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Dios y Jesucristo

La Verdad Bíblica acerca de la 'Preexistencia' de Jesucristo

Varios pasajes bíblicos parecen implicar que Jesucristo existió en alguna forma en el cielo antes de aparecer aquí en la tierra. La mayoría de estos pasajes se encuentran en el Evangelio de Juan. Por ejemplo:

«Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.» (Juan 6:38)

¿»Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?» (Juan 6:62)

«De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.» (Juan 8:58)

«Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.» (Juan 17:5)

Se argumenta que estas afirmaciones son claras y debemos aceptar la enseñanza bíblica de que Jesús vivió anteriormente en el cielo. Es cierto que los pasajes son claros, pero eso no significa necesariamente que debemos tomarlos en sentido literal. Hay otros pasajes bíblicos que son tan claros como estos, y sin embargo no los tomamos en sentido literal, aunque frecuentemente las personas que oyeron las palabras no sabían inicialmente cómo tomarlas. Muchos de estos pasajes también se encuentran en el Evangelio de Juan. Por ejemplo:

«Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?» (Juan 2:19-20)

«Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?» (Juan 3:3-4)

«Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.» (Juan 4:13-15)

«Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.» (Juan 4:34)

«Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.» (Juan 6:50)

«Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti…» (Mateo 18:9)

«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.» (Lucas 9:23)

«Con Cristo estoy juntamente crucificado…» (Gálatas 2:20)

De la misma manera que no tomamos las anteriores afirmaciones en sentido literal, tampoco debemos tomar en sentido literal las afirmaciones de que Jesús vivió en el cielo antes de nacer en la tierra. En primer lugar, la Biblia afirma que Jesús es un hombre (ver Isaías 53:3, Juan 1:30, Juan 8:40, Hechos 2:22, Hechos 17:31, Romanos 5:15, 1 Corintios 15:21, 1 Corintios 15:47). Los hombres y mujeres comenzamos nuestra existencia cuando nacemos. En el caso de Jesús, Mateo y Lucas nos informan que María la madre de Jesús concibió por el poder del Espíritu de Dios, y Mateo nos habla del momento en que «Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes» (Mateo 2:1). Si Jesús no nació en forma real y normal en ese momento, ¿en qué sentido puede ser hijo de Abraham y de David, o incluso de María? Lucas nos dice que el niño Jesús «crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.» (Lucas 2:52) ¿Cómo puede haber crecido en sabiduría si antes de nacer ya era un ser celestial dotado de toda sabiduría? Y si Jesús abandonó toda su sabiduría y conocimiento anterior para nacer en la tierra como hombre, ¿cómo pudo seguir siendo la misma persona? ya que la esencia de cualquier persona es la totalidad de las experiencias y sabiduría adquirida en el transcurso de su vida. También el autor de la Epístola a los Hebreos dice que Jesús fue perfeccionado y aprendió la obediencia por medio de sus experiencias aquí en la tierra (Hebreos 2:10, 5:8), pero ¿cómo puede haberse perfeccionado aquí si antes de nacer ya era un perfecto y poderoso ser celestial?

Existía entre los judíos la idea de que un buen maestro «venía de Dios,» pero no en el sentido de haber vivido en los cielos con Dios antes de nacer. Por ejemplo, en Juan 3:2 Nicodemo le dice a Jesús: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.» Sin embargo, no hay evidencia de que Nicodemo creyera que había existido literalmente en los cielos antes de nacer.

Si la Biblia aparentemente insinúa que Jesús vino del cielo, dice lo mismo acerca de otros hombres. Por ejemplo, Juan 13:3 dice que Jesús «había salido de Dios,» y en Juan 16:28 Jesús dice «Salí del Padre, y he venido al mundo.» Estas palabras son tomadas comúnmente como evidencia de la preexistencia de Jesús en el cielo, pero Juan 1:6 dice: «Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.» La frase afirma literalmente que Juan vino de la presencia de Dios, al igual que Jesús, pero nadie sostiene que Juan haya preexistido en el cielo.

Otro caso más claro aún es el del profeta Jeremías. En Jeremías 1:5 la palabra de Jehová vino al profeta diciendo, «Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te dí por profeta a las naciones.» Estas palabras, tomadas literalmente, implican que Jeremías existía antes de nacer, pero nadie las toma en ese sentido. Significan que antes que el profeta naciera, Jehová ya sabía cómo sería y ya había decidido que cuando naciera lo nombraría como profeta a las naciones. Antes de nacer, Jeremías existía solamente en la mente y en el plan de Dios, quien conoce todas las cosas antes que existan. De la misma forma, Dios dice en Isaías 51:2 que «cuando [Abraham] no era más que uno solo lo llamé, lo bendije y lo multipliqué.» Como ya había decidido que Abraham tendría una descendencia numerosa, habló de aquello como si ya fuera una realidad desde que lo decidió (ver también Isaías 46:10, 49:1-3, Romanos 4:17). El salmista dice: «Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas» (Salmos 139:16). Incluso en la esfera puramente humana, cuando un arquitecto se propone construir un edificio, primero hace una maqueta, y posiblemente la presenta diciendo: «Este es el edificio X,» cuando todavía no es más que un proyecto.

El Nuevo Testamento dice que Dios escogió a los creyentes cristianos antes que nacieran, hablando como si ya existieran. En Efesios 1:4 Pablo dice que Dios «nos escogió en él [Cristo] antes de la fundación del mundo,» lo que implica que si Cristo existía en aquel entonces, también existían las demás personas que iban a creer en él. En realidad, Pablo está hablando de la predestinación, el hecho de que Dios conoce de antemano quiénes van a nacer y qué papel harán en su plan y propósito. Unos versículos más adelante, en Efesios 1:11, el apóstol dice en forma explícita: «En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad.» También dice en Romanos 8:29-30: «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.» Dirigiéndose a Timoteo, Pablo habla de la «gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos» (2 Timoteo 1:9), como si todos los creyentes ya existieran en aquel entonces. De la misma forma el apóstol Pedro explica las alusiones a la supuesta «preexistencia» de Jesucristo diciendo que fue «ya destinado antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros» (2 Pedro 1:20).

En lo que se refiere a la «gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese» (Juan 17:5), es obvio que Jesús no pudo haber gozado de esa gloria aunque realmente existiera en aquel entonces, puesto que las Escrituras enfatizan que sólo se hizo merecedor de esa gloria al completar en la cruz su victoria sobre el pecado. El escritor a los Hebreos dice:

«Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.» (Hebreos 2:9)

En Hechos 3:13, refiriéndose a la resurrección y ascensión de Jesús al cielo, Pedro dice:

«El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad.»

En su primera epístola, Pedro dice que Dios «resucitó [a Jesús] de los muertos y le ha dado gloria…» (1 Pedro 1:21).

Jesús mismo, hablando a dos discípulos en el camino a Emaús, enfatiza que su glorificación era posterior a sus sufrimientos, diciendo:

«¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?» (Lucas 24:26; ver también Juan 7:39, Juan 12:16)

Los anteriores pasajes demuestran que Jesús no pudo haber gozado literalmente de gloria antes de su nacimiento, porque solamente podía recibirla después de haber terminado su ministerio en forma exitosa. Tanto la existencia de Jesús antes que el mundo fuese, como su glorificación, solamente pudieron haber existido en forma anticipada en la mente y propósito de Dios. Este propósito fue a menudo revelado por medio de los profetas. Hablando de lo que le iba a acontecer, el Señor dice, «A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él…» (Mateo 26:24). Los pasajes que son citados para apoyar la idea de la supuesta «preexistencia» de Jesucristo no indican que realmente viviera en el cielo antes de nacer. Simplemente enfatizan en lenguaje figurado el hecho de que la aparición del Señor Jesús en la tierra no fue una cosa fortuita sino un acontecimiento que fue determinado y autorizado por su Padre celestial desde antes de la creación del mundo.

~ James Hunter

Capítulo anterior: ¿Descendió Jesús literalmente del cielo?

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