Después de hablarnos acerca de Abraham y David, ahora el Apóstol escribe en Romanos 5 de otro personaje bíblico – Adán –. Particularmente nos presenta un contraste entre la vida del primer hombre y la del Mesías. En el relato recuerda la caída de Adán en Edén y la victoria sobre el pecado y la muerte de nuestro Señor Jesucristo. Pablo expone este aspecto del evangelio con el punto de vista del señorío y el dominio sobre la tierra. Es una transición de todo lo que narró sobre el pacto de Dios con Abraham y David en los capítulos anteriores.

Necesitamos enfatizar que Pablo enseña: “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23); es decir, el pecado conduce a la muerte. Si no es culpa nuestra que pequemos sino de un supuesto ángel maligno, entonces un Dios justo debería castigarle a él antes que a nosotros. Pero el hecho de que seamos juzgados por nuestros pecados demuestra que nosotros somos los responsables de ellos.

En Romanos 5:12-21, Pablo figurativamente retrocede para ver todo el cuadro elaborado y dice que, de hecho, el propósito de Dios era acabar con el pecado de Adán y que eso es precisamente lo que ha realizado a través de Jesucristo. 

En base a esto, el Apóstol argumenta en Romanos capítulos 5-8 que todos los que creen el evangelio son el verdadero pueblo de Dios y que por tanto tienen la seguridad de la salvación futura que consistirá en la resurrección como uno de los aspectos de la renovación de toda la creación de Dios.

Las bendiciones de la justificación

Pablo comienza aquí, en Romanos 5:1, una nueva sección de su carta. Esto está demostrado por la frase de transición “justificados, pues, por la fe” existente en el v.1. El término “fe” aparece 19 veces entre los capítulos 1:18-4:25, en tanto que entre los capítulos 5-8 se la menciona tan solo en 2 ocasiones. En cambio la palabra “vida” se presenta 12 veces entre los capítulos 5-8 y solamente en 2 oportunidades en el segmento 1:18-4:25.

Veamos otro aspecto interesante: al final del capítulo 4 cambia de pronombre personal. En 1:16 es `yo’, cuando dice: «(yo) no me avergüenzo del evangelio»; en el capítulo 2 es `tú’, acusando al moralista y al judío; en el capítulo 3 es `ellos’, diciendo que todo el mundo está bajo la ira de Dios, pero al final del capítulo 4 y en el capítulo 5 dice `nosotros’. Con este término – nosotros – indica que todos aquellos que han puesto su fe en Jesucristo disfrutan de las mismas bendiciones. Habiendo explicado la necesidad de la justificación (1:18-3:20, el camino de la salvación 3:21-4:25), ahora Pablo habla de los frutos de esa misma justificación.

Romanos 5:1. Observamos que Pablo habla de “paz para con Dios”. En esta parte hay que preguntarse ¿Cómo puede hablar de “paz” cuando en 2 Corintios 11:21-29 menciona las muchas tribulaciones de su vida?

Pablo destaca un hecho: “paz para con Dios”. Esta paz no se refiere al sentimiento o a la experiencia sino que nos dice que ya no viviremos más bajo la ira de Dios; es decir, que ya no hay enemistad entre Él y nosotros.  La búsqueda de paz es una obsesión humana universal. Sin embargo, la mayoría de la gente considera que la paz es la ausencia de conflicto. Algunas veces es verdad pero una cosa es cierta: en un mundo enfermo de pecado, la confusión es la regla y no la excepción. 

En vista de que los verdaderos creyentes han sido justificados y reconciliados con Dios, entonces ya no son enemigos de Dios sino que ahora son sus amigos. La “paz para con Dios” es posible porque Jesús murió para reconciliarnos con Su Padre (Romanos 5:6-11).

Romanos 5:2 dice: “…tenemos entrada por la fe a esta gracia”. La palabra `entrada’ significa literalmente audiencia. «Entrada a esta gracia» quiere decir que hemos recibido el privilegio de estar en esta situación de gracia y que podemos permanecer ante la presencia de Dios, puesto que no solo podemos entrar sino también estar firmes en esta gracia. No hay manera alguna por la que podamos caer de la gracia de Dios. Nuestra posición adquirida a través de Cristo y recibida por la fe es segura.

El uso de la palabra “gracia” se refiere a “un estado” al que somos conducidos cuando somos justificados. No podemos ganar ni ameritar ninguna bendición adicional de la que gocemos como cristianos porque nuestra diaria provisión la recibimos por gracia. La fortaleza para vivir cada día es por gracia. La justificación nos lleva a este maravilloso estado de gracia.

Pablo dice: “…tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”. Hay que tener mucho cuidado con esta frase porque unos insisten que “estar firmes” significa un estado de gracia permanente y que es imposible caer de la gracia.

La expresión “estar firmes” a menudo indica la necesidad de permanecer constantes, pues en la nueva vida en Cristo los creyentes continúan siendo seres con el libre albedrío. En Romanos 8:31 Pablo recalcó que “Dios es por nosotros”. No desea destruirnos sino librarnos. Entonces ¿Podemos volver nuestra espalda a Dios? Cuando expresamos nuestra fe por la obediencia seguimos firmes en la esfera de la gracia de Dios.

Romanos 5:2. “…nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.” Es la gloria que perdimos a causa de nuestros pecados (Romanos 3:23). Nunca más la vimos, sin embargo, Dios ha restaurado esa esperanza en Jesucristo para decirnos que un día la contemplaremos nuevamente pero sin velo. En Jesucristo ya hemos mirado algo de la gloria de Dios (Juan 1:14), pero el momento de la plena gloria de Dios vendrá con el retorno del Mesías (Marcos 13:26).

No obstante, Pablo es consciente de las luchas que los creyentes aún enfrentan en este mundo. Pero estos conflictos, lejos de amenazar nuestra paz y seguridad en él, aumentan nuestra confianza (vs.3-4), porque las tribulaciones son utilizadas por Dios para producir en nosotros:

  • perseverancia: la capacidad de soportar. No podemos aprender perseverancia sin las tribulaciones. La perseverancia produce:
  • carácter probado: la fortaleza que viene únicamente como resultado de someterse a una prueba intensa. El carácter probado, a su vez, genera:
  • esperanza: la confianza en el cumplimiento de las promesas de Dios.

Dios obra de esa manera en nuestras vidas y deberíamos anhelar tan desesperadamente esta clase de carácter y esperanza y también gloriarnos en las tribulaciones (v.3). Aquí Pablo refleja una perspectiva que era común en los cristianos de los primeros tiempos respecto del valor inmensamente mayor de las virtudes divinas en comparación con los problemas terrenales.

Al seguir hablando acerca de nuestra esperanza en Cristo, Pablo señala:

 “ y la esperanza no nos defrauda,  porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Romanos 5:5)

La palabra griega utilizada para expresar “amor” significa amor incondicional, aquel sentimiento que busca lo mejor para el objeto de esa pasión. Este amor ha sido “derramado en nuestros corazones”. ¿Cómo? Esto hay que entenderlo a la luz de los versículos que siguen. El mayor ejemplo del amor de Dios lo constituye el sacrificio de Su Hijo (Romanos 5:6-8). Sabemos esto gracias a las escrituras  inspiradas por el Espíritu.

Palabras de salvación

Es interesante que Pablo no presente los beneficios de la salvación sino hasta Romanos 5. Expuso el evangelio (Romanos 1-4) en base a la necesidad y no en base a los resultados. La humanidad tiene que saber el por qué requiere un Salvador. Una vez que vea su angustia y reciba las palabras del Redentor, por fe comenzará a entender todos los beneficios que acompañan a la salvación (Romanos 5). Es indispensable que primero se le demuestre, por medio de las Escrituras, que en su condición de pecador él es un enemigo de Dios, luchando contra Jehová rebeldemente y que la ira del Todopoderoso se revela desde el cielo contra él (Romanos 1:18; 5:10).

Una lectura de la carta a los Romanos presenta varios términos que Pablo emplea durante el proceso de enseñanza de la salvación. Aquí están unos ejemplos:

Los dos “Adanes”

En Romanos 5:12-21 Pablo comparó y contrastó a Adán con Cristo.

Pablo describe al primer Adán como la cabeza de una familia terrenal condenada a morir mientras el “postrer Adán” (Cristo) es la cabeza de una familia espiritual destinada a la vida.

Romanos 5:12. El primer Adán es presentado

 “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte,  así la muerte pasó a todos los hombres,  por cuanto todos pecaron.”

El “un hombre” fue Adán (v.12). No hay duda de que Pablo estaba consciente de que Eva había sido la primera en comer el fruto prohibido y que Adán había sido el segundo.

Se nota que hubo dos consecuencias de la desobediencia de Adán: (1) “el pecado entró en el mundo”; (2) “la muerte entró en el mundo por el pecado”. 

Romanos 5:14. El postrer Adán es presentado

Este pasaje de la carta nos asegura que Cristo se ha preocupado por solucionar cualquier problema que Adán haya provocado en la raza humana. La diferencia entre Jesús y nosotros es que él venció completamente al pecado; aunque tenía una naturaleza pecadora, siempre mostró un carácter perfecto. Lo maravilloso de esto debería inspirarnos cada vez más para seguir las huellas del Mesías. En el Nuevo Testamento se enfatiza constantemente el carácter perfecto de Cristo:

– Él “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).

– Él “no conoció pecado”. “No hay pecado en él” (2 Corintios 5:21; 1 Juan 3:5).

– “El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca” (1 Pedro 2:22).

– “…santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores” (Hebreos 7:26).

Los relatos del evangelio demuestran que sus compañeros reconocían la perfección de su carácter, mostrado en sus palabras y acciones. La esposa de Pilatos señaló que él era un hombre “justo” (Mateo 27:19) y que no merecía castigo; el soldado romano, que observaba el comportamiento de Cristo mientras permanecía en la cruz, comentó: “Verdaderamente este hombre era justo” (Lucas 23:47). A comienzos de su vida pública, Jesús desafió a los judíos con la pregunta: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Juan 8:46). Ante esto no hubo respuesta. 

Viviendo en un mundo pecaminoso e infectado con el pecado en nuestra misma naturaleza, es difícil que nos demos cuenta de la totalidad e inmensidad de la supremacía espiritual de Cristo: que un hombre de nuestra condición revele plenamente la justicia de Dios en su carácter. 

Debido a que poseía nuestra naturaleza, Cristo tenía que morir. Él era un descendiente de Adán, por medio de María, y todos los hijos de Adán mueren (1 Corintios 15:22) por causa de su pecado, independientemente de su justicia personal. “Reinó la muerte… por la transgresión de aquel uno [Adán] murieron los muchos… el juicio vino a causa de un solo pecado [de Adán] para condenación [a muerte]… por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores”, y por lo tanto tenían que morir (Compárese Romanos 5:14-19 con 6:23). Como descendiente de Adán, obviamente Jesús estaba condenado a morir pues heredó la condición mortal de Adán por medio de María, su madre.

Aparte de Jesús, todos los descendientes de Adán merecemos este castigo por cuanto todos pecamos. El Mesías tenía que morir porque era de nuestra naturaleza y debía sufrir la maldición que cayó sobre los descendientes de Adán. No obstante, como él personalmente no había hecho nada digno de muerte “Dios [lo] levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella” (Hechos 2:24). Cristo “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertes” (Romanos 1:4). De modo que fue debido al carácter perfecto de Cristo, es decir, por su “Espíritu de santidad”, que resucitó gloriosamente.

¿Cuál es nuestra reacción al recibir este maravilloso mensaje?

  • Frente a esta realidad, es necesario practicar lo que Jesús nos enseña; 
  • creer en el mensaje del evangelio (Romanos 1:16); 
  • arrepentirse de los pecados (Romanos 2:4); 
  • confesar la fe en Cristo como el Hijo de Dios (Romanos 10:9-10); bautizarse para el perdón de pecados (Romanos 6:3-6) y 
  • vivir la vida cristiana (Romanos 12:1).

þ Dice en Romanos 5:14 que Adán “es figura del que había de venir”. 

La palabra “figura” es una traducción de la palabra griega “tupos” y que también se traduce por “tipo”. Adán es el único personaje del Antiguo Testamento al que se refiere como “figura” de Cristo. 

 “Tupos”, que denota “un golpe”, se refiere a hacer una impresión golpeando algo o presionando algo. Imagínese el sello como el “tipo” y la impresión como el “antitipo”. En la comparación y contraste que hace Pablo, Adán es el “tipo” y Cristo el “antitipo”.

Adán y Cristo son iguales en ciertos aspectos: (1) Adán fue la cabeza terrenal de la familia humana, en cambio Cristo es la cabeza espiritual de la familia de Dios. (2) Los dos realizaron actos que impactaron a toda la humanidad: el pecado de Adán en el huerto y la muerte de Cristo en la cruz.

Una creencia para considerar…

Una creencia entre muchos que se consideran “cristianos” es que, de algún modo, nosotros heredamos la culpa del pecado de Adán.

En el siglo III, el teólogo alejandrino Orígenes enseñaba que los “recién nacidos” no son “libres de pecado”.

 “Si te gusta oír lo que otros santos dijeron acerca del nacimiento físico, escucha a David, cuando dice: “Fui formado, así reza el texto, en maldad, y mi madre me concibió en pecado”; demuestra que toda alma que nace en la carne lleva la mancha de la iniquidad y del pecado. Esta es la razón de aquella sentencia que hemos citado más arriba: Nadie está limpio de pecado, ni siquiera el niño que sólo tiene un día. A todo esto se puede añadir una consideración sobre el motivo que tiene la Iglesia para la costumbre de bautizar aun a los niños, siendo así que este sacramento de la Iglesia es para remisión de los pecados. Ciertamente que, si no hubiera en los niños nada que requiriera la remisión y el perdón, la gracia del bautismo parecería innecesaria.” (José Miguel Arráiz Apologética Católica: Orígenes, In Lev. Hom. 8,3)

En el siglo V, Agustín amplió la idea y la popularizó. Los católicos romanos le llamaron “la doctrina del pecado original”.

Una consecuencia de la doctrina del “pecado original” que ellos creen es el hecho de que comenzaron a “bautizar” a los recién nacidos. Esto todavía dejaba sin resolver el problema de los recién nacidos que murieran sin ser bautizados. Por lo tanto, inventaron para estos un destino en la otra vida llamado “Limbo”.

Todo esto motivó una revisión de lo que Agustín enseñó. Un reportaje acerca del tema elaborado por el sacerdote católico romano Fernando Pascual L.C. www.churchforum.org “Esperanza para los niños muertos sin bautizar” realiza varias acotaciones:

“…La idea del limbo para los niños llegó a convertirse en una doctrina católica común, enseñada durante siglos a los fieles, hasta mediado el siglo XX. Sin embargo, hay que recordarlo, nunca fue declarada como dogma de fe ni como algo definitivo: era una tesis teológica ampliamente difundida (cf. “La esperanza de salvación…” nn. 26, 40, 70).

En el siglo XX los teólogos buscaron nuevos caminos para estudiar el tema, especialmente para conciliar la voluntad salvífica de Dios, que también miraría a los niños que mueren, antes o después de nacer, sin haber recibido el bautismo, con la doctrina según la cual sólo a través de la eliminación del pecado original es posible lograr la visión beatífica….

…Entonces, ¿qué ocurre con los niños que mueren sin el bautismo? Desde la Revelación podemos esperar que Dios les ofrecerá el asociarse al misterio salvífico de Cristo, por caminos que no conocemos pero que Dios sí conoce. La oración que la misma Iglesia ofrece por esos niños es parte de esta esperanza, para quienes existe, desde hace varias décadas, una misa especial (cf. “La esperanza de salvación…” nn. 5, 69, 100).

Esta es la clave del Documento: esperar y confiar en la “filantropía misericordiosa de Dios” (cf. “La esperanza de salvación…” nn. 80-87), que puede actuar la salvación en esos niños por “otras vías”, distintas del bautismo pero con los mismos efectos propios de todo encuentro salvador con Cristo: quedan libres del pecado original y pueden, así, acceder a la visión de Dios, pueden entrar en el cielo (cf. “La esperanza de salvación…” n. 41).

En otras palabras, y aquí el Documento (n. 101) se limita a reproducir el Catecismo de la Iglesia Católica n. 1261, respecto de los niños muertos sin bautismo “la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (cf. 1Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: «Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis» (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo”.

Nosotros confesamos que, aunque el pecado entró al mundo por un hombre, no heredamos la culpa del pecado de Adán. Heredamos las consecuencias de largo alcance de su pecado. Toda la creación fue afectada por el pecado de Adán. 

Vivimos en un mundo que ha sido infestado y dañado por el pecado. La Biblia no enseña que la culpa del pecado de Adán se pasó a sus descendientes, pero todos los días sufrimos los resultados de su desobediencia.

En vista de que esto es así, el pasaje debe interpretarse de modo que no contradiga enseñanzas bíblicas claras tales como las siguientes:

  • Cada uno es responsable de su propio pecado (Efesios 2:1; Colosenses 2:13).
  • No somos responsables del pecado de nuestro padre (Ezequiel 18:20).
  • No somos responsables del pecado de nuestro padre Adán.

Romanos 5:12-21 también es usado como texto de prueba por los que creen que todo el mundo será salvo. Se le llama “la doctrina del universalismo”. Este argumento se centra en el v.18. La creencia es en el sentido de que el pecado de Adán condenó a todo el mundo, pero la muerte de Cristo revirtió los efectos del pecado de Adán, de modo que todo el mundo será salvo.

La Biblia enseña claramente que no todo el mundo será salvo. Por ejemplo Mateo 25:34, 41, 46. Debemos aceptar la clara enseñanza de Jesús en el sentido de que son más los que se perderán que los que salvarán, como consta en Mateo 7:13-14.

Según lo que aprendemos de las enseñanzas de Jesús y de Pablo:

  • El conocimiento de la palabra de Dios conlleva responsabilidad ante Él.
  • Únicamente los responsables resucitarán y serán juzgados.
  • Por lo tanto, aquellos que no conocen al verdadero Dios permanecerán muertos como los animales.

La implicación de estas conclusiones da un fuerte golpe al orgullo humano y a lo que naturalmente preferiríamos creer. Los millones de personas, tanto en el presente como en toda la historia, que han sido ignorantes del verdadero evangelio no son responsables ante Él. Esto significa que no resucitarán independientemente del nivel espiritual de sus padres. Esto va completamente contra la esencia del humanismo y contra todos nuestros deseos y sentimientos naturales; no obstante, la comprensión correcta de la palabra de Dios, unida a un conocimiento profundo de nuestra naturaleza, nos llevarán a aceptar la verdad de esto.

Poner en duda los caminos de Dios en estos asuntos es un error: “Oh, hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios?” (Romanos 9:20). Podemos admitir nuestra incomprensión, pero nunca debemos acusar a Dios de injusticia. La implicación de que Dios puede, en alguna forma, ser cruel o estar equivocado hace accesible la horrible posibilidad de un Dios Todopoderoso, Padre y Creador que trata a sus criaturas de un modo irrazonable e injusto.

El relato del fallecimiento del hijo pequeño de David es una lectura útil. 2 Samuel 12:15-24 narra como David oró mucho por el niño mientras estuvo vivo y luego aceptó la irreversibilidad de su muerte: “Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño? Más ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver?… Él no volverá a mí”. Entonces David consoló a su esposa y tuvieron otro hijo.

Existen muchas personas que al captar este principio de responsabilidad ante Dios sienten que no desean adquirir más conocimiento de Él si han de ser responsables durante el juicio. No obstante, hasta cierto punto es probable que tales personas ya sean responsables ante Jehová en vista de que su conocimiento de la palabra los ha hecho conscientes del hecho de que Dios está obrando en sus vidas, ofreciéndoles una verdadera relación con Él. En cambio, nosotros podemos y deberíamos regocijarnos en la especial cercanía que tenemos con el Creador y así confiar en la grandeza de su amor para que siempre procuremos saber más de Él. Nuestro amor por los caminos de Dios y deseo de conocerlos debería superar nuestro natural temor a Su suprema santidad. 

Siempre se debe tener presente que “Dios ES amor”, que Él no quiere que “ninguno perezca”, y que “ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16; 2 Pedro 3:9; 1 Juan 4:8). Dios quiere que estemos en su reino.

¿Qué es “justificación”?

Existe la inclinación de la gente a solucionar sus problemas según sus valores morales. Intenta salvarse a sí misma por sus propios esfuerzos; pretende ser suficientemente buena para Dios o para entrar en el cielo. “Solo podemos ser salvos gracias a la inmensa e inmerecida gracia de Dios, la cual actúa en nosotros no gracias a nuestras buenas obras, sino la fe”. Esta es una definición de la fe de Agustín al principio del siglo V.

Vamos a investigar esta perspectiva popular de la “justificación por fe”. Pero primero notemos lo que dice la Biblia del tema:

Romanos 1:16-17.  “…no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios  para salvación de todo aquel que cree,  del judío primeramente y también del griego, pues en el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe,  como está escrito:  «Mas el justo por la fe vivirá».

Romanos 10:17. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.”

Hebreos 11:1. “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Hebreos 11:6. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan.”

Según estas referencias bíblicas sabemos que la fe es una forma de creencia en Dios y Sus promesas, que viene por el oír de las cosas relatadas en la palabra.

Debemos estar sobre aviso en cuanto a las diferentes opiniones de la doctrina de la justificación cuando leemos, por ejemplo, lo que un teólogo dice (McGrath, A.E., (1986)):

 “La doctrina de la justificación ha desarrollado un significado o definición bastante apartado de los orígenes bíblicos, y trata de los medios a través de los cuales la relación entre Dios y el hombre puede ser establecida. La iglesia ha elegido subsumir su discusión sobre la reconciliación del hombre con Dios bajo los auspicios de la justificación, dándole así al concepto un énfasis que el mismo Nuevo Testamento no le da. La doctrina de la justificación en la teología dogmática ofrece hoy un significado bastante alejado de sus origines paulinos…”

La doctrina de la justificación versa sobre “lo que el hombre tiene que hacer si quiere tener una relación con Dios a través de Cristo”. Pablo describe como podemos establecer esa relación con una secuencia bien clara que aparece repetida en varios lugares. El mensaje sobre Jesús, su cruz y su resurrección – el evangelio – es proclamado a todos los seres humanos. Pero ¿es posible que los seres humanos crean el mensaje, se unan a la comunidad de cristianos mediante el bautismo y empiecen a disfrutar de un mismo estilo de vida? ¿Es así como los seres humanos entran en una relación con el Dios vivo? ¿Es seguro que Dios actúa a través de su espíritu en los corazones de los seres humanos?

¿Qué quiere decir Pablo cuando usa el lenguaje de la justificación?

  • Se trata del lenguaje del pacto en el contexto judío y de las circunstancias políticas del siglo 1.
  • Se trata de un lenguaje jurídico porque el pacto fue concebido para acabar con un problema de la humanidad – el pecado – y restaurar la justicia de Dios.
  • Se trata de la única y definitiva forma como el Creador del mundo ha actuado en Jesucristo para rescatar al mundo poniendo todas las cosas bajo los pies de Cristo.

En el mundo judío del Mesías, lo que le preocupaba a la gente como Saulo (Pablo) era la salvación que el único Dios verdadero había prometido a su pueblo Israel. La justificación constituiría el cumplimiento final de la tan ansiada esperanza judía. Sin embargo, el propósito del Creador con el pacto nunca fue tener únicamente a Israel como pueblo elegido, independientemente de lo que ocurriera al resto del mundo. El pacto nació para acabar con el pecado y traer la salvación a todo el mundo.

Aquí están las declaraciones de la justificación por la fe (Wright, N.T.(2002)):  

Pacto: La justificación es la declaración del pacto que será emitida en el día final, en el que el verdadero pueblo de Dios será vindicado y aquellos que insistieron en adorar a dioses falsos verán que se equivocaron.

Juicio: La justificación funciona como un veredicto en un juicio, absolviendo alguien. Se le confiere el estatus de “justo”.

Creencia del fin del mundo: Los acontecimientos del día final han sido anticipados con la muerte de Jesús en la cruz, como el Mesías representante de Israel, y con su resurrección. Cuando alguien cree en el evangelio de Jesús ya sabe hoy que veredicto se le administrará en el día final.

Por consiguiente, todo el que cree el evangelio de Jesucristo ya ha sido declarado miembro de la verdadera familia de Abraham y le son perdonados los pecados.

Queremos enfatizar que cuando Pablo habla del “evangelio” no se refiere a la doctrina de la justificación por fe. Es una parte del “evangelio”; cuando se proclama el evangelio, dice Wright, la gente viene a la fe y así son vistos por Dios como miembros de su pueblo. 

Pero el “evangelio” no es una explicación de como se convierte la gente. Es la proclamación del señorío de Jesucristo que actúa con poder para traer a la gente a la familia de Abraham, ahora redefinida en torno al Mesías y que se caracteriza solo por la fe en él. Justificación es la doctrina que insiste en que todos los que tienen esta fe pertenecen como miembros, con todos los derechos, a esta familia. Y solo a través de la fe.

Una promesa de esperanza en Edén

El hecho es que todos hemos andado en las pisadas de Adán. No tenemos el derecho de apuntarle con un dedo acusador. Todos hemos pecado y hemos sido destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Pero en la lectura de la caída de Adán y Eva en el huerto, Jehová Dios no deja a la humanidad en la oscuridad. Por el contrario, le brinda un rayo de esperanza en este sombrío panorama. Allá en el huerto se encuentra la promesa de la simiente de la mujer (Génesis 3:15).

El tema “simiente” lo hemos considerado en los estudios de David y Abraham ¿verdad? Una “simiente” significa un descendiente o hijo, pero también puede ser plural y denotar descendientes o hijos. Hemos visto que la “simiente” de Abraham era Jesús (Gálatas 3:16), pero que si nosotros somos “en” Jesús por medio del bautismo, entonces también somos la simiente (Gálatas 3:27-29). La palabra “simiente” implica también la idea de esperma (1 Pedro 1:23); así que una verdadera simiente tendrá las características de su padre.

La simiente de la mujer había de ser una persona específica: “Tú [la serpiente] le herirás [a esa persona] en el calcañar” (Génesis 3:15). Esta persona había de destruir para siempre a la serpiente, es decir al pecado: “… ésta [esa persona] te herirá en la cabeza”. Pegarle a una serpiente en la cabeza es asestarle un golpe mortal en vista de que su cerebro está en esa parte. El único ser considerado como candidato para simiente de la mujer era el Señor Jesús:

“Llamarás su nombre Jesús [que significa ‘salvador’], porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).

Jesús fue literalmente “nacido de mujer” (Gálatas 4:4). Era hijo de María, aunque su Padre fue Dios. En este sentido, él fue también la simiente de la mujer pero no la simiente del hombre, puesto que no tuvo padre humano. Esta simiente de la mujer tenía que ser herida temporalmente por el pecado, la simiente de la serpiente: “Tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3:15). La mordida de una serpiente en el talón es normalmente una herida pasajera en comparación con el daño irreparable en una serpiente al golpearle en la cabeza.

La condenación del pecado, la serpiente, ocurrió mediante el sacrificio de Cristo en la cruz; note como los versículos ya citados hablan de la victoria de Cristo sobre el pecado en tiempo pasado. Por lo tanto, la herida temporal que Jesús sufrió en el talón es una referencia a su muerte por tres días. Su resurrección demostró que ésta fue solo una herida temporal en comparación con el golpe mortal que él asestó al pecado.

Preguntas para considerar…

  • ¿Cómo se explica que toda la raza humana muere a consecuencia de la transgresión de Adán?
  • ¿Cómo ha mostrado Dios su amor por nosotros?
  • ¿Por medio de quién se realizó nuestra reconciliación con Dios?
  • ¿Cómo se entiende que los que hemos sido bautizados en Cristo, lo hicimos en su muerte?
  • ¿Cómo podemos presentarnos ante Dios?
  • ¿Por qué el pecado no puede enseñorearse del cristiano?
  • ¿Quiénes no pueden agradar a Dios? 
  • ¿Cómo Ud. explica que Dios nos ha adoptado como hijos y además nos hace herederos y coherederos con Cristo?
  • ¿Cuándo será libertada la creación de la corrupción?
  • ¿Por qué los cristianos somos más que vencedores? 

 

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