Introducción Del Nuevo Profeta De Israel
2 Reyes 2:12:
“Al ver esto, Eliseo clamó: «¡Padre mío, padre mío ¡Carro de Israel y su caballería!» Y nunca más lo vio. Entonces Eliseo tomó sus vestidos y los rasgó en dos partes.»
Mientras Eliseo miraba la espectacular visión, exclamó: “Padre mío, Padre mío” mostrando dependencia y respeto absoluto hacia Dios. De Elías exclamó: “gente de a caballo”, representando las fuerzas divinas que eran las defensas verdaderas de Israel. El carro era el armamento más poderoso de aquellos tiempos y representaba el poder supremo de Dios. Elías había sido el instrumento divino escogido para realizar sus propósitos en aquel reino apóstata. Como el carro de Israel, él había sido el en quien Jehová montó para la protección y el juicio de la nación. Como los jinetes, se había esforzado por guiar a esa nación hacia caminos divinos. Sin embargo, Acab lo acusó de ser el perturbador de Israel (1 Reyes 18:17).
Además, está claro que Eliseo completaría la misión de Elías, y como sucesor sería el arma secreta nacional también (2 Reyes_6:8 al 7:20 y 13:14). Otros sugieren que la parte final del grito de Eliseo se trata de un título o un sobrenombre para Elías.
“Los rasgó en dos partes.” Esta es una dramática expresión que refleja la profunda tristeza de Eliseo ante la pérdida de su amado amigo (1 Reyes 21:27).
2 Reyes 2:13-14:
“Alzó luego el manto que se le había caído a Elías, regresó y se paró a la orilla del Jordán. Después tomó el manto que se le había caído a Elías, golpeó las aguas, y dijo: «¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías?» Apenas hubo golpeado las aguas del mismo modo que Elías, estas se apartaron a uno y a otro lado, y Eliseo pasó.”
Eliseo ahora recoge la insignia del oficio del profeta, aunque después de este incidente no parezca haberla usado, pero es más bien conocido por el uso de su propio bastón (2 Reyes 4:29).
“Que se le había caído.”
Elías cuidadosamente rodó este manto como si la obra de Dios cesara con su partida. Parece providencial que esta ropa cayera de él en lugar de que deliberadamente la dejó caer. Así, el Señor indicó que la obra de la predicación de la verdad no dependía de ningún individuo en particular y que Dios, al mismo tiempo que quita a Sus obreros, también prevé la continuación de Su obra en la tierra, la cual nunca podrá ser extinguida.
«¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías?»
La pregunta ante Eliseo y la nación es, ¿ha dejado Jehová la tierra con su profeta? La expresión aquí no es una expresión de duda sino una expresión de fiel anticipación de la participación divina en los asuntos de los hombres. Para el uso de esta expresión vea Jeremías 2: 6-8.
“Apenas hubo golpeado las aguas del mismo modo que Elías.”
Un principio extremadamente importante emerge de la realización de este milagro en manos de Eliseo. Tres grandes hombres están registrados en las Escrituras como magnificándose individualmente a los ojos de sus contemporáneos durante la travesía o subiendo de las aguas del Jordán. En cada caso, la historia de los tiempos fue crucial y los nombres de los hombres así involucrados significan básicamente lo mismo.
Josué | Deriva del hebreo Yehoshua: salva. | Josué 3:7 |
Eliseo | Significa Dios es mi salvación | 2 Reyes 2:14 |
Jesucristo | Del hebreo El Mesías, el que salva. | Mateo 3:17 |
¿Cuál era el punto, entonces, en la asombrosa coincidencia de la ampliación de estos tres hombres con nombres del mismo significado en las orillas del río Jordán? ¿No era el hecho de que el que sería la salvación de Jehová en el sentido último es aquel que debe en sí mismo conquistar el poder de la carne que fluye de Adán al mar de la muerte? Por medio de Jesús se abriría de una vez por todas aquel camino que llevaría al árbol de la vida que está en medio del paraíso de Dios (Apocalipsis 2:7).
Usando la capa de Elías para partir las aguas del río Jordán, Eliseo regresó a la comunidad de profetas de Jericó. Este acto de cruzar el río de la misma manera que Elías y Eliseo habían cruzado, fue la primera confirmación pública de que el segundo era el heredero del poder y autoridad del primero. La capa que Elías usó para señalar la selección de Eliseo como discípulo y sucesor (1 Reyes 19:19) y para abrir paso por el Jordán (1 Reyes 2:8) no era mágica, pues fue el poder o el Espíritu de Dios que dividió el río como efectivamente lo declararon los profetas (vv. 15, 16).
2 Reyes 2:15:
«Al verlo, los hijos de los profetas que estaban al otro lado en Jericó dijeron: «El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo». Fueron enseguida a recibirlo, se postraron delante de él.»»
Su siguiente acción, golpear el río Jordán con el manto que Elías había dejado, fue señal de que ahora Eliseo detentaba las mismas responsabilidades de aquél. Los profetas todavía estaban al otro lado y pudieron ver que en efecto el espíritu de Dios descansó sobre Eliseo. Éste les hizo la pregunta: “¿Dónde está Jehová el Dios de Elías?” como si dijera: ¿están ustedes convencidos de que yo soy el que continuará el ministerio profético? Entonces ellos mostraron su comprensión postrándose ante Eliseo. Esto no significa que lo adoraron, sino que, siendo ellos también profetas, de esa forma mostraban respeto y honra al sucesor genuino de Elías. La capa simbolizaba su sucesión. Como Elías, se vería obligado a continuar la confrontación entre los dioses ajenos y el Dios vivo en Israel (1:3, 6, 16; 3:11, 12; 5:8, 15).
La búsqueda inútil para Elías
2 Reyes 2:16:
«y dijeron: –Aquí hay entre tus siervos cincuenta hombres fuertes. Deja que vayan y busquen a tu señor ahora; quizá lo ha levantado el espíritu de Jehová y lo ha arrojado en algún monte o en algún valle. –No enviéis a nadie –les dijo él.»»
2 Reyes 2:17:
Pero ellos lo importunaron tanto que avergonzándose dijo: –Enviadlos. Entonces enviaron ellos a los cincuenta hombres, quienes lo buscaron durante tres días, pero no lo hallaron.
2 Reyes 2:18:
«Cuando volvieron junto a Eliseo, que se había quedado en Jericó, él les dijo: –¿No os dije yo que no fuerais?»
Los profetas pidieron el permiso de Eliseo para buscar a Elías al otro lado del río, porque no lo vieron ascender y sabían que en otras ocasiones dicho profeta solitario había desaparecido (1 Reyes 18:12) solo para reaparecer después.
Al principio Eliseo les negó el permiso, pero debido a su insistencia sintió vergüenza y les permitió. Sin embargo, cuando regresaron y admitieron que no lo habían encontrado, el regaño de Eliseo no fue muy duro. Elías se había ido definitivamente. Esta búsqueda infructuosa sirvió para una segunda confirmación del nuevo liderazgo. Así se cumplió la palabra profética y quedó establecido Eliseo como el líder y padre espiritual de los profetas de Jehová.
Esta narración de la sucesión de un profeta es la única en todo el Antiguo Testamento. Todo el proceso estaba bajo la dirección y voluntad de Dios. Eliseo fue llamado a pesar de que no pertenecía a los hijos de los profetas (Amos 7:14-15); su llamamiento como sucesor fue un don verdadero de Dios y dependía si Dios le concedía o no su petición. Además, este relato introduce el ministerio profético sobresaliente de Eliseo. A ningún otro profeta o persona en el AT le acompañaban tantos actos milagrosos. No fue así el ministerio de ninguno de los grandes profetas canónicos como Amós, Oseas, Isaías, Miqueas, Jeremías, Ezequías o Daniel. ¿Se debe esta singularidad en su ministerio en gran medida a la amenaza espíritual durante la época de la monarquía desleal en Israel? Los actos no envolvieron la magia, porque era el poder de Jehová mismo el que obraba para libertarlos de las influencias malignas. De todas formas, estos acontecimientos en los cuales se envolvieron Elías y Eliseo y que nos recuerdan el éxodo y a Moisés, sugieren una continuidad en la lucha por la libertad. Como Moisés, estos dos profetas son verdaderos libertadores que defendieron a los necesitados, a los pobres y desamparados de los gobernantes opresivos y sus dioses ajenos.
Observe el proceso: Elías ministra a Eliseo que a su vez lo prepara para el ministerio a otros, y así sucesivamente. Vemos en esto el principio y la necesidad de la multiplicación bíblica (ver Mateo 28:19, 20 y 2 Timoteo 2: 1-2). ¿Estamos involucrados lo suficiente en este proceso? ¿Nos vemos primero como un discípulo, un aprendiz, un enseñable y dispuesto a aprender de otros como Eliseo? ¿Y nos vemos como discípulos, disponibles e involucrados en ayudar a otros a crecer? ¿O nos vemos a nosotros mismos simplemente como alguien llamado a ser ministrado? En otras palabras, creemos en un clero profesional pagado para ministrarnos y hacer el trabajo del ministerio mientras nos sentamos en las gradas como espectadores. En el versículo 8, Elías tomó su manto, lo dobló y golpeó las aguas del Jordán.
Las aguas se dividieron y los dos profetas cruzaron sobre tierra seca, como en el Mar Rojo y en el Jordán, cuando Josué condujo al pueblo a la Tierra Prometida. Éste era un acto manifiesto de Elías, pero era una muestra visible de una fe interior e invisible en el poder de Dios. También fue una lección para Eliseo. Cuando Dios separó las aguas del Jordán, así permitiría a Eliseo ser y hacer todo lo que era necesario para su obra y vida como sucesor de Elías. Eliseo estaba llenando un gran par de zapatos y necesitaba confianza en el Señor. Estoy seguro de que este evento fue un recordatorio y una fuente constante de fuerza y fe no sólo para Eliseo, sino para todos los que lo presenciaron. El mismo Dios que trabajó para Elías y Eliseo está siempre presente hoy y está disponible para nuestras necesidades, trabajando íntima y personalmente. No importa cuál sea nuestro problema o necesidad, Dios se preocupa y trabajará para permitirnos hacer lo que Él nos ha llamado a hacer (1 Pedro 5: 7, Fil. 4:13, 19).
Debemos recordar, sin embargo, que Dios no trabaja para satisfacer las necesidades indiscriminadamente o para propósitos egoístas. Él nos cuida y nos ama y Él satisface necesidades debido a eso. Pero Él también debe ingeniar a menudo el fracaso y el dolor para conformarnos a Su Hijo y llevar a cabo Su plan y propósitos soberanos para nuestras vidas (Romanos 8: 28-29; Santiago 1: 2f). En este caso, Dios trabajó milagrosamente para remover un obstáculo con el fin de enseñar, consolar, animar, demostrar su poder, motivar y dar testimonio de una vida. Por lo tanto, una pregunta que debemos hacernos regularmente es, ¿qué está haciendo Dios en mi vida a través de este problema, circunstancia, persona o condición? ¡Recuerde, Dios es inmanente! Con demasiada frecuencia aceptamos las cosas simplemente como producto de fuerzas naturales o como sucesos accidentales y no vemos que es Dios quien ha puesto la curva en el camino (Ec 7: 13-14).