En épocas anteriores llegó a ser novedoso dentro de los círculos religiosos, decir que Jesucristo nunca retornaría a la tierra. Aún hoy día se encuentran muchos cristianos profesos que creen de esa manera. Sin embargo, hay ahora muchos otros que han comenzado a creer que la Segunda Venida es un evento muy importante.
Los cristadelfianos han enseñado siempre que el regreso de Jesucristo a la tierra es vital para el cumplimiento del propósito de Dios. Este folleto examina la enseñanza bíblica acerca de la Segunda Venida, los sucesos que conducirán a ese milagro y la razón del regreso del Señor.
La enseñanza del Nuevo Testamento
Un recuento de las referencias a este magno evento en el Nuevo Testamento mostró que se menciona un total de ¡318 veces! Si usted observa que la palabra para amor cristiano se encuentra solamente 115 veces, entonces comenzará a darse cuenta de la importancia del tema. No solamente uno o dos escritores del Nuevo Testamento se refieren al regreso del Señor: el asunto es tratado con extensa amplitud.
Jesús habló mucho del reino de Dios y de su Segunda Venida. Sus parábolas, por ejemplo, fueron dichas a aquellos que pensaban que el reino de Dios aparecería inmediatamente. El Señor se compara a un hombre noble que fue «a un país lejano, para recibir un reino y volver» (Lucas 19:12). Más de una vez habló de la venida del Hijo del Hombre (Mateo 24:27,30,37,39,48; 25:27; 26:64). Cuando aseguró a sus discípulos su continua pero invisible presencia «hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20), daba a entender que a partir de entonces estaría presente con ellos en forma visible y para siempre.
El testimonio de los apóstoles es igualmente claro. Ellos fueron claramente enseñados por el Señor resucitado, quien, durante los cuarenta días anteriores a su ascensión a los cielos, los instruyó acerca del reino de Dios y la restauración del reino de Israel (Hechos 1:3,6). El principal tema de sus apariciones después de su resurrección fue que todas las promesas del Antiguo Testamento hallarían en él su cumplimiento (Lucas 24:27).
En el momento de su ascensión del monte de los Olivos, cuando desaparecía entre las nubes, Dios envió sus ángeles a explicar:
«Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.» (Hechos 1:11)
No es de extrañar que cuando los apóstoles comenzaron a enseñar en las calles de Jerusalén, dijeran que su Señor Jesucristo volvería a la tierra como rey. Pedro dio la pauta cuando valientemente anunció que el sepulcro no podía mantener aprisionado a Jesús. Llamó la atención de sus oyentes sobre la declaración de Salmos 110:1, que también fue usada por su Señor, para demostrar que éste había ido a los cielos solamente hasta que sus enemigos hubieran sido sometidos (Hechos 2:34,35). Note la forma en que Pedro cita el Antiguo Testamento como autoridad.
También observe una cuestión vital. La enseñanza de la Biblia no es dada solamente para informarnos de los sucesos próximos. También tiene una intención más profunda, pues procura que usemos el conocimiento que ofrece para prepararnos para esos sucesos venideros:
«Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo…Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados.» (Hechos 2:36,38)
De aquí que nuestra consideración de la verdad bíblica concerniente al regreso del Señor tiene que hacernos examinar nuestro corazón.
Otros escritos del Nuevo Testamento
¿Qué de los escritos de otros autores del Nuevo Testamento? Veamos específicamente una de las epístolas del Nuevo Testamento, la primera escrita por Pablo a los tesalonicenses. Observe cómo centra todo su mensaje sobre la verdad del regreso personal del Señor a la tierra:
«…y esperar de los cielos a su Hijo… a Jesucristo, quien nos libra de la ira venidera» (1:10);
«¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo…? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?» (2:19);
«Que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles…en la venida del Señor Jesucristo con todos sus santos» (3:13);
«El Señor mismo…descenderá del cielo» (4:16);
«El día del Señor vendrá así como ladrón en la noche» (5:2);
«Todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.» (5:23)
Si usted lo desea, puede ampliar esta investigación. El énfasis en la venida del Señor continúa en todas las epístolas del Nuevo Testamento; pero siempre está relacionada con la vida cristiana práctica. Debido a que el Señor venía de nuevo, había en la vida de aquellos cristianos asuntos que requerían su atención. De la misma manera el tema del regreso del Señor nos concierne a nosotros.
La enseñanza del Antiguo Testamento
El recuento que anteriormente se mencionó, al extenderse al Antiguo Testamento descubrió 1527 referencias a un suceso profético que implica la venida de Cristo como rey. Claro que no tiene importancia la absoluta exactitud del recuento. Siempre habrá una opinión diferente sobre algún pasaje ocasional. Pero quizá sorprenda a algunos lectores darse cuenta de que hay tantas alusiones a la Segunda Venida en una parte de la Biblia que ha sido desestimada a través de los años.
El hecho es el siguiente: el Nuevo Testamento solamente puede ser entendido a la luz del Antiguo. Los dos Testamentos conforman una sola unidad como partes interdependientes de la verdad revelada de Dios. Lo que el Antiguo Testamento profetiza, el Nuevo lo cumple, en parte. Sin embargo hay una gran cantidad de profecías del Antiguo Testamento que aún no se han cumplido.
Examine Ud. mismo las siguientes promesas sobre un rey que gobernará sobre el reino de Dios aquí en la tierra, y pregúntese si ya fueron cumplidas:
Génesis: «Tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra.» (22:17,18; compare Hechos 3:25; Gálatas 3:16)
2 Samuel: «Cuando tus días [de David] sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino.» (7:12,13)
Salmos: «Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra.» (2:7,8; compare Hechos 4:25,26)
«[el rey prometido] dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra.» (72:8)
Isaías: «Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes…y correrán a él todas las naciones…Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová.» (2:2-4)
«Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre.» (9:7)
Jeremías: «He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: JEHOVA, JUSTICIA NUESTRA.» (23:5,6)
El reino de Dios
En muchas ocasiones, Dios ha prometido que El establecerá un gobierno mundial en la tierra. Lo que el hombre siempre ha fallado en lograr, Dios lo va a realizar. El rey será un descendiente de Abraham y David (vea Mateo 1:1). Gobernará desde Jerusalén en el trono de David (Lucas 1:31-33). Su reino será de justicia y rectitud, comprendiendo instrucción divina, adoración en el templo y el ejercicio de la autoridad real para establecer la paz en la tierra (Apocalipsis 11:15-18).
El reino de Dios existió anteriormente en la tierra. El rey David y sus descendientes reinaron sobre el trono de Jehová (1 Crónicas 28:5; 29:23). No había nada especial acerca del trono mismo; solamente tenía importancia el nombramiento divino. Cuando los reyes uno tras otro descuidaron la ley de Dios, El mismo dio por concluido el arreglo. Sin embargo, aun cuando el profeta Ezequiel anunció al rey Sedequías el fin del reino (21:25-27), también prometió que Dios lo restauraría cuando viniera «aquel cuyo es el derecho.»
Por consiguiente, la Segunda Venida del Señor Jesucristo a la tierra debe entenderse a la luz del poderoso antecedente del Antiguo Testamento. Cuando Jesús comenzó su ministerio público anunciando que el reino de Dios se había acercado (Marcos 1:15), estaba diciendo a aquellos que conocían las promesas del Antiguo Testamento que él era el rey prometido. Pero Jesús había venido primero a lograr la santidad personal y a hacer posible que otros se reconciliaran con Dios.
Actualmente podemos encontrar paz con Dios por medio del perdón de nuestros pecados, asociándonos con la obra salvadora del Señor Jesús. Primero debemos entender el evangelio, incluyendo las enseñanzas de la Biblia acerca de la persona y obra del Señor Jesús y de su reino venidero. A continuación debemos bautizarnos como creyentes adultos en su Nombre salvador (Hechos 8:12).
¡He aquí vuestro rey!
¿Cómo será la Segunda Venida del Señor? Por ejemplo, ¿sería posible que nos la perdiéramos sin siquiera darnos cuenta de que había ocurrido? ¿Será visible o invisible? ¿Se hará Jesús presente en persona o solamente en forma espiritual? ¿Vendrá a la tierra o solamente se acercará a ella?
Jesucristo se levantó corporalmente de la tumba. No era un espíritu invisible, sino una persona que podía ser vista, tocada y retenida (1 Juan 1:1; Lucas 24:39,40). Su cuerpo estaba marcado por la evidencia de su sufrimiento en la cruz. Aun así, ya no estaba sujeto a las limitaciones de la existencia humana. Podía ir y venir a pesar de las puertas cerradas, y en el monte de los Olivos ascendió a los cielos corporalmente, desafiando la ley de gravedad. Los discípulos le habían visto ir y él regresará a la vista de todos, tal como el ángel dijo más tarde: «He aquí que viene con la nubes, y todo ojo le verá» (Apocalipsis 1:7). También Zacarías, el profeta del Antiguo Testamento, había predicho mucho antes de la crucifixión: «Mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito» (12:10).
Por consiguiente, no puede decirse que solamente aquellos que vean con fe podrán ver al Señor. Algunos verán y llorarán (Apocalipsis 1:7). Tampoco se puede decir que Jesús vendrá invisible, pues el mismo Señor previno:
«Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas…» (Mateo 24:23,24)
De ningún modo se podrá argüir que la Biblia habla de la presencia del Señor, como dando a entender que será invisible. El Nuevo Testamento también habla en muchas ocasiones acerca de la manifestación de Jesucristo, usando una palabra que significa aparición o revelación (por ejemplo, 2 Timoteo 4:1). De hecho, la presencia (griego, parousia) del Señor en ningún momento implica una venida invisible y viene a ser una expresión muy apropiada para describir su advenimiento. Un respetado diccionario griego dice de esta palabra:
«Se volvió el término oficial para la visita de una persona de alto rango, especialmente de reyes y emperadores que visitaban una provincia.» (Arndt y Gingrich)
Es la visita de un rey la que profetiza la Escritura. La multitud que dio al rey Jesús la bienvenida a Jerusalén cuando llegó montado en un asno, lanzó delante de él mantos y ramas de palmeras, vociferando saludos que se referían directamente a las antiguas promesas de Dios: «¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene!» (Marcos 11:10). Mateo comenta que el regocijo fue un anticipo de lo que había sido predicho por el profeta Zacarías cuando escribió: «He aquí tu rey vendrá a ti.»
Si la primera visita real contó con tal alegría y regocijo, considere ¡cómo será la próxima! El profeta ha declarado:
«Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador…y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra.» (Zacarías 9:9,10)
Doble cumplimiento
Esta Escritura ilustra una característica común de la profecía bíblica: su doble cumplimiento a corto y largo plazo. Jerusalén se regocijó de la venida de Jesús como rey, «humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna,» justamente como el profeta había dicho. Pero su gozo fue de corta duración, pues para entonces el rey no procedió a establecer la paz mundial, o a gobernar en Jerusalén sobre un reino que durara por siempre. Jesús completó en aquel tiempo lo necesario de la profecía para demostrar que él era el que había de venir, dándonos así la seguridad de que volverá para completar la prometida transformación de la tierra.
Zacarías comprime de tal modo las dos venidas que parece no haber ningún intervalo entre ellas. Esto ha servido a mucha gente para argüir que el reino nunca vendrá porque, dicen ellos, aun Jesús lo esperaba en el primer siglo de nuestra era, o a más tardar en una época próxima. Es así como algunos han menoscabado la esperanza original de los cristianos, la cual, según ellos, ha sido ahora sustituida debido a un entendimiento superior. Pero cuando todas las Escrituras son estudiadas cuidadosamente, se vuelve claro que la venida de Jesús no había de ocurrir inmediatamente después de su ascensión al cielo.
El día y la hora
Cualquier intento de demostrar que Jesús estaba equivocado sobre el tiempo de su venida está condenado al fracaso. El afirmó claramente, más de una vez, que no sabía cuándo vendría:
«Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.» (Marcos 13:32)
Como más tarde dijo, esto era algo que el Padre había reservado bajo Su propia autoridad (Hechos 1:7). Pero Jesús sabía que un largo tiempo transcurriría antes de su regreso. El usó parábolas para indicar que su venida no «se manifestaría inmediatamente» (Lucas 19:11), pues sería «después de mucho tiempo» (Mateo 25:19) y que podría haber alguna tardanza para aquellos que estaban esperando (25:3). Al igual que su Maestro, sus seguidores tenían que comprender que no podían saber cuándo vendría.
Los apóstoles también reconocieron que no sabían el tiempo exacto del gran suceso que estaban esperando. Pedro previene respecto de gente que se burlaría, como muchos lo han hecho, de «la promesa de su advenimiento» (2 Pedro 3:4). Los denuncia por su falta de fe, diciendo que «ignoran voluntariamente» la verdad, creyendo lo que quieren creer a pesar de las evidencias. Pablo tampoco dudaba de la venida del Señor, pues escribió lo siguiente:
«Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá…» (1 Tesalonicenses 5:1,2)
¿Puede usted completar esta cita? Contiene la clave de dos aspectos vitales del regreso del rey. Observe primero lo que dice el pasaje arriba citado. Habría señales generales que Pablo llama «tiempos y ocasiones» que ayudarían a los creyentes a mantenerse preparados. Así el apóstol continúa:
«…el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche.»
Cuando suceda, la venida del Señor será rápida, repentina e inesperada. Nadie sabe cuándo los ladrones lo van a atacar. Estos tienen éxito con frecuencia porque la gente subestima los peligros. También la velocidad es vital para un robo exitoso, por lo que la figura es usada por Jesús (Mateo 24:43), Pablo (1 Tesalonicenses 5:2) y Pedro (2 Pedro 3:10), para enfatizar un punto vital: debemos estar en guardia, atentos, preparados y vigilantes. ¡El Señor vendrá en cualquier momento! ¡Vendrá cuando menos lo esperemos!
Los tiempos y las ocasiones
Esta es la razón por la que cuando el Señor Jesús explicó lo que debía suceder antes de su regreso, muy cuidadosamente enfatizó la necesidad de mantenerse vigilante. Sentado con sus discípulos cierto día en el monte de los Olivos, de donde más tarde ascendería al cielo, les dio indicaciones generales sobre lo que ocurriría antes de su «venida y del fin del siglo» (Mateo 24:3). Esta profecía presenta un fascinante reto, pues combina una predicción a corto plazo de la caída de Jerusalén con la consiguiente destrucción del templo, y una predicción a largo plazo de sucesos mundiales.
Una lista de los sucesos predichos en los tres evangelios (Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21), la cual no pretende presentar una secuencia organizada de sucesos proféticos, nos demuestra lo siguiente:
- El surgimiento de un falso cristianismo y de falsos Cristos.
- La persecución de los verdaderos cristianos.
- Guerras y rumores de guerra, nación contra nación.
- Terremotos, hambres y pestilencias.
- Jerusalén sitiada por ejércitos.
- La nación judía dispersada.
- Jerusalén ocupada por gentiles.
- Tribulación y angustia.
- Señales en el sol, la luna y las estrellas.
- Los poderes de los cielos sacudidos.
Observe que los creyentes son prevenidos sobre el surgimiento y crecimiento del falso cristianismo. Esta es la primera preocupación del Señor. Sus palabras se cumplieron con el rápido desarrollo de falsas enseñanzas aun en tiempos de los apóstoles (Hechos 20:29), y siguen cumpliéndose al final de la era presente. El mensaje es que en cualquier lugar, los creyentes serán un muy pequeño remanente, comparado con aquellos que mantienen una forma distorsionada del cristianismo.
El anticristo
Los apóstoles también previenen sobre este suceso. Pablo advierte enfáticamente que habrá manifestaciones de falso cristianismo, pues profetiza que el día del Señor:
«no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto.» (2 Tesalonicenses 2:3,4)
El apóstol describe al hombre de pecado en un lenguaje que nos transporta hasta el profeta Daniel, quien con certeza predijo el surgimiento y caída de cuatro imperios que ejercieron poder en el Medio Oriente. Partiendo de estos trazó el desarrollo de un falso sistema religioso, comprendiendo el Santo Imperio Romano y el papado, que se opone a Cristo y a sus verdaderos seguidores. Este es cristianismo falsificado, y el apóstol Pablo lo describe como el «ministerio de iniquidad» que ya está en acción, y «un poder engañoso.»
La otra línea de enseñanza en el catálogo de futuros eventos que presentó el Señor, se refería a problemas mundiales. Habría guerras y rumores de guerras; habría desastres naturales y extensas privaciones, terremotos, hambres y epidemias; en los cielos habría terrores y visiones terribles, causando mucho miedo y angustia. La gente no sabría a qué lado volverse por miedo de lo que habría de suceder en la tierra.
Hasta cierto punto estos problemas son tan viejos como el mundo. La tendencia guerrerista de la raza humana es evidente aun en el primer libro de la Biblia, y el hambre también figura allí. Pero aun dentro de la historia bíblica, las atrocidades de que el hombre es capaz se vuelven cada vez más horribles; y desde entonces se han visto horrores cada vez más extensos. Los poderes ahora disponibles para la humanidad bastan para hacer que una persona sensata tema por el futuro del mundo. Más que nunca antes, estas palabras de Jesús vienen a ser verdad:
«Entonces habrá…en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.» (Lucas 21:25-27)
Tribulación
La referencia al bramido del mar y de las olas, así como otras a las señales en el sol, en la luna y en las estrellas, pueden ser simbólicas o literales o una combinación de ambas cosas. Por ejemplo, el profeta Isaías escribió que los impíos son «como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo» (57:20). Jesús puede haber estado pensando en tales figuras al describir un mundo que estaba lleno de problemas porque estaba lleno de maldad. También puede haber estado enseñándonos a estar pendientes de algún trastorno en el orden físico, tal como las marejadas, que podrían estar anunciando el fin de la era. En realidad ha habido muchos terremotos y desastres naturales en todo el mundo en años recientes. El apóstol Pablo dice que «toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto» (Romanos 8:22), como una mujer que está esperando el nacimiento de su hijo. Es evidente que nuestros problemas presentes son los dolores de parto de un nuevo y mejor mundo que pronto comenzará.
En ambos Testamentos se nos dice que la tribulación que ha de venir al final del gobierno humano es el heraldo final de la Segunda Venida. Entonces habrá:
«tiempo de angustia, cual nunca fue» (Daniel 12:1);
«tiempo de angustia para Jacob [Israel]» (Jeremías 30:7);
«gran tribulación.» (Mateo 24:21)
¿Tendrán que soportar esta tribulación los creyentes que esperan a su Señor, o serán apartados? Es probable que los actuales creyentes tengan que vivir esta era de dificultades, y en realidad ya han comenzado a hacerlo. Jesús prometió que por causa de los escogidos este tiempo sería acortado (Marcos 13:20). Pero aquellos que finalmente resultan ser aprobados delante del Juez «son los que han salido de la gran tribulación y han lavado sus ropas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero» (Apocalipsis 7:14).
Cuando la tribulación aumente y Dios derrame Su ira sobre la tierra, hay indicaciones de que los verdaderos creyentes estarán protegidos de tal desastre. Isaías describe la gran sacudida de la sociedad humana cuando Dios intervenga:
«Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación. Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad.» (24:18-23; 26:20,21)
Por consiguiente debemos considerar cuidadosamente lo que dijo Jesús:
«Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.» (Lucas 21:28)
No debemos esperar hasta que ocurra el desastre total y no quede salida. Es mejor aprender ahora la lección de que estamos en el tiempo inmediatamente anterior a la Segunda Venida del Señor Jesucristo.
La nación que sirve de señal
Hay una gran señal que remueve cualquier duda sobre el inminente regreso del Señor. La nación de Israel ocupa de nuevo la tierra prometida por Dios. A través de las edades, la historia de la nación judía ha sido una señal de la realización de los propósitos de Dios. Los judíos fueron llamados como pueblo especial, debido a las grandes promesas que habían sido hechas a sus padres. A ellos les fue dado el derecho de ocupar la tierra que ahora conocemos como Israel (Palestina), bajo la condición de su fiel obediencia a Dios. Ellos eran el pueblo cuyos reyes ocuparon el trono del reino de Dios en la tierra.
Los derechos de los israelitas quedaron suspendidos cuando, después de siglos de indiferencia, no sólo rehusaron aceptar al Señor Jesús como su Mesías sino que también se involucraron, junto con los romanos, en la consumación de su muerte por crucifixión. Debido a ese rechazo, Jerusalén fue destruida. Durante los siglos posteriores, los judíos vagaron por toda la tierra como un pueblo sin territorio, odiados y perseguidos en casi todos los lugares a donde fueron, justamente como la Escritura había dicho que ocurriría.
Pero la Escritura también predice un futuro mejor para esta nación-señal, no porque ellos cambiarían su conducta para merecer mejor tratamiento, sino porque Dios tendría piedad de su situación y actuaría para redimirlos. El se acordaría las promesas hechas a los padres de la nación y actuaría para vindicar su gran nombre. En el tiempo del fin ellos sería traídos de las naciones y establecidos una vez más en su propia tierra: ¡la tierra prometida! Por esto dijeron los profetas:
Isaías: «El remanente volverá…y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría.» (10:21; 35:10)
Jeremías: «El que esparció a Israel lo reunirá.» (31:10)
Ezequiel: «Yo os recogeré de los pueblos, y os congregaré de las tierras…y habitarán en su tierra…y habitarán en ella seguros.» (11:17; 28:25,26)
Zacarías: «Los traeré y habitarán en medio de Jerusalén.» (8:8)
Así sucedió. Después de cerca de dos mil años de dispersión y maltrato, en 1948 nació el Estado de Israel por decreto de las Naciones Unidas, y en 1967 la ciudad entera de Jerusalén volvió a ser posesión de los judíos. Había tomado todo ese tiempo para que se cumplieran las palabras de Jesús:
«Caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.» (Lucas 21:24)
Todo indica que los tiempos de los Gentiles están llegando rápidamente a su conclusión y que el tiempo del Reino de Dios está de nuevo muy cercano. La asociación de tiempos angustiosos y el retorno de los judíos elimina toda duda. Muy pronto el Rey Jesús regresará a Jerusalén como gobernante del mundo, reinando así sobre Israel y sobre todas las naciones. De todos los signos visibles de los tiempos dados por Jesús y los profetas, el restablecimiento de Israel, la nación-señal, es el testimonio más claro de que el fin está próximo.
El rapto
¿Cuál es la esperanza de los fieles seguidores de Jesús? ¿Pueden contar con ir al cielo con el Señor a su regreso? Difícilmente, porque el Señor vendrá a reinar en la tierra, desde Jerusalén. Algunos lectores de la Biblia han elaborado un esquema complicado que necesita dos venidas en vez de una. Según esto, Cristo vendría primeramente sólo para «arrebatar» a la iglesia en forma secreta. Después regresaría de nuevo junto con la iglesia, de modo visible y público. En algunas versiones de esta teoría el intervalo entre las dos venidas es muy pequeño; en otras se considera que hasta siete años separan los dos eventos.
Son muy pocos los textos que pueden ser usados en apoyo de estas teorías, pues mientras que hay algunas indicaciones de que ocurrirá una separación entre compañeros cuando Jesús venga (Lucas 17:34-36), la principal enseñanza acerca de las circunstancias del regreso es la que proporciona Pablo en la Primera Epístola a los Tesalonicenses:
«El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.» (4:16,17)
La palabra arrebatados es la que ha servido para apoyar la idea de un rapto. La asociación con un supuesto período de tribulación ha sido adquirida por medio de la incorrecta interpretación de otras Escrituras, especialmente de Apocalipsis. Claramente habrá un rapto de verdaderos creyentes, tanto de vivos como de muertos resucitados, «para recibir al Señor en el aire.» Todos formarán un grupo de bienvenida, quienes con los ángeles que atiendan su venida conformarán su séquito. Pero ellos irán a recibir a Jesús. No se habla aquí de que Jesús venga a recibirlos a ellos y conducirlos al cielo.
El destino de todos está claramente indicado en las Escrituras que ya hemos considerado: el Señor y sus seguidores irán a Jerusalén (Zacarías 14:4), «la ciudad del gran Rey» (Mateo 5:35).
¡El Señor vendrá!
En estos últimos momentos del gobierno humano, las potencias de los cielos serán conmovidas y los corazones de los hombres desfallecerán por el temor. Las naciones se envolverán en una batalla alrededor de Jerusalén. ¡Entonces el Señor vendrá! Inesperadamente, de repente, con gran poder y gloria, trayendo salvación para aquellos que fielmente lo han esperado y se han preparado para este evento central en su vida. Pero traerá juicio para todos aquellos que voluntariamente hicieron caso omiso de las fieles promesas y la invitación misericordiosa de Dios:
«…cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron.» (2 Tesalonicenses 1:7-10)
Por consiguiente, es vital que creamos lo que la Biblia tan claramente promete. No podemos simplemente «esperar y ver,» puesto que Jesús viene a salvar a los que desde ahora creen, no a convencer a aquellos que han tenido clara evidencia, pero ningún interés por las cosas de Dios.
Cuando el Señor hablaba a sus seguidores sobre su regreso a la tierra, enfocaba su atención más en las consecuencias de su venida que en el orden de los sucesos mismos. Actualmente no podemos saber con seguridad cuándo vendrá Jesús. Pero sabemos con perfecta claridad que cuando venga nos llamará a cuentas, y nos preguntará cómo habremos pasado nuestra vida en la víspera de su regreso:
«Mirad que nadie os engañe…No os turbéis…Mirad por vosotros mismos…Es necesario que el evangelio sea predicado… No os preocupéis… El que persevere hasta el fin… Huyan… Orad… Se levantarán falsos Cristos y falsos profetas… Mirad… Erguíos y levantad vuestra cabeza… Mirad también por vosotros mismos… Velad… Estad preparados» (Mateo 24; Marcos 13; Lucas 21).
También los apóstoles enfatizaron la santidad personal cuando reflexionaban sobre la cercana venida del Señor:
«…cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir…Procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.» (2 Pedro 3:11-14)
«Renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.» (Tito 2:12,13)
«Cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.» (1 Juan 3:2,3)
Mirad por vosotros mismos
La Biblia es nuestra guía hacia el futuro, así como es nuestro manual para el presente. Sólo ella nos mostrará lo que Dios quiere que hagamos. En ella podemos descubrir los propósitos y las promesas de Dios. Lo primero es entender y creer sus verdaderas enseñanzas. Entonces llegaremos a apreciar la necesidad de obedecer a Dios, comenzando con el bautismo. Así estaremos haciendo lo que Jesús mandó.
El reino venidero de Dios en la tierra transformará la experiencia humana. Tenemos que aprender a vivir ahora en armonía con nuestro Creador. ¡El Señor está cerca! El examen de nuestras vidas es un asunto urgente y de actualidad para nosotros, de manera que estemos preparados para la venida del Rey.