Reflexiones sobre el dragón y la guerra en el cielo (Apocalipsis 12)
El dragón de Apocalipsis no es un poder político ni una nación. Es esa influencia espiritual la que ha esclavizado a la humanidad y ha sido servida más servilmente que cualquier dictador, particularmente en tiempos pre-cristianos y por la gente pagana. Esto es debido a la misma creencia de que el mal puro puede existir en el cielo. Por lo tanto, este capítulo de Apocalipsis fue escrito para contrarrestar el mito del mal celestial y el efecto que esta falsedad pagana tenía sobre el judaísmo helenístico (y estaba teniendo sobre el cristianismo). El Libro de Enoc1El Libro de Enoc, Editorial Lectorum, México, capítulos 6-16. Libro de los vigilantes o caída de los ángeles. (traducción Florentino García)., por ejemplo, asumió que había una rebelión entre los ángeles de Dios. El mal nunca puede ser vencido si se cree que es celestial. Cristo había venido al mundo para triunfar sobre la inclinación del mal en su propia vida. La humanidad hay que comprender que no hay mal en el cielo, que el mal es el producto de la maldad humana.
Los gobernantes políticos de la humanidad habían reclamado el origen celestial como la base de su autoridad malvada. Por lo tanto, la fuente imaginada de su autoridad tuvo que ser desalojada del cielo en la mente humana. El mal tenía que ser visto en la tierra. El dragón es la fuente malvada de todo gobierno mundial. En una figura, este diablo y satanás, fuente imaginada de toda maldad pagana y poder político, fue arrojado a la tierra por la fuerza de la conversión cristiana.
El dragón es el conglomerado de todas las cuatro bestias de Daniel (capítulo 7) las que persiguieron a Israel antiguo. Tiene siete cabezas porque todas las cabezas de las cuatro bestias de Daniel totalizan siete porque la tercera bestia (Daniel 7: 6-7) tenía cuatro cabezas:
1 + 1 + 4 + 1 = 7
Tiene diez cuernos porque la cuarta bestia de Daniel tiene diez cuernos. Aunque la imagen del dragón que arroja estrellas del cielo parece citarse de Daniel 8, la referencia a un «tercio de las estrellas» parece más probable que sea una referencia a la conquista de tres cuernos de los diez (aproximadamente un tercio).
El dragón es correctamente definido como el «diablo y satanás». Sin embargo, hay dos peligros extremos al interpretar el símbolo del dragón en esta visión:
- Un extremo es el de creer en un diablo personal literal (un ángel caído) y aplicar el lenguaje de este capítulo a tal diablo personal sobrenatural literal.
- Otro extremo es reducir esta notable pieza de simbolismo a un mero nivel político, equiparándola con la victoria de Constantino sobre el paganismo en el siglo IV (interpretación histórica).
La Revelación de Juan fue escrita para contrarrestar las características de la interpretación de las luchas políticas entre Israel y sus enemigos y de los escritos apócrifos como los de Enoc.
La revelación revela los símbolos de la guerra política contra los opresores nacionales para significar una batalla espiritual contra las fuerzas del mal. Echamos de menos el punto si decimos que el dragón representa el estado romano o cualquier otra nación o comunidad que puede haber oprimido por un corto tiempo el pueblo de Dios.
El conflicto espiritual
La verdadera batalla continúa. No asume un ángel caído. La batalla es contra la mente del mundo, el príncipe del mundo el príncipe del poder del aire (Juan 12:31, Efesios 2:2). No hay poder excepto Dios y todas las autoridades humanas son ordenadas por Dios (Mateo 28:18-20, Romanos 13:1). Toda autoridad en el cielo y en la tierra ha sido dada al Hijo de Dios y todas las cosas son posibles a los elegidos para aquellos que luchan contra los que imaginan principados y poderes de la superstición humana. Ningún poder terrenal o principado celestial imaginado puede separarnos del verdadero amor de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor.
“El hijo fue arrebatado” (Apocalipsis 12:5)
Esta es la respuesta cristiana a la interpretación mítica del Mesías y su reinado en Enoc, capítulos 70-71. Hay referencias en el Antiguo Testamento a un hombre-niño libertador, por ejemplo: El libertador en Miqueas 4:9-5:4 y El hombre-niño de Isaías 66:7-9. Fue la realización, en un solo hombre – Jesús, de la lucha contra el pecado y la debilidad humana. Al final de esa lucha, para Jesús mismo, fueron los dolores de parto de la crucifixión que llevó al nacimiento de un nuevo hombre resucitado, el primogénito de entre los muertos. La vida de Jesús fue en sí misma el clímax de siglos de lucha humana.
Aunque fue llevado al cielo, la lucha continúa con la mujer, la comunidad de Dios. Jesús habló de esta lucha continuada sobre muchos descendientes creyentes en Su discurso final a los discípulos. Él habló de la persecución y usó la referencia a una mujer “cuando da a luz tiene dolor” pero finalmente “ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.” (Juan 16:21).
El dragón cae del cielo
Satanás fue expulsado del cielo (figurativamente) por la venida de Cristo. La gente creía que las enfermedades habían sido obra de demonios, pero cuando Jesús las curó completamente, él mismo dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lucas 10: 17-20). Más tarde, al llegar a la etapa final de su conflicto (Su propia lucha personal), dijo que el juicio del mundo había llegado y que el príncipe de este mundo había sido expulsado (Juan 12:31). Jesús despojó al diablo de toda su imaginada autoridad por su triunfo sobre el pecado humano en el Calvario.
Sin embargo, la batalla contra el mal humano no había terminado. La mujer tiene otros descendientes que deben ser producidos por lo que debe ser protegido. Porque ella necesita sustento, el Nuevo Israel, la comunidad de Dios es llevado al desierto. El último período de la lucha de Jesús contra el mal, el período tradicionalmente de 42 meses de su ministerio, es un símbolo apropiado de la lucha de la Iglesia para producir a sus nuevos hijos (Romanos 8:22).
Es interesante ver cómo el número 42 se puede encontrar en:
Las 42 semanas de embarazo humano;
Los 42 años del viaje por el desierto;
Las 42 generaciones de Abraham a Cristo.
La guerra en el cielo
La guerra en el cielo es un uso magistral de los símbolos del Antiguo Testamento. En el período persa, Miguel fue considerado como el representante angélico celestial de Israel. En una figura, hizo la guerra en nombre de Israel contra los «representantes celestiales» de otras naciones. No hay ninguna sugerencia de una guerra literal entre los ángeles. La mejor ilustración de este «acomodamiento» de la creencia persa al simbolismo judío se encuentra en una de las visiones de Daniel. Hubo guerra en el cielo entre Miguel, el príncipe angelical de Israel, y los príncipes angélicos de Grecia y Persia (Daniel 10:10-21). Esta guerra simbólica, una especie de drama actuado por ángeles en nombre de varias naciones, se reflejaría en los acontecimientos entre las naciones sobre la tierra.
Más adelante en la misma profecía final de Daniel, Miguel «se levanta» para el pueblo de Dios en un tiempo de problemas después de las batallas entre los egipcios y los sucesores sirios de Alejandro se había terminado. Esta segunda referencia a Miguel es claramente hacia el primer siglo cuando el «conocimiento» de Cristo podría haber sido extendido (Daniel 12: 4) a todo el mundo durante un tiempo de angustia (Daniel 12:1; Mateo 24:21) si la Iglesia había sido enteramente fiel a sus términos de referencia en aquellos días.
Los autores de los libros apócrifos habían leído mal a Daniel. Ellos asumieron que la primera referencia a Miguel (Daniel 10:10-21) se refería a una batalla literal entre las fuerzas del bien y del mal en el cielo. Miguel se convirtió en el cuarto arcángel del libro de Enoc (Enoc capítulos 20 y 40) e intercede y aboga por la severidad del juicio divino, mientras que la guerra simbólica adquiere connotaciones literales.
Incluso la interpretación de Daniel, el drama celestial simbólico fue suplantado por el concepto de una verdadera guerra en el cielo contra:
- Los enemigos de Israel y,
- Las fuerzas del mal en general.
La “guerra en el cielo” en Apocalipsis es, en cambio, una transformación de las “guerras celestiales” de la literatura apócrifa judía y un retorno al simbolismo de Daniel.
Antes de dejar el Dragon del capítulo 12 y encontrar la bestia del mar o del abismo en 13 es conveniente observar que el cuerno pequeño de ella tiene mucho en común con Daniel y también el “hombre de pecado” de 2 Tesalonicenses 2:3 (ver Tabla siguiente).
El hombre de pecado (2 Tesalonicenses). |
La bestia del mar o del abismo (de Apocalipsis). |
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2:9 (NVI) “con gran poder y señales…por obra de Satanás” | 12.9 y 13:2 (NVI) “el gran dragón, la serpiente antigua que se llama Satanás”
“Y el dragón le dio su poder y su trono y grande autoridad…a la bestia.” |
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2:4 (NVI) “…se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios…” | 13:4,8 (NVI) “…y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia diciendo ¿Quién como la bestia…?”
“Y la adoraron (la bestia) todos los moradores de la tierra…” |
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2:9-12 (NVI) “…con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad”. Y Dios “les envía un poder engañoso para que crean (los oyentes) la mentira” | 13:14 (NVI) “Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia…” | |
2:7 (NVI) “…el misterio de la maldad ya está ejerciendo su poder, pero falta que sea quitado de en medio el que ahora lo detiene.” | 9:1,2 y 11 (NVI) “…y se le dio la llave del pozo del abismo, y abrió el pozo del abismo” “…y tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo cuyo nombre…Abadón…Apolión” o sea la bestia. |