Pablo fue producto de la civilización greco-romana y del judaísmo de sus padres. Nació en la ciudad romana de Tarso, capital de Cilicia (Hechos 22:3), y aún en años posteriores se le relacionaba con esta ciudad típica de las ciudades romanas que heredaron la civilización helénica, y un notable centro de cultura (Hechos 9:11, 30; 11:25).
Más que sus raíces farisaicas y romanas, en Pablo influyó el judaísmo. En Filipenses 3:5, 6 no solo se atestigua de la pureza de su linaje, sino también de su crianza en el conocimiento del Antiguo Testamento y en un hogar de habla aramea (Hechos 22:2). Se jacta de las estrictas normas de su vida farisaica y de su fidelidad a la Ley. Su amor a su nación y su orgullo de ser judío, aun después de ser cristiano, se ven en Romanos 9:1–5 y 10:1.
Según la costumbre judía, debió ingresar en la «casa de interpretación» a los quince años de edad para que le instruyeran los escribas. Su maestro fue Gamaliel, hombre piadoso, pacífico y franco, con quien estudió a fondo el Antiguo Testamento, el griego, el hebreo y los métodos interpretativos rabínicos (Hechos 22:3). Antes de su conversión a Cristo, los líderes judíos en Jerusalén respetaban a Pablo (Gálatas 1:14) como infatigable defensor de su fe y enemigo del cristianismo (Hechos 9:1). Según la costumbre judía, aprendió también un oficio, la fabricación de tiendas, que ejerció a lo largo de su ministerio (Hechos 18:3)
La conversión de Pablo – Hechos 9:1-18
En este pasaje tenemos el relato de la conversión de Pablo. (Saulo, el nombre hebreo de Pablo, 13:9). Su actitud hacia los cristianos se ha mencionado previamente en 7:58–8:3. Sin embargo los actos de Saulo, antes y después de su conversión, muestran la naturaleza radical del cambio que experimentó.
Notamos que Saulo no buscaba este cambio. Iba a Damasco para seguir en lo que consideraba correcto. La iniciativa de su conversión vino totalmente de Jesucristo. Saulo lo había rechazado, pero Jesús lo había escogido.
Las cartas para las sinagogas en Damasco probablemente eran cartas de presentación y de lo que podríamos llamar “extradición” (ver los paralelos en 22:5 y 26:12). Eran más de 200 kilómetros que tendría que hacer a Damasco.
Muchas congregaciones judías no hubieran tenido sentimientos tan negativos sobre los cristianos, y estas cartas del sumo sacerdote habrían destacado la oposición judía al cristianismo así como habrían indicado la autoridad de Pablo de llevar presos a “algunos hombres o mujeres de este Camino”. (El Camino era un nombre primitivo para la comunidad cristiana.)
Fue sólo después del episodio de Esteban que los líderes judíos actuaron contra ellos simplemente por ser cristianos.
Pablo experimentó una intensa luz desde el cielo … y oyó una voz. De algún modo estaba dirigida exclusivamente a Pablo, pero sus acompañantes oían la voz aun cuando no veían a nadie. La reiteración de la historia en 26:12–14 implica que también pudieron ver la luz. Sin embargo, sólo Pablo quedó enceguecido y su condición fue más que un ofuscamiento temporal por causa de algún resplandor común, dado que quedó ciego por tres días, y en el v.18 se nos dice que en su curación algo como escamas cayó de sus ojos (ver también 22:11–13).
Hechos 9 relata una experiencia y describe un cambio dramático de la vida de un ser humano. “Saulo había estado haciendo lo que él quería, lo que él creía mejor, lo que su voluntad decidía.” dice Barclay3. Desde ese momento, se le diría lo que había de hacer. El Cristo Resucitado le dijo: “Levántate y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer.” (v.6). El que entró en Damasco era un hombre cambiado. El que había pensado llegar a Damasco como una furia vengativa, iba conducido de la mano, ciego y menesteroso.
La historia de cómo Saulo (Pablo) llegó a unirse a los cristianos se relata con cierto detalle nada menos que tres veces (Hechos 9, 22 y 26). La historia probablemente fue repetida por la importancia que Lucas atribuye al hecho. Sin embargo, cada reiteración agrega algo más del cuadro completo por medio de las siguientes referencias:
Hechos 9 |
Hechos 22 |
Hechos 26 |
1. Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al Sumo sacerdote 2. y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallaba algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajera presos a Jerusalén. 3. Pero, yendo por el camino, aconteció que, al llegar cerca de Damasco, repentinamente lo rodeó un resplandor de luz del cielo; 4. y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5. Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 6. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? El Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer. 7. Los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, porque, a la verdad, oían la voz, pero no veían a nadie. 8. Entonces Saulo se levantó del suelo, y abriendo los ojos no veía a nadie. Así que, llevándolo de la mano, lo metieron en Damasco, 9. donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió. |
4. Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres; 5. como el Sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos, fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los que estuvieran allí, para que fueran castigados. 6. Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo. 7. Caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. 8. Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor?”. Me dijo: “Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues”. 9. Los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron, pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. 10. Yo dije: “¿Qué haré, Señor?”. Y el Señor me dijo: “Levántate y vete a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas”. |
12. Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes especiales y en comisión de los principales sacerdotes, 13. cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. 14. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba y decía en lengua hebrea: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. 15. Yo entonces dije: “¿Quién eres, Señor?”. Y el Señor dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 16. Pero levántate y ponte sobre tus pies, porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto y de aquellas en que me apareceré a ti, 17. librándote de tu pueblo y de los gentiles, a quienes ahora te envío 18. para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados”., |
¿Qué significa Hechos 9:5-6?
“Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?”
Antes de investigar el significado de estos dos versículos, hay que notar las omisiones que descubrimos cuando leemos Hechos 9 de la Nueva Versión Internacional.
“¿Quién eres, Señor? – preguntó. Yo soy Jesús, a quien tú persigues – le contestó la voz. Levántate y entra en la ciudad…”
La frase “dura cosa te es dar coces contra el aguijón” no está en la versión NVI, La Biblia de las Américas ni Dios Habla Hoy. Está en la versión Reina-Valera porque algunas versiones en latín la tienen y en los manuscritos que Reina usó “aparecía” (Ref: Simona.R. Explorando Hechos Miami:Facultad Latinoamérica de Estudios Teológicos, pag.105) Es probable que fueron copiadas de Hechos 22:10 y 26:14 donde Pablo vuelve a relatar su conversión.
¡Dura cosa te es dar coces contra el aguijón! – El cuadro es el de un buen buey u otra bestia de carga que se movía al impulso de una vara aguda para guiarlo, lo que era una frase común en escritos seculares y aun judíos. Es un cuadro acertado de la experiencia de Pablo; sus acciones ante la experiencia en el camino a Damasco mostraban que siempre sintió que Jesús era algo irritante. Sin embargo sugerimos otra explicación. Primeramente, consideramos el significado de los dos vocablos:
“dar coces” es el verbo griego, laktizo. Según Young (Ref:Young. R. Analitical Concordance)
- significa “dar una patada con el calcañar”
- “aguijón” es el griego, kentron. Puede ser una vara aguda pero la misma palabra está en 1 Corintios 15:56 y Apocalipsis 9:10 donde tiene el sentido de una picadura venenosa.
Con esta información se puede imaginar al Cristo Resucitado diciendo a Pablo: “Encuentras dificultad dar una patada con el calcañar contra la picadura de la serpiente.”. Inmediatamente pensamos en Génesis 3:15 donde sabemos que “la simiente de la mujer” hizo una herida fatal en la cabeza de la serpiente (el pecado) pero al mismo tiempo sufrió una herida en el talón de poca duración (la muerte de Jesús durante los tres días).
Pero como se aplica esta conversación a lo que pasó con Jesús y Pablo. Parece que Pablo pensaba que fue él mismo el salvador del pecado (siendo un judío justo y fiel, el protector y campeón de la fe judía) contra (en su opinión) Jesús, el gran adversario y enemigo del pueblo judio. Sin duda, Pablo inmediatamente aprendió la lección de los dos roles completamente cambiados: que él mismo fue el adversario (la serpiente, el pecado) y el Cristo Resucitado, la verdadera “simiente de la mujer”.
Más que sus raíces farisaicas y romanas, en Pablo influyó el judaísmo. En Filipenses 3:5, 6 no solo se atestigua de la pureza de su linaje, sino también de su crianza en el conocimiento del Antiguo Testamento y en un hogar de habla aramea (Hechos 22:2). Se jacta de las estrictas normas de su vida farisaica y de su fidelidad a la Ley. Su amor a su nación y su orgullo de ser judío, aun después de ser cristiano, se ven en Romanos 9:1–5 y 10:1.
Según la costumbre judía, debió ingresar en la «casa de interpretación» a los quince años de edad para que le instruyeran los escribas. Su maestro fue Gamaliel, hombre piadoso, pacífico y franco, con quien estudió a fondo el Antiguo Testamento, el griego, el hebreo y los métodos interpretativos rabínicos (Hechos 22:3). Antes de su conversión a Cristo, los líderes judíos en Jerusalén respetaban a Pablo (Gálatas 1:14) como infatigable defensor de su fe y enemigo del cristianismo (Hechos 9:1). Según la costumbre judía, aprendió también un oficio, la fabricación de tiendas, que ejerció a lo largo de su ministerio (Hechos 18:3)
“…quedó ciego por tres días.”
Saulo no había sido llamado tanto a dejar el judaísmo como a aceptar a Jesús como cumplimiento de todo lo que había creído. Pero haremos bien en recordar el sentido positivo de “llamamiento” en este importante episodio de la vida de Pablo. Había un cambio de mente, corazón y acción tan fundamental y radical como el que experimentó aquel hombre.
Pablo había sido rodeado por un resplandor de luz del cielo (v.3) que se vio obligado a cerrar sus ojos (v.8). Fue la luz “…a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver.” (1 Timoteo 6:16). Maravillosamente, no murió sino su vida fue preservada por la gracia de Cristo.
Hay que reflexionar un momento del significado para un fariseo que no puede ver. Al regresar a Jerusalén no se lo permitía entrar al templo. 2 Samuel 5:8 dice: “ni ciego ni cojo entrará en la Casa”. Ahora Pablo tuvo derecho de entrar al templo mucho mejor, el cuerpo de Jesucristo pero antes había pensado que fue “…guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas” (Romanos 2:19).
El bautismo en Cristo después de los tres días
El apóstol Pablo recibió una visión dramática de Cristo que tanto inquietó su conciencia que tan pronto fue posible, “levantándose fue bautizado” (Hechos 9:18). De nuevo, debe haber sido tentador para él demorar su bautismo pensando en su posición social prominente y en la cima de una carrera programada para él en el judaísmo. Pero tomó la correcta e inmediata decisión de bautizarse y renunciar abiertamente a su anterior manera de vivir. Más adelante reflexionó sobre su elección de bautizarse:
“Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo… lo he perdido todo [es decir, las cosas que vio como “ganancia” para él] y lo tengo por basura, para ganar a Cristo… olvidando ciertamente lo que queda atrás [las “cosas” de su vida judía anterior] y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio” (Filipenses 3:7,8,13,14).
Una decisión de suma importancia para nosotros
Este es el lenguaje de un atleta “extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio” (Filipenses 3:7,8,13,14) que se esfuerza por romper la cinta en la meta. Tal concentración de esfuerzo mental y físico debe caracterizar nuestras vidas después del bautismo. Debe entenderse que el bautismo es el comienzo de una carrera hacia el reino de Dios. No es solamente una señal de haber cambiado de iglesia y creencias; tampoco es una entrada pasiva a una vida tranquila de adherencia pasiva a principios cristianos vagamente definidos. El bautismo nos asocia en un sentido progresivo con la crucifixión y resurrección de Jesús (Romanos 6:3-5), ocasiones llenas de máximo dinamismo en todo sentido.
Hechos 9 relata una experiencia y describe un cambio dramático de la vida de un ser humano. “Saulo había estado haciendo lo que él quería, lo que él creía mejor, lo que su voluntad decidía.” dice Barclay. Desde ese momento, se le diría lo que había de hacer. El Cristo Resucitado le dijo: “Levántate y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer.” (v.6). El que entró en Damasco era un hombre cambiado. El que había pensado llegar a Damasco como una furia vengativa, iba conducido de la mano, ciego y menesteroso.
La historia de cómo Saulo (Pablo) llegó a unirse a los cristianos se relata con cierto detalle nada menos que tres veces (Hechos 9, 22 y 26). La historia probablemente fue repetida por la importancia que Lucas atribuye al hecho. Sin embargo, cada reiteración agrega algo más del cuadro completo.