Esta historia principal se desarrolla en tres episodios: 

  • Jueces 19:1–28: La violación en Gabaa; 
  • Jueces 19:29–20:11: Preparaciones para la guerra: el llamamiento del levita y la respuesta de Israel; 

Estos primeros dos trazan desarrollos que conducen a:

  • Jueces 20:12–48. La guerra misma. 

Jueces 19:1 se presenta a los dos personajes principales del capítulo: un levita y su concubina. 

Las concubinas eran esposas, aunque de un rango inferior (Jueces 8:31; 9:18;  Génesis 25:6). Esto se confirma por las expresiones “su marido” (v. 3), “su suegro” (v. 4) y “su yerno” (v. 5). La Biblia presenta el concubinato como una relación que acarrea problemas. No parece ser una relación ideal para un levita. 

Recordando nuevamente que no había rey en Israel, el narrador nos guía a considerar la posibilidad del completo caos moral cuando las personas hacen lo que les satisface en la vida. Esta concubina en particular le fue infiel a su esposo y huyó a la casa de su padre en Belén en busca de protección (Levítico 20:10). Cuando más tiempo transcurría, su esposo viajó a Belén, la perdonó y se reconciliaron.

El padre de la joven, salió a recibirlo con gozo, y celebraron por tres días.  El levita finalmente regresó a casa con su mujer, aunque hubiera tenido que comenzar su jornada ya tarde en el día.

Durante el periodo de los jueces era peligrosos viajar durante el día (Jueces 5:6) y mucho más de noche. Jebús (v. 10) estaba 10 km. al norte de Belén. Aunque la ciudad es llamada Jerusalén en ciertas épocas también se le llamaba Jebús, porque estaba habitada por los jebuseos (1 Crónicas 11:4). El levita no quería correr el riesgo de buscar hospedaje en una ciudad no israelita, y decidió seguir hasta Gabaa, 5 km. al norte, o Ramá, 3 km. más allá de Gabaa (19:12-13). Estas eran ciudades de Benjamín (Jueces 19:14), pero, como se verá, los benjamitas, quienes fraternizaban con los jebuseos de Jerusalén (Jueces 1:21), habían sido contaminados por lo peor de la conducta pagana.

“Pero no hubo quien los acogiese en casa para pasar la noche” (Jueces 19:15).

Finalmente, un hombre anciano llegó ya tarde del campo. Él al igual que el levita era originario del monte de Efraín. Él ofreció hospitalidad a la pareja, a su criado y sus animales. Luego, una serie de eventos comenzaron a escalar dejando la situación fuera de control. 

  • Un grupo de hombres perversos rodearon la casa demandando al anciano que sacara a su huésped (19:22) porque lo querían conocer (tener relaciones sexuales con él). 
  • Tomando seriamente su responsabilidad como protector y huésped del levita, el hombre anciano imploró a aquel grupo de hombres perversos que no hicieran tal cosa. 
  • A cambio de ello, él ofreció a su propia hija y a la esposa de su huésped. 
  • Pero aquel grupo de hombres perversos no le escucharon. 

Luego el texto lee, “por lo que tomando aquel hombre a su concubina, la sacó; y entraron a ella, y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana, y la dejaron cuando apuntaba el alba” (Jueces 19:25). 

Es claro que, su concubina se refería a la esposa del levita. Lo que no es claro es ¿quién era ese hombre? ¿El hombre anciano, o era acaso el levita mismo?

De cualquier manera, la mujer sufrió de abuso abominable, violación y violencia hasta que murió, con sus manos extendidas en el umbral de la casa. ¿El levita la encontró muerta (Jueces 19:28)? Llevó su cuerpo a casa, la cortó en doce pedazos, y envió un pedazo a cada tribu como un llamado por justicia y venganza. 

Punto de reflexión

Es repugnante leer cómo los hombres perversos violaron a la desamparada toda la noche (Jueces 19:25), y cómo ella agotó su última reserva de fuerza para volver a la casa donde, encontrando la puerta cerrada, se desmayó (Jueces 19:26). 

Es indignante leer que el levita se levantó por la mañana – ¡había dormido tranquilamente mientras su concubina estaba siendo torturada (contraste con el déspota pagano en Daniel 6:18, 19)! – y salió de la casa, no para buscar y auxiliar a su concubina, sino para continuar su viaje (Jueces 19:27). 

Y si esto no fuera suficiente, al encontrar a la mujer tendida delante de la puerta con sus manos patéticamente extendidas sobre el umbral (Jueces 19:27), no le expresa palabras de compasión, mucho menos de arrepentimiento, sino una insensible orden (Jueces 19:28; ver en contraste el v. 3). Con razón el autor se refiere al levita en los vs. 26, 27 no como “marido” de la mujer (v. 3), sino como su “señor”. 

[Recordamos que los ángeles también dieron la orden “levántate” la mañana después de la confrontación en Sodoma, pero era para salvar – Génesis 19:15].

Que el levita tenía una queja legítima es innegable, pero acude a una cruda manipulación de los sentimientos de los israelitas (su propia insensibilidad ya la vimos en los vs. 25, 27, 28). Además, queda una duda casi impensable. El texto nunca dice que la concubina murió por el abuso de los de Gabaa. ¿Será posible que el levita acabó con ella al desmembrarla (Jueces 20:5)?

La cosa fue de mal en peor (v. 29). El levita no solo entregó su esposa a los pervertidos apetitos, ¡sino que también fue capaz de “acostarse a dormir” mientras abusaban de ella en la calle! Después hizo algo vil: profanó y mutiló su cuerpo cortándolo en doce pedazos y envió uno a cada tribu de Israel.

Preguntas para considerar

  • ¿Dónde pasaron la noche el levita y su concubina por temor a los jebuseos?
  • ¿Quién les ofrece albergue en Gabaa?
  • ¿Qué demandan los hombres de Gabaa del anciano forastero de Gabaa?
  • ¿A quiénes ofrece el anciano en protección del levita?
  • Después de ser abusada y ya muerta la mujer ¿qué hace el levita con el cadáver?
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