Introducción
«Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.» (Juan 4:23)
Estas palabras de Cristo constituyen un reto. Declaran que Dios se complace solamente en la adoración de aquellos que se le acercan «en espíritu y en verdad.» Implican que los verdaderos adoradores son únicamente los que están dispuestos a buscar la verdad de Dios, a fin de convertirla en el fundamento de su vida espiritual.
Muchos reconocerán el derecho de Dios de dictar las condiciones de la adoración. Aun las autoridades humanas hacen lo mismo con respecto a sí mismas. Nadie pensaría acercarse a un monarca terrenal sin respetar las convenciones requeridas, y si no las conociera, daría los pasos necesarios para averiguarlas.
¿Se tratará con menos respeto a Dios, quien es más alto que cualquier monarca terrenal?
¡De ningún modo! Las palabras de Cristo, citadas anteriormente, revelan que Dios desea que los verdaderos adoradores vengan a un correcto conocimiento de El como una base para una adoración aceptable. Esto impone una solemne responsabilidad sobre el que desea agradarlo, es decir, la de buscar cuidadosamente la revelación que El ha dado de sí mismo (la Biblia) si su deseo es conocerlo.
Pero algunos preguntarán: Si nuestras intenciones son correctas, ¿pueden tener importancia simples términos doctrinales?
La mayoría contestaría negativamente. Pero las palabras de Cristo revelan que la verdad doctrinal es vital para la salvación. Después de todo, ¿puede uno adorar a Dios si carece del entendimiento básico de su esencia divina? No. No puede haber componenda ni concesiones en este tema tan importante. Dios se ha revelado a sí mismo y ha revelado su propósito en la Biblia, y es nuestro deber y privilegio escudriñar ese maravilloso libro para conocer al Dios a quien adoramos. Rechazar la Biblia convertiría nuestra adoración en vana e inútil.