El culto a la riqueza en la perspectiva de la Biblia
Los seres humanos en general estamos programados para intentar crecer y superarnos en todo sentido: En la vida laboral, intelectual, deportiva, en la cultura o en lo que sea.
Recibimos educación de nuestros padres primero y después la sociedad se encarga de darnos elementos para encontrar y aprender a manejar las herramientas que nos permitan decidir y formar nuestro futuro supuestamente exitoso. Algunos aprenden más que otros y se posicionan mejor acumulando poder, fama y riquezas, trabajos respetables y bien pagados, casas bonitas, autos de moda, etc, etc. Otros se quedan en el camino y se llenan de frustración por no llegar al objetivo. Son los pobres y son la mayoría en este planeta.
La tarea de posicionarnos entre la gente nos lleva toda la vida. Es intensa y demanda mucho trabajo, esfuerzo y salud física. En este camino ciertamente algunas personas no aceptan perder y en su afán de tener y acumular cosas llegan por rutas ilegales transitando oscuros laberintos de delincuencia y corrupción.
Las riquezas, el afán, la ansiedad son temas que la Biblia toca en profundidad. En el Antiguo Testamento hay anécdotas, historias y consejos. Los hombres ricos, ansiosos y afanados de la antigüedad fueron advertidos por Dios. Fueron exhortados a tener cuidado y reconocer que no eran sus manos sino las del Creador las que los puso en ese lugar. También fueron advertidos que esa condición de riqueza les hacía muy difícil su entrada al reino de Dios.
En el libro de Deuteronomio capítulo 8 hay una historia interesante que involucra a su pueblo Israel. Dice a partir del versículo 11:
“11 Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre;
Y el 17 dice:
y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres…”
La Biblia enseña que Dios da el poder para construir riqueza pero también advierte sobre el desmanejo y el error de acumularlas. Priorizar la riqueza va en desmedro de la vida espiritual. Esta enseñanza básica tampoco fue asimilada por los hombres antiguos.
El profeta Jeremías insistió en que el conocimiento de Dios era la gloria del hombre y no las riquezas. Jeremías 9:23-24:
“23 Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.”
Dios se agrada en los hombres que buscan conocerlo a través del conocimiento y no le interesa justificar a los «exitosos y afamados de la tierra». El afán y la ansiedad que provoca la búsqueda permanente del éxito, la fama y la riqueza trae consecuencias serias para el hombre que busca a Dios.
Jesús, el hijo de Dios, dió un mensaje muy claro al respecto en su tiempo. Dice en el libro de Mateo 6:25-34:
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. mas buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia y todas estas cosas OS serán añadidas. Asi que nos os afanéis por el día de mañana porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.”
En fin, hay dos mundos y son muy diferentes. Son el propuesto por el hombre y la sociedad que premia y alaba a los ricos y exitosos o el espiritual de las Escrituras. Dios llama y cada uno elige. Solo sabemos que la ansiedad por las riquezas materiales y el afán dejan profundas cicatrices. Algunas son irreversibles.
La Biblia te puede ayudar a entender el mundo en el que vivimos con esmero y dedicación. En la lectura o en la iglesia es posible encontrar muchas respuestas a estas y otras inquietudes.
Así es: Cada uno elige el mundo que prefiere. El de la búsqueda de riqueza terrenal o el que busca la riqueza espiritual que solo Dios puede dar.