena para este suceso dramático. Las campañas militares de la Primera Guerra Mundial liberaron la tierra de Palestina, permitiendo a los judíos regresar a su antigua tierra natal. Ellos han reclamado y hecho fructificar las colinas y valles que por tanto tiempo habían estado desolados. Estos son los antecedentes de la sobresaliente profecía contenida en los capítulos 38 y 39 de Ezequiel.

En pocas palabras, esta profecía describe la invasión de la recientemente colonizada tierra de Israel por una enorme fuerza compuesta por los ejércitos de una gran potencia en alianza con otras más. El dramático resultado del ataque está relacionado estrechamente con la venida de Jesús.

Ezequiel señala dos claras indicaciones del tiempo al que la profecía se refiere. En primer lugar, repetidamente usa la frase significativa «al cabo de años» o «al cabo de los días,» que en otros pasajes donde se encuentra en la Biblia invariablemente se refiere al establecimiento del reino de Dios (Ezequiel 38:8,16).

La segunda pista es que la invasión ocurre cuando la otrora desolada tierra de Israel está poblada de exiliados que han retornado y es fértil de nuevo. El invasor viene

«…a la tierra salvada de la espada, recogida de muchos pueblos, a los montes de Israel, que siempre fueron una desolación; mas fue sacada de las naciones, y todos ellos morarán confiadamente.» (Ezequiel 38:8)

Al establecer el propósito de esta invasión, Ezequiel de nuevo identifica el tiempo del ataque:

«Para arrebatar despojos y para tomar botín, para poner tus manos sobre las tierras desiertas ya pobladas, y sobre el pueblo recogido de entre las naciones.» (Ezequiel 38:12)

Sin duda alguna, esta profecía se refiere a la era actual. Desde que estas palabras fueron pronunciadas no ha habido otra época en que el pueblo de Israel haya emigrado de muchas naciones y regresado a repoblar su anteriormente desolada tierra.

¿Quién es el invasor?
La primera pista está en la dirección de donde viene el ataque. Dos veces se nos dice en la profecía que el invasor vendrá del norte, lejos de la tierra de Israel. «De los confines del norte» es la verdadera frase (Ezequiel 38:6,15).

La segunda pista surge de los nombres de los países. Obviamente los países se identifican por los nombres que tenían en los días de Ezequiel por el año 600 a. de J.C.; pero no es difícil encontrar los nombres modernos equivalentes. El líder de la invasión es llamado Gog, de quien se dice lo siguiente:

«Gog en tierra de Magog, príncipe soberano de Mesec y Tubal.» (Ezequiel 38:2)

No hay duda de la identidad de la tierra de Magog en Ezequiel. Fue el territorio de un pueblo conocido en tiempos antiguos como los escitas. Josefo, el historiador judío del primer siglo, dice:

«Magog fundó a quienes fueron llamados por él magogitas, aunque los griegos los llamaron escitas.» (Antigüedades de los judíos, Libro I, Capítulo 6:1)

El pueblo escita estaba compuesto de tribus inquietas que parecen haber venido originalmente de las estepas al norte del Mar Negro, las cuales luego ocuparon el área que queda inmediatamente al sur de las montañas del Cáucaso entre el Mar Negro y el Mar Caspio. Es fascinante que en las crónicas asirias que datan del tiempo de Ezequiel, se menciona que la tierra de Magog tenía un rey llamado Gog. Hablando de la tierra de los escitas un arqueólogo dice:

«Para los hebreos de ese período y de la época posterior era conocida como Magog, y uno de los principales descubrimientos que debemos a los asiriólogos fue el encontrar que el «Gog, rey de Magog» de Ezequiel era originalmente un personaje real e histórico, de hecho ninguno más que el jefe de los escitas en el tiempo de Asurbanipal.» (Ragozin, Asiria, p. 383)

Así que Ezequiel usó el verdadero Gog de la tierra de Magog de su día como un modelo para el Gog del postrer día, quien gobernaría sobre el mismo territorio en el futuro.

Gog es también descrito como el príncipe gobernante de Mesec y Tubal. Estos nombres también aparecen con frecuencia en las inscripciones asirias como Mushki y Tabali, y eran tribus cuyos territorios estaban situados al sur y al este del Mar Negro. Heródoto, el «Padre de la Historia» del siglo V antes de J.C., se refiere a ellos como los pueblos moshkoi y tibarenoi. Los aliados de los invasores

Ezequiel describe varias naciones que estarán confederadas con Gog:

«Gomer, y todas sus tropas; la casa de Togarma, de los confines del norte, y todas sus tropas; muchos pueblos contigo.» (Ezequiel 38:6)

Gomer era la tribu conocida de los antiguos como los cimerianos, cuyo territorio es bien conocido. La Enciclopedia Británica tiene los siguientes comentarios:

«Gomer, quien en la tabla de las naciones de Génesis 10 es el mayor de los hijos de Jafet, y en Ezequiel 38:6 forma parte del ejército de Gog, representa el pueblo conocido de los griegos como los cimerianos. Su hogar más antiguo que se conoce es el distrito al norte del Mar Negro.» (14ª Edición, Art. Gomer)

«El primer nombre histórico en la Rusia meridional es el de cimerianos… en asirio son gimirianos y en Génesis, Gomer.» (Art. Europa)

Hay un eco del nombre antiguo de los cimerianos en la región moderna conocida como Crimea.

La Togarma de Ezequiel fue el área actualmente conocida como Armenia en la región del Cáucaso meridional. Acerca de los antiguos asentamientos en esta región leemos:

«Formaron una población pequeña pero guerrera y emprendedora. Es a ésta a la que el capítulo 10 de Génesis se refiere en la familia jafética como Togarma, hijo de Gomer, y al cual los profetas hebreos repetidamente llaman Bet-Togarmah (la casa de Togarma)» (Ragozin, Asiria, p. 368)

El moderno Gog

Resumiendo estos descubrimientos, las áreas que según Ezequiel serían el origen de los atacantes de Israel en los últimos días son como siguen:

  • Magog – Norte del Mar Negro y Cáucaso Meridional
  • Mesec, Tubal – Sur y este del Mar Negro
  • Gomer – Rusia meridional
  • Togarma – Armenia

Cualquier atlas claramente muestra que todos los lugares mencionados por Ezequiel están dentro del territorio de Rusia. De hecho las diversas tribus han emigrado más al norte desde los tiempos bíblicos, llevando sus nombres con ellos. Muchos eruditos consideran que el equivalente moderno de Mesec es Muscovy, el estado del cual Moscú es la capital, y que Tubal es el río Tobl en el este que dio su nombre a la ciudad de Tobolsk. Basado en estas conclusiones, Mesec y Tubal son respectivamente las partes occidental y oriental de Rusia. Esta sugerencia es confirmada por las palabras de los profetas de que el invasor vendrá «de los confines del norte». Similarmente, Gomer emigró al oeste de Europa y esto puede tener implicaciones para el cumplimiento de la profecía en los últimos días.

Aun sin ver nada más de esta profecía, está claro que sólo hay una nación contemporánea con el moderno Estado de Israel que puede ser posiblemente considerada. Gog (palabra que significa alto) es sin duda el líder del poder ruso, y podemos por consiguiente esperar una invasión rusa de Israel en el Medio Oriente en un futuro no muy distante. He aquí la descripción que proporciona Ezequiel de este ataque:

«Al cabo de años vendrás a la tierra salvada de la espada, recogida de muchos pueblos, a los montes de Israel… Subirás tú, y vendrás como tempestad; como nublado para cubrir la tierra serás tú y todas tus tropas, y muchos pueblos contigo…para arrebatar despojos y para tomar botín, para poner tus manos sobre las tierras desiertas ya pobladas, y sobre el pueblo recogido de entre las naciones, que se hace de ganado y posesiones, que mora en la parte central de la tierra.

Vendrás de tu lugar, de las regiones del norte… y subirás contra mi pueblo Israel como nublado para cubrir la tierra; será al cabo de los días.» (Ezequiel 38:8-9,11-12,15-16)

Consecuencias de la invasión rusa
La invasión rusa de Israel conducirá a la agónica muerte final del reino de los hombres. La paciencia de Dios se agotará y El intervendrá abiertamente en los asuntos humanos. Ezequiel describe la impetuosidad de la respuesta de Dios a este ataque contra su pueblo y su tierra:

«En aquel tiempo, cuando venga Gog contra la tierra de Israel, dijo Jehová el Señor, subirá mi ira y mi enojo. Porque he hablado en mi celo, y en el fuego de mi ira: Que en aquel tiempo habrá gran temblor sobre la tierra de Israel.» (Ezequiel 38:18-19)

Luego pasa a describir cómo por medio de la fuerza militar, derramamiento de sangre, enfermedad, lluvia torrencial, enorme granizada y fuego serán destruidos los ejércitos de Gog (Ezequiel 38:21-22).

El resultado de esta derrota aplastante por medios sobrenaturales será que el mundo vendrá al reconocimiento de que hay un Dios en el cielo:

«Y seré engrandecido y santificado, y seré conocido ante los ojos de muchas naciones; y sabrán que yo soy Jehová.» (Ezequiel 38:23)

Jesús regresa durante esta crisis
Aunque no podemos asegurar la exacta secuencia de los acontecimientos, es obvio que la destrucción del invasor está relacionada con el regreso de Jesús a la tierra. El profeta Daniel también se refiere a esta invasión de Israel desde el norte «al cabo del tiempo» (Daniel 11:40-45). Después, describiendo cómo el invasor «llegará a su fin, y no tendrá quien le ayude,» Daniel continúa hablando de la llegada del Mesías de Israel bajo el nombre simbólico de Miguel (nombre que significa uno que es como Dios), y de la resurrección de los muertos:

«En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue… Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna…» (Daniel 12:1-2)

La obra de Cristo para reformar el mundo y establecer el reino de Dios la examinaremos con mayor detalle en el siguiente capítulo. Aquí estamos particularmente interesados en las señales de su regreso. Habiendo visto que la invasión rusa de Israel estará asociada con el regreso de Jesús, un breve análisis de la posición actual de Rusia confirma nuestra creencia de que el retorno de Jesús está cerca.

El coloso de Europa
Esta frase de Sir Winston Churchill describiendo a Rusia cabalgando sobre Asia y Europa señala una de las características más notables de los últimos 50 años: el ascenso del poderío ruso. No hay necesidad de describir los logros, la fuerza militar o los vastos recursos de Rusia. Tampoco es necesario enfatizar la inestabilidad del Medio Oriente, el cual es visto por la mayoría de los observadores como el polvorín del mundo. Estas cosas son muy conocidas. Lo que es importante reconocer son las implicaciones de la presente situación. La coincidencia del regreso de los judíos a Israel, el surgimiento de Rusia como un poder dictatorial y dominante, y la situación volátil en el Medio Oriente que podría dar una excusa al Kremlin para intervenir, es la señal sobre todas las demás, de que la venida de Cristo puede ser muy pronto.

Resumen

En otros capítulos hemos visto que el regreso de Cristo a la tierra es el punto central del propósito de Dios para establecer su reino. En este capítulo hemos considerado las señales que indican que su regreso está muy cerca.

Señal 1: Sociedad
Primero vimos las condiciones de la sociedad. Pablo predijo que en «los postreros días,» aun entre creyentes profesos habría poca restricción moral. La adhesión a la religión sería solamente nominal, una «apariencia de piedad» sin poder para controlar la perversidad natural de las personas, resultando en la tolerancia de un modo de vida pecaminoso. El placer y la autocomplacencia constituirían el dios real.

Jesús también habló de la condición del mundo a su regreso, prediciendo que retornaría a un mundo semejante al que mereció la destrucción por medio del diluvio. Al examinar la descripción bíblica de esos días, vimos que el diluvio sobrevino porque la tierra estaba llena de violencia, y se había depravado en sus pensamientos y conducta malvados. El comentario de Cristo fue: «Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.»

Luego revisamos el mundo de nuestro día y encontramos que el cuadro pintado por Jesús y Pablo de los días del retorno tienen un parecido muy cercano a la sociedad moderna, sugiriendo que el tiempo está actualmente maduro para el retorno de Cristo.

Señal 2: Israel
Nuestra segunda señal enfocaba la atención en un aspecto totalmente diferente de la profecía bíblica: las experiencias nacionales del pueblo judío y el destino de Jerusalén, su ciudad capital. Jesús dijo que después de su captura por los romanos, la ciudad sería gobernada por gentiles hasta que finalizaran «los tiempos de los gentiles.» Mientras tanto los judíos estarían esparcidos por todo el mundo, volviéndose tan dislocados y nacionalmente inertes como los huesos secos que vio el profeta Ezequiel. Sin embargo siempre preservarían su identidad distintiva, y al final regresarían a la tierra de sus padres y experimentarían una milagrosa resurrección nacional. La consecuencia de este retorno sería la liberación de Jerusalén del dominio gentil y el reinado final de su Mesías, por quien serían reconciliados con Dios.

Volviendo de lo que fue predicho a lo que realmente sucedió, encontramos que la historia de los judíos ha seguido exactamente el curso que Dios reseñó en su Palabra. Actualmente el Estado de Israel es un testigo viviente de la mano controladora de Dios en los asuntos del mundo, y una indicación de que Jesús pronto regresará.

Señal 3: Rusia
Para nuestra tercera señal volvimos a los profetas del Antiguo Testamento, quienes predijeron que cuando los judíos estuvieran de nuevo en su antigua tierra natal serían invadidos por un poder al norte de la Tierra Santa. Por los nombres de los lugares mencionados identificamos este poder como viniendo de áreas actualmente ubicadas dentro de Rusia. Los profetas predijeron que el ataque fallaría porque Dios intervendría para defender a su pueblo y a su tierra, y que Jesús retornaría por este tiempo.

En el Medio Oriente encontramos actualmente la situación descrita en la Biblia. Israel ha regresado y Rusia, que tiene intereses estratégicos y económicos vitales en el área, ha llegado a tal posición de dominación como para poder invadir a Israel. El ascenso del poder e influencia de Rusia y el regreso de los judíos a Israel coinciden para dar una evidencia convincente de que el retorno de Jesús esta próximo.

Consejo de Cristo a sus seguidores
No hay duda de que en estos últimos años del siglo XX estamos muy cerca del suceso que conmoverá al mundo: el regreso de Cristo. Todas las señales bíblicas de su venida convergen en la presente situación. El estado moral del mundo, el regreso de los judíos y la posición de Rusia se combinan para señalar a nuestra generación como la que verá a Jesús cuando repentinamente aparezca. Aunque la época general de su venida puede de este modo deducirse, el momento preciso tomará a todos por sorpresa. Uno de los grandes temas del Nuevo Testamento es el consejo a los cristianos de prepararse para esa reunión con su Señor y velar por su regreso, de modo que cuando venga, estén preparados para darle una gozosa bienvenida.

¿Lo está esperando usted? ¿Está usted preparado para recibirlo? Para todos viene el consejo y advertencia del Maestro al concluir la profecía del monte de los Olivos en la cual dijo muchas cosas sobre su regreso:

«Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo. Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la media noche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo.

Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad.» (Marcos 13:33-37)

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