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¿Cómo Crecemos?

El carácter de un obrero de Dios

Mucho tiempo y esfuerzo empleará Dios en la capacitación de un obrero apto para el uso de Jesucristo. Básicamente la capacitación se produce más en el área del carácter que en sus habilidades. Solo una nueva criatura puede ser de utilidad para Dios. En cuanto a su posición “si alguna está en Cristo, nueva criatura es” (2 Corintios 5:17), debe despejarse de los viejos hábitos y formar nuevos hábitos en su vida a través de las enseñanzas y ejemplo de Jesucristo.

La forma en que un creyente responde en una situación dada, revela mucho de su madurez espiritual. Todos los días nos enfrentamos a desafíos y cuestiones que exigen algún tipo de actuación y no siempre tenemos tiempo de pensar en nuestra forma de responder. La madurez espiritual nos ayuda a responder de una forma positiva que promueva la causa de Cristo.

En 2 Corintios 5:20, Pablo explica la importancia de la madurez espiritual, afirmando que los cristianos son embajadores o representantes de Cristo en el mundo.

“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.”

Esto es una verdadera honra, pero también conlleva una gran responsabilidad. Todo el tiempo los creyentes en Jesucristo están en servicio activo. Cuanto hagan, positivo o negativo, afecta a la causa de Cristo.

 

Una mirada a nuestros hábitos

Todo hábito es la costumbre adquirida por la repetición de un acto. También se lo define como una habilidad adquirida para obrar con facilidad. Una acción bien hecha se produce con mayor facilidad al ser repetida. Los hábitos ya formados sólo necesitan ponerse en movimiento por el ejercicio de la voluntad, sin necesidad de ocuparse demasiado acerca de su funcionamiento. Por otra parte, son de suma utilidad para la eficiencia personal.

Identifica unos aspectos útiles de los hábitos

¿Cómo adquirimos un hábito?

Recordemos que la meta de la nueva vida en Cristo es, siempre, seguir el ejemplo de Jesucristo. Hemos nacido con naturaleza con tendencia pecaminosa y en un mundo pecaminoso. Hemos formado:

Hábitos neutros, amorales, que nada tiene que ver con el pecado

Hábitos pecaminosos, producto de nuestra naturaleza y del sistema en que vivimos

manejar la cuchara, el tenedor…

contestar mal cuando nos hablan mal

abrochar una camisa

dejar que el instinto egoísta desarrolle hábitos que buscan siempre mi interés por sobre el del prójimo,

encender la luz

en lugar de tener sed de justicia desarrollar sed de venganza

leer

llegar tarde al trabajo y las reuniones

escribir

tener hábitos viciosos….

En la formación de un carácter cristiano debemos trabajar para cambiar nuestros hábitos negativos por otros positivos. Cambiar un hábito neutro y mecánico es difícil, aunque no tanto. El verdadero trabajo consiste en cambiar aquellos hábitos que tienen que ver con sentimientos, o con la personalidad. Cambiar es difícil, pero es posible en Cristo.

Aquí están unas características fundamentales:

 

Momentos para reflexionar

¿Cómo voy a poner en práctica esta característica de “escuchar”?

1. Saber escuchar
El que hace la obra del Señor debe poseer en su vida personal el hábito de ser un buen oyente. Nadie puede hacer una buena obra si siempre está hablando y nunca escucha.

Mientras la persona habla, debes poder descifrar tres clases diferentes de palabras:

  1. Las palabras que habla – Escuchar no es fácil. Hay que descubrir el verdadero tema de lo que han escuchado.
  2. Las palabras que no habla – Cuando una persona habla, generalmente dice la mitad y deja la otra mitad sin decir. En ese caso el obrero debe discernir.
  3. Las palabras escondidas – Muchas personas hablan de una forma pero sus “vidas interiores” están en otras condiciones. Sin embargo, ¡la boca de una persona no puede esconder su verdadero “interior”, “espíritu”, “intenciones”, “manera de vivir!.

Jesús, nuestro ejemplo – Juan 4 “La mujer samaritana”

2. Amar a toda la humanidad
Otro elemento básico para la formación del carácter de un obrero de Dios es que se interesa por todas las personas. Sin embargo, esto no sugiere que pueda elegir por qué personas se interesará que considerará solo a una o varias personas que le parezcan interesantes y dignas de ser amadas. Debe tener amor por la humanidad en general. En Jesucristo tenemos el Hombre Modelo, el Hombre Representante en quien reposaran todos los propósitos de Su Padre Celestial. “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir.” (Mateo 20:28).

Cuando nos movemos entre la gente, no podemos predicar el sacrifico y futuro Reino de Jesucristo si no tenemos amor. Nuestro Señor primero sirvió y dispensó gracia a los hombres antes de morir por ellos.

Jesús, nuestro ejemplo – Mateo 20:20-28 “La petición de Santiago y Juan”

 

Momentos para reflexionar

¿Cómo voy a poner en práctica esta característica de “amar a toda la humanidad”?

1. Someter su cuerpo
En 1 Corintios 9: 22-27 Pablo usa el deporte competitivo del atletismo como ejemplo, Los siervos de Dios que trabajan y sirven son como atletas que corren una carrera. Todos corren, ninguno queda afuera. En una carrera deportiva solo una persona recibe el premio, pero en la carrera espiritual que nosotros corremos, todos y cada uno tienen la oportunidad de ganar el premio. Lo que Pablo enfatiza es que para ganar los juegos el atleta debe disciplinarse y ejercer el autocontrol en todas las cosas. Los atletas corren en una pista de carrera, mientras que nuestra pista es el mundo.

El cuerpo tiene algunas demandas muy definidas. Por ejemplo: comer y beber, descansar, dormir, estar cómodo, vestirse, ser cuidado en tiempos de enfermedad. “Someter el cuerpo” significa que a través de la disciplina diaria podemos hacer que nos respondamos cuando llegue el momento de trabajo o correr. Es necesario un largo periodo de entrenamiento para que el cuerpo responda.

Jesús, nuestro ejemplo – Mateo 26:36-46 “La noche fatídica del Getsemaní”

 

Momentos para reflexionar

¿Cómo voy a poner en práctica esta característica de “someter mi cuerpo”?

2. Ser diligente, no perezoso
Servir a Dios no es algo fácil. Miremos una nueva cualidad del carácter del obrero: es decir la de ser diligentes. En Mateo 25:18-30 Jesús señala claramente las dos fallas fundamentales en el carácter de este siervo: es “malo” y “negligente”. Es “malo” porque acusa a su señor de ser un hombre duro. Lo que el corazón medita es malo pero lo que su mano hace es “negligente”. La persona perezosa no se busca trabajo para hacer.

En el griego hay tres palabras que pueden traducirse como “perezoso”: (1) “argos” – inactivo, improductivo, lento (2) “notaros” – indolente, lento, holgazán (3) “okneros” molesto, que se hecha atrás. La implicación central del significado de pereza es posponer algo lo más posible o hacerlo tan lentamente como se pueda. Una persona que verdaderamente desee servir al Señor debería sentir la magnitud de su responsabilidad, la urgencia de las necesidades externas, así como la brevedad de su tiempo y lo limitada que es la duración de su vida.

Jesús, nuestro ejemplo – Juan 5:17 “Yo trabajo”

 

Momentos para reflexionar

¿Cómo voy a poner en práctica esta característica de “ser diligente”?

1. Refrena la lengua
La boca del obrero de Dios debería echar agua dulce y viva. El debe proclamar la Palabra de Dios. No podemos usar el mismo balde para llevar agua para cocinar y agua para limpiar los baños. Se pone en peligro la salud de los seres humanos. ¿No es una enorme responsabilidad que la Palabra de Dios sea hablada a través de nosotros? Nuestra boca está santificada como vaso santo para el servicio de Señor. No podemos dejarla sin control. Una palabra no se termina cuando se la ha pronunciado. Su eco se extiende. No podemos borrar la palabra que hemos pronunciado, aunque queremos.

Si siempre hablamos a la ligera, no podemos percibir la exactitud de la palabra de Dios. Una disposición descuidada hace que pensemos en forma poca precisa. Dios habla siempre con solidez. Cada palabra suya es sustancial e inamovible. Aprendemos delante de Dios a sujetar nuestra lengua para no hacer “ruido” no contender impetuosamente. Esperamos que todos los que sirven al Señor sean más sensibles, tiernos y amables hacia los demás. Hablamos honestamente.

Jesús, nuestro ejemplo – Mateo 5:37 “Sí, sí y No, no”

 

Momentos para reflexionar

¿Cómo voy a poner en práctica esta característica de “refrenar la lengua”?

Capítulo anterior: ¿Crecemos en los valores cristianos?

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