Tenemos que relacionarnos con toda clase de personas: colegas y compañeros de trabajo, compañeros o aliados en una causa, vecinos y conocidos, parientes y amigos. ¿Qué hace diferentes de los demás a los amigos? ¿Qué significa tener amigos? ¿Qué clase de amistades deberíamos buscar y cultivar?
El libro de Proverbios, más que cualquier otro libro de la Biblia, nos instruye acerca de los amigos. Por ejemplo: «Las riquezas traen muchos amigos» (Proverbios 19:4). Podemos suponer qué clase de amigos probablemente sean. «Amigo hay más unido que un hermano» (Proverbios 18:24). A veces tenemos necesidad de amigos así.
Los amigos son algo más que colegas o compañeros de trabajo. Son diferentes de nuestros vecinos y conocidos. Tampoco son escogidos para nosotros como lo son los familiares. Los amigos son personas con las que compartimos voluntariamente parte de nuestra vida: crean responsabilidades y plantean demandas. Nosotros mismos escogemos los amigos, y existen razones para la elección que hacemos. El objetivo de las amistades es el de beneficiar a los dos amigos en aquellas áreas donde hay intereses mutuos o propósitos y deseos comunes.
Hay personas cuya amistad no deberíamos cultivar, sin importarnos lo mucho que nos interesen en ciertos aspectos. Tales personas son descritas en forma detallada en 1 Corintios 6:9,10:
«No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.»
Estos son amigos indeseables. Recuerde la prevenci ón: «Las malas conversaciones [amistades] corrompen las buenas costumbres» (1 Corintios 15:33). Nadie puede jugar con el fuego sin quemarse. Por otra parte, hay amistades altamente deseables: «El que anda con sabios, sabio será» (Proverbios 13:20). «Anda» denota una dirección y destino comunes. Las amistades indican el rumbo que está tomando nuestra vida, y es el camino al reino de Dios el que debería determinar nuestras amistades.
Debemos escoger nuestros amigos de acuerdo con los principios bíblicos, porque de otra manera corremos riesgos graves. Esto es verdad para todos nosotros, pero lo es más para aquellos que están escogiendo su compañero de vida. Matrimonio solamente en el Señor es el mandato bíblico. Algo distinto de esto hará más difícil nuestro camino en Cristo, para decir lo menos. Peor aún, puede conducirnos al naufragio espiritual. En todas las sendas de la vida deberíamos recordar la advertencia del Espíritu por medio de Pablo:
«No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso» (2 Corintios 6:14-18).
La mayor parte de las personas que conocemos no aceptan la autoridad de la palabra de Dios, ni siquiera en parte, y las que aceptan algunas partes se encuentran a oscuras en lo que se refiere a la operaci ón de la mano divina en los asuntos del mundo. Posiblemente tengan una «apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella» (2 Timoteo 3:5). El apóstol Pablo amonesta a Timoteo que se aparte de estos. Muchas de estas personas llevan una vida muy activa y logran muchas cosas; pero no aman al Señor Jesucristo. Algunos afirman que lo aman, pero no aceptan la autoridad absoluta de su palabra cuando dice: «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando» (Juan 15:14).
¿Cómo puede alguno de nosotros formar amistades dignas con aquellos que no aman al Señor Jesucristo? Cómo pueden los jóvenes en el umbral de la vida darse el lujo de enamorarse de alguien que no conoce ni ama al Salvador?
En todas estas cosas tenemos libertad para escoger lo que haremos. En respuesta a su llamado, hemos escogido seguir a Cristo. ¿Cómo podríamos contemplar la posibilidad de apartarnos de aquellos ideales y valores por acompañarnos de amigos que no los defienden ni respetan? Clubes y grupos mundanos, amigos y pasatiempos sociales, pueden conducirnos a aquel país adonde viajó el Hijo Pródigo que abandonó a su padre «y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra» (Lucas 15:15).
Separarse por causa de la verdad no es aislarse. Significa asociarse con las personas adecuadas para fines correctos y en el momento apropiado. De lo contrario cosecharemos los frutos de la advertencia que por medio de Santiago nos hace Dios:
«¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios» (Santiago 4:4).
Pero Jes ús, quien dio su vida por sus amigos, declara:
«Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer» (Juan 15:15).
Traducido del inglés por Nehemías Chávez Zelaya
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