¿Trabajamos juntos en armonía en la iglesia? 

Según lo que dice el apóstol Pablo: Priscila y Aquila son mis colaboradores en Cristo Jesús (Romanos 16:3); Tito es mi compañero y colaborador (2 Corintios 8:23); Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia (Filipenses 2:25) y nos imaginamos que Filemón está incluido en el mismo compañerismo cuando leemos que Marcos, Aristarco, Demas, Lucas también son los colaboradores (Filemón v.24)…Todos trabajando para la gloria del Señor. 

Otra vez preguntamos ¿Trabajamos juntos en armonía en la iglesia?

Vamos a considerar una enseñanza del Salmo 133:1 “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”

El Salmo

  • comienza con una situación – “…habitar los hermanos juntos en armonía…”
  • procede a una doble comparación (vs.2 y 3) – “es como el buen óleo…como el rocío de Hermón…” 
  • y termina con una bendición segura (v.3) – “porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna.”

No sólo es “bueno” habitar juntos, ¡y en armonía!  Es también agradable.  Los hermanos en Cristo “habitan juntos”.  Esto no quiere decir que lo hacen de vez en cuando o solamente una hora durante el partimiento del pan o una asistencia casual a una reunión para el estudio de la Biblia. “Habitar juntos” significa una comunión continua durante nuestra nueva vida en Cristo. Sin embargo, se puede responder que no es práctico ‘habitar’ juntos. Es verdad que no tenemos que vivir juntos sino se puede tener en la mente el bienestar de los hermanos por medio de oración y meditación.

La expresión de nuestra comunión se puede ver en las peticiones comunes de los hermanos que suben al Padre celestial. Somos unidos en la única esperanza, la única fe y la única experiencia de tener unidad con Cristo. No podemos ser uno con Cristo si no estamos unidos con los hermanos. Se nota la respuesta celestial de generosa abundancia por lo cual el Señor consagra a su pueblo (v.3): “…como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion …”

Hermón, la montaña principal de Israel, está al norte y Sion, la montaña al sur de Judá, reciben un rocío divino que da vida. Las promesas de Dios nos dirigen a aquel día cuando Jesús venga para establecer el reino en la tierra.  En aquel día la unidad perfecta entre la humanidad y su creador será establecida. 

Hoy esperamos aquel impresionante acontecimiento. ¿Cómo? ¿Con una participación floja, desinterés en el bienestar espiritual de los demás, manifestaciones de orgullo o envidia…? Seguro que NO. Se nota la consecuencia del allí en versículo3. Habla del futuro pero también nos exhorta hoy.  Hay una promesa segura de bendiciones en abundancia para la comunidad donde habitan “…los hermanos juntos en armonía.”

Capítulo anterior: Digresión 5: “LA PARTICIPACIÓN DE TU FE”

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