«¿Por qué obligas a los gentiles a judaizar?» – Pablo desafía a Pedro (Gálatas 2:14)
¿Qué es el sábado?
Los adventistas del séptimo día atraen notoriedad para ellos enseñando que el sábado debe ser observado como un día dedicado al Señor. Sus seguidores, aunque equivocados, están dispuestos a sufrir pérdidas económicas y aun persecución por observar este día, demostrando de este modo «que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia» (Romanos 10:2), y produciendo en otros un sentimiento de lástima de que esa aparente sinceridad y seriedad sean así mal dirigidas.
El presente ensayo demostrará que esta enseñanza es contraria a los preceptos del Nuevo Testamento y al ejemplo apostólico.
La palabra «sábado» significa «reposo.» Bajo la ley de Moisés, se ordenó a Israel guardar el séptimo día como «reposo a Jehová» (Deuteronomio 5:13, 14). Se mandó al pueblo descansar en ese día de su labor normal, y dedicar el tiempo a cumplir la voluntad de Dios según prescribía la ley. Muerte a pedradas era la pena señalada para los que lo quebrantaran (Números 15:32-36).
A pesar de su importancia bajo la ley de Moisés, la observancia del séptimo día no es exigida a los cristianos de hoy. En cambio, se les pide manifestar sus enseñanzas en una diaria manera de vivir, que los hará «descansar» de las «obras» del pecado y dedicar su vida a realizar la voluntad de Dios.
La observancia literal y formal del séptimo día fue parte del pacto con Moisés que fue cumplido en Cristo, y luego quitado.
Se requería un cambio de ley
La Biblia describe dos grandes pactos que Dios hizo con el hombre. El primero fue el pacto mosaico hecho con la nación de Israel y confirmado con la sangre de los sacrificios animales. El segundo fue el realizado con anterioridad con Abraham, pero considerado como posterior porque fue confirmado por Cristo (Gálatas 3:8; Romanos 15:8).
El pacto mosaico legisló con miras a la vida de los israelitas en todo sentido; pero debido a que la naturaleza humana está viciada, ninguno de ellos pudo satisfacer sus exigencias. Por consiguiente demostró que todos eran pecadores y que la redención para vida eterna sólo podía provenir de la gracia y misericordia de Dios (Romanos 7:13). Entonces, los fieles israelitas esperaban ansiosamente el advenimiento de la Simiente prometida por Dios de quien únicamente podía venir la salvación. Por esa razón la ley es equiparada a un maestro de escuela llevando la nación a Cristo (Gálatas 3:24). Pablo enseñó que la ley «fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa…» (Gálatas 3:19).
Esa simiente fue el Señor Jesucristo, quien cumplió los requisitos de la ley y removió su maldición, proveyendo el perdón del pecado que ella enfatizaba e ilustraba.
Entonces, ¿para qué obedeceremos la ley de Moisés? (Hechos 15:10).
Los adventistas del séptimo día y los editores de la revista La Pura Verdad admiten que el pacto hecho con Moisés ha sido cancelado. No tienen más remedio que hacerlo, debido a la obvia enseñanza de las Escrituras (Hebreos 8:13). Sin embargo, promueven la idea de que el pacto removido no incluye los diez mandamientos y, puesto que el cuarto mandamiento se refiere a la observancia del sábado, razonan que los cristianos aún están obligados a guardarlo. Sostienen que la observancia del sábado es esencial para la salvación. Aquí es donde nosotros no estamos de acuerdo con ellos.
Demostraremos que los diez mandamientos constituyeron el fundamento mismo del pacto mosaico que fue cumplido en Cristo y luego quitado. Aunque nueve de estos mandamientos son reafirmados por Cristo y los apóstoles, este no es el caso con la ley del sábado.
Los diez mandamientos son parte del pacto mosaico
Los diez mandamientos fueron grabados en dos tablas de piedra que fueron colocadas en el arca del testimonio, en el tabernáculo donde adoraba el pueblo de Israel. Describiendo el pacto mosaico con sus ordenanzas de servicio divino y su santuario, Pablo se refiere (Hebreos 9:1) a los diez mandamientos como «las tablas del pacto» (9:4), un pacto que en el capítulo previo, declaró que «está próximo a desaparecer» (Hebreos 8:13).
Si los diez mandamientos fueron parte de un pacto que fue abrogado, entonces obviamente la obligación de observarlos cesaría a menos que fueran reafirmados, tal como nueve de ellos lo fueron.
La enseñanza de Pablo de que el pacto mosaico incluía los diez mandamientos, es respaldada por la misma ley. Esta declaraba:
«Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel…Y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos.» (Exodo 34:27, 28)
«Y él [Dios] os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra.» (Deuteronomio 4:13)
«No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros…» (Deuteronomio 5:3; nótese que a continuación, Moisés relata los diez mandamientos)
A lo largo de la historia de Israel la misma identificación del pacto de Moisés con los diez mandamientos fue preservada. Cuando el arca del pacto fue colocada en el templo construido por Salomón, se observó:
«En el arca ninguna cosa había sino las dos tablas de piedra que allí había puesto Moisés en Horeb, donde Jehová hizo pacto con los hijos de Israel, cuando salieron de la tierra de Egipto.» (1 Reyes 8:9)
Más tarde en el mismo capítulo, esas dos tablas de piedra inscritas con los diez mandamientos son identificadas con el pacto mosaico que según Pablo fue hecho a un lado en Cristo. El versículo 21 establece:
«[Yo Salomón] he puesto en ella [la casa de Dios] lugar para el arca, en la cual está el pacto de Jehová que él hizo con nuestros padres cuando los sacó de la tierra de Egipto.»
Puesto que no había nada en el arca excepto las dos tablas de piedra inscritas con los diez mandamientos, éstos formaban la base fundamental del pacto mosaico. A menos que fuesen reafirmados, dejaron de ser obligación cuando el pacto llegó a caducar.
El pacto mosaico abrogado
La Biblia claramente revela que el pacto mosaico fue solamente una ordenanza temporal que fue cancelada al comienzo de la era cristiana. En Hebreos 8:7-10, Pablo enseña que el pacto hecho con los hijos de Israel cuando salieron de Egipto era imperfecto, y había de ser reemplazado por un nuevo pacto. Así, Pablo comenta:
«Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo el primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.» (Hebreos 8:13)
En el siguiente capítulo (Hebreos 9), enseñó que este pacto que estaba «próximo a desaparecer» incluía «las tablas del pacto» o, lo que es lo mismo, los diez mandamientos (versículo 4).
Ahora, ¿significa esto que toda la enseñanza de los diez mandamientos ha pasado a la historia, y que podemos deshonrar a Dios, o matar y robar con impunidad? De ningún modo. Como antes hemos afirmado, nueve de los mandamientos fueron reafirmados porque proclaman principios eternos. Sin embargo, el cuarto mandamiento, que se refiere al descanso del séptimo día, nunca fue reafirmado por Cristo o los apóstoles. No existe un solo mandato en el Nuevo Testamento exigiendo a los creyentes observar el séptimo día como día de reposo; en vez de eso encontramos mucho en contra.
Este hecho es fatal para la enseñanza de la revista La Pura Verdad y de los adventistas del séptimo día, porque significa que la ley del sábado ha sido abolida, y no tiene jurisdicción sobre los seguidores de Cristo.
Sin embargo, los adventistas del séptimo día hacen distinción entre la «ley de Moisés» y la «ley de Dios,» afirmando que la primera (escrita en un libro) comprende los ritos ceremoniales de la ley, y la segunda (inscrita en piedra), solamente sus exigencias morales, siendo abolida la primera, mas no la segunda.
Pero la Biblia no apoya tal afirmación. En primer lugar, «el libro» al que hacen referencia contenía mucho más que las simples ceremonias, ya que incluía la totalidad de la ley como la encontramos en los primeros libros de la Biblia. En segundo lugar, la Biblia usa las expresiones «ley de Moisés» y «ley de Dios» (o «ley de Jehová») en forma totalmente indistinta, ya que la ley es una sola, y fue dada por Jehová, pero por medio de Moisés (2 Crónicas 34:14, Nehemías 8:14, Malaquías 4:4). Compárese Josué 23:6 con Josué 24:26; 2 Crónicas 30:16 con 2 Crónicas 31:3 y 4; Esdras 7:6 con Esdras 7:10 y 14; y Nehemías 8:1 con Nehemías 8:8. Véase también Exodo 13:9, Josué 1:7, 1 Reyes 2:3, 2 Reyes 23:25, y 1 Crónicas 22:12.
Además, ¿cómo es posible excluir los diez mandamientos, eliminándolos del pacto que Pablo enseñó que había sido quitado, considerando que están completamente identificados con ese mismo pacto a través de toda la Escritura, como lo hemos demostrado? ¿Acaso no se refiere Pablo a «las tablas del pacto» (Hebreos 9:4)? ¿No describe también en 2 Corintios 3:7 a ese pacto como «el ministerio de muerte grabado con letras en piedra»?
Estas palabras son decisivas. Muestran categóricamente que los diez mandamientos formaban parte del pacto que por Cristo es quitado, de lo contrario las tablas de la ley no hubieran sido identificadas con «el ministerio de muerte.» ¿Por qué serían usados los diez mandamientos en tal relación si enseñaban verdades eternas? La respuesta es, porque formaban la base del pacto mosaico. Como principios individuales, nueve de los diez mandamientos son aún obligatorios porque han sido reafirmados por Cristo y los apóstoles, aunque no siempre en la forma en la cual fueron presentados a Israel. En el pacto mosaico, los mandamientos fueron acompañados por las palabras: «Maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para hacerlas» (Deuteronomio 27:26; Gálatas 3:10). La ley no proporcionaba ninguna esperanza de vida eterna, porque sus estatutos eran continuamente infringidos por el pueblo, el cual vino así a estar bajo su maldición.
En Cristo, sin embargo, hay provisión para el perdón de los pecados. La «ley de Cristo» (1 Corintios 9:21) reafirma nueve de esos mandamientos. Provee un nuevo significado para el cuarto (la ley del sábado), y en contraste con «el ministerio de muerte,» se convierte en la «ley de la libertad» (Santiago 2:8-12) porque libera al creyente de las cadenas del pecado por medio del perdón, ofreciéndole la esperanza de vida.
¿Cuándo fue instituida la ley del sábado?
Se sostiene que la ley sabática era conocida y obedecida por los patriarcas desde los albores de la creación, no estando limitada por consiguiente al pacto mosaico. Pero aunque fuese verdad, esto no implicaría su vigencia actual, porque los sacrificios animales fueron introducidos en el mismo comienzo de la humanidad (Génesis 4), y posteriormente fueron cumplidos y hechos innecesarios por el sacrificio de Cristo. También la ley de la circuncisión física fue dada a Abraham por Dios (Génesis 17:10, 11); pero ya fue reemplazada por la circuncisión espiritual en Cristo.
Es cierto que el tiempo fue dividido en semanas de siete días desde el principio, pero la ley del sábado como tal, estableciendo como santo el séptimo día para ser observado de manera especial, no fue instituida sino hasta que Israel había abandonado Egipto. Aunque Génesis 2:3 afirma que «bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación,» no hay en esas palabras ningún mandamiento sobre observar el día como más tarde fue el caso. Esas palabras fueron escritas por Moisés para el pueblo de Israel y sirvieron para explicarles el porqué del mandato de observar ese día. Dios declaró a Israel:
«Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó.» (Exodo 31:17)
En realidad, nada encontramos revelado sobre la ley del sábado sino hasta el tiempo de Moisés. De hecho, no fue sino hasta que el pueblo estaba por salir de Egipto que el calendario israelita fue establecido. Dios dijo a Moisés que la salida de Egipto marcaría el «principio…el primero en los meses del año» (Exodo 12:2). Así que el año fue cambiado. Solamente más tarde, después de que el maná había sido dado a los israelitas en el desierto, fue instruido Moisés sobre la ley del sábado, comunicando también la información al pueblo:
«Esto es lo que ha dicho Jehová: Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a Jehová.» (Exodo 16:23)
Si la ley del sábado era reconocida universalmente desde el principio de la creación, como se afirma, ¿por qué fue necesario explicarla como Moisés lo hizo? Se da la respuesta de que el pueblo había olvidado todo lo concerniente a la ley mientras estaba en Egipto. Pero si existía tal ley fundamental como se sostiene, ¿por qué no fue enseñada al pueblo antes de salir de Egipto? ¿Por qué también la ignoraba el mismo Moisés? ¿Por qué se permitió que pasaran 45 días después que la nación salió de Egipto antes de ser explicada al pueblo (ver Exodo 16:1, 23), de modo que hasta entonces no estaban guardando el sábado?
Es obvio a la luz de estos hechos que la ley del sábado fue dada hasta entonces por primera vez como una ordenanza que el hombre debía guardar. Por eso leemos:
«Mirad que Jehová os dio [no a toda la humanidad] el día de reposo, y por eso en el sexto día os da pan para dos días.» (Exodo 16:29, 30)
«Y les ordenaste el día de reposo santo para ti, y por mano de Moisés tu siervo les prescribiste mandamientos, estatutos y la ley.» (Nehemías 9:14)
«Hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo… lo trajeron a Moisés…y lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado qué se le había de hacer.» (Números 15:32-36)
Moisés mismo era, al principio, ignorante de las implicaciones del día sábado, y lo que su observancia involucraba.
Considere estos hechos importantes:
- Durante los 2500 años desde la creación hasta Moisés, antes que Israel fuera sacado de Egipto como una nación separada para Dios, no hay ninguna alusión al sábado (excepto Génesis 2:2 que ya hemos explicado).
- Cuando la nación es formada, el día de reposo (sábado) se establece como ordenanza y como señal entre Dios e Israel.
- Después de la resurrección de Cristo, cuando la nación judía fue derrotada y el evangelio fue predicado a los gentiles, la observancia del sábado por los creyentes cesó.
¿Por qué cesó entonces?
Porque el sábado fue la señal de un reposo que Israel no obtuvo (Hebreos 4:6), pero que Cristo puede proveer (Hebreos 4;3; Mateo 11:28-30): un descanso de las obras de la carne por medio del perdón de los pecados que está gratuitamente disponible en Cristo. El sábado era parte de la ley diseñada para enfatizar la realidad del pecado y revelar a la nación la necesidad del Redentor que aún no se había manifestado.
El significado del sábado
El pacto mosaico demandaba que en cada séptimo día, los israelitas descansaran de su labor normal y dedicaran el tiempo a Dios. Un verdadero israelita, sin embargo, no limitaba su meditación sobre las cosas de Dios a ese único día, porque era «su delicia» ocuparse constantemente en este ejercicio (Salmos 1:2). El no solamente obedecía la letra de la ley, sino también su espíritu, procurando diariamente descansar de las obras de la carne y hacer la voluntad de Dios. Pero no hubo verdadero descanso para los israelitas hasta que apareció el que «llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero»; al contrario, había un constante recordatorio de los pecados hasta que el sacrificio de Cristo los cubrió (Hebreos 9:15). El descanso del sábado presentaba a los israelitas un ideal que nunca alcanzaron. Dios declaró:
«Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra…» (Isaías 58:13, 14)
Por consiguiente, la verdadera observancia del sábado no requería solamente descansar de la labor, sino también dedicar el tiempo para hacer la voluntad de Dios, encontrando delicia en Sus caminos, honrándolo por palabra y acción.
¿Cuán a menudo debe tratar de hacer eso un verdadero creyente?
Obviamente todos los días.
Pero en vista de que no podían realizarlo completamente, y que el Redentor no había aparecido aún, había un constante recordatorio de la necesidad de descansar de las obras del pecado, que el sábado semanal enfatizaba.
En Cristo, todas las sombras de la ley se vuelven realidades. El da sustancia espiritual a los ritos de la ley. En vez del sacrificio de animales, él se presentó a sí mismo como «el cordero de Dios,» ofrecido por los pecados del mundo; en vez de una circuncisión literal, propone a los hombres una circuncisión «del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios» (Romanos 2:28, 29); en vez de un descanso en día sábado, provee un verdadero descanso de las obras de la carne al imponerse los principios divinos como una manera diaria de vivir, y proveyendo una efectiva cobertura para el pecado cuando es cometido.
Cristo nos invita al verdadero descanso del sábado, no sólo un día en cada siete, sino todos los días, por medio de la invitación: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.» La palabra griega traducida «descansar» es anapausis, una palabra usada constantemente en la Septuaginta (Antiguo Testamento Griego) para el descanso del sábado. El Señor condenaba el formalismo estéril y desprovisto de significado de los líderes judíos, quienes insistían sobre el descanso del séptimo día sin apreciar su significado espiritual. Parecería que Jesús se esforzaba en demostrar esto a los judíos, al permitir que sus discípulos hicieran «lo que no es lícito hacer en el día de reposo» (Mateo 12:1, 2). Jesús hacía esto basándose en que él era «Señor del día de reposo» (Mateo 12:8), y por consiguiente tenía el poder de cambiar la ley en lo que al sábado se refería.
En Cristo, solamente, se encuentra el verdadero descanso sabático.
De esto se deduce que las lecciones del sábado tienen un lugar en la vida del creyente, pero no como una observancia del séptimo día. Ni el séptimo día ni el primero ha sido impuesto por Cristo para ese propósito, sino todos los días. Pablo enseñaba:
«Estamos libres de la ley…de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.» (Romanos 7:6)
Algunos estaban exentos de la ley sabática
Permitiendo a sus discípulos realizar «lo que no es lícito hacer en el día de reposo,» el Señor no estaba desafiando la ley, puesto que ésta registraba un precedente para tal acción.
Aun durante el período del pacto mosaico, había algunos en Israel que estaban exentos de la ley del sábado y a quienes no se exigía apartar un día de cada siete para día de descanso. Este hecho demuestra que bajo ciertas circunstancias, la ley del sábado no era obligatoria.
La clase exenta de las restricciones del sábado eran los sacerdotes involucrados en el servicio del templo. Jesús llamó la atención de los fariseos sobre tal hecho en apoyo de la acción de sus discípulos cuando hacían «lo que no es lícito hacer» en ese día. Preguntó a los judíos:
«¿No habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo y son sin culpa?» (Mateo 12:5)
En vez de ser el sábado un día de reposo para los sacerdotes, su trabajo fue duplicado (Números 28:4, 9, 10). Para ellos este día no era más santo que los demás, porque la vida de ellos estaba dedicada en su totalidad al servicio del Señor. Así que ellos profanaban el sábado; no lo guardaban como día santo y separado, y aun así fueron declarados «sin culpa» porque para ellos cada día era santo para el Señor, puesto que su servicio era realizado todos los días.
Esta es la posición adoptada por los verdaderos seguidores de Cristo. Estos son considerados como sacerdotes, puesto que Pedro escribió: «Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio…» (1 Pedro 2:9). Sus vidas son un diario peregrinaje hacia el reino de Dios, tratando de glorificar a Dios en sus acciones y hasta en la más humilde tarea (véase Efesios 5:22; 6:1-5). Puesto que son llamados a manifestar diariamente el espíritu de la ley del sábado, ningún día es para ellos más santo que otro, así que «profanan el sábado,» pero son «sin culpa» porque no están en realidad bajo la ley.
Cristo proporciona este hecho como explicación de la acción de sus discípulos. En otras palabras, él desea que sus seguidores manifiesten la actitud de los sacerdotes en el templo, quienes profanaban el sábado dando a Dios servicio diario, sin preocuparse por días especiales. Esta es la posición adoptada por los cristadelfianos.
Cuando se recuerda a los adventistas del séptimo día que no están guardando el sábado como fue establecido en la ley, usualmente replican que hasta donde están haciendo la voluntad de Dios, están observando el sábado. Pero el comentario de Cristo en el sentido de que los sacerdotes en el templo profanaban el sábado muestra que este razonamiento es equivocado, porque ¿no estaban ellos haciendo la voluntad de Dios?
Sólo hay una forma de guardar el sábado: la forma establecida en la ley de Moisés. Ni los seguidores de Herbert Armstrong, fundador de La Pura Verdad, ni los adventistas del séptimo día lo observan en tal forma. En otras palabras, a pesar de sus protestas en contra, ellos no observan el sábado. Lo están infringiendo y no están exentos de culpa. Los verdaderos seguidores de Cristo reconocen que están libres de la ley.
La ley de la circuncisión, mayor que la ley del sábado
En otra ocasión, el Señor condenó el formalismo de los judíos respecto del sábado, señalando otra ley que tenía prioridad sobre el sábado y la cual estaban obligados a obedecer aunque el hacerlo requiriera infringir el sábado. Esta ley mayor se refería al rito de la circuncisión.
La ley de Moisés exigía que un niño judío fuera circuncidado el octavo día después de nacer. Pero algunas veces el octavo día de la vida de un niño caía en día sábado. La cuestión entonces surgía sobre cuál era la ley de mayor jerarquía y cuál podía ser quebrantada para cumplir la otra. ¿Debía evitarse la circuncisión para guardar el sábado, o se rompería el sábado para observar el rito de la circuncisión?
La ley exigía que se diera prioridad al rito de la circuncisión porque (note esto el lector que cree que la ley del sábado fue anterior a Moisés) la circuncisión venía de Abraham, y el sábado, de Moisés. El comentario es como sigue:
«Moisés os dio la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los padres); y en el día de reposo circuncidáis al hombre. Si recibe el hombre la circuncisión en el día de reposo, para que la ley de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en el día de reposo sané completamente a un hombre?» (Juan 7:22, 23)
Si la ley de la circuncisión tenía prioridad sobre la ley del sábado (Cristo dio validez a esta conclusión), ¿sobre qué base pueden los adventistas del séptimo día o los editores de La Pura Verdad enseñar que la ley del sábado es obligatoria para los creyentes, pero no lo es la ley de la circuncisión?
Unicamente sobre la base de cerrar sus ojos a los hechos presentados por las Escrituras.
¿Por qué la ley de la circuncisión tenía prioridad sobre la ley del sábado? Hay una razón muy importante por qué debía ser así. La circuncisión era la señal del pacto abrahámico (Génesis 17:10, 11) que fue confirmado por Cristo (Romanos 15:8); mientras que el sábado era la señal del pacto mosaico (Exodo 31:17), confirmado por medio del sacrificio de animales (Hebreos 9:19). Así como el pacto abrahámico, confirmado por Cristo, reemplazó el pacto mosaico (Hebreos 8:8), así la ley bellamente enseñaba este principio dando más importancia al primero que al segundo.
Es significativo que el Nuevo Testamento muestra que la circuncisión aún tiene un lugar en la vida del creyente en lo que se refiere a las lecciones espirituales que se proponía enseñar. Mientras que el rito mismo es discontinuado (véase Gálatas 5:11), el significado espiritual que lo acompaña es ciertamente retenido (Romanos 2:28, 29).
En tanto que el sábado era celebrado en el séptimo día, el rito de la circuncisión era practicado en el octavo día de vida del varón. Hay algo especial en esto porque proféticamente, un día en las Escrituras puede representar «mil años» (2 Pedro 3:8).
Por consiguiente, el sábado apunta hacia el séptimo milenio (período de mil años) desde la creación, en el cual se hará presente un tiempo de descanso en la tierra por medio del justo reinado del Señor Jesucristo (Jeremías 3:17; Salmos 72). Bajo su dirección, el mundo se volverá a Dios (Isaías 2:2-4), y Jerusalén llegará a ser el centro de adoración divina a donde subirán los mortales para ese propósito (Zacarías 14:16).
El Señor será asistido en aquel día por sus seguidores resucitados e inmortales (Romanos 2:7; Mateo 19:29; 1 Corintios 15:23, 51, 54), quienes como real sacerdocio, reinarán con Cristo en la tierra (Apocalipsis 5:9, 10). Este gran sábado de mil años verá gobernadores y maestros reinando sobre la población mortal de la tierra, juzgando y rechazando pecadores (Isaías 65:17- 25), y llevando a la humanidad a la sumisión a Dios. Paz y justicia universal (descanso del pecado) seguirá, porque los hombres abandonarán sus propios caminos y se deleitarán en el Señor (Miqueas 4:1-4).
Este reposo milenial que el descanso del sábado prefiguraba será seguido del octavo milenio, del cual el rito de la circuncisión era un tipo. Antes que éste sea inaugurado, el último enemigo, la muerte, será destruido, y Dios será «todo en todos» (1 Corintios 15:24-28). Todos los que hayan sido rebeldes durante el reinado de mil años de Cristo serán eliminados a muerte, mientras que la inmortalidad será conferida a aquellos que se hayan mostrado dignos de ella durante el mismo período de tiempo (Apocalipsis 20:5, 6, 12-15). La muerte nunca más manchará la tierra, de modo que el período del octavo milenio encontrará manifiesto aquello que la señal del pacto abrahámico simbolizaba: la eliminación de la carne mortal de la tierra, y la completa revelación del propósito de Dios en la creación, cuando la gloria del Señor cubrirá la tierra como las aguas cubren el mar (Habacuc 2:14).
Cómo debía ser observado el sábado
La Biblia es completamente explícita sobre la forma en que el sábado debía ser observado. Demandaba bajo pena de muerte (Números 15:32-35) que ningún trabajo fuera hecho por los israelitas, los sirvientes de ellos (fueran judíos o gentiles), o sus animales (Deuteronomio 5:13, 14) dentro de las puertas de la ciudad donde moraban.
Ni los adventistas del séptimo día ni la organización que publica la revista La Pura Verdad observan estos estrictos requerimientos. Si ellos mismos no trabajan, exigen que sus empleados lo hagan; por supuesto, ¡tampoco están en posición de exigir que todos los que están dentro de la ciudad donde moran observen la ley!
La ley de Moisés exigía esto porque fue diseñada como ordenanza nacional para Israel y no para individuos «de todo linaje y lengua y pueblo y nación» (Apocalipsis 5:9) que buscan seguir a Cristo, morando como extranjeros y peregrinos en la tierra (1 Pedro 2:11).
Hoy en día el sábado es tan obligatorio para los creyentes como lo es también la ley de la circuncisión. Los apóstoles dieron a ambas importancia espiritual. Pablo describió la circuncisión como «la del corazón, en espíritu, no en letra» (Romanos 2:28, 29). Explicó su concepto de una circuncisión espiritual que no es de la carne en los términos siguientes:
«En él [Cristo] también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal en la circuncisión de Cristo [su crucifixión]; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él…» (Colosenses 2:11, 12)
El rito literal de la circuncisión cortaba una porción de la carne; la circuncisión espiritual hace lo mismo en sentido figurado (Colosenses 3:8-11). Una persona circuncidada en este último sentido se niega a sí misma para seguir a Cristo. El primer acto de obediencia que Cristo requiere de un creyente es el bautismo en su nombre después de haber adquirido un adecuado entendimiento del evangelio (Marcos 16:16).
Ahora consideremos de nuevo lo que revelan las Escrituras acerca de la circuncisión y la observancia del sábado. Hemos encontrado que bajo la ley, la primera tiene prioridad sobre la segunda, y sin embargo, no es obligatoria para los seguidores de Cristo, excepto en sentido figurado. ¿Cómo es posible entonces que aún se considere obligatoria la observancia del sábado cuando una ley que tiene prioridad sobre ella ya fue reemplazada? Tal enseñanza resulta de un falso entendimiento del tema.
Si la circuncisión se ha de manifestar en sentido espiritual, entonces ¿qué del sábado? De nuevo la Biblia nos proporciona la instrucción:
«Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.» (Colosenses 2:16, 17)
El sábado es señalado como algo que ha de ser revelado en Cristo. ¿Cuál era esa cosa que había de ser revelada? La respuesta es dada en Hebreos 4:
«Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.» (Hebreos 4:9-11)
En estas palabras el apóstol revela que un seguidor verdadero del Señor observa el sábado en sentido figurado cuando diariamente se esfuerza por cesar de sus obras carnales y seguir el ejemplo establecido por Cristo. El lo exhorta a procurar entrar en aquel descanso porque es el único de verdaderas consecuencias a los ojos de Dios y de Cristo.
Esa es la forma en que el sábado debe ser observado actualmente. Debe ser observado, no un día de siete, sino todos los días de nuestra vida.
Así como los sacerdotes en el templo que no estaban subordinados a la ley del sábado, pues observaban sus principios diariamente, también la vida de los creyentes debe ser un diario peregrinaje al reino de Dios. Todos los días serán entonces hechos santos para El.
El peligro del sabatismo
La insistencia de la revista La Pura Verdad de que debemos observar el formalismo del sábado tiende a distraer la mente de las lecciones espirituales que la ley original trataba de comunicar.
Debería recordarse que la primera herejía introducida en las primeras comunidades cristianas fue un intento de sobreponer la ley judía a las enseñanzas de Cristo. Tales herejes afirmaban que «es necesario…que guarden la ley de Moisés» (Hechos 15:5). Esta enseñanza fue rigurosamente refutada por los apóstoles quienes instruyeron a los creyentes gentiles:
«Hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley.» (Hechos 15:24)
Al mismo tiempo los apóstoles recomendaron que había ciertos aspectos de la ley que a los creyentes gentiles se aconsejaba guardar (Hechos 15:24-29), pero es muy significativo que el observar el sábado no figuraba entre ellos. Si guardar el sábado es un asunto de vital importancia, como lo afirma la revista La Pura Verdad, ¿por qué no estaba incluido en las recomendaciones de los apóstoles en esta ocasión?
La respuesta es que la ley fue cumplida en Cristo, y que la observancia del sábado era exclusivamente un aspecto de la ley (Gálatas 4:9, 10).
Obviamente, las enseñanzas de Pablo están en desacuerdo con las de la revista La Pura Verdad, y con las de los adventistas del séptimo día, puesto que el apóstol enseñó:
«Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.» (Romanos 14:5)
De este modo mostró Pablo que la observancia de un día más que otro era un asunto de poca consecuencia. Sin duda los cristianos judíos deseaban continuar observando el sábado como un día de descanso, y no había nada malo con hacerlo, mientras no trataban de imponer las mismas restricciones a sus hermanos gentiles, o asumían que su observancia del séptimo día les permitía evitar las reuniones regulares establecidas por los apóstoles (Hechos 2:41, 42).
Se da la impresión de que algunos de los judíos cristianos estaban haciendo esto, dando más importancia al sábado que a la reunión establecida por Cristo para el partimiento del pan. Esto puede haber provocado la amonestación de Pablo a los hebreos:
«…no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre…» (Hebreos 10:25)
El los previene contra el poner énfasis en ciertos días, como el sábado:
«Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.» (Gálatas 4:10, 11)
El Nuevo Testamento no enfatiza el séptimo ni el primer día como de significado especial; pero enfatiza que todos los días deben ser usados como una oportunidad de servir y adorar a Dios correctamente.
Herbert Armstrong, en La Pura Verdad, sostiene que la ley del sábado es obligatoria para los creyentes hoy día, aunque admite en su «Autobiografía» que hay textos en las Escrituras difíciles de explicar en relación con esta doctrina. El escritor ha tenido encuentros personales tanto con adventistas del séptimo día como con otros religiosos en debate y discusión sobre el tema; cuando todos los hechos han sido considerados, se ha vuelto completamente obvio que la ley del sábado tal como se aplicaba en el pacto mosaico ya no es obligatoria para los creyentes.
Los apóstoles se reunían el primer día de la semana
Aunque el Nuevo Testamento no ordena que el sábado o el domingo sean exaltados como días santos, como la ley lo hacía con el primero, es obvio que las primeras comunidades de creyentes se reunían regularmente para la comunión religiosa en un día determinado; y que éste era el primer día de la semana y no el séptimo:
«El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan…» (Hechos 20:7)
«En cuanto a la ofrenda para los santos…Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo…» (1 Corintios 16:1, 2)
Si los apóstoles se reunían para la comunión en el primer día de la semana, ¿qué hacían en el séptimo día? Aprovechaban la oportunidad de asistir a las sinagogas donde los judíos se reunían, para proclamarles la doctrina de la resurrección de Cristo. Pablo hizo esto en Antioquía (Hechos 13:14, 44), Corinto (Hechos 18:4), y también en Efeso durante tres meses (Hechos 19:8). Sobre su visita a Tesalónica, la Biblia expresa:
«Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras…» (Hechos 17:2, 3)
Los apóstoles usaban el sábado judío para discusiones con los judíos, y se reunían con los creyentes en el primer día de la semana. Es bastante significativo que los adventistas del séptimo día han cambiado completamente la costumbre de los apóstoles. Mientras los apóstoles usaban la oportunidad del descanso de los judíos el séptimo día para predicarles a Cristo, y reservaban el primer día para reunirse con sus hermanos y gozar juntos de la comunión en memoria del Señor, los adventistas del séptimo día se reúnen durante el sábado judío para confirmarse unos a otros en sus creencias y usan la oportunidad del primer día gentil de descanso para proclamar su enseñanza al mundo.
Algunos afirman que la costumbre de observar el primer día de la semana proviene del catolicismo romano. Señalan la ley que Constantino, emperador de Roma, decretó en el año 328 d. de J. C. ordenando que el primer día de la semana fuera guardado como día santo por todos los cristianos, y alegan que este fue el origen de la costumbre.
Esto es totalmente erróneo, tal como tuvo que admitirlo un pastor de los adventistas del séptimo día en un debate con el escritor. Los textos históricos claramente muestran que siempre fue el hábito de los cristianos reunirse en el primer día de la semana. Los Hechos de los Apóstoles revelan que esta costumbre se remonta hasta los días apostólicos como antes ha sido demostrado.
Estos son extractos de algunos de los primeros escritores eclesiásticos que confirman estos hechos:
Eusebio (por el año 324 d. de J. C.):
«No tomamos en cuenta la circuncisión, ni observamos el sábado, porque tales cosas no corresponden a los cristianos.»
Anatolio (270 d. de J. C.):
«La obligación de la resurrección del Señor nos constriñe a guardar la fiesta pascual en el día del Señor» (el primer día, cuando se levantó de los muertos).
Justino Mártir (140 d. de J. C.):
«Domingo es el día en el que todos realizamos nuestra reunión común, puesto que Dios hizo el mundo en el primer día, y Jesucristo nuestro Salvador se levantó de los muertos en ese día.»
El mismo describe la adoración cristiana así:
«En el día llamado domingo, se reúnen en un mismo lugar todos los que viven en la ciudad o en el campo, y las memorias de los apóstoles, o los escritos de los profetas, son leídos cuanto es posible. Posteriormente, habiendo terminado el lector, el presidente hace verbalmente la amonestación y exhortación a la imitación de estas cosas excelentes. Luego nos ponemos de pie y ofrecemos oraciones. A continuación, el pan y el vino son tomados.»
Ignacio, discípulo de Juan, escribió (100 d. de J. C.):
«Aquellos que conocen las antiguas cosas, han venido a novedad de fe, no guardando más los sábados, sino viviendo según el día del Señor, de quien nuestra vida, habiendo surgido de nuevo por medio de él, depende.»
Estas afirmaciones de los registros de la historia eclesiástica demuestran que los primeros creyentes no observaban el sábado como se alega, y aún más, revela que la afirmación tan confiadamente promovida por los adventistas del séptimo día, de que la costumbre de sostener reuniones religiosas en domingo debe su origen al decreto de Constantino, es totalmente incorrecta. Esto ha sido señalado una y otra vez; no obstante, ellos persisten en esta falsa pretensión, tratando de apoyar una falsa teoría.
Invitamos al lector a investigar esto por sí mismo. Constantino solamente confirmó por ley lo que había sido la práctica de los cristianos desde los días apostólicos.
¿Cambia Dios sus propias leyes?
Un error común proclamado triunfalmente y con frecuencia, como si fuese indiscutible, es la afirmación de que Dios no cambia sus leyes; entonces, la ley del sábado habiendo sido establecida por Dios, aún constituye una obligación.
Esa idea no resiste una investigación apropiada.
Dios ha cambiado muchas leyes que anteriormente estableció. Decretó la ley de la circuncisión. Estableció el principio del sacrificio de animales. Ordenó que todos los israelitas adoraran en Jerusalén (Deuteronomio 12:5-7).
Todas estas leyes han sido cambiadas, o se les ha dotado de un nuevo significado en Cristo, como dice la Epístola a los Hebreos: «Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley…» (Hebreos 7:12). Lo mismo ha ocurrido con la ley del sábado.
La intención de la ley de Moisés fue la de actuar como un maestro de párvulos guiando los hombres hacia Cristo (Gálatas 3:24). Cuando Cristo vino, hubo un cambio en la ley, lo que hizo a Pablo proclamar que «fue añadida a causa de las transgresiones hasta que viniese la simiente [Cristo]…» (Gálatas 3:19)
Ilustrando la realidad del pecado, la ley puso a todos los hombres bajo su maldición, porque todos eran culpables de transgresión. Por consiguiente, reveló la necesidad de la gracia y el perdón divinos; pero no podía proveerlos ella misma. Esto fue revelado en Cristo, quien, por medio del perdón de los pecados, puede librar al hombre de la maldición de la ley (Gálatas 3:13), trayéndolo a su propia y gloriosa ley, «la de la libertad» (1 Corintios 9:21; Santiago 1:25).
Las exigencias de Cristo son: primeramente, un entendimiento correcto del evangelio; segundo, obediencia por medio de las aguas del bautismo; y tercero, la manifestación de correcto comportamiento en obediencia a sus mandamientos (Mateo 28:19, 20).
Todos los que cumplan estas obligaciones estarán «guardando el sábado» en su verdadero y espiritual significado, día a día, y no necesitarán un día de cada siete que les recuerde sus responsabilidades en ese sentido. Llegarán a comprender el significado de la afirmación: «La letra mata, mas el espíritu vivifica» (2 Corintios 3:6), y podrán aguardar con seguridad la venida del descanso sabático, cuando Cristo reinará en la tierra y ellos serán vestidos de inmortalidad y no más serán estorbados por esta naturaleza mortal con sus pruebas y tentaciones.
«Procuremos, pues, entrar en aquel reposo…» (Hebreos 4:11).
~ H. P. Mansfield
Traducido por Nehemías Chávez Zelaya