2Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos. 

3Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram. 

4Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón. 

5Salmón engendró, de Rahab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, y Obed a Isaí. 

6Isaí engendró al rey David.

De Abram, el padre del pueblo (1850 a.C.) a David, el rey (1010 a.C.)

Cuando Abram hizo su primera aparición en la historia del Antiguo Testamento leemos de un mundo humano cuya arrogancia nos describe la historia de la torre de Babel (Génesis 11). Dios llamó a Abram en su proyecto de redención de la humanidad y la glorificación de su Nombre.

“Tomó Taré a su hijo Abram, y a Lot hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai, su nuera, mujer de su hijo Abram, y salió con ellos de Ur de los caldeos para ir a la tierra de Canaán. Pero cuando llegaron a Harán se quedaron allí.” (Génesis 11:31)

Abram vivía originalmente en Ur, una próspera ciudad en lo que ahora es Iraq. La arqueología moderna revela el alto nivel de civilización que habían alcanzado en los días de Abram. Había un sistema bancario, administración pública e infraestructura afín. De algún modo Abram tuvo conocimiento de Dios y de Su palabra; pero él fue el único fiel que habitaba en Ur (Isaías 51:2; Nehemías 9:8). Pero entonces vino a él el extraordinario llamamiento de Dios: dejar esa vida sofisticada y aventurarse en el viaje a una tierra prometida. Exactamente adónde y para qué, no quedó del todo aclarado. En total, resultó ser un viaje de alrededor de 1200 Km. La tierra era Canaán, la misma del moderno Israel.

Dios prometió un hijo a Abram y a su esposa, anciana y sin hijos. A través de ese hijo, prometió una nación que sería bendecida por Dios. Y a través de esa nación, prometió bendecir a todas las naciones.

Vamos a trazar estas promesas a Abram:

 

Las promesas a Abraham tienen tres temas básicos:

(1) acerca de la simiente de Abraham (un descendiente especial) y

(2) acerca de la tierra que le fue prometida a Abraham.

(3) acerca de su bendición.

Estas promesas se comentan en el Nuevo Testamento y, en concordancia con nuestra norma de dejar que la Biblia se explique sola, combinaremos las enseñanzas de ambos Testamentos para lograr una idea completa del pacto hecho con Abraham.

La Proclamación de Evangelio

El evangelio que enseñaron Jesús y los apóstoles no era fundamentalmente diferente del que entendía Abraham. Dios, por medio de las Escrituras, “dio de antemano la buena nueva a Abraham” (Gálatas 3:8). Tan cruciales son estas promesas que Pedro empezaba y terminaba su proclamación pública del evangelio haciendo referencia a ellas (Hechos 3:13,25). Si podemos entender lo que se le enseñó a Abraham, tendremos entonces una idea muy básica del evangelio cristiano. Hay otras indicaciones de que “el evangelio” no es algo que sólo haya empezado en los tiempos de Jesús.

Observamos lo que predican los apóstoles:

  • “Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres [judíos], la cual Dios ha cumplido” (Hechos 13:32, 33).
  • “El evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas [por ejemplo, Abraham, Génesis 20:7] en las Santas Escrituras” (Romanos 1:1, 2).
  • “Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos” (1Pedro 4:6), es decir, a los creyentes que habían vivido y fallecido antes del primer siglo.
  • “Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos [Israel en el desierto]” (Hebreos 4:2). 

Volvemos a recalcar que el evangelio de Cristo se basa en estas promesas hechas a Abraham. Para creer verdaderamente en el mensaje cristiano, debemos también conocer firmemente las promesas hechas a Abraham. Sin ellas, nuestra fe no es fe. Por lo tanto, con ojos ansiosos debiéramos leer y re-leer los diálogos entre Dios y Abraham.

La Escritura se encarga de recordarnos que Abraham no recibió el cumplimiento de las promesas durante su vida:

“Por la fe habitó [implicando una residencia temporal] como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas” (Hebreos 11:9).

“conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (Hebreos 11:13). 

Note las cuatro etapas:

  • Conocer las promesas;
  • Creer en las promesas; 
  • “Saludarlas” o aceptarlas, bautizándose en Cristo (Gálatas 3:27-29);
  • Confesar al mundo por nuestro modo de vida que este mundo no es nuestro verdadero hogar, sino que vivimos en la esperanza de que esa era futura venga a la tierra. 

Llegará el día cuando Abraham y todos aquellos a quienes se les ha hecho esta promesa serán recompensados. Hebreos 11:13, 39, 40 deja en claro este asunto:

“Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido… proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”.

La promesa de una simiente…

…se aplica fundamentalmente a Jesús y, en segundo término, a aquellos que están “en Cristo” y que por lo tanto se cuentan también como la simiente de Abraham:

De nuevo, el entendimiento que tenía Abraham de la “simiente” se ampliaba progresivamente:

  1. En primer lugar, sólo se le dijo que de algún modo tendría una cantidad extraordinaria de descendientes, y que por medio de su “simiente” toda la tierra sería bendecida.
  2. Después se le dijo que tendría una simiente que llegaría a incluir a mucha gente. Esta gente disfrutaría de vida eterna, junto con él, en la tierra adonde él había llegado, es decir, Canaán.
  3. Se le dijo que su simiente sería tan numerosa como las estrellas del firmamento. Por esto él puede haber entendido que tendría muchos descendientes espirituales (“estrellas del cielo”) así como muchos descendientes naturales (“el polvo de la tierra”).
  4. Se recalcaron las promesas anteriores con la garantía adicional de que las muchas personas que llegasen a formar parte de la simiente podrían tener una relación personal con Dios.
  5. La simiente vencería a sus enemigos.

Note que la simiente habría de traer “bendiciones” que estarían disponibles para gente de toda la tierra. En la Biblia, la idea de bendición se halla a menudo conectada con el perdón de los pecados. Después de todo, esta es la más grande bendición que uno que ama a Dios podría llegar a querer. Por eso leemos frases como: “Bienaventurado [bendito] aquel cuya trasgresión ha sido perdonada” (Salmo 32:1). 

El único descendiente de Abraham que ha traído el perdón de los pecados al mundo es, por supuesto, Jesús, y el comentario del Nuevo Testamento sobre las promesas hechas a Abraham provee sólido respaldo. Pablo dice:

“[Dios] no dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos [es decir, en plural], sino como de uno [en singular]: Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16).

 “… el pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su hijo, [es decir, la simiente] lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad” (Hechos 3:25,26).

Note aquí cómo Pedro cita e interpreta Génesis 22:18:

  • La simiente = Jesús
  • La bendición = el perdón de los pecados.

La promesa de que Jesús, la simiente, tendría la victoria sobre sus enemigos ahora se entiende con mayor claridad si se lee en conexión con su victoria sobre el pecado, el mayor enemigo del pueblo de Dios, y por lo tanto, también de Jesús.

Jesucristo regresará a la tierra para resucitar a todos los que fueron responsables, incluyendo a aquellos quienes han “puesto en Cristo” y quienes aún más han llegado a hacer suyas las promesas de Abraham. (Gálatas 3:27-29).

Jesucristo será el rey de toda la tierra y el reino de Dios será establecido, anunciando un tiempo de bendición como nunca antes se ha visto.  Por esto todos los cristianos son llamados a enseñar a orar a Dios: 

“Venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. 

(Mateo 6:10).

Sumario

  • Dios hizo grandes promesas a Abraham debido a su demostración de fe.
  • Ninguna de estas promesas se ha cumplido en su totalidad.
  • Las promesas señalan a Jesucristo, quien venció el pecado y la muerte.
  • Jesucristo puede salvar de la muerte eterna a todos aquellos, que al igual que Abraham, creyeron y obedecieron a Dios.
  • Las promesas serán llevadas a cabo cuando Jesús regrese a la tierra para establecer el Reino de Dios.
  • El reino de Dios traerá un tiempo de bendición a la tierra, tiempo durante el cual toda la tierra será llena de la gloria de Dios.

Cronología Bíblica

 

Durante este periodo identificado por Mateo en la genealogía de Jesucristo:

  • A Dios se le conoce como “el Dios de Abraham, Isaac y Jacob”. También definía la identidad de Israel – el pueblo escogido. 
  • Habiendo emigrado a Egipto, los descendientes de Abraham acabaron siendo esclavos, oprimidos en una tierra hostil.
  • El libro de Éxodo describe la gran historia de la liberación del pueblo de Dios de Egipto. Tres meses después del éxodo, a través de Moisés, Dios le dio Su Ley incluyendo los Diez Mandamientos. 
  • A la siguiente generación le fue dado el tomar posesión de la Tierra Prometida. Durante siglos del periodo de los jueces, existió mucha desunión.
  • Por fin el pueblo de Dios le pidió a un rey. Estaba motivado por un deseo de ser como las otras naciones. El gran juez Samuel interpretó esto como un rechazo del gobierno de Dios sobre su pueblo. 
  • Saúl llegó a ser el rey…

Una breve mirada a los personajes bíblicos (Mateo 1:1-6)

Isaac: Es el segundo de los patriarcas, hijo de Abraham y Sara y padre de Esaú y Jacob. A los cuarenta años, Isaac se casó con su prima Rebeca y por medio de esta unión la promesa se cumplió. Antes de su muerte, Isaac reconoció que las promesas divinas se cumplirían a través de Jacob (Génesis 28.4). Murió a los ciento ochenta años y sus dos hijos lo sepultaron en Hebrón.

Jacob: Desde antes de nacer, su madre supo, por revelación divina, que en su seno se originarían dos grandes naciones ya divididas entre sí. Esaú nació primero, pero Jacob le siguió asido de su talón (Génesis 25:22–26). Según la Ley antigua, la primogenitura le correspondía a Esaú, pero Jacob, con notable astucia, la consiguió de su hermano a cambio de un guisado (Génesis 25:29–34; Hebreos 12:16).

De Lea, Jacob tuvo seis hijos varones: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón, y una hija, Dina; 

De la esclava de Lea tuvo a Gad y Aser; 

De la esclava de Raquel tuvo a Dan y Neptalí; 

Como respuesta divina a los ruegos de Raquel también tuvo con ella dos hijos, José y Benjamín, quienes llegaron a ser los favoritos de Jacob. 

 Judá: Es el cuarto hijo de Jacob y Lea (Génesis 29:35), patriarca y progenitor de la tribu que lleva su nombre. Nació en Padan-aram (Génesis 29:35). Ocupa un honroso lugar en la historia de su hermano José (Génesis 37:26, 27; 43:3–10; 44:16–34; 46:28), pero fue causa de deshonra para Tamar, su nuera (Génesis 38)

Fares: Es el hijo de Judá y su nuera Tamar. Gemelo de Zara (Génesis 38:29; 46:12). Progenitor de los faresitas (Números 26:20; Nehemías 11:4, 6). Su descendiente, Jasobeam, fue caudillo de los valientes de David (1 Crónicas 11:11; 27:2, 3). 

Zara: Es el hijo de Judá y Tamar (Génesis 38:30; 46:12; Mateo 1:3). También se le llama Zera y fundador de la familia de los zeraítas (Números 26:20). 

Esrom: Hijo de Fares (Mateo 1:3; Lucas 3:33). 

Aram: Ascendiente de Jesucristo (Mateo 1:3-4; Lucas 1:33) 

Aminadab: Es un personaje que aparece en las genealogías de Judá (1 Crónicas 2:10) y de David (Rut 4:20).

Naasón: Fue jefe de la tribu de Judá en el desierto (Números 1:7; 2:3) y cuñado de Aarón (Éxodo 6:23). 

Salmón: Fue hijo de Naasón, padre de Booz, el marido de Rut y bisabuelo de David (Rut 4:20; 1 Crónicas 2:11). Según Mateo 1:5 se casó con Rahab, de Jericó.

Booz: Fue hombre de buen espíritu y estricta integridad. Aprobó que Rut, la moabita, viuda del hijo de Elimelec, recogiera espigas en sus campos. Luego, por la ley del levirato, la redimió tomándola por esposa. Fue padre de Obed y abuelo de David.

Obed: (Es el nombre de siete hombres en el Antiguo Testamento.) Es el hijo de Rut y Booz, padre de Isaí y abuelo de David (Rut 4:14ss; 1 Crónicas 2:.12).  

Isaí: Tuvo ocho hijos, de los cuales David fue el menor (1 Samuel 17:.12). Las posesiones de Isaí consistían principalmente en rebaños que cuidaban David y sus demás hijos. El gran profeta Isaías llama al Mesías  y “la raíz de Isaí” (Isaías 11:1, 10). Mientras David huía de Saúl, buscó un refugio para su padre Isaí en tierra de Moab (1 Samuel 22:3, 4). 

Isaí engendró al rey David.

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