Una Anciana Habla a Las Mujeres Jóvenes

De la instrucción del apóstol Pablo sobre que «las ancianas… enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos» podemos deducir que la ancianas pueden ayudar a las mujeres jóvenes, y que las relaciones conyugales armoniosas pueden ser un problema.

Aunque los siguientes comentarios son dirigidos en primer lugar a las hermanas esposas, inevitablemente envuelven una exhortación a los esposos, debido a que el estado matrimonial es como un enlace de dos vidas.

Existen problemas

La existencia de problemas conyugales en el mundo actual puede ser atestiguada por casi todos. Los sicólogos y consejeros matrimoniales reconocen que al comienzo del matrimonio surgen algunos problemas sustanciales y fundamentales. Desafortunadamente, a menudo ocurre que las semillas de la desunión y las causas fundamentales de los problemas no son descubiertas ni identificadas, sino hasta que el abismo entre el marido y su mujer ha llegado a ser ancho y profundo. Entonces la angustiada pareja o se rinde y se separa o trata de retroceder para descubrir cuándo y dónde comenzó a desmoronarse el matrimonio. En situación menos desastrosa pero aún difícil están los matrimonios que cojean a un nivel de supervivencia, aguantando apenas las tormentas en vez de formar la saludable y amorosa unión que Dios tenía en mente en el principio.

La historia es muy conocida. Los felices días del noviazgo culminan en los emocionantes planes y deliciosos anticipos de la boda misma. Meses y aun años de preparación dan paso a la realidad de vivir juntos todos los días. Aquí es cuando los problemas pueden producirse a menos que el papel y función de cada uno de los cónyuges estén bien definidos y claramente comprendidos desde el punto de vista espiritual y natural. La enseñanza divina sobre el matrimonio debería volverse una fuerza vital para mantener unidos los matrimonios de creyentes.

La jefatura de la familia

«El marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia» (Efesios 5:23). Por consiguiente, el hombre debe asumir el liderazgo y la esposa debe ser su ayudante y complemento. Se ha observado que cuando Dios tomó una de las costillas de Adán, éste quedó incompleto; y cuando le fue traída la mujer, llegó a estar completo, ya que aquella parte que le hacía falta fue preparada y provista para él. La Biblia enfatiza esta idea: «Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada» (Génesis 2:23). La narración completa de la soledad de Adán seguida de la creación de Eva y su presentación al hombre, enfoca la interdependencia de ellos, su compañerismo, su unidad, como los medios por los cuales sus vidas serían útiles y productivas. Pero, aunque el hombre y la mujer serían «una carne» y «coherederos» de la vida eterna, diferían en lo que se refiere a propósito y función.

La administradora de la casa

Para comenzar, deseo aclarar que la mujer no es inferior al hombre delante de Dios. Dios ha llamado a la mujer para que sea heredera de vida eterna, por derecho propio, con sus responsabilidades y recompensas implícitas. La diferencia entre el hombre y la mujer no es de calidad sino de función. Mientras que el hombre es el jefe de la casa, el trabajo de la administración del hogar y educación de los hijos recae sobre los hombros de la esposa durante la mayor parte del tiempo. En nuestra moderna y urbanizada sociedad, el esposo está fuera, trabajando, durante el día, y ocupado algunas noches en reuniones. Así que la formidable tarea de manejar la casa es realizada por la esposa, y el trabajo no es para cobardes o de poco ánimo. El apóstol Pablo aconseja: «Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen…[y] gobiernen su casa» (1 Timoteo 5:14). La palabra griega OIKODESPOTEO, traducida aquí «gobiernen su casa,» significa ser un «déspota» de la casa, un administrador o dirigente. Este trabajo exige toda la inteligencia, creatividad, actividad, flexibilidad y empresa que una mujer pueda ostentar. No hay lugar para que se atreva el alma tímida o perezosa. La fe en Dios y la fortaleza de carácter son requisitos previos para ser una administradora efectiva de la casa.

La lección de sumisión

Volviendo a Efesios, el Espíritu ordena: «Las casadas estén sometidas a sus propios maridos, como al Señor;» y «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella» (Efesios 5:22, 25). Alguien ha dicho: «El esposo debe vivir como si muriera por su esposa, y la esposa debe vivir como si viviera para su esposo.» Esto es verdaderamente altisonante y parece imposible de alcanzar en la vida diaria, hasta que vemos que si se realizan apropiadamente, tales actitudes emulan en nuestra diaria rutina la relación que existe entre el Señor Jesús y la iglesia. Como el Señor murió por nosotros, así también, debemos vivir para él.

Hablando ahora a las hermanas, si la esposa pierde de vista el papel que le corresponde hacer en la parábola matrimonio-iglesia, lo más probable es que falle en su deber de ser una esposa piadosa. La esposa necesita considerar a su esposo como la figura de Cristo y comportarse con él de acuerdo a este criterio. Por supuesto, lo mismo es verdad del esposo en el sentido de que debe ver a su esposa como una representación de la iglesia por la que Cristo murió. Cuando fallamos en responder correctamente a nuestro cónyuge, estamos desfigurando simbólicamente la Verdad en lo que a Cristo y la iglesia se refiere. El mérito personal del esposo o de la esposa, como condición para recibir benevolencia de parte de su compañero, es dejado completamente fuera de discusión en el capítulo 5 de Efesios. La mujer debe respetar y obedecer, no porque su esposo sea amable y considerado (aunque esto ayudaría grandemente), sino porque es un mandato establecido por Dios para enseñar una lección más profunda. El esposo debe amar a su esposa como a sí mismo, no porque ella sea afectuosa y agradable, sino porque así lo ha ordenado Dios.

Manteniendo estos exaltados principios en el primer plano de nuestra mente, no es difícil ver de cuánta utilidad puede ser este concepto para mejorar y enriquecer los vínculos matrimoniales. Eleva el nivel de nuestra conducta desde el instinto natural hasta el discernimiento espiritual. Si seguimos la instrucción expuesta por Pablo en Efesios, no solamente mejoraremos nuestra relación matrimonial, sino que también enseñaremos a nuestros hijos y amigos la verdad concerniente a Cristo y su iglesia, la más grande historia de amor de todos los tiempos.

Cariñosa con su esposo

En Tito leemos que las mujeres jóvenes deben amar a sus esposos (griego filandros, afectuosa con el esposo) y serles obedientes (Tito 2:4, 5). Observe que mientras el esposo debe mostrar ágape, amor, para su esposa, la esposa es exhortada a ser «afectuosa» con él. La palabra sugiere cuidado, cariño, consuelo y devoción. El papel de la esposa es el de ser complemento, compañía y realce de su esposo, favoreciendo sus habilidades y haciendo objeto de oración sus flaquezas. Se ha observado que mientras una pareja anda de novios, cada uno admira las habilidades del otro, pero cuando se casan, intentan cambiar los defectos de uno y otro. Obviamente ésta es una fórmula para fracasar. La manera más efectiva de lograr un cambio en nuestro compañero es cambiar nosotras mismas primero. Por ejemplo, una de las mayores quejas en el matrimonio es que cada uno de los dos cónyuges se siente menospreciado. Uno de nuestros más profundos anhelos es el de ser aceptadas y apreciadas. Sin embargo, somos lamentablemente tardas para expresar nuestra propia gratitud por las buenas cosas recibidas. Diga a su esposo el gran valor que tiene para Ud. su cheque de pago, el hogar que poseen y las cosas que Ud. puede comprar. Felicítense uno al otro por cosas tales como la forma en que una situación difícil fue manejada o una oración magnífica fue ofrecida o una conferencia bíblica fue dada. «Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos» (Proverbios 16:24). Sin embargo, si el esposo no responde de la misma manera, y el duro trabajo y devoción nuestros parecen no ser reconocidos, aún entonces haga el mejor trabajo como si lo hiciera para el Señor. Es cierto que algunas hermanas pueden pensar que sus esposos no son dignos de tal trato; pero en última instancia nosotras servimos a Dios, quien está en los cielos, al obedecer Sus mandatos en estos asuntos.

Los hogares no son iguales

Dentro del contexto de esta discusión necesitamos observar que no son iguales todos los hogares. En algunas familias, tanto el esposo como la esposa están dedicados al servicio de Dios y Sus principios. Algunos de hecho pertenecen a la cuarta o quinta generación en la Verdad. Los principios bíblicos referentes al matrimonio habrán sido leídos y repasados repetidamente. No obstante, los problemas conyugales afectan a cualquier unión, y cuanto más grande sea nuestro entendimiento de la palabra de Dios, en mejor forma debemos manejar los conflictos y problemas que ocurren inevitablemente.

Por otra parte, muchas hermanas tienen esposos incrédulos y a menudo tienen que vivir bajo presiones y tensiones especiales. Pero los principios bíblicos no varían, tal como Pedro directamente trata este asunto: «Así mismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabras por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa» (1 Pedro 3:1). Habiendo venido al conocimiento de la Verdad, puede que una esposa no tenga el más mínimo respeto por la conducta y resistencia a la Verdad de su esposo incrédulo. Pero como ella conoce la voluntad de Dios y confía en él, asume su papel apropiado en la familia.

Los factores económicos intervienen como otro elemento problemático cuando la esposa tiene que ganar el salario, debido a que su esposo ha sido despedido o no puede conseguir trabajo. Aunque esta situación no favorece el mantenimiento de actitudes bíblicas, los tiempos y circunstancias difíciles no deben erosionar los claros principios bíblicos sobre este asunto. El hombre debe dirigir y amar. La mujer debe someterse y apoyar. Este es el designio del Señor; no el nuestro.

El ejemplo de Sara

Hablando de circunstancias difíciles, la Escritura no pudo proporcionar un mejor ejemplo de esposa sumisa que el de Sara. El modelo de Sara puede ser una fuente de inspiración para cualquier mujer que ha tomado para sí misma el papel de esposa. Pedro dice que Sara fue de «aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos,» y continúa diciendo: «Como Sara obedecía a Abraham, llamándole Señor» (1 Pedro 3:5, 6). Investigando el tema hasta Génesis 18:12, descubrimos que Sara llamaba a Abraham «señor» aun «dentro de sí misma,» es decir, en sus pensamientos. La actitud de Sara es extraordinaria porque ella estuvo sometida y obediente a Abraham aun después de que él la había dejado vulnerable en la casa de Faraón con el fin de proteger su propia vida. Abraham engañó a Faraón al hacer que Sara dijera que ella era su hermana, para preservar su propia seguridad. ¿Qué sentiría actualmente una mujer si su esposo le hiciera algo similar? Aun así, el divino comentario es: «De la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza» (1 Pedro 3:6). El propósito de la exhortación es que la mujer debe someterse al esposo, independientemente del tratamiento que reciba, confiando en que Dios mantendrá su promesa: «No os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar» (1 Corintios 1:13). Por supuesto que hay casos de brutalidad y abuso físico que deben ser manejados de manera sabia y prudente por los ancianos de la iglesia. Pero en las situaciones conyugales ordinarias, la esposa debe seguir el ejemplo de Sara, desarrollando una actitud sumisa con su esposo como forma de vida.

Sumisión y obediencia

La sumisión de la esposa es absoluta, mientras que su obediencia es relativa. Esto puede parecer contradictorio, pero la sumisión es un modo de vida, mientras que la obediencia puede ser moderada por circunstancias atenuantes. Esto no significa que la esposa obedezca sólo cuando quiera hacerlo. Pero si su esposo le dice que haga algo que se opone directamente a un mandamiento bíblico, ella puede rehusarse de una manera tan amable como sea posible. Aun en este caso debe ejercer mucho cuidado. Bajo la Ley de Moisés (Números 30), un esposo podía anular o hacer valer el voto de su esposa. Impresiona la gran autoridad con que Dios ha investido al hombre en lo que se refiere a las relaciones conyugales. Es digno de notar que si un hombre declinaba anular el voto de su esposa cuando lo oía la primera vez, y entonces procedía a hacerlo más tarde, el pecado le era imputado a él. En consecuencia, junto con la autoridad, Dios le ha dado al hombre profunda responsabilidad.

La sumisión es un designio angelical

Nosotras debemos practicar la sumisión como actitud fundamental, no como una serie de actos aislados. Sería posible que una esposa actuara con su esposo con una etiqueta bíblica sin tacha, aun cuando lo detestara en su corazón. Tal como ocurrió con Sara, la sumisión debe penetrar bajo la superficie y volverse una actitud fundamental en vez de ser una reacción superficial. La sumisión amorosa no se fundamenta en el humor o emoción del momento sino en un conocimiento de la operación de Dios. Una esposa sumisa confirma que los propósitos de Dios son buenos, que el angélico designio en el comienzo de la creación fue apropiado, hermoso y bien concebido. Fueron los ángeles, indudablemente, los que llevaron a cabo la creación de Eva, su presentación a Adán y el establecimiento de la relación que debía mantenerse entre ellos. «La mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles» (1 Corintios 11:10). A la luz de esta enseñanza, la sumisión de la esposa es vista no como una serie de actos individuales realizados de mala gana por el sentido del deber, sino más bien como una actitud nacida del entendimiento y gratamente ofrecida, testificando del hecho de que las disposiciones del Señor son buenas, rectas y dignas de ser seguidas.

El problema de las finanzas

Se dudaría por qué el tema de las finanzas aparece en una discusión sobre las actitudes amorosas en el matrimonio, hasta que se toma en consideración que la razón más común para las discusiones conyugales son las finanzas. Una familia que gasta más de lo que gana inevitablemente se cargará con peleas y frustraciones. El desastre en que el exceso de gastos puede sumergir a una familia no debe ser desestimado y los esposos deben enfrentar el tema tan importante de la estabilidad económica. Con frecuencia los jóvenes matrimonios se apuran a adquirir todos los placeres y comodidades de la vida demasiado rápido. El alza en las cuentas y gastos causará frustración y desembocará en abierta pelea. Tanto el esposo como la esposa deben practicar una administración financiera razonable. Esto incluye planificar cuidadosamente y preparar un presupuesto de modo que los gastos se mantengan proporcionales a los ingresos. La siguiente cita expone unos sanos consejos referentes a este problema:

«El matrimonio comienza a fallar a causa de la falta de educación en el hogar antes de la boda. Hay una necesidad básica de inculcar en los jóvenes hábitos de vida sencilla y de ahorro cuidadoso, años antes del tiempo del matrimonio. Los padres necesitan enseñar a sus hijos aquellos principios que los preparen para enfrentar las exigencias de la vida moderna. «Vé a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio,» somos amonestados en Proverbios 6:6-11. La hormiga cuidadosamente atesora para un día lluvioso. El mundo moderno no lo hace. Es una época de despilfarro espantoso. A los hijos no se les enseña el cuidado y la economía en el hogar ni en la escuela, donde el derroche es espantoso. Cuando éramos niños, nos enseñaban: «¡Cuida los centavos y los pesos se cuidarán solos!» Pero esto no es el caso actual, y es la causa fundamental del rompimiento de muchos matrimonios. Los jóvenes modernos han venido a un mundo de dinero tal que éste no tiene valor a menos que se reciba en grandes cantidades. Muchos no conocen el placer de ahorrar, o la satisfacción del sacrificio personal. Muchos han perdido el espíritu de independencia y piensan que el mundo les debe la subsistencia; se vuelven derrochadores, gastando los recursos que más tarde necesitarán. Les parece poco importante, hasta que se casan y desean comprar un hogar.

«Si insistimos en los hábitos de economía en la niñez, pondremos el fundamento para un futuro feliz. Pero observe los hogares de muchos cristadelfianos. ¿Se manifiesta un cuidadoso uso de recursos? ¿Se está enseñando a los niños a evitar cuidadosamente el desperdicio? ¿O más bien se está siendo indulgentes cuando demandan atención a sus deseos por medio de gritos? Mire los juguetes que se les compran y son rápidamente rotos, o echados a un lado descuidadamente. Considere el desperdicio de alimentos permitido.

«Ud. puede imaginar que esto no tiene nada que ver con el problema del matrimonio. Pero ésta es una época de autoindulgencia, no de autosacrificio. Puesto que se permite que eso intervenga en las relaciones matrimoniales, surgen los problemas.» (H.P. Mansfield en la revista cristadelfiana Logos)

Antes de casarse, es sabio que las jóvenes parejas discutan completamente el asunto de las finanzas. Los futuros compañeros deben hablar de temas tales como pago de cuentas, ahorro de dinero, uso de chequera, dinero personal de cada uno, y establecer un presupuesto con la intención de apegarse a él. Muchos problemas pueden ser prevenidos teniendo preparado un presupuesto económico razonable antes de establecer el hogar.

El galanteo, perdido en el matrimonio

Cuando estamos cortejando, hay normalmente una medida de inseguridad que nos mantiene en nuestra mejor conducta. Además, los novios usualmente pasan bastante tiempo juntos discutiendo planes y gozando de la mutua compañía. Sin embargo, cuando finaliza la luna de miel, no es poco frecuente que ocurra un rápido deterioro en su conducta.

Los principales defectos del esposo son probablemente la aspereza, la tendencia a culpar a su mujer por lo que sale mal (Génesis 3:10), la falta de comunicación y pobres modales. Encabezando la lista de defectos de la mujer están: el regaño, las quejas, el aburrimiento por la rutina diaria, la inquietud, y la tendencia a parecer sábelotodo. Se ha dicho que antes de casarse, un caballero quita el abrigo de su dama; y después de casarse, ella cuelga el abrigo de él. A la inversa, antes de casarse, una enamorada se deleita preparando el plato favorito de su amado; pero después de casarse ella quiere que él lave el plato. El problema es que después de la boda podemos desarrollar una forma de amnesia conyugal por la cual olvidamos las actitudes amables que caracterizaron los días del noviazgo y que culminaron en los santos votos que tomamos en nuestro día de boda. Pero el matrimonio no anula la obligación de seguir manifestando bondad, tolerancia, paciencia, gentileza, cortesía y todos los muchos atributos que forman un carácter que será aceptable al Señor en el día de su venida. En verdad, el matrimonio es el terreno de entrenamiento en el cual los caracteres piadosos deben ser desarrollados, no destruidos.

Cruce de deberes

Una fuente de fricción en los actuales matrimonios son las mal definidas áreas de obligaciones. El taller o la oficina es el lugar de trabajo del esposo y el hogar es el lugar de trabajo de la esposa. Algunas veces estos deberes se cruzan, lo cual es perfectamente correcto siempre que el asunto es discutido de antemano y es aceptable para ambos cónyuges. Por ejemplo, algunos hombres traen parte de su trabajo a casa, y ocasionalmente pueden necesitar que se les haga algún mecanografiado o contabilidad. El asunto debería ser discutido con la esposa y si ella puede, organizará su tiempo para ayudar a su compañero. De manera similar, cuando el esposo viene del trabajo a casa por la noche, su esposa posiblemente pedirá ayuda para el cuidado de algún niño, y el esposo considerado se la ofrecerá. Sin embargo, puede producirse un problema si esperamos que nuestro cónyuge comparta siempre esa tarea que es realmente nuestra. Contribuirá más a un hogar pacífico el que la esposa considere la mano auxiliadora de su esposo como bondad de parte de él y no como una de sus responsabilidades. De este modo, si la ayuda no siempre está al alcance, la esposa no confiará en ella y no se quejará si no está regularmente disponible. También deberá expresar su aprecio por la ayuda que recibe.

Si las dificultades económicas son tales que la esposa debe trabajar, entonces claramente esposo y esposa deberán compartir en igualdad de condiciones las muchas tareas que conforman la vida familiar. Aun en este caso, sin embargo, es útil tener las responsabilidades claramente definidas. Uno de los elementos destructivos en el matrimonio es cuando uno de los cónyuges hierve interiormente ante la falta de ayuda del otro, mientras que el otro está completamente ignorante de que tal ayuda fuera siquiera esperada. Las siguientes pautas proveen un útil sumario. Aprenda a definir su papel y deberes y dedíquese a ellos con devoción ilimitada, libre de resentimiento y frustración, «y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor» (Colosenses 3:23). Organice su día para el bienestar y crecimiento espirituales de su esposo e hijos. Elabore un plan con su consorte sobre cómo manejarán juntos el cuidado de la familia de modo amigable y mutuamente beneficioso. La previsión puede evitar la amargura que se produce cuando existen roles mal definidos y esferas de responsabilidad confusas.

Anime a su esposo al estudio bíblico

Uno de los grandes servicios que una esposa puede hacer por su familia es alentar a su esposo al estudio sistemático personal de la Biblia. Un hermano en Cristo debe proveerse de un poco de tiempo diario, por lo menos media hora, para el estudio bíblico, con el objeto de progresar y estar capacitado para dirigir a su esposa y familia hacia el reino de Dios. No es posible que un hombre dirija efectivamente su familia si es inexperto en la enseñanza divina. Esto puede involucrar algún sacrificio de parte de su esposa. Una de sus más grandes necesidades es la de tener un poco de compañía de su esposo, y ella tenderá a manipular su tiempo libre para sí o para los niños. Una esposa puede considerar que el tiempo de estudio de su esposo compite con su propio tiempo, de modo que sin darse cuenta, lo aparta de ese tranquilo período con la Palabra. Pero si el esposo tiene que «nutrir» y «cuidar» a su esposa, y si tiene que proveer competente consejo espiritual para el crecimiento de sus hijos, debe tener tiempo para desarrollar sus propios recursos espirituales. Esto no puede ser realizado sin un estudio regular y profundo de la Biblia.

Animando a su esposo en el estudio de la Biblia, la esposa puede también obtener otros beneficios. Por un lado, ella puede aprovechar los conocimientos de su esposo y darse cuenta de lo que él está descubriendo. Por otra parte, el esposo será librado de muchas horas de vano e improductivo uso de tiempo. A su vez, la esposa puede sentir una sensación de realización cuando contribuye a que su esposo progrese en la Verdad.

Relación conyugal ligada a la vida espiritual

Discutiendo la correcta actitud en el matrimonio, el apóstol Pedro revela un hecho extraordinario. Nuestra relación personal y compañerismo con Dios están relacionados con el grado de devoción y amor que existe entre esposo y esposa. Pedro ordena: «Vosotras, mujeres, estad sujetas …vuestra conducta casta y respetuosa…en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible…Vosotros, maridos, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer…para que vuestras oraciones no tengan estorbo» (1 Pedro 3:1-7).

No solamente nuestras oraciones, sino nuestro estudio de la Biblia y nuestra meditación son también estorbados por los altercados domésticos o presiones económicas. Es casi imposible concentrarse en una consideración a fondo de la Verdad inmediatamente después de una disputa sobre cuestiones familiares. Un problema general de comunicación con Dios frecuentemente surge de un desorden mental que se origina en problemas del hogar.

En otras palabras, nuestra vida espiritual es directamente afectada por nuestras relaciones conyugales. Esta exhortación es poderosa, y como mujeres santas, debemos esforzarnos por hacer nuestra parte para mantener nuestro matrimonio íntegro y saludable. Tal como afirmé al comienzo, nuestras relaciones deberán reflejar la gloriosa unidad entre el Señor Jesucristo y la iglesia.

Hacia la separación

Un patrón común, conocido de los consejeros matrimoniales, es el de que las parejas de entre veinte y treinta años de edad tienden a mantenerse unidas; pero durante la edad de los treinta a los cincuenta, la tendencia es a separarse. Finalmente, al llegar a los cincuenta tienden a acercarse de nuevo. Esta observación es bastante deprimente sin considerar aun la posibilidad del rompimiento completo del matrimonio. Sin embargo, si la observación es válida, debería de hacerse algo para prevenir esos veinte años de distanciamiento. Es obvio que se perderá mucho compañerismo beneficioso y gozo mutuo, sin mencionar el crecimiento espiritual, si se permite que esto ocurra.

Es fácil ver las razones por las que surge el problema. Los hijos jóvenes demandan enormes cantidades de tiempo y energía física, dejando a la madre constantemente agotada. Durante los años de fertilidad de la mujer, los ingresos familiares son frecuentemente más bajos de lo que serán más tarde; así que el esposo trabaja horas adicionales o consigue un trabajo adicional para resolver los problemas económicos. A veces todo lo que la familia puede adquirir es una casa vieja, un carro en malas condiciones y aparatos domésticos usados, todos los cuales constantemente necesitan consumo de tiempo en su reparación. Además, si el esposo es activo en la iglesia, como debería serlo, eso es casi como un segundo trabajo. Por añadidura, cuando vienen los niños, hay una tendencia de la madre a transferir su afecto y devoción a ellos; al grado de que el padre siente que está allí nada más que para proporcionar los ingresos y reparar los aparatos dañados. La esposa debe asegurarse de que, aunque su amor se expanda para incluir cada miembro nuevo de la familia que llega, su esposo no siente que ha sido abandonado. Hay muchas pequeñas maneras que no toman mucho tiempo, para hacerle saber que aún es el número uno y bien amado. Podemos tomar ese minuto extra para decirle las cosas amorosas que son tan significativas. Las expresiones de gracias y de amor son importantes y necesitan decirse.

Otro motivo por el que ocurre la separación es que por una variedad de razones, las parejas piensan que deben alejarse uno del otro y de los niños para descansar. Este puede ser un error fundamental. La pareja necesariamente tiene que estar separada ocasionalmente, pero esto no debe ser visto como una buena terapia matrimonial o una deseable separación entre ambos. Por ejemplo, si hay sólo un automóvil en la familia y la abarrotería está muy lejos para ir a pie, puede que la madre tenga que hacer las compras en la noche, mientras que el padre cuida los niños. En otras ocasiones, el padre debe ir solo a reuniones de la iglesia mientras la madre cuida los niños. Sin embargo, no es tan aceptable la forma en que muchas mujeres ven la llegada de papá a casa por la noche, como su boleto hacia la libertad. Así que se marchan a una clase de arreglos florales o a un gimnasio. Más tarde, el comportamiento de ambos al ir cada uno por su lado a sus propias actividades abrirá una brecha en sus relaciones que enemistará y dividirá a la pareja.

La clase bíblica semanal es una buena situación aplicable al caso. En vez de rotar la asistencia, ¿por qué no llevan a toda la familia como una actividad en compañerismo? En nuestra iglesia, varias parejas sirven, en turno mensual, llevando una clase de niños en la segunda planta, mientras el estudio de los adultos se realiza abajo. La clase de niños ha sido tan exitosa, que un muchacho insiste en que su madre asista a la clase bíblica para así poder él también asistir a la suya. En otra familia, los niños se alinean junto a la puerta urgiendo a sus padres para no llegar tarde a la reunión. Es verdad que este arreglo exige que algunas parejas dedicadas planeen y dirijan la clase de los niños, pero ¿en qué más grande trabajo podríamos estar ocupados, que el de mantener unidas nuestras familias alrededor de la Palabra del Señor? Las enfermedades de la niñez, el frío o la lluvia pueden estorbar el plan; pero a menudo un pequeño esfuerzo extra puede hacer de la clase bíblica nocturna una ocasión de felicidad familiar.

Algo más que complica el problema de la tendencia a la separación es que cuando papá viene a casa, se siente mentalmente agotado. Ha gastado toda su energía y esfuerzo en el trabajo y preferiría solamente comer y descansar. Mientras tanto, la principal necesidad de la madre es hablar, y anhela conversación y compañía de su esposo después de luchar por muchas horas con una pesada labor doméstica.

No es difícil ver por qué se desarrollan los problemas. Después de estar separados todo el día, el esposo se queda en casa y la esposa sale por la noche. Ella ansía hablar mientras él ya habló lo suficiente para el día. Hasta que el último niño es llevado a la cama, las demandas de cuidado de los niños impiden que esposo y esposa estén juntos por unos pocos y quietos momentos. Estas situaciones domésticas vienen en una variedad de tamaños y formas, pero lo esencial es que las parejas tienden a separarse cuando la vida conyugal pasa por los años de la crianza de los niños.

Algunas soluciones

La solución básica al problema es hacer las cosas juntos. Orar juntos, leer juntos, jugar juntos, trabajar juntos, descansar juntos. Puesto que la mujer fue provista para el hombre, bien puede que la iniciativa en este sentido tenga que venir de ella. También puede significar aprender algo de los intereses especiales del esposo y esforzarse por ser una interesante y agradable compañera. Raramente se casan dos personas sin tener intereses comunes en un número de áreas. Estos intereses no desaparecen cuando un matrimonio madura, pero algunas veces debe hacerse un deliberado intento de revitalizarlos.

Si podemos ver la necesidad de mantenernos juntos y hacer todo intento por lograrlo en un mundo que se está resquebrajando en todos los niveles, el Señor bendecirá nuestros esfuerzos. Este es el trabajo de una mujer virtuosa que usa su energía y creatividad para erigir su matrimonio en una estructura fuerte y espiritualmente sólida.

Sugerencias para seguir amando a su esposo

Hay ciertas cosas que podemos hacer para ayudarnos a mantener y fortalecer nuestro amor por nuestro esposo. Cuando consentimos en casarnos con él «hasta que la muerte nos separe,» vimos rasgos, características y fisonomía que nos convencieron de que podíamos amarlo por toda la vida. Conforme pasa el tiempo, sin embargo, ambos maduramos, las circunstancias cambian y hasta cierto punto, nosotros también cambiamos. A continuación, se presentan algunas sugerencias adicionales que pueden contribuir a que siga aumentando nuestro amor para el esposo.

  1. Aprenda a apreciar la singularidad de su esposo. Evite compararlo con otros hombres. Todos tienen sus virtudes y sus debilidades. Piense en las virtudes de su esposo y enfatice los aspectos positivos de su personalidad y carácter. (Por ejemplo, él quizá repara la cañería de cualquier otro, pero no la de Uds. Eso demuestra que es generoso.)
  2. Aprenda a olvidar sus errores pasados. No avive las heridas porque esto destruye la unidad que Ud. se propone lograr. Aprenda a perdonarlo si la ha ofendido personalmente. Si Ud. alberga amargura contra su compañero, los pecados de Ud. no serán perdonados. Nosotras tenemos la tendencia a descuidar este gran hecho. «Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mateo 6:12).
  3. Anime a su esposo en los momentos de falla. Trate de ver lo positivo que puede provenir de una experiencia negativa. Dios trabaja de este modo para hacernos crecer. «Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos» (Deuteronomio 8:2).
  4. Deje de criticarlo en público. El ridículo y la burla desencadenados contra su esposo en frente de otros es muy humillante y embarazoso para todos los presentes. En vez de eso, ¡estimúlelo y alábelo sinceramente! La mujer virtuosa «le da ella bien y no mal todos los días de su vida.»
  5. Viva contenta de acuerdo a los ingresos de su esposo.
  6. Aprenda a respetarlo a pesar de sus defectos. Un hombre ansía respeto y una mujer desea ser amada. Estas son necesidades básicas de que Dios nos ha dotado, y es nuestro deber en el vínculo de Cristo asegurarnos que las necesidades de nuestro compañero sean satisfechas.
  7. Trate de simpatizar con las dificultades que su esposo enfrenta en el trabajo. Muchos hombres enfrentan hostilidad y vulgaridad de manera continua durante su día de trabajo. Algunos tienen compañeros de trabajo que ridiculizan sus principios y constantemente los invitan a comportarse a la manera del mundo. Otros están sujetos a supervisores quienes egoístamente tratan de explotar su habilidad sin preocuparse por las necesidades espirituales de él o de su familia. Algunos enfrentan competidores salvajes y predadores en sus prácticas comerciales. Otros tienen clientes que mienten y engañan para evitar pagar sus cuentas. Otros son tratados con fría envidia por los socios menos exitosos. El mundo es mundano y «todo lo que hay en el mundo» son «los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida.» Cuanto más crece su esposo espiritualmente, más incómodo se siente en el mundo, y más intensas son las insinuaciones y las palabras vulgares de éste. En algunos oficios, parece que una de cada dos palabras es una maldición o vulgaridad de algún tipo.
  8. Todas estas presiones pueden causar una irritabilidad aparentemente inexplicable, indiferencia o preocupación. El hombre con frecuencia no quiere explicar los problemas porque esto significa volver a vivir una desagradable experiencia, así que puede ser difícil lograr que relate lo que le ha pasado. Trate de ser sensible a sus problemas y hacer del hogar por las noches un puerto de descanso apartado de los mares tormentosos y malos vientos que azotan diariamente a su esposo.
    Aprenda a hacer de su desarrollo espiritual su principal interés. Desarrolle proyectos e intereses que contribuirán al bienestar espiritual de su familia. Aprenda a ajustar su horario a las responsabilidades de su esposo en la iglesia y sus demás prioridades y necesidades. Si su esposo desea participar en las actividades de la iglesia, anímelo y allánele el camino para que pueda lograr sus propósitos. Si está atascado en un punto muerto o echándose atrás en el desarrollo espiritual, arrégleselas de modo que él pueda llegar a la clase semanal como una ayuda para su crecimiento espiritual. La mujer virtuosa «considera los caminos de su casa y no come el pan de balde.» Por consiguiente, «se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba» (Proverbios 31:27, 28).
  9. Si él no está dispuesto a recibir sugerencias en un asunto sobre el cual Ud. siente fuertemente que está equivocado, aprenda a dejar que Dios enseñe a su esposo a través de los errores y fracasos. Enséñelo que su confianza en él no depende de que nunca tome decisiones equivocadas.
  10. Aprenda a discutir con su esposo sin atacar su carácter. Esto es particularmente difícil si Ud. está emocionalmente atrapada en un asunto. Entrénese para atacar el problema, no a la persona.

Conclusión

Repasando estas palabras de advertencia y amonestación que como anciana he dirigido a las hermanas jóvenes, es evidente que una gran parte de la exhortación se aplica también a los esposos. Las palabras de Pablo a Tito señalan esto: «Las ancianas, asimismo…enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos» (Tito 2:3, 4). De aquí deducimos que los ancianos debían entrenar a los hermanos jóvenes de la misma manera. Nosotras somos llamadas a dar una buena cuenta de nuestra propia mayordomía. La efectiva realización de nuestro discipulado debe basarse en los mandamientos y fortaleza de Dios y no en la comodidad y conveniencia de nuestra situación doméstica. El reto es grande y el trabajo no siempre es fácil. Quizá por eso la madre del rey Lemuel dijo: «Mujer virtuosa, ¿Quién la hallará?» Esforcémonos por ser como la mujer virtuosa que «esfuerza sus brazos.» Contribuyamos, como mujeres justas, al diestro gobierno de nuestro barco, sosteniendo el rumbo a través de los vientos adversos y tumultuosos ventarrones hasta que al final del viaje, y con la ayuda de nuestro Padre, podamos guiar seguro nuestro buque hasta aquel tranquilo puerto de refugio y descanso.

«Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada» (Proverbios 31:30).

~ Ellen Styles

Traducido por Nehemías Chávez Zelaya

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