La importancia del corazón es clara en las Escrituras. Por ejemplo en Mateo 5:8, Jesús dice: «Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios». Mateo 6:21 dice: «Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.». Parece un principio sencillo y sumamente importante. «De la abundancia del corazón habla la boca.» (Mateo 12:34), y Mateo 22:37 nos manda que amemos a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todo el alma.
Después de recibir estas advertencias de nuestro Señor Jesucristo automáticamente somos inclinados a preguntar ¿Cuál es la condición de mi corazón? Nuestro mundo se encuentra absorbido por las cosas materiales y se dedica a satisfacer deseos egoístas. En nuestro mundo hay muchos peligros, muchos desafíos y muchos problemas. Abundan personas quebrantadas del espíritu, y familias destruidas moralmente.
Aunque contemplamos tales cosas alrededor, no debemos desanimarnos. Ezequiel 36:25-26 dice que Dios limpiaría al pueblo de todas sus impurezas e idolatrías, y agrega: «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros…» Un corazón blando como éste se abre al amor, se abre al amor de Jesús, y también se abre al prójimo. Ezequiel tiene mucho que decir sobre el tema. Por eso, vamos a estudiar unos temas del libro que lleva su nombre.
La vocación de Ezequiel
Todo lo que sabemos acerca de Ezequiel viene de su libro de profecías. Era sacerdote (Ezequiel 1:3) así como profeta. Su fondo sacerdotal se muestra en su preocupación por la pureza ceremonial (Ezequiel 4:14) y el énfasis sobre el templo (Ezequiel 40–48). Estaba casado, pero su esposa murió durante el transcurso de su ministerio (Ezequiel 24:15–18).
A diferencia de su contemporáneo Jeremías, Ezequiel pasó su vida profética en Babilonia. Muchos de sus primeros oráculos tratan de eventos en Jerusalén y Judá. Como un exiliado, que profetizó a otros exiliados, Ezequiel indudablemente habría estado preocupado acerca de las catástrofes que aguardaban a su patria. Sus oyentes también habrían estado muy ansiosos de escuchar acerca del destino de su país. Debemos por lo menos esperar que los eventos en Israel/Judá ocuparan parte sustancial de su labor profética. Ser capaz de percibir lo que estaba sucediendo en tierras distantes de donde él vivía, era una habilidad necesaria para un profeta exiliado en Babilonia.
Como profeta, se requería que Ezequiel relatara sus percepciones al pueblo. Algunas veces utilizó más que meras palabras. En varios casos él dramatizó parte de la profecía. Estas profecías dramatizadas incluyeron:
- estar acostado atado con cuerdas (4:1–8),
- afeitarse la cabeza y golpear con una espada parte del cabello (5:1, 2),
- cubrirse el rostro y perforar un muro (12:3–7),
- temblar (12:18) y
- evitar todos los ritos de duelo por su fallecida esposa (24:16–24).
- Parece también que durante una parte de su carrera profética él sufrió una pérdida parcial del habla. Su capacidad completa para hablar regresó cuando Jerusalén cayó (33:21, 22).
Ezequiel no vivía una vida fácil en una sociedad cómoda. Pertenecía a un grupo minoritario, forzosamente trasportados como resultado de la guerra en su país de origen. Su religión era bastante minoritaria, luchando para sobrevivir en una sociedad pluralista multicultural. El poderoso país donde estaba exiliado tenía muchos dioses y él tenía sólo uno. Sin embargo, él proclamó firmemente el mensaje que había un Dios, quien finalmente salvaría a su pueblo, sin importar lo que pudieran hacer otras naciones.
El libro de Ezequiel
Es una colección de 52 oráculos, mensajes o visiones divinamente entregadas, descriptos por el profeta Ezequiel. El principio de cada oráculo está indicado claramente por una de dos frases:
“Vino a mí la palabra de Jehovah.” o “La mano de Jehovah vino sobre mí.”.
Estas dos expresiones no son intercambiables. Ellas dan una indicación del tipo de profecía que seguiría.
- La primera expresión (“Vino a mí la palabra de Jehovah.”) es por mucho la más frecuente. Indica el comienzo de un mensaje verbal de Dios que generalmente debe ser entregado al pueblo de Israel.
- La segunda expresión (“La mano de Jehovah vino sobre mí.”) se usa para indicar una experiencia más intensa, donde el profeta es afectado físicamente. Se usa en todos los grandes oráculos visuales donde Ezequiel mismo se siente transportado dentro de la visión misma.
En conjunto el libro de Ezequiel consiste en advertencias iniciales de calamidad seguidas por promesas de restauración. Como las calamidades que fueron pronosticadas se cumplieron, así se cumplirán las promesas de restauración. El pueblo de Dios, habiendo soportado tanto en el pasado, sería últimamente salvado de su miseria. Israel se volvería a su Dios y a su tierra prometida. Ellos serían su pueblo y él sería el Dios de ellos.
La responsabilidad de ser llamado
Ezequiel, a finales del siglo VI antes de Jesús, sacerdote del Señor Dios y quien deseaba ejercer su ministerio sacerdotal en el majestuoso Templo de Salomón en Jerusalén, ahora se hallaba cautivo en Babilonia, así como también lo estaban miles de sus compatriotas judíos.
En tales circunstancias, el profeta Ezequiel se sentía como sacerdote sin altar, pastor sin santuario, predicador sin púlpito frente a una comunidad de exiliados y expatriados hondamente heridos y sumidos en el desconsuelo y la ira. Sin embargo oye una voz que le dice que será enviado a declarar lo que el Señor habla al pueblo de Israel en el exilio.
Ezequiel 2:18. Esta voz le dice a Ezequiel que él será enviado a los israelitas, un pueblo obstinado, en constante rebelión contra Dios. El ha de profetizarles, sea que ellos escuchen o no. No debe temer ni rebelarse.
Ezequiel 2:9–3:3. Le da a Ezequiel un rollo que contiene palabras de lamento y duelo. Se le ordena comer el rollo. Al hacerlo descubre que tiene un sabor tan dulce como la miel.
Ezequiel 3:4–11. Le advierte que los israelitas no querrán escucharle. Por lo tanto, se le dará la fuerza de voluntad para la tarea. Le dice que vaya inmediatamente a sus compatriotas en el exilio y les entregue el mensaje de Dios.
Ezequiel 3:12–15. Transportado de regreso para estar con los exiliados, él se siente atónito durante siete días.
Fue, entonces, que Jehová le habló al corazón y a la mente de su sacerdote-profeta Ezequiel. En Ezequiel 2:1–8 sabemos que fue enviado a los israelitas.
“Me dijo: «Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a una nación de rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón,[6] y les dirás: «Así ha dicho Jehová el Señor». Acaso ellos escuchen; pero si no escuchan,[7] porque son una casa rebelde, siempre sabrán que hubo un profeta entre ellos. Pero tú, hijo de hombre, no los temas ni tengas miedo de sus palabras. Aunque te halles entre zarzas y espinos, y habites entre escorpiones, no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son una casa rebelde. Les hablarás, pues, mis palabras, ya sea que escuchen o que dejen de escuchar, porque son muy rebeldes. Pero tú, hijo de hombre, escucha lo que yo te hablo; no seas rebelde, como la casa rebelde; abre tu boca, y come lo que te doy».
¡Fuera de toda duda, no era una cómoda misión! El propósito de Dios al enviar a Ezequiel, era el de hacer saber al pueblo que entre ellos hubo profeta de Dios. Es obvio que Dios deseaba que se arrepintieran y vivieran (Ezequiel 18:23, 32). No obstante, si ellos no atendían los ruegos de este sacerdote profeta de Dios, por lo menos no iban a poder decir que Dios no les había dado oportunidad de arrepentirse. Jamás podrían negar que Dios había tratado de restaurarlos. El esperaba que Ezequiel les presentara sus mensajes, escucharan ellos o no.
Para Dios, el éxito de la evangelización consiste en la proclamación fiel de Su Palabra, cualquiera que sea la respuesta del pueblo (Ezequiel 3:7).
Ezequiel no debía contenerse por la oposición. La expresión “casa rebelde” (Ezequiel 2: 5–8; 3:9, 26–27; 12:2–3, 9. 25; 17:12; 24:3) es la contraparte a la expresión “casa de Israel”. Al darle otra designación a Su pueblo, Dios expresó plenamente como era posible, la profundidad del pecado de ellos. Era apropiado que Dios les diera otra designación.
Cuando Dios dijo a Ezequiel: “No les temas.” (Ezequiel 2: 6), Él estaba hablando de la seguridad personal. Ezequiel tenía buenas razones para “temer” por su seguridad; pero Dios le dijo que no pensara en ello, sino que solo predicara.
Cada vez que uno predique el mensaje de Dios, habrá oposición. Cada vez que la verdad se predique, surgirá oposición (Gálatas 4.16). Como otros han observado, el predicador tiene que hacer una de dos cosas:
- consolar a los afligidos o
- afligir a los consolados (esto es, los que están muy tranquilos).
Ezequiel tenía una difícil tarea delante de él. Dios no estaba suavizando la verdad, pero le otorgó ánimo y fuerzas a Su profeta (Ezequiel 3:8–11, 22–23). La tentación de temer la oposición sería grande, porque el pueblo se levantaría contra él como espinos que lo aguijonearían y como escorpiones que lo picarían. Dios especificó, diciendo: “Les hablarás, pues, mis palabras.” (Ezequiel 2: 7). Todo lo que Ezequiel debía hacer era “hablar” (v.7). Si él elegía no hablar porque el pueblo no escuchase, entonces estaría en rebeldía a causa de ellos. Si hablaba, Dios se agradaría.
Esto es todo lo que Dios desea de nosotros hoy: que seamos fieles a Él. Nuestra vocación es mostrar misericordia y ayudar a otros, independientemente de lo que hagan u opinen otras personas. Los siervos sirven porque eso es lo que ellos son, no porque por ello lo merezcan.
El privilegio de ser llamado a ser un siervo de Dios trae responsabilidades consigo. La fiel ejecución de estas responsabilidades es más importante si tiene éxito o no.
La misión de Ezequiel
Ezequiel fue elegido por Dios para deshacer las falsas esperanzas de un retorno inmediato de los israelitas a la tierra, como lo estaban enseñando los falsos profetas. Su tarea era: advertir, exhortar, consolar ahuyentar los temores, fundar las esperanzas para el futuro, actuar como un hombre honesto durante las calamidades de la cautividad.
Su corazón estaba poseído de un gran afecto hacia su pueblo. Sentía también un gran amor hacia sus compatriotas.
Ezequiel es constituido como un centinela (atalaya) para Israel (Ezequiel 3:17).
Ezequiel 3:17-19 “Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, mi palabra, y los amonestarás de mi parte. 18Cuando yo diga al impío: “De cierto morirás”, si tú no lo amonestas ni le hablas, para que el impío sea advertido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. 19Pero si tú amonestas al impío, y él no se convierte de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu vida.”
Los atalayas, apostados en lugares estratégicos sobre los muros de la ciudad, se mantenían atentos a peligros inminentes. Constituían el sistema de seguridad de la ciudad. Cuando estos vigilantes veían peligro, ellos debían advertir al pueblo de inmediato, con el fin de que pudieran prepararse del peligro. La aplicación como figura del profeta es poderosa. Este estaba encargado de mantenerse alerta a la palabra de Dios para luego hacer consciente al pueblo del peligro de la desobediencia. Debía amonestarlos en cuanto a las consecuencias del pecado y el inevitable juicio de Dios si continuaban desatendiendo Su voluntad. La realidad a ser aprendida aquí es que Dios es el verdadero atalaya. Sus profetas solamente funcionan como siervos del verdadero atalaya.
Dios esperaba que Su atalaya advirtiera en cuanto a peligros venideros. Si él fracasaba en esa tarea, Dios lo haría responsable de la destrucción que seguiría. En tal caso, el atalaya sería culpable de no obedecer un mandamiento de Dios, y la desobediencia resultaría en muerte.
¡Qué tremenda responsabilidad puso Dios en su atalaya! ¿Cómo podemos ser indiferentes y descuidados a la luz de estas determinantes palabras?
Tenía un mensaje muy desagradable para llevar al pueblo de Jerusalén: iban a estar bajo sitio. Además, el sitio sería tan prolongado que los alimentos escasearían.
- Una tercera parte del pueblo moriría de hambre o enfermedad.
- Otra tercera parte moriría en luchas alrededor de la ciudad.
- La mayoría de los restantes serían dispersados y sólo quedarían unos pocos (Ezequiel 5:2,12).
Una aplicación para hoy
Obediencia a la Palabra de Dios
Todo lo que Dios desea que hagamos es que seamos fieles a Él. Dios nos dice en Su Palabra cómo ser fieles. Puede que la mayoría de las personas sean rebeldes a la Palabra de Dios (y es probable que lo serán; vea Mateo 7:13–14). Es la responsabilidad de cada persona ser fiel, independientemente de lo que otros hagan.
La obediencia a la comisión de Dios
La comisión de Dios es un tema que domina toda la Biblia. Su comisión siempre implica tres partes:
- El Emisor,
- El mensajero y
- El receptor.
Cada uno de estos puede verse en este capítulo:
- El Emisor era Dios (Ezequiel 3:3–4). Dios tenía un mensaje para el pueblo. Él estaba herido por las transgresiones de ellos y buscaba la oportunidad de darles a conocer Sus palabras.
- El mensajero era Ezequiel (Ezequiel 3:3–7). Dios eligió a Ezequiel. Él no tenía necesidad de temer, pues el Emisor estaba con él. Dios no prometía una misión fácil, pero en esta comisión estaban implícita Su presencia y Su guía a lo largo de la realización de la labor.
- El receptor era Israel (Ezequiel 3:3–7). Dios reconoció desde el comienzo, que el receptor de Ezequiel era una nación rebelde. Esta situación incluía la frustración y la decepción. Tal vez Ezequiel incluso se preguntaba a sí mismo: «¿Qué sentido tiene?». El sentido residía, no obstante, en que Dios lo había llamado a predicar Su Palabra.
El costo de la comisión de Dios
El ministerio de Ezequiel implicaba difíciles demostraciones visuales de la severidad del mensaje de Dios. Cuando pensemos y busquemos maneras de servir al Señor, consideremos nosotros también la profundidad de nuestro compromiso para con Él. Puede que el camino que se nos presente por delante no sea fácil, pero como Dios está con nosotros, ¡no temamos!
El pueblo no estaría dispuesto a escuchar (Ezequiel 3:7).
Jesús nos enseñó que la única manera de ser libre era “conocer” la verdad (Juan 8:32). ¿Por qué Israel rehusó oír? Esta era dura de frente y obstinada de corazón (Isaías 48.4; Jeremías 3.3). Estos lamentables atributos explicaron a Ezequiel la razón por la que su mensaje sería rechazado. No era que se rechazarían al profeta personalmente. Dios dijo: “Este pueblo no me quiere oír a mí.”. A lo largo de las edades, Dios había hablado a ellos por medio de otros profetas, pero también obtuvo los mismos resultados (Mateo 5:12; Juan 15:18–20).
¿Cómo prepararía Dios a Su profeta para que pudiese hacer frente a un pueblo tan obstinado? Él planeaba hacer su rostro fuerte contra los rostros de ellos (Ezequiel 3:8; Jeremías 1:18). La palabra “fuerte” se repite en el v.9. Este es un juego de palabras con el nombre de Ezequiel, que significa: “Dios fortalece o hace fuerte”. De hecho, Dios fortalecería a Ezequiel para la difícil tarea que le esperaba debía de llegar a ser el “más fuerte” de todos los predicadores. La frente de Ezequiel sería hecha “como diamante más fuerte que el pedernal” (v.9). La palabra que se traduce por “diamante” es usada aquí metafóricamente para representar algo extremadamente duro, como el diamante que se usa para cortar pedernal (Jeremías 17:1). En la medida que la firmeza de Ezequiel fuera como la del diamante, él podía traspasar los endurecidos corazones del pueblo.
Parece triste que Dios tuviera que endurecerse.
Ezequiel 3:10. Dios deseaba que Ezequiel llevara Su mensaje en su corazón. El profeta de Dios necesitaba cultivar amor por Su palabra. La verdad llega a ser parte del que la enseña, definiendo quién es él, su carácter y el propósito de su vida.
La misión de un sacerdote
“…para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio, y enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les ha dado por medio de Moisés.” (Levítico 10:10-11)
Las referencias del “corazón” en Ezequiel
Un cardiólogo que examina el corazón de un paciente puede decir mucho acerca de su salud. Por eso en el área médica hay aparatos que se pueden usar para hacer análisis de cardiogramas, electrocardiogramas, cardioscopías; y las máquinas de rayos X nos los hacen transparentes.
Sin duda alguna el gran Médico espiritual puede ver dentro de nuestros corazones. Salmos 139:23 dice:
«Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón».
Pedro hace referencia a Dios, «…que conoce los corazones.» (Hechos 15.8), en cuanto a la conversión de los gentiles.
Hebreos 4.12 señala que la palabra de Dios es profundamente cortante, que no sólo penetra como una espada de dos filos para partir el alma y el espíritu, los tuétanos, sino que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
A veces nuestro corazón no funciona muy bien porque no puede hacer c ircular la sangre. Y cuando un corazón no puede funcionar, le falta el manantial de vida para poder sobrevivir.
¡Buenas noticias! ¡Podemos tener un nuevo corazón! Podemos tener un «trasplante» de corazón, porque a veces le falta a nuestro corazón, amor, compasión, lágrimas por las heridas que sufre la humanidad.
Una llamada a la aplicación
- Al pensar en la vida de Ezequiel y el llamamiento que recibió de Dios, ¿cómo pudiéramos nosotros aplicar a nuestra propia vida la responsabilidad que le correspondió a Ezequiel como vigía?
- Si la gente no estaba dispuesta a escuchar, ¿debía Ezequiel pronunciarse a pesar de tal renuncia (Ezequiel 2:3)? No olvide que lo tenemos en el Antiguo Testamento y esto se escribió para que nos sirviera de ejemplo, consolación y paciencia (1 Corintios 10:6-11; Romanos 15:4).
- Antes que Ezequiel intentara comunicar el mensaje de Dios, recibió instrucciones de comérselo, grabárselo en el corazón, y escuchar atentamente al Señor (Ezequiel 3). ¿Que lecciones se puede derivar de su ejemplo?
- Del estudio de Ezequiel, ¿qué ha aprendido usted acerca de Dios y de sus caminos?