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“Jesús Es El Cristo, El Hijo De Dios”

Capítulo 5: "Nadie Os Engañe Con Palabras Vanas"

Capítulo 5:

«Nadie Os Engañe Con Palabras Vanas»

(Efesios 5:6)

El siglo IV de la era cristiana marcó una nueva época en la historia del pensamiento cristiano. Fueron siempre los obispos de la iglesia quienes tomaban la iniciativa de reunirse pero la situación cambió radicalmente a partir del 312 d.C., año en que Constantino se hizo del poder en Occidente. Por la consideración que el emperador Constantino tenía hacia los cristianos, en vez de ser perseguidos, llegaron a ser tolerados bajo la protección imperial. El siglo IV señaló el principio de los grandes concilios de obispos que se reunían para determinar puntos de doctrina planteados por los pensadores eclesiásticos.

En este capítulo, estudiaremos en más detalle las circunstancias y el contenido del símbolo de fe expresado durante el Concilio que tuvo lugar en Nicea, en el 325 d.C. Este concilio fue convocado con el propósito de unir al Imperio y poner fin a las hostilidades doctrinales impulsadas por las ideas de Arrio sobre la relación personal del Hijo con el Padre.

Siendo el Imperio Romano una expresión de la supuesta unión entre Occidente y Oriente, se necesitaba también un acuerdo de la teología tanto latina como griega. Por eso, consideramos el significado de unos términos filosóficos y técnicos de los dos idiomas aplicados en el símbolo de fe de Nicea.

Durante el estudio, hacemos frente a la observación de unos de nuestros críticos que dicen que defendemos el ‘arrianismo’. Exponemos delante de aquellas personas que están equivocadas en su observación.

[Constantino – Emperador en la Galia, en el puesto de su padre Constancio Cloro, del 307 d.C. al 312 d.C. Emperador en Occidente de octubre del 312 d.C.  a septiembre del 323 d.C. Emperador único de Occidente y de Oriente desde 323 hasta su muerte, ocurrida en Nicomedia el 22 de mayo del 337 d.C.]

Cuando hablamos de los ‘concilios’ en este ensayo, nos referimos a las reuniones de obispos y otros dignatarios de la iglesia para definir cuestiones de fe, moral y disciplina. Su origen suele remontarse a la asamblea que tuvieron los propios apóstoles cuando se reunieron hacia el año 50 en Jerusalén (Hechos 15), para proclamar la libertad de observancia de ciertas prácticas judaicas. Mientras los judíos no molestaban a los gentiles con la necesidad de la circuncisión, les pidieron a ellos que se abstengan de las cosas más repulsivas a los judíos y así hubo una prohibición de: la contaminación de los ídolos, la inmoralidad sexual, los animales estrangulados y la sangre. Los términos de la decisión se exponían en una carta y la enviaron con Judas y Silas que acompañaron a Pablo y Bernabé a Antioquia.

A lo largo del que sobrepasaron el siglo II, los obispos de diversos ámbitos geográficos iniciaron la costumbre de reunirse para abordar cuestiones que sobrepasaban el ámbito de una ciudad y tomar decisiones en común en materia de fe y de costumbres. Según Teja (1999, pág.16), el modelo que inspiró las asambleas episcopales fue el de las asambleas provinciales del Imperio Romano, que reunían a los representantes de las ciudades griegas y romanas para tratar temas de la más variada naturaleza. Teja explica:

“El principio en que se inspiraban, al igual que las asambleas civiles de la época, fue el ´consenso´ y ello excluía una abierta diversidad de opiniones y el uso del voto. Y es que el desarrollo de la institución episcopal, por no mencionar la del papado, significó la acentuación de las ideas jerárquicas y, especialmente, monárquicas de modo paralelo a lo que sucedía en la sociedad civil.”

Y fue a partir de estas reuniones, que las asambleas de obispos empezaron a conocerse con los nombres generales de sínodos, en griego, y concilium en latín.

El primer concilio de que tenemos noticia se efectuó en Elvira (Granada), en España. Fue celebrado a comienzos del siglo IV y

“…reviste una enorme importancia porque es el primero en la historia del cristianismo cuyos cánones (o actas) se nos han conservado” (Teja, 1999, pág.60).

“El concilio hace un recorrido a toda la disciplina eclesiástica, desde el bautismo hasta las sepulturas, desde el clérigo inferior hasta el obispo, desde los que vienen por vez primera del paganismo, hasta los que vienen después de haber apostatado una o más veces de la fe…” (Vega Rodríguez, 1979, pág.529).

En los 81 cánones se nota que en el concilio se analizó la vida de los cristianos y del clero, se condenaron abusos, se dictaron normas disciplinarias y se marcó el camino a seguir en lo concerniente a la vida social y familiar. Adjunto sólo dos ejemplos sin acompañar un criterio

Canon XVIII: De los sacerdotes y ministros fornicadores.

Los obispos, sacerdotes y diáconos que ejercen su ministerio y se descubriere que cometieron fornicación, decidimos que a causa del escándalo y por la profanidad de su crimen, no reciben la comunión ni aun al fin de su vida.

Canon L: Acerca de los cristianos que comen con los judíos.

Si algún clérigo o cristiano tomase sus manjares con judíos, decidimos se abstengan de la comunión a fin de que se enmiende.

[El nombre de Elvira es una corrupción árabe de Eliberis (Elviria), a su vez derivado del primitivo y romano Iliberri. El lugar de esta ciudad es hoy comúnmente identificado con el de Granada, en su parte alta, denominado El Albayzín, que es donde se han encontrado multitud de inscripciones y monumentos arquitectónicos con este nombre. Otros han querido identificarla con Medina Libiria, fortaleza medieval árabe situada en Pinos Puente (a pocos Km. de Granada), donde de ninguna inscripción se ha hallado con el nombre de Iliberri hasta el presente. (Vega Rodríguez, A. C., 1979, Gran Enciclopedia Rialp,  pág.529).]

La época de Constantino

Hasta el siglo IV fueron siempre los obispos quienes tomaban la iniciativa de reunirse, pero la situación cambió radicalmente a partir de 312 d.C. En este año Constantino invadió Italia para derrocar a Majencio de su sitial en Roma. El 28 de octubre, su ejército obtuvo una victoria resonante. Por medio de su victoria sobre Majencio, a los veinticuatro años, Constantino era dueño supremo del imperio de occidente.

[En el año 312, antes del enfrentamiento decisivo con Majencio,ocurre la famosa ‘visón’ de la cruz y de las palabras ‘In hoc signo vinces’ – ‘Con esta vencerás’. (Eusebio de Cesarea, Vida de Constantino, 1,27-29). Según otros era un simple sueño (Lactancio) o una simple oración de Constantino al Dios de los cristianos (Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica, 9,9)]

Constantino se dio cuenta de la importancia y la ventaja para la unidad y cohesión del Imperio que tienen los obispos y las asambleas. En el 314 d.C. convocó en la Galia, en la ciudad de Arlés en el sur de Francia en la frontera con Italia., un sínodo de obispos occidentales (principalmente de Italia, Galia e Hispania) para tratar de poner fin a la controversia donatista que dividía la iglesia africana. El origen del donatismo está en Cartago y surge en 311 d.C., con motivo del nombramiento del nuevo obispo Ceciliano. Uno de los obispos que participó en la ordenación, Félix de Aptungi, fue acusado de haber sido traidor durante la persecución de Diocleciano por haber entregado las Escrituras para ser destruidas.

[El reinado de Diocleciano (285 d.C. – 305 d.C.) representa la culminación de un movimiento hacia el totalitarismo (civil, militar, económico, político y religioso) del Estado romano. La persecución contra los cristianos comenzó el 23 de febrero 303 d.C. Durante los doce meses subsiguientes se promulgaron cuatro edictos de persecución: (1) Todos cristianos de las clases altas serían privados de sus posiciones. (2) Todos los miembros del clero cristiano y los funcionarios de las iglesias serían encarcelados. (3) Todos los dirigentes encarcelados serían obligados a ofrecer sacrificios a los dioses. (4) Todo cristiano, sin excepción, sacrificara a los dioses.]

Por esta razón los acusadores de Félix consideraban nula la ordenación de Ceciliano (Boer, 2001, pág.192). Algunos obispos nombraron a Mayorino, que murió en 313 d.C., sucediéndole Donato. De él y sus seguidores son conocidos como donatistas. Había dos facciones que no podían ser compatibles con los cristianos en África. El sínodo de Arlés condenó la postura donatista. El cisma, sin embargo, no se cierra con la sentencia. Constantino trató de superar las diferencias, primero en el año 316 d.C., a través de la mediación; y luego, entre el 317 d.C. y el 321 d.C., mediante la coerción, provocando muertos entre los seguidores de Donato.  Al no obtener nada, y encontrándose en vísperas de la lucha decisiva con Licinio, Constantino promulga un edicto de tolerancia el 5 de mayo 321 d.C. (Pierini, 1996, pág.153)

En Oriente todo el poder estaba concentrado en las manos de un hombre, Licinio, En el año 324 d.C., Constantino derrotó al emperador Licinio, y se convirtió también en emperador de Oriente. Por eso se produce la unión entre el occidente y oriente, una confederación de las lenguas latinas y griegas. Un año más tarde convocó el concilio que tuvo lugar en Nicea (Bitinia, Asia Menor) en el 325 d.C. Así fue pues el comienzo de la relación entre la iglesia cristiana y el estado. La conducta con relación a la controversia donatista estableció el modelo de:

  • el emperador llamaría a un sínodo o concilio cuando lo creyera necesario;
  • permitiría que el sínodo o concilio resolviera el problema;
  • si el fallo no era aceptado por alguna de las partes, el emperador haría cumplir la decisión con el poder del estado (Boer, 2001, pág.193).

[En febrero del 313 d.C. en Milán, Constantino y Licino habían firmado una circular a los procónsules (el llamado ‘edicto de Milán’) ordenando la tolerancia con todas las religiones y en particular con el cristianismo. A partir del 320 d.C., Liciano, emperador de Oriente, trata de reanudar la persecución contra los cristianos por animadversión a Constantino; se recrudece la guerra; Licinio es derrotado en julio y en septiembre del 324 d.C. Constantino lo hace asesinar. (Pierini, 1996, pág.133)]

Concilio Año Temas principales
Nicea I 325 d.C. El Hijo de Dios es consubstancial con el Padre y verdadero Dios. Es en oposición a Arrio que consideraba al Hijo de sustancia distinta a la del Padre.
Constantinopla I 381 d.C. Confirmó y formuló el llamado Credo de Nicea. Condenó el macedonismo que negaba la deidad del Espíritu Santo
Éfeso 431 d.C. Definición de la existencia de una sola persona en Jesucristo. Es Dios perfecto y hombre perfecto, una unión de dos naturalezas. La maternidad de la Virgen significa que es Madre de Dios (griego: theotókos).
Calcedonia 451 d.C. Formuló lo que ha sido considerado la doctrina ortodoxa de la relación entre las dos naturalezas de Cristo – la unión hipostática de las naturalezas divina y humana en Cristo.

¿Por qué fue convocado el concilio Nicea?

El primer concilio de Nicea fue convocado por Constantino por dos o posiblemente tres motivos:

  1. poner a fin la disputa arriana;
  2. establecer una sola fecha de la fiesta de la Pascua para todos.
  3. unir el Imperio por medio de un solo cristianismo.

Examinamos ahora sólo el supuesto motivo número uno. Después de la derrota y la capitulación de Licinio, Constantino otra vez encontró dividido el cristianismo del Oriente. Esta vez, se encontró revuelto por las polémicas acerca de la ‘trinidad’. Arrio nació en Libia (256 d.C.), era un sacerdote a cargo de una iglesia en Bancalis, uno de los barrios más importantes de la ciudad de Alejandría (de Isasa, 1998, pág.23). Había un desacuerdo con su obispo, Alejandro, sobre la divinidad de Cristo. La lucha fue creciendo cada vez más hasta llegar a una situación de hostilidad, a tal punto que la una facción acusaba a la otra de desvirtuar la doctrina y su punto de vista.

Los partidarios de Arrio eran numerosos, inclusive fuera de Egipto, donde algunos obispos miraban sus ideas con simpatía. Alejandro convocó en Alejandría a un concilio (320/1? d.C.).  En este concilio se habían reunido cien obispos egipcios con Alejandro y como consecuencia Arrio fue depuesto y excomulgado, viéndose forzado a salir de Egipto. Se refugió en Nicomedia, junto a su amigo y antiguo condiscípulo, el obispo Eusebio. La agitación entre los eclesiásticos creció rápidamente. Se nota que en las calles se producían peleas, en el teatro había discusiones y por el puerto circulaban canciones glorificando a Arrio y a su doctrina.

Como podemos ver, la doctrina de Arrio provocó un cisma no sólo en la iglesia de Alejandría sino en otras partes del imperio y, por eso, Alejandro informó a Silvestre, obispo de Roma (314-335 d.C.), y el emperador envió a su consejero Osio de Córdova para tratar de mediar y resolver la cuestión de forma amistosa. Al fracasar su intento de mediación, Osio aconsejó a Constantino la convocatoria de un concilio que estudie la cuestión y la resuelva definitivamente.

Ahora consideramos tres interpretaciones de las enseñanzas de Arrio:

  • El Verbo o Hijo de Dios no es igual al Padre o consustancial con Él, sino secundario o subordinado. El Hijo, aunque existente antes de cualquier época concebible y creador del Universo, fue, sin embargo, engendrado, creado de la nada por el Padre (NEM, 1989, pág.781).

Observamos que solamente puede ser admitido un único engendrado o increado, que es el Padre. Si el Verbo fuese también, se seguiría de aquí la destrucción de la unicidad divina porque tendríamos dos engendrados o increados, sin principio, dos dioses en el sentido estricto. Luego el Padre es anterior al Verbo, y hubo un tiempo en el que el Verbo no existía. El Verbo comenzó a existir cuando fue engendrado. El punto de vista favorecido por Arrio de Alejandría en el siglo cuarto considera a Cristo como un ser divino que fue engendrado antes de la creación del mundo.  Se supone que Jesús tiene una condición subordinada y una especie de papel como cabeza de todos los seres angelicales y no angelicales.  Hoy en día, los llamados Testigos de Jehová son los celosos defensores de este punto de vista. Ellos han escrito:

«¿Sabe usted que Jesús tuvo una existencia gloriosa mucho antes de que naciera como humano aquí en la tierra?…El fue creado antes que los otros hijos de la familia de Dios…Así antes de nacer en la tierra como un varoncito él sirvió en los cielos…» (La Verdad que Lleva a Vida Eterna pág. 47)

  • Analice González así (1992, pág.255): El punto de partida del Arrianismo es monoteísmo absoluto, de tal modo que el Hijo no puede ser una emanación del Padre, ni parte de su sustancia, ni otro ser semejante al Padre, puesto que cualquiera de estas posibilidades negaría o bien la unidad o bien la naturaleza inmaterial de Dios.

Por lo tanto, el Hijo sí tiene un principio, y fue creado o hecho por el Padre de la nada. Antes de esa creación, el Hijo no existía, y por tanto es incorrecto afirmar que Dios es eternamente Padre. Esto no quiere decir, sin embargo, que no haya habido siempre un Verbo en Dios, es decir, una razón inmanente; pero este Verbo o Razón de Dios, que fue creado después. Por lo tanto, cuando se afirma que el Hijo es Sabiduría o Verbo de Dios, esto es cierto sólo a base de la distinción entre el Verbo que existe siempre, como razón inmanente de Dios, y ese otro Verbo que es el ‘primogénito de toda criatura’. Aunque todas las cosas fueron hechas por él, él mismo fue hecho por el padre, y es por tanto una criatura y no Dios en el sentido estricto del término.

  • Richardson (1999, págs.50-51) especifica otro aspecto del arrianismo: Los arrianos, que sostenían el punto de vista pagano de Dios como inaccesible, impasible, invariable e inalcanzable, no podían concebir la encarnación de un ser de tales características. Dios no podía tener una relación directa con el mundo. Más aun, sólo podía existir un Ser Supremo de este tipo, y por lo tanto, Cristo es por fuerza una Deidad creada y subordinada, un mediador entre la Divinidad, a la cual no se puede conocer, y el mundo. De esta forma, el Cristo de los arrianos no es ni totalmente Dios ni totalmente hombre, sino algo entre los dos. No fue una Encarnación de Dios sino una criatura de Dios.

Un ejemplo del veneno usado en las polémicas durante los primeros siglos se puede ver en una circular dirigida a los obispos alrededor del año 324 d.C. por el obispo Alejandro de Alejandría. Refiriéndose a los arrianos escribió (Johnson, pág. 77-78):

“Impulsado por la avaricia y la ambición, estos canallas están conspirando constantemente para apoderarse de las diócesis más ricas…los enloquece el demonio que actúa en ellos…son hábiles mentirosos…incubaron una conspiración…tienen viles propósitos…son ladrones que habitan lujosas guaridas…organizaron una pandilla para combatir a Cristo…provocan desórdenes contra nosotros…persuaden a la gente de que nos persiga…sus mujeres inmorales…las mujeres que los siguen recorren en las calles con indecente atuendo y desacreditan al cristianismo…”

El Concilio de Nicea

El año 325 d.C. es aceptado, sin duda, como el del Primer Concilio Nicea. Hay menos acuerdo respecto al mes y al día de la apertura. Puede aceptarse, sin mayor reparo, que el sínodo, que había sido convocado para el 20 de mayo, celebró reuniones menos solemnes, en ausencia del emperador, hasta el 14 de junio, fecha en la que, tras la llegada de éste, comenzaron las sesiones propiamente dichas y se formuló el símbolo de la fe el 19 de junio, después de lo cual se trataron diversas cuestiones (la controversia pascual, etc.) y las sesiones concluyeron el 25 de agosto. El número exacto de los obispos presentes no es posible determinarlo. Puede ser alrededor de 300 llegados casi en su totalidad de las provincias orientales del Imperio. El obispo de Roma, Silvestre se quedó atrás por su vejez pero sus presbíteros ocuparon su puesto.

Según la descripción de Eusebio de Cesarea (Eusebio de Cesarea, Viti Constantini. (Teja, R. (1999) Los Concilios en el Cristianismo Antiguo. Madrid:Ediciones del Orto.), la apertura del Concilio se realizó por Constantino con gran solemnidad. El emperador esperó, antes de realizar su entrada, a que todos los obispos hubiesen ocupado sus lugares. Vestía de oro y estaba cubierto con piedras preciosas, según la costumbre de los soberanos orientales. Se le preparó un trono de oro y sólo después de que el emperador hubiera ocupado su sitio los obispos pudieron tomar asiento. Después de ser saludado en una breve alocución, el emperador pronunció un discurso en latín, expresando su deseo de que se restableciera la paz religiosa. El emperador abrió la sesión en calidad de presidente honorífico y, además, asistió a las sesiones posteriores, pero dejó la dirección de las discusiones teológicas, como era justo, en manos de las autoridades eclesiásticas del Concilio. Parece que el presidente fue, realmente, Osio de Córdoba, asistido por los representantes del Papa, Víctor y Vincentius.

Arrio defendió su postura ante el Concilio y su gran rival fue Atanasio, un diácono de Alejandría. Después de muchas discusiones y no pocas intrigas, el Concilio adoptó la fórmula que se expresaba con la palabra griega homoousios que significa ‘consustancial’. Según Atanasio, Cristo no es una criatura, sino que por naturaleza es realmente Dios. Si Dios es uno y si no tiene más que una sola naturaleza, las personas son distintas entre si. Hay que atribuir una influencia preponderante a Osio, junto con Atanasio, en la formulación del símbolo de este Primer Concilio Ecuménico.

Todos los obispos, salvo cinco, se declararon prestos a suscribir dicha fórmula, convencidos de que contenía la antigua fe de la Iglesia Apostólica. Arrio y sus escritos fueron también marcados con el anatema, sus libros fueron arrojados al fuego y él fue exiliado a Ilírico. Sin embargo, la Iglesia se vio grandemente dividida por causa del curso de esta devastadora polémica a través del medio siglo posterior al concilio de Nicea. Había partidos,

“…escándalos de corte, intrigas políticas, adulación al Emperador, y muchas otras cosas degradantes aparecieron antes de que el peligro representaba el arrianismo fuese finalmente evitado.” (Richardson,1999, pág.51).

Boer comenta (2001, pág.160)

“Pronto fue evidente que había presentes en el concilio tres facciones. Una pequeña facción, encabezada por Eusebio, obispo de Nicomedia, apoyaba en pleno la oposición de Arrio. Otro pequeño grupo sostenía a Alejandro, obispo de Alejandría. Entre estos dos extremos se hallaba un gran grupo intermedio dirigido por Eusebio de Cesarea…. Este grupo sostenía una cristología contraria al arrianismo, pero con la cual Alejandro y sus adeptos no estaban de acuerdo tampoco.”

Hasta ahora, en este repaso muy breve de unos acontecimientos de la historia del desarrollo de la iglesia ‘ortodoxa’, nos llama la atención la conducta contraria del camino de Jesús de los llamados cristianos de aquella época. Lo que acabó imponiéndose como ortodoxia no representa la forma de vivir del cristianismo del primer siglo. Tampoco los demás partidos, nos parece luchando por el poder y el dominio. Preguntamos si ¿había unos cristianos verdaderos en aquellos días que guardaron el evangelio original?

Los términos del Credo de Nicea

Antes de considerar este símbolo de fe llamado el Credo de Nicea, hacemos un repaso breve como una reafirmación de nuestra fe cristiana (McHaffie, 1960, pág.2). El Dios de Israel es también el Dios de los cristianos. Pablo, el apóstol de los gentiles, un judío cristiano, adoraba

“al Dios de mis padres” (Hechos 24:14)

y lo describió como

“un solo Dios” (1 Timoteo 2:5).

Sin embargo, la venida de Jesucristo creó algunos problemas. Jesús proclamaba tener una relación única con Dios como Hijo. Y esto es lo que creemos. Sin embargo, durante el curso de los primeros cuatrocientos años de la cristiandad, como hemos visto en este ensayo, se hicieron varios intentos de definir con precisión lo que significa esta relación. Tenemos entonces detalles históricos desde los siglos cuarto y quinto de aquellas definiciones del punto de vista mayoritario y concilios eclesiásticos.

Ahora examinamos lo que formularon los obispos en el año 325 d.C. Además de los veinte cánones disciplinarios que establecieron, el texto que figura a continuación con unos términos técnicos identificados que el concilio hizo suyo:

Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso, hacedor de todas las cosas visibles e invisibles;

Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la sustancia [ek tes ousias] del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho; consustancial al Padre [homoousion to patri]; mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra; quien para nosotros y para nuestra salvación descendió y se hizo carne, y se hizo hombre, y sufrió, y resucitó al tercer día, subió a los cielos y volverá para juzgar a vivos y a muertos.

 Y en el Espíritu Santo.

A quienes digan, pues, que hubo (un tiempo) cuando el Hijo de Dios no existió, y que antes de ser engendrado no existía, y que fue hecho de las cosas que no son, (ex ouk onton); o que fue formado de otra sustancia (hipóstasis) [que el Padre], o esencia (ousía) o que es una criatura, o que es mutable o variable, a éstos anatematiza la iglesia católica.

Cuando el Concilio se clausuró, parecía que se había restablecido la unidad y que solo quedaba un pequeño grupo de disidentes. Pero Nicea, en un principio, no arregló nada. Como hemos mencionado, tres bandos, los arrianos, los ortodoxos y los semi-arrianos lucharon entre sí hasta finales de aquel siglo. Había un factor nuevo en la historia de estos siglos. El mutuo entrelazamiento entre poder político y poder religioso inclinaba la balanza unas veces hacia un lado, otras veces hacia el otro.

Estas circunstancias se reflejan en los tres juicios tan contrapuestos que vienen de personajes influyentes en la historia de la iglesia de la Antigüedad de estos cuatro concilios (Teja 1999, pág.12):

«El papa Gregorio Magno: Al igual que los cuatro libros del santo Evangelio, confieso que reconozco y venero cuatro concilios…

Gregorio de Nacianzo, que había presidido por algún tiempo el concilio de Constantinopla: No he visto ningún concilio que tenga un final feliz, o que ponga fin a los males, en vez de aumentarlos. No hay más que enfrentamientos continuos y envidias por el poder…

El historiador de la iglesia, Sócrates, consideraba todos los concilios celebrados después de Nicea superfluos e incluso perniciosos porque: poco a poco han cambiado la fe.»

Se nota con estas varias reacciones unas complejas controversias en la historia de la iglesia durante estos primeros siglos. Aunque la fórmula que se había escogido para expresar el carácter divino del Hijo, podía interpretarse también como una afirmación de la unidad de Dios. En conclusión, había una gran ambigüedad. La fórmula de Nicea no dice nada acerca de la distinción entre el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.

El Concilio adoptó la fórmula que se expresaba:

“Y (creemos) en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la sustancia [ek tes ousias] del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho; consustancial al Padre [homoousion to patri]…”

Esta cláusula con la palabra homoousios afirma que Cristo es de la misma sustancia (ousia) de Dios. Del griego, homoousion tenemos homo, ‘mismo’, y ousía, ‘esencia’. En latín, consubstantialem, significa ‘de una esencia’ o ‘de una naturaleza’. Sin embargo, esta palabra clave no se encontraba en la Sagrada Escritura. Es una palabra técnica tomada de la filosofía griega.

Aunque el Concilio representó la aceptación de – ‘de la misma esencia’, hay que recordar que la controversia se centró en otras dos palabras similares que establecieron otras dos actitudes: de los arrianos: heteroousion – ‘de esencia distinta’ (NEM, 1989, pág.782) y de los semiarrianos: homoiousion – ‘de esencia semejante’ o ‘semejante en la sustancia’ (Ibáñez, 1979, pág.74).

Por eso, a partir de mediados del siglo cuarto, aparecen entre los opositores del homoousios en el símbolo niceno a lo menos tres partidos. Según Gonzalez (1992, pág.271) se conocen por los nombres de:

  • Los anomoeanos, del griego anomoios que significa ‘desigual’ y por eso con referencia a los arrianos que afirmaban que el Hijo era distinto del Padre en todo ni de la misma sustancia tampoco de semejante sustancia.
  • Los homoeanos, del griego homoios que significa ‘semejante’. Para ellos, la relación entre el Padre y el Hijo es una relación de semejanza, pero nunca llegan a definir en qué consiste esa semejanza.
  • Los homoiusianos, del griego omoiousios que significa ‘de semejante sustancia’. (Se da erróneamente el nombre de semi-arrianos – González, 1992. pág.272). Esta semejanza es tal que, en lo que se refiere a la distinción entre el Creador y las criaturas, el Hijo se halla claramente junto al Padre, y no es en modo alguno una criatura. Esto no quiere decir, sin embargo, que haya una identidad total entre el Padre y el Hijo, pues su sustancia no es una, sino dos.

Más difícil fue el tema sobre el uso de la palabra hypóstasis en la cláusula:

“A quienes digan, pues, que hubo (un tiempo) cuando el Hijo de Dios no existió, y que antes de ser engendrado no existía, y que fue hecho de las cosas que no son, (ex ouk onton); o que fue formado de otra sustancia (hipóstasis) [que el Padre], o esencia (ousía) o que es una criatura, o que es mutable o variable, a éstos anatematiza la iglesia católica.”

Esto porque los occidentales hacen el latín substantia como traducción del término griego hipóstasis, o como versión admitida del griego ousia (Wolfson, 1969, pág.314). La palabra ousía significa esencia. Hipóstasis es la manera en que se expresa la supuesta esencia divina en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. De aquí pasaban a afirmar que hay en Dios, por tanto, sólo una ousía en tres hipóstasis (o Una substantia, tres personas). Expresado en otra manera, se explica tres subsistencias individuales que participan en una misma divinidad.

González (1992, pág 276) nos informa que el sínodo alejandrino del 362 d.C. había señalado la confusión existente en la terminología que se empleaba para referirse a las relaciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pero no había ofrecido solución positiva alguna a la cuestión. González nos da la razón por la confusión:

“Según ese sínodo, el termino hipóstasis era ambiguo, y resultaba tan correcto decir una hipóstesis como decir tres hipóstasis, ya que el mismo término se empleaba en un sentido en cada uno de estos casos. Mas ese sínodo no veía otra solución que la de afirmar que en cierto sentido hay tres hipóstasis en Dios y que en otro sentido hay sólo una.”

Así vemos la propuesta de la teología trinitaria que está preparada para que sea ratificada por el concilio convocado en Constantinopla para mayo del 381 d.C. ¡Es una descripción insuficiente decir que es sobre todo un problema de terminología!

Todavía nos hace falta una explicación clara del significado de los términos empleados en el año 325 d.C.. Para ayudarnos a comprender las expresiones seleccionadas por los obispos de la antigüedad, buscamos una clarificación por medio de una referencia al Catecismo Básico de la iglesia católica-romana (ww.aciprensa.com/ Catecismo/trinidad.htm). Aprendemos lo siguiente:

251 Para la formulación del dogma de la Trinidad, la iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico: substancia, persona o hipóstasis, relación etc. Al hacer esto, no sometía la fe a una sabiduría humana, sino que daba un sentido nuevo, sorprendente, a estos términos destinados también a significar en adelante un Misterio inefable,

“infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida humana” (Pablo VI, SPF2)

252 La iglesia utiliza el término “substancia” (traducido a veces también por “esencia” o por “naturaleza”) para designar el ser divino en su unidad; el término “persona” o “hipóstasis” para designar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en su distinción reside en la referencia de cada uno a los otros.

253 La Trinidad no es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: La Trinidad consubstancial” (Cc. Constantinopla II, año 553:DS 421)…” Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la sustancia, la esencia o la naturaleza divina” (Cc. De Letrán IV, año 1215:DS 804)

Aunque el Niceno quiso expresar con estos términos la igualdad divina del Padre y del Hijo en su relación personal, el Niceno confiesa también su fe en la tercera persona de la ‘trinidad’.  El credo dice nada más que:

“Y en el Espíritu Santo.”

Notamos la explicación de Verges (1969, Pág. 298):

“En la teología pre-nicena, la doctrina (pneumatología) acerca de la divinidad del Espíritu Santo se hallaba en un estadio de evolución progresiva.”

Con nuestra postura no tenemos que esperar este desarrollo de evolución progresiva. La Biblia enseña claramente que el Espíritu Santo es algo más que energía; es la presencia de Dios y todo lo que esta puede significar en bienestar, fortaleza y entendimiento. Es por esta razón por la cual tantos pasajes del Nuevo Testamento se refieren al Espíritu Santo como una persona. La representación del Espíritu Santo hablando es otra forma de decir “Dios habla”. Si el Espíritu Santo es enviado para guiar, es una forma de decir que Dios viene para guiar. Pero, si Dios quiere, tengamos más oportunidades de discutir este tema en los capítulos siguientes.

“La trinidad de personas dentro de la unidad de naturaleza se define en términos de ‘personas’ y ‘naturaleza’, los cuales son términos filosóficos (griegos); en realidad estos términos no aparecen en la Biblia. Las definiciones trinitarias surgieron como resultado de largas controversias en las cuales ciertos teólogos aplicaron erróneamente a Dios estos términos y otros, tales como ‘esencia’ y ‘sustancia’” (Dictionary of the Bible , John L. McKenzie, S.J., Nueva York, 1965, pág. 889.)

 “La doctrina que defendéis…”

Ahora hacemos una pausa para recordar lo que mencionamos en la introducción de este ensayo. Se dice que nosotros, los cristadelfianos, defendemos la doctrina de Arrio. Después de todo lo que hemos escrito, el lector puede ver que no es así. La doctrina de Arrio:

  • parecía defender la unidad de Dios y, por eso, estamos de acuerdo.
  • satisfacía la idea helénica de que Dios no puede ser el creador del universo material. No aceptamos esta postura en ninguna manera. En toda la Escritura podemos ver que el Creador tiene el deseo de habitar con Su pueblo.
  • aprendemos que el Hijo de Dios no es igual al Padre o consubstancial con Él, sino subordinarlo. Estamos de acuerdo.
  • enseña que Dios creó el Hijo (es la primera criatura) para que pudiera crear el mundo. Por eso, el Hijo fue creado de la nada por el Padre. No es así. Tenemos mucha evidencia del cumplimiento de profecías bíblicas concernientes al nacimiento del Hijo de Dios en la tierra de sus antepasados hace dos mil años y no antes de la creación del mundo.

Por eso, no somos arrianos.

Un resumen

En este capítulo podemos ver como la ‘Iglesia’ se transformó en un estado dentro del estado romano. Según Teja (1999, pág.16)

“…este proceso se fue consolidando en gran medida gracias a las reuniones de los concilios….cuando se reunían en concilio, eran expresiones de unidad y universalidad dentro de la federación de iglesias locales unidas en comunión eucarística y expandidas a través del mundo mediterráneo del Imperio Romano.”

Los cristianos habían sufrido grandes persecuciones, pero durante el siglo IV, el emperador Constantino vio en el cristianismo una fuerza y cohesión que necesitaba su enfermizo Imperio.

Según lo que comprendimos del desarrollo del cristianismo en los primeros cuatro siglos, no existía esta unidad. Manifestaba controversia y disensión dentro de la ‘iglesia’.  Reunieron alrededor de tres cientos obispos en Nicea para resolver las diferencias, específicamente la de los arrianos sobre la relación del Hijo con el Padre. Se derrotó el arrianismo por un momento. Hemos identificado unos términos filosóficos y técnicos usados por los ‘ortodoxos’ para explicar esta relación. Sin embargo, hay que admitir que había una gran ambigüedad en la fórmula de Nicea. Requirió más años para definir su sentido.

A pesar de confiar en la superioridad intelectual de todos los grandes padres de la iglesia en aquella época, continuamos con nuestro estudio. Buscamos por nosotros mismos en la Biblia la verdadera enseñanza de la relación del Padre con Su Hijo.

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