“Nacer de agua y Espíritu” (Juan 3:5-7)

Juan 3:1 “Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, dignatario de los judíos.”

En este discurso encontramos a un miembro de la aristocracia de Jerusalén. Es Nicodemo (nombre griego que significa «vencedor del pueblo»), rico, fariseo y uno de los gobernadores de los judíos. Fue en la noche cuando vino a Jesús. ¿Por qué vino a Jesús? Porque “muchos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía” (Juan 2:23) Pero el narrador ha indicado que Jesús (2:24) “no se fiaba de ellos”. Por eso, ¡Nicodemo avanza por territorio peligroso! ¿Cómo va a evolucionar la conversación?

¿Por qué vino por la noche? Es un detalle que menciona el relato en Juan 19:39. ¿Por precaución? ¿Por miedo de los judíos? Pero a Nicodemo no le falta coraje. Posiblemente vino de noche porque estaba temeroso de perder su reputación y posición. Era experto en la ciencia de la Ley. Los investigadores también tienen otra sugerencia. La costumbre judía recomendaba el estudio nocturno de la Torá por cuanto no se presentaban distracciones. Durante el día, Jesús estaba rodeado de gente, por eso Nicodemo vino en la noche porque quería hablar a solas con el Mesías.

Reconocimiento del sentido del discurso

  1. Rabí, sabemos que has venido de Dios (Juan 3:2)

Es una admisión franca que sale de los labios de un hombre muy importante. Para decir: “…nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.” Indica que algunos dirigentes de los judíos consideraban a Jesús como un profeta excepcional. El pueblo de Israel sólo tiene que aceptar a un profeta si sus milagros y sus enseñanzas son verdaderas (Deuteronomio 13:1). 

Se nota también la frase “si no está Dios con él”. Implica que Nicodemo reconoce a Jesús como Emanuel (El nombre significa: “Dios está con él”.) En el contexto inmediato, Nicodemo aplica la palabra “señal”. Por eso pensamos en Isaías 7:11, 14 donde está ¡la señal del nacimiento de Emanuel!

  1. Nacer de nuevo (Juan 3:3-4)

Nicodemo era un hombre moralista y religioso. Sin embargo, no entendía la verdad sobre el nuevo nacimiento. Pensaba en términos del nacimiento físico, en tanto que Cristo le hablaba de un nacimiento espiritual. Se advierte su respuesta en el versículo 4. 

Durante la conversación, Jesús dijo que es necesario “nacer de nuevo”. La Biblia de Jerusalén dice “nacer de lo alto”.  La palabra griega (ánōthen) traducida aquí como “de nuevo”, puede también entenderse como “de arriba”. 

Según Barclay (pág. 148) esta palabra griega tiene tres sentidos diferentes:

 (1)  desde el principio, totalmente, de arriba a abajo.

 (2)  de nuevo, otra vez en el sentido de segunda vez.

 (3) de arriba y por tanto de Dios.

Nos parece que Nicodemo la entendió en el segundo sentido, en el más real. El sentido “de nuevo” explica el asombro de Nicodemo que al replicar, dijo. “…por segunda vez”. Un malentendido en el diálogo obliga a una explicación y una consiguiente profundización del anuncio de Jesús porque tenía en la mente un cambio radical. Para entrar al Reino de Dios uno tiene que “nacer de nuevo”, no experimentando un segundo nacimiento biológico sino uno espiritual, desde arriba. Encontramos el mismo tema en otras partes del Nuevo Testamento: Romanos 6:1-11; 1 Corintios 3:1-2; Gálatas 6:15; Efesios 2:1-5; Tito 3:5; Santiago 1:18; 1 Pedro 1:3, 23.

1[Encontramos otras opiniones: (1) Que “nacer de nuevo” se refiere al don de la fe, sin el cual evidentemente nadie puede acceder a la vida eterna.  (2) Es el don de la revelación. (3) Se refiere al nacimiento natural de todos los seres humanos en el vientre de la madre y luego de la influencia de la Palabra sobre los que creen en ella.] 

  1. Nacer de agua y  Espíritu (Juan 3:5-7)

La posibilidad de un nuevo nacimiento era un desafío para Nicodemo. Pero Jesús se refería a un nacimiento totalmente distinto del natural. Es un nacimiento en “agua” y en “Espíritu”. Es un bautismo en agua con un significado espiritual, no dos bautismos diferentes. En este caso, Nicodemo estaba recibiendo la enseñanza de que algún tipo de experiencia espiritual de regeneración era necesaria para una apreciación adecuada del Reino de Dios. Tal nacimiento tiene su principio espiritual en la fe y su causa ritual es el bautismo en agua.

Léon-Dufour (pág.232) confirma esto en su explicación del significado de la expresión “de agua y del Espíritu” en el griego:

“…La expresión estilísticamente curiosa: las dos palabras “agua” y “Espíritu” están juntas bajo una sola preposición.”

Entonces debemos leer: “…el que no naciere de agua y Espíritu…” en vez de ”… el que no naciere de agua y del Espíritu…” Léon-Dufour continua:

“Conviene más bien ver aquí el uso del lenguaje figurado, una especie de endíadis. “

i La endíadis

Es la figura de lenguaje que expresa una idea mediante un par de términos coordinados (una figura retórica que consiste en la expresión de un concepto mediante dos nombres coordinados). La endíadis es bastante común como recurso poético del hebreo y de las lenguas del Medio Oriente.

Nicodemo, instruido en la Ley, debía haber conocido la verdad de la obra renovadora del Espíritu con el significado de que Dios actuaría para la limpieza de su pueblo (Ezequiel 36:25-27; 37). Se refiere a los acontecimientos en el Antiguo Testamento. Entonces, Jesús aplica aquellos ejemplos en el discurso y trata de mostrar a Nicodemo su significado. El ejemplo principal en el discurso se encuentra en el versículo 5.

“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo que el que no nace de agua y    del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.”

Recordemos que Jesús está hablando con un experto en la Ley y la historia de su pueblo. Preguntamos: ¿Cuándo se produjo el nacimiento de agua y Espíritu de la nación judía? Pablo nos ayuda a encontrar una respuesta:

 “…que todos, en unión con Moisés, fueron bautizados en la nube y en el mar, todos comieron el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía. Esa roca era Cristo.” (1 Corintios 10:2-4)

Este nacimiento aconteció cuando los israelitas cruzaron el Mar Rojo después de salir de Egipto. En el versículo siguiente (Juan 3:6), Jesús se refiere al “nacimiento de la carne”. El Mesías tiene en su mente las situaciones vividas durante el Éxodo y considera que ser nacido en Egipto equivale a ser nacido de la carne, pero la salida de aquella tierra llevó al pueblo judío a un nacimiento del Espíritu.

“Moisés extendió su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirara por medio de un recio viento oriental que sopló toda aquella noche. Así se secó el mar y las aguas quedaron divididas.” (Éxodo 14:21)

Se nota que la palabra griega para “espíritu” es pneuma, que quiere decir “viento”. Lo mismo sucede con la palabra hebrea ruach, que igualmente significa ´”espíritu” y “viento”. La salida de la esclavitud en Egipto y la entrada de los israelitas en la Tierra Prometida corren paralelas con nuestra experiencia cuando pasamos de la antigua vida a la nueva en Cristo y la entrada en el Reino de Dios.

La enseñanza principal de este discurso con Nicodemo viene de Éxodo 14:13-31 – la salida de los israelitas de la esclavitud en Egipto –. Guiados por Dios (manifestado en el Ángel de Jehová), los israelitas cruzaron el Mar Rojo. Se observa también la referencia al viento en Éxodo 14:21 “…un recio viento oriental que sopló…”.  En Juan 3:8 Jesús habla del mismo fenómeno.

En este discurso, Nicodemo aprendió que una experiencia espiritual, una regeneración, era necesaria para apreciar adecuadamente el significado del reino de Dios. (1 Corintios 10:1-5 y Romanos 10:6-8).

El “Consolador”, la obra del Espíritu Santo

En el Nuevo Testamento, el término paráklētos sólo aparece en el relato que narra la despedida de Jesús (Juan 14-16), donde se refiere al Espíritu Santo, y una vez en 1 Juan 2:1 en donde se da un calificativo a Jesús. En la Tabla de abajo están las referencias bíblicas.

También se nota la traducción de paráklētos en diferentes versiones de la Biblia. Según la versión Reina-Valera (1995) en el Evangelio de Juan es “Consolador” y en 1 Juan 2:1 es “abogado”. La Biblia de Jerusalén aplica “paráclito” en Juan y “abogado” en la Carta de Juan. 

¿Cuál es la diferencia? Barclay (pág.190) explica: “La versión Reina-Valera, y la de Scío, la traducen por Consolador, palabra que, aunque hay que reconocer que ha cambiado con el uso, no es una buena traducción.” 

“Consolador”, que es la palabra que se usa en la versión Reina-Valera, conserva el sentido latino derivado de “fortis” de la traducción “confortador” del traductor inglés llamado Wycliff (el año 1380). La palabra “confortador” significa: “dar vigor, espíritu y fuerza”, “consolar” y “aliviar la pena o aflicción de alguien”. La Nueva Versión Internacional explica: “Es un término jurídico que significa “abogado”, pero también tiene un sentido más amplio, y pudiera traducirse “Ayudador”.” Literalmente, la palabra significa: “llamado al lado de uno” o «uno que es llamado al lado para ayudar.» (en latín advocatus).

Durante esta parte del estudio emplearemos la palabra de la Biblia de Jerusalén “paráclito”. 

La práctica jurídica en la cultura judaica

El Evangelio de Juan está fundado en el judaísmo, no en la cultura griega. También el razonamiento inspirado de Jesús estuvo basado en la Ley y Los Profetas. Para entender el uso de la palabra “paráclito” en el sentido de que es alguien “llamado al lado de uno” hay que relacionarla con la práctica jurídica bajo la Ley de Moisés. Los ancianos de la comunidad analizaban y determinaban la culpabilidad o la inocencia de un individuo. El acusador y acusado presentaban sus propias defensas. No estaban representados por un abogado como es la práctica hoy en día. Su evidencia para o contra el caso era presentada por los testigos que ellos habían escogido. Por eso fueron “llamados al lado de uno para ayudar”.

En el Evangelio de Juan, Jesús es procesado en la corte del “mundo”. Presupone que cierto tipo de proceso legal se llevará a cabo para determinar su culpa o su inocencia. Jesús dice:el paráclito… él dará testimonio acerca de mí.” Además exhorta a sus discípulos: “Y vosotros daréis testimonio también…” (Juan 15:26-27). Para testificar se necesitaban los testimonios de un ayudador, fortalecedor e intercesor, en el fondo de la palabra jurídica.

Cuando los discípulos aparecieren delante de los líderes religiosos y las autoridades, el Espíritu Santo apoyaría su caso y ayudará a la defensa a convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:8). 

Las funciones del “paráclito”

En la tabla de las cinco referencias del “paráclito” está claramente demostrado que todas las funciones prometidas en Juan 14 a 16 se relacionan con el fenómeno de una característica milagrosa. Este auxiliador, identificado en Juan 14:16-17, 26 y 15:26 con “el Espíritu de verdad” o “el Espíritu Santo”, no es la supuesta “tercera persona de la doctrina de la trinidad”. Sin embargo se notan los pronombres y adjetivos masculinos en el griego de 14:26 y 16:13, a pesar de que el vocablo “Espíritu” es neutro en griego. La promesa del Espíritu en los términos tan personales refleja el cuidado de Jesús hacia sus discípulos cuando vinieran las pruebas contra ellos. Un eco de la colaboración continua dentro del Señor exaltado y sus discípulos está contenido en las últimas palabras del Evangelio de Marcos:

“Ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándolos el Señor y confirmando la palabra con las señales que la acompañaban. Amén.” (Marcos 16:20)

A los que aman a Jesús y guardan sus mandamientos se les anuncia que, por la intervención del Hijo, el Padre les dará otro paráclito «que es llamado al lado para ayudar».  

  1. Para reemplazar al Señor (Juan 14:16-17)

Los discípulos no habían de quedar huérfanos en medio de un mundo hostil. La palabra huérfanos sugiere a quienes carecen de apoyo. El contraste entre el mundo y los discípulos se resume en el v.17 y es desarrollado más en el párrafo siguiente. Jesús aseguró a los discípulos de su presencia inclusive cuando el mundo ya no pudiera verlo (vs.18-19).  Jesús había predicado el Espíritu de verdad en medio de su pueblo pero no fue recibido: “Pero ahora intentáis matarme a mí, que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios…” (Juan 8:40). En cambio, los discípulos reconocieron que el Espíritu de verdad estuvo entre ellos por medio de la gloria del Padre manifestada en Jesús. Este mismo Espíritu de verdad sería derramado sobre ellos y en ellos cuando la petición a su Padre haya sido confirmada.

(v.16) “Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre.” 

Jesús identifica al “otro Consolador” como “el Espíritu Santo” y “el Espíritu de verdad”. Por eso es razonable suponer que el “primer” Consolador fuera el mismo Espíritu Santo cumpliendo con el mismo rol milagroso. Así son los hechos durante el ministerio de Jesús y también de sus discípulos (Mateo 10:1; Marcos 3:14-15; Lucas 9:1-5). Antes de la misión de los discípulos, Jesús les prometió lo que haría el Espíritu Santo:

“Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa mía, para testimonio a ellos y a los gentiles. Pero cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis, porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar, pues no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.” (Mateo 10:17-20)

Después de la ascensión de Jesús, la promesa fue renovada con la llegada permanente del Espíritu Santo permitiéndoles hacer “mayores obras” (Juan 14:12). Los discípulos ya experimentaron algo de su obra, pues el Espíritu les abrió sus ojos para reconocer a Jesús como el Mesías. La constante presencia del Espíritu Santo compensa la ausencia de Jesús. Es por esta razón que Jesús puede decir: «No os dejaré huérfanos”.

(v.16) “Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre.” 

El griego “para siempre” es “eis ton aiona”. Según el Diccionario Manual Griego, Vox significa “siempre, edad, época, siglos, tiempo, de la vida, vida, destino, suerte, eternidad.” La promesa del “paráclito” estaría con los discípulos “durante su vida” o durante la “época” de los discípulos. La misma frase está en:

  • Juan 13:8 donde Pedro dice a Jesús: “No me lavarás los pies jamás” que significa “durante la vida” de Pedro. 
  • 1 Corintios 8:13 “si la comida le es a mí hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás” que significa durante la vida de Pablo.
  • El significado de una “época” está en Mateo 13:22. “las preocupaciones de este siglo”.
  1. Como enseñador (Juan 14:26)

La siguiente afirmación sobre el Espíritu Santo explica que los discípulos después recordarían las enseñanzas de Jesús. Las habían oído mientras él estaba con ellos y ahora les ayudaría a recordarlas cuando él se hubiera ido. Esta frase es importante para la preservación de la tradición de la enseñanza de Jesús. Cualquier criterio de los orígenes del evangelio que no tenga en cuenta la ayuda prometida del Espíritu Santo en preservar y traer a la mente lo que él, el Espíritu, quería que se recordase, debe ser considerado insatisfactorio.

Juan 14:26 implica que Jesús no les había enseñado todas las cosas por causa de la inmadurez de sus discípulos. Sin embargo, los discípulos fueron testigos de la vida y las enseñanzas de Jesús, y el Espíritu Santo los ayudó a recordar sin omitir sus perspectivas individuales. 

Con esta promesa tenemos la seguridad de que la iglesia es fundada sobre una base firme. Explica también acerca de la información que los discípulos recibieron sobre los acontecimientos en los que no estuvieron presentes. Por ejemplo, el nacimiento de Jesús, las tentaciones en el desierto, las conversaciones en el Sanedrín, la conversación particular de Pilato y su esposa, las oraciones en Getsemaní. El Paráclito les enseñó sobre todas estas cosas.

Hay dos verbos que indican la función que se le asigna al Paráclito: enseñar y hacer recordar. En la Biblia, el verbo “enseñar” tiene el sentido de interpretar auténticamente la Escritura y el de actualizarla para el presente y para el futuro. El cuarto evangelio conserva este sentido fundamental: comunicar una verdad desde arriba con la autoridad requerida. En el lenguaje bíblico “recordar” implica no solamente el recuerdo de un hecho anterior sino también una toma de conciencia de su significado. El tema de la memoria lo ha tomado Juan del Antiguo Testamento. En Deuteronomio, por ejemplo, allí se trata de una gesta divina con el pueblo escogido. Al hacer que los discípulos recuerden las palabras de Jesús, el Espíritu hace que se comprenda el sentido que estaba oculto y permite interpretarlo en profundidad. Todas estas funciones son de una característica milagrosa.

  1. Da testimonio a Cristo (Juan 15:26-27)

Jesús quería reiterar a los discípulos que el Espíritu testificaría de ellos así como ellos testificarían de Jesús. Lo más importante de esta afirmación es que el Espíritu procede del Padre. Esto debe ser entendido en el contexto de la misión de Jesús. A la luz de Juan 15:27 es claro que esta función prometida del Espíritu fue clave y primordial para los discípulos. Habían estado con Jesús y tenían la responsabilidad de ser testigos oculares de los hechos históricos. Pero la promesa tiene una aplicación más amplia para todo lugar donde alcance el testimonio cristiano.

Dios, en Su sabiduría, ha dejado testimonios abundantes de la verdad de Jesucristo. Estos testimonios se presentan de maneras diferentes

  • El testimonio de las profecías del Antiguo Testamento;
  • El testimonio profético de Juan el Bautista;
  • Las Palabras de Jesús;
  • Los milagros de Jesús; y,
  • El testimonio de Jesús mismo delante de testigos oculares.

La palabra “apóstol” equivale a “enviado”, “delegado” o “mensajero”. Se refiere a cada miembro del grupo de los doce que Jesucristo seleccionó para ser de manera especial sus compañeros constantes y los pregoneros iniciales del mensaje del reino de Dios (Mateo 10:1–8; Hechos 1:26). Después de la muerte de Judas Iscariote, nombraron a otro para que ocupara su lugar (Hechos 1:15–26). En esta ocasión Pedro especificó los requisitos que debía cumplir para ser apóstol: 

  • haber sido compañero de Jesús durante su ministerio terrenal y 
  • haber sido testigo de su resurrección (Hechos 1:21-22). 

Los apóstoles nunca dejaron de anunciar la verdad de la resurrección de Jesús durante su testimonio por medio de la predicación de la Palabra (Hechos 3:15; 10:38-42). Su predicación guiada por el “paráclito” resultó irresistible.

El objeto del testimonio es el Hijo y su ministerio. La finalidad es, en sustancia, la misma que la de la Palabra – producir el verdadero conocimiento del Hijo y de su misión – que es revelar al Padre.

  1. Convence de pecado (Juan 16:7-15)

El “paráclito” viene a los discípulos, según se anuncia en Juan 16:7 y no al mundo que no puede recibirlo (Juan 14:17). La función que se atribuye al “paráclito” concierne a un proceso en curso. La sentencia ha sido pronunciada por Dios. “Convencer al mundo” no indica que el mundo de todos los hombres había de responder a los impulsos del Espíritu, sino que todo testimonio era tendiente a despertar la conciencia de los hombres.

La historia de Jesús se presentó como un proceso entre él mismo y las primeras personas de su revelación. Acusado de blasfemo y amenazado de muerte, el Hijo había mantenido el origen divino de su misión y había denunciado la infidelidad de sus oyentes ante Dios. Es un tanto contraproducente: es juzgado por ellos y también es juez de ellos.

Su obra con relación al mundo consiste en convencer (o demostrar y reprochar) a éste. El Espíritu Santo convence al mundo de tres cosas:

  1. De su incredulidad y pecado: El mundo no tiene una verdadera comprensión de la naturaleza del pecado, pero el Espíritu mostrará a la gente que son pecadores debido a su incredulidad frente a Cristo. Se nota la condenación de los judíos (Juan 8:24; 15:24). No creer en Jesús es el pecado fundamental. Sin embargo, algunos hombres sinceros fueron convencidos de las cosas concernientes a la muerte y la resurrección de Jesús durante la predicación de Pedro en la congregación. (Hechos 3:10-12; 4:4; 7:51-54). 
  1. De la justicia: Es decir, a través de la resurrección y ascensión, el Padre pondrá de manifiesto que Él da toda la razón a Jesús, recibiéndolo a su diestra y manifestando que Él es justo (Hechos 2:22-36; 5:31-32; Romanos 1:4). Hay que reconocer que la idea del mundo en cuanto a la justicia es muy diferente a la de Dios. Sólo cuando el mundo sea convencido de lo vacío de su propia justicia apreciará la justicia de Cristo. 
  1. Del juicio: En el fondo no es Jesús quien fue juzgado, sino que el príncipe de este mundo es quien ya ha sido juzgado por la muerte y la resurrección de Jesús. Es Jesús el que fue condenado, pero en ese momento el juicio ha dado vuelta. Dios condenó al acusador. Ser condenado por Dios significa bíblicamente la pérdida definitiva. El príncipe de este mundo del que Jesús decía: “…nada tiene en mí” (Juan 14:30) tampoco tiene ningún poder sobre los que están unidos al Hijo. El príncipe de este mundo es el pecado manifestado en las autoridades eclesiásticas y civiles, aquellos que le condenaron injustamente. El poder del Sumo sacerdote llegó a ser ineficaz por medio de la muerte y la resurrección del Señor. Pablo explica en Colosenses 2:15:

“Y despojó a los principados y a las autoridades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.”

  1. guiará a toda la verdad (Juan 16:13-15)

En este último dicho de Jesús el Espíritu no está mencionado como el “Ayudador”. Puede ser que esta parte de la promesa pertenece a la relación íntima que los discípulos tienen con su Señor y no de su relación con “el mundo”. Para crecer en el conocimiento de su Señor no necesitaban la función de un “Abogado”. 

El Maestro había enseñado mucho a los fieles discípulos, manifestando su Nombre a ellos y entregándoles palabras divinas (Juan 17:6-8). Sin embargo, todavía tenía mucho más que decirles, pero no eran capaces de asimilar antes de participar en el gozo de la resurrección (Juan 16:12). Por eso era preciso que el Espíritu les guiara a “toda verdad” con referencia a lo que corresponde a la nueva dispensación después de Pentecostés.

Los versículos 13 y 14 demuestran tres facetas de esta enseñanza:

  • Su procedencia divina: “que hablará todo lo que oiga”.
  • Revelará asuntos proféticos: “os hará saber las cosas que habrán de venir”.
  • Enseñará la verdad en cuanto a Cristo: “Él me glorificará”.

El cumplimiento de la promesa de Cristo vino por medio de la obra del Espíritu. Podemos claramente ver el paralelismo dentro de esta quinta expresión y la revelación de Apocalipsis:

Terminamos la enseñanza sobre el “paráclito” en el Evangelio de Juan.

Lo primero que hay que reconocer es que el don del “paráclito” está determinado por la ascensión de Jesucristo al Padre (Juan 14:16; 16:7). El primer pasaje anuncia que “el otro paráclito” estará para siempre con los discípulos. Para entender el significado de “el otro” hay que recordar lo que había pasado con los discípulos durante la predicación de la Palabra en Galilea (Mateo 10:1). Ellos recibieron el Espíritu para estar al lado de ellos durante aquel ministerio. En Juan 14:16, Jesús alienta a los discípulos con la promesa de la venida del Espíritu otra vez. Añade también que estaría con ellos para siempre, que significa para toda la vida.

Se pueden reducir a tres las tareas que el Paráclito recibe del Padre y del Hijo:

  • Estar con los discípulos.
  • Enseñar a los discípulos.
  • Atestiguar a favor de Jesús.

Cada una de las cinco referencias del Paráclito contiene la promesa del fenómeno milagroso y ayuda sobrenatural para los apóstoles del primer siglo. Durante un estudio de la formación de la iglesia en el primer siglo (Los Hechos y las Cartas) identificamos la obra del “paráclito” prometido y el cumplimiento de lo milagroso en la vida de los ministros de la Palabra.

La “Presencia” y la “Morada”

Durante el ministerio del Señor, sus discípulos habían gozado de un gran compañerismo con Jesús. Posteriormente, estuvieron tristes porque no entendían como ese compañerismo podía ser conservado en su ausencia. No se imaginaban, no se daban cuenta que para tener el compañerismo con el Señor había la necesidad de compartirle con los creyentes de todas partes del mundo y en otras épocas. No fue posible ligarlo por el tiempo y el espacio.

En el Antiguo Testamento comprendemos que: “Jehová estaba con José” (Génesis 39:2, 3, 21); “Jehová estaba con David” (1 Samuel 18:12). Así es como Jehová estaba con todos sus siervos fieles. De esta manera se puede hablar de una “presencia” de Dios. Esta misma vigilancia indefectible esta prometida para cada creyente en Cristo, que lo ame y guarde sus mandamientos:

“Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él.” (Juan 14:23)

Se nota la promesa: “Vendremos” – El Padre y el Hijo – y “haremos morada” con los que aman y guardan los mandamientos.

Además de esta promesa de una presencia hemos aprendido, en el estudio anterior de Juan 14-16, que los discípulos tuvieron que esperar el Consolador (“paráclito”) enviado por el Padre y el Hijo. Es nuestro criterio que existe una diferencia muy importante dentro de la función y la enseñanza de la “presencia permanente” y el “paráclito”. La doctrina del Espíritu Santo no puede ser entendida correctamente si los dos términos se consideran como sinónimos.

¿Cómo se explica esa sugerencia de una “diferencia importante”?

  • Durante el estudio de la promesa del “paráclito” se nota que es enviado por el Padre y el Hijo para cumplir el ministerio milagroso del Espíritu Santo durante la predicación de los apóstoles en el primer siglo. Los apóstoles necesitaban esta forma de ayuda milagrosa para testificar fielmente sobre el evangelio después de la ascensión de Jesucristo a Su Padre.
  • La presencia, entre tanto, consiste en una promesa para los creyentes fieles durante todas las épocas. El Padre y el Hijo hacen su morada omnisciente y omnipresente (Salmo 139; Isaías 57:15; 66:1-2; Juan 14:21, 23). Hay que recordar que la morada depende de la medida del amor a Cristo y del hecho de guardar los mandamientos.

¿Cómo es posible que el Padre y el Hijo moren en el creyente?

Para buscar una respuesta escuchemos lo que el Mesías dice en Juan 15:1-17. Jesús era “la vid verdadera” en el sentido de ser genuino en comparación con Israel que no había actuado en armonía con su llamamiento. Jesús era la realidad de la cual Israel era el modelo. “El labrador”, identificado con el Padre, sería responsable del cuidado de la vid. 

La figura muestra cuán estrecha es la relación entre Jesús y el Padre. Como el Padre está en el origen de toda palabra pronunciada por Jesús (Juan 5:30; 7:17; 8:26, 28, 40, 47; 12:49-50; 14:10; 15:15; 17:8, 14) y de su acogida por el hombre, no hay tensión alguna en el texto entre los dos autores de la “limpieza de la vid” (Juan 15:2-3). Esta se refiere evidentemente al estado de los discípulos antes de su respuesta de fe, un estado en el que no podían producir fruto.

Como el propósito de la vid es producir fruto, el foco de atención recae en las ramas y en lo que necesitan para asegurar  una buena cosecha (v.2). La operación más importante para mantener fructífera una vid es la poda. Una rama completamente infructífera no es digna de su lugar en la vid y debe ser removida, mientras que las ramas débiles pueden ser fortalecidas al ser podadas. 

Como Jesús habló de su palabra como medio de poda, también podía hablar como si sus discípulos ya hubieran sido podados (v.3), aunque era claro que el proceso estaba lejos de haber sido completado.

Puesto que las ramas no unidas a la vid no tendrán posibilidad de producir fruto, es imprescindible que los discípulos permanezcan en él (v.4). El principal propósito de la alegoría de la vid es el de destacar la importancia de la dependencia de él. El v. 5 subraya la impotencia de los discípulos separados de Jesús y la aplicación de la ilustración se encuentra en el v.7, donde la permanencia en la vid está estrechamente ligada a la oración. Quienes estén cerca de la vid no querrán pedir sino aquello que esté acorde con la vid misma. Este párrafo termina (v.8) con un nuevo énfasis en la necesidad de fructificar; no es un fin en sí mismo, sino que su razón de ser es traer gloria al Padre. 

Si los discípulos pueden producir el fruto, no es por ellos mismos, sino gracias a la palabra que los ha limpiado. Tampoco es porque ellos han recibido un poder “misterioso” del Espíritu Santo. De ellos depende mantenerse en Cristo. El tema de la palabra destaca que la relación del creyente con Jesús es de orden personal. La relación efectiva del designio de Dios requiere su actividad,  su… “permanecer en”. 

Pablo escribe a los creyentes en Éfeso:

“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo 15(de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra), 16para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” (Efesios 3:14-19)

Pablo no está pidiendo que Dios entregue un poder místico e interno de justicia en la vida del creyente. “La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10:17). Por eso, su oración para los efesios es que el hombre interior, quien había sido concebido por la Palabra, pueda ser fortalecido por la misma Palabra

Pablo, en su carta a los creyentes en Colosas, también exhorta:

“A ellos, Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, esperanza de gloria.” (Colosenses 1:27)

La promesa de la “morada”

Investigamos el significado de los dos versículos al principio de Juan 14. Contienen conceptos del Antiguo Testamento que debemos considerar. En Juan 14:2-3 recibimos la enseñanza de Jesús:

 “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis.” 

Cuando les preguntamos a nuestros amigos el significado de “en la casa de mi Padre muchas moradas hay” normalmente la respuesta que recibimos es: “Cuando dice “en la casa de mi Padre y muchas moradas” quiere decir el Cielo.” ¿Pero …tienen razón?

Estas palabras consoladoras tuvieron un valor especial. La referencia a muchas moradas en la casa del Padre tiene la clara intención de producir aliento. No es una forma común de decir que hay una amplia provisión en el cielo para los discípulos de Jesús. Tampoco significa “las muchas moradas de diferentes grados de bienaventuranza según los méritos de los elegidos (Ireneo, Adversus haereses 5,36,2.)”.

Cuando Jesús echó fuera a los mercaderes del templo se nota lo que dijo:

“Quitad esto de aquí, y no convirtáis la casa de mi Padre en casa de mercado.” (Juan 2:16)

Aquí Jesús relaciona la frase “la casa de mi Padre” con el Templo en Jerusalén. También se encuentran en el Antiguo Testamento muchísimas referencias de “casa” con respecto del “templo”.

“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis.” (Juan 14:2-3)

Esta vez buscamos referencias de la palabra “lugar” en el Antiguo Testamento y descubrimos que casi siempre se refiere a un santuario, lugar sagrado o altar. En Éxodo 25:10-30 están los detalles específicos relacionados con el tabernáculo donde comprendemos que Dios anunció su intención de habitar entre el pueblo (Éxodo 25:8). Este es un tema importante en la parte final de Éxodo y se da considerable atención a la necesaria preparación para lograrlo. Dios viviría, como su pueblo, en una tienda.

“Me erigirán un santuario, y habitaré en medio de ellos.” (Éxodo 25:8)

Según nuestros estudios del Antiguo Testamento llegamos a la conclusión de que Jesús compara (1) la transportación del Arca contenida en el tabernáculo de un sitio a otro durante el viaje de los israelitas en el desierto con (2) la estructura permanente del Templo de Salomón en Jerusalén.  Primeramente, se nota el propósito de la transportación del Arca en Números 10:33:

“Así partieron del monte de Jehová para una jornada de tres días. El Arca del pacto de Jehová fue delante de ellos los tres días de camino, buscándoles un lugar de descanso.” (Números 10:33)

Finalmente, el Arca halló su lugar de descanso en el Templo construido por Salomón. El templo se dividía en tres partes: el vestíbulo, el “Lugar Santo” y el “Lugar Santísimo”. A lo largo de los costados norte, sur y oeste del templo, pero sin llegar a las paredes del vestíbulo, había adosada una estructura de tres pisos en la que estaban las habitaciones de los sacerdotes y donde se guardaban los utensilios del culto

“Edificó también aposentos junto al muro de la Casa y a su alrededor, adosados a las paredes de la Casa alrededor del Templo y del Lugar santísimo, y construyó habitaciones laterales alrededor.” (1 Reyes 6:5) 

Cuando Juan escogió la palabra “moradas” (Juan 14:2) ¿en qué estaba pensando? ¿qué significa la palabra griega? Según Vine, la palabra es “mone” (Número de Strong: 3438). Añade: “primeramente estarse, quedarse (relacionado con meno, permanecer), denota una morada, y se traduce “moradas” en Juan 14:2, 23. No hay nada en este término que indique los supuestos compartimientos separados en el cielo, ni sugiere tampoco lugares temporales de descanso por el camino.” Hay que notar el énfasis de “permanecer”.  Ahora es necesario comparar este concepto con el significado del hebreo de lugar de descanso en Números 10:33. La palabra es “menukja” que significa un lugar de descanso de poca duración. 

En Juan 14:2 se nos asegura que Dios, el Padre, ha preparado lugar amplio para los que confían en su Hijo. En Juan 14:23 lo emplea Jesús al afirmar que su Padre y Él habitarán en quienes obedecen sus mandamientos. ¿Cómo es posible que los creyentes puedan participar en esta promesa?

Durante su ministerio, el Cristo evidenció la poca o ninguna credibilidad en el pueblo judío. Por esta razón, la última vez que Jesús abandonó el Templo en Jerusalén pronunció duras palabras:

“Vuestra casa os es dejada desierta.” (Mateo 23:38).

La “casa de mi Padre” había llegado a ser la “casa de los judíos”. En Juan 14-17, pocas horas antes de su muerte, les dio a entender a sus discípulos que iba a inaugurar otra “casa del Padre” en donde ellos encontrarían un lugar permanente de gozo eterno y servicio, es decir, en el Reino. Mientras tanto la “morada” del Padre y el Hijo fue proyectada como una forma temporal de compañerismo y dirección con los verdaderos creyentes durante los siglos hasta que el “nuevo templo” estuviera completamente listo para llegar a ser una verdadera  “… morada de Dios en el Espíritu.” (Efesios 2:22).

En resumen, comprendemos:

El fondo de la “presencia”

En páginas anteriores se explicó en que consistía la “presencia” de Dios según la concepción del Antiguo Testamento. Ahora, la veremos según el enfoque del Nuevo Testamento y mediante un pasaje que es conocido por todos.

Cuando Judas salió “era de noche” dice Juan 13:30. Era de noche porque hacía tiempo que se había puesto el Sol y estaba oscuro. Pero aquí se insinúa otra “clase” de noche. Hay que entender las palabras en sentido espiritual. Es de noche cuando una persona se aleja de Cristo para seguir sus propios planes. Siempre es de noche cuando le volvemos la espalda a Jesús. Si nos mantenemos en íntima relación con Cristo por medio de la lectura, la comprensión y la aplicación de la Palabra andamos en luz, es decir bajo su “presencia”. Se nos ofrecen dos caminos: el de la luz y el de la oscuridad.

El camino 

Jesús también tenía en cuenta su camino – el camino hacia la cruz –. Por eso en Juan 13:33 a 17:26 somos privilegiados al poder leer la despedida de sus discípulos. Durante su diálogo les dijo: “Voy a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2). A nuestro juicio Jesús relaciona su camino con el viaje de su pueblo desde Sinaí hasta Zión. Se notan los enlaces textuales:

Jesús les había dicho claramente a sus discípulos que iba a su Padre, pero ellos no sabían de qué viaje se trataba. Y más aún, no se habían enterado de cual sería el camino. Jesús le dijo a Tomás

 “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.” (Juan 14:6)

Los judíos hablaban mucho del camino por el que había que andar y de los caminos de Dios. Moisés le dijo al pueblo de parte de Dios: “No os apartéis a diestra ni a siniestra. Andad en todo el camino que el Señor vuestro Dios os ha mandado” (Deuteronomio 5:32-33; 31:29; Isaías 30:21). La oración del salmista era: “Enséñame, oh Señor, Tu camino.” (Salmo 27:11). Jesús dijo: “Yo soy el camino.” ¿Qué querría decir?

He aquí tres respuestas diferentes:

  • “Yo soy el camino que conduce a la verdad y a la vida…”
  • “Yo soy el camino que lleva por la verdad a la vida…”
  • “Yo soy el camino porque soy la verdad y (también) la vida…”

Hay una sola manera de decir esto y que incluye todas estas verdades. Jesús dijo: “…nadie viene al Padre sino por mí.” Él es el único camino que conduce al Padre; Él es el único que puede conducirnos a la presencia de Dios sin vergüenza ni temor.

Vendré otra vez

“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis. 4Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino”. (Juan 14:1-4)

La preparación del lugar es por medio de la muerte y resurrección de Jesús. “Vendré otra vez” (v.3) es una clara promesa de la segunda venida del Señor. A través de los siglos, esta promesa ha dado esperanza a los creyentes en medio de las pruebas e inseguridades de la vida. La lógica es simple y alentadora, Jesús no prepararía un lugar para sus seguidores si no tuviera la intención de llevarlos allí, aunque algunos lo han interpretado como Pentecostés o ¡aun la visitación de Jesús cuando muere un creyente! Este es lo que da a entender la expresión del Cristo y es una frase en la que muchos se sustentan para hablar de un supuesto “viaje al cielo”. Sin embargo, hay que considerar que el Cristo siempre utilizaba parábolas, metáforas y lenguaje figurado. Y, en este caso, haciendo buen uso del lenguaje figurado, anticipa la construcción del reino. Para comprender este pasaje debemos remitirnos a los evangelios. Marcos 13.25-26: “Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá [vendré otra vez] en las nubes con gran poder y gloria. Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos” [os tomaré a mi mismo]. Este pasaje en general habla sobre la segunda venida. Más adelante se verá algo sobre el reino.

A veces se dice que el regreso literal de Jesús del Cielo a la Tierra no se encuentra en el Evangelio de Juan. Por eso la frase “vendré otra vez” debe ser entendida en una manera figurada o mística. Sin embargo, el mensaje del regreso literal de Jesús está mencionado en Juan 5:28 y 21:22 (también 1 Juan 2:28; 3:2). Por esa razón no reconocemos explicaciones como la siguiente:

“El palacio del Padre es mucho más grande que el templo con sus amplios atrios y numerosas cámaras. La partida de Jesús es sólo temporal; después de haber hecho los preparativos correspondientes vendrá nuevamente para reunir a todos sus discípulos consigo. En el v.3 encontramos la mejor descripción del cielo: estar reunidos con Cristo”. (Recursos Teológicos: Den Admirant, P.J. El Evangelio según Juan: Comentario exegético y homilético.)

La doctrina de ser llevado al Cielo está negada por la frase: “para que donde yo esté, vosotros también estéis” en el mismo v.3. Las promesas de Dios con respecto de Su Hijo son:

 “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su Reino no tendrá fin. (Lucas 1:32-33)

“Vendrán muchos pueblos y dirán: «Venid, subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob. Él nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas». Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén la palabra de Jehová.” (Isaías 2:3)

La esperanza que tenemos es que los redimidos vamos a formar parte del Reino de Dios en la Tierra cuando Jesucristo venga en la gloria de Su Padre. 

Nuestra relación con Dios:

Cuerpos consagrados y mentes renovadas

“Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo,  agradable a Dios,  que es vuestro verdadero culto. No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:1-2) 

¿Cuáles son los motivos que invoca el apóstol Pablo para impulsarnos a escuchar la gran súplica de que nos consagremos a Dios? Ahora todos los creyentes verdaderos tienen exactamente la misma vocación a constituir el santo, comprometido, humilde, amoroso y responsable pueblo de Dios.

La base de la apelación de Pablo está indicada por su referencia a “las misericordias de Dios”. Notamos la forma plural porque a lo largo de once capítulos Pablo ha venido presentando las muchas y variadas manifestaciones de las misericordias de Dios. Pasamos revista de estas misericordias.

Habiendo considerado las bases del ruego de Pablo, tomamos nota de su doble carácter. Tiene que ver tanto con el cuerpo como con la mente. La iglesia de Cristo está formada por personas que proceden de trasfondos distintos y de niveles culturales y sociales diferentes. Esa diversidad enriquece al cuerpo de Cristo. Sin embargo es importante que cada miembro esté consciente de su función y use sus habilidades para la bendición de los demás.

Cuerpos consagrados

Pablo nos representa como un pueblo sacerdotal, que como respuesta de gratitud por las misericordias de Dios, ofrece o presenta su cuerpo como sacrificio vivo. ¿En que consiste este sacrificio vivo? No se trata de algo a ofrecer en los atrios del templo sino más bien en la vida de hogar y en el espacio público. Es contrastado con el servicio religioso externo de Israel en tiempos anteriores. Tenían el templo, sus ritos prescritos, sus días, meses, estaciones y años sus ordenanzas y sus observaciones ceremoniales. Ciertamente, justo era que cumplieran con esas ordenanzas como Dios mandaba. Sin embargo, “el sacrificio vivo” está en contraste con las ofrendas inmoladas que Israel traía a la presencia de Dios.

Aún hoy algunos hermanos se sienten incómodos con su cuerpo, la invitación es clara que la presentación de nuestro cuerpo es un acto espiritual de adoración. Esta brusca referencia al cuerpo estaba calculada por Pablo para escandalizar a algunos lectores griegos, criados en el pensamiento de Platón, que consideraban el cuerpo como un estorbo. Ningún culto de adoración es agradable a Dios que sea puramente interior, abstracto y místico; ha de expresarse en actos concretos de servicio realizados por nuestro cuerpo (Stott, pág.374). 

Punto de reflexión: 

Medite, piense y conteste en silencio a las siguientes preguntas:

¿He sido transformado por Cristo o me he conformado al mundo?

¿Tengo un muy alto concepto de mi persona y me he gloriado de mis talentos y habilidades?

¿Estoy trabajando en cooperación con otros creyentes para el bien de la iglesia o siento que tengo talentos superiores a los de otros creyentes?

¿Puedo ver en mi persona un cambio que me da indicación de que estoy dejando que Cristo me transforme?

¿Conformar o transformar?

Al parecer, los seres humanos somos imitativos por naturaleza. Necesitamos un modelo que podemos copiar. En última instancia sólo hay dos dice Pablo:

“…No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento…”

Está el mundo actual (que va pasando) y la voluntad de Dios (que es buena, agradable y perfecta). Observamos el uso de los dos verbos: “conformar” y “transformar”. 

Esta es la versión de Pablo del llamado al no conformismo y a la santidad, que se dirige al pueblo de Dios en todas las Escrituras. Por ejemplo, la palabra de Dios llegó a Israel por medio de Moisés en Levítico 18:5:

 «No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual habitasteis. No haréis como hacen en la tierra de Canaán, a la cual yo os conduzco, ni andaréis en sus estatutos.”

Encontramos otro ejemplo en el Sermón del Monte. Rodeado de la falsa religión, Jesús les dijo a sus discípulos en Mateo 6:8: 

“No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis.”

Y ahora Pablo hace el mismo llamado al pueblo de Dios para que no se identifique con la cultura dominante, sino más bien que se transforme. Más importante para que comprendemos la transformación que Pablo pide es el hecho de que es el verbo usado por Mateo y por Marcos en la transfiguración de Jesús (Mateo 17:2; Marcos 9:2). 

“Allí se transfiguró (griego: metamorfoō) delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.” (Mateo 17:2).

La transfiguración se produjo un cambio total en Jesús. Todo su cuerpo se volvió translúcido, y Jesús aclaró que los discípulos no habrían de entender el significado del suceso hasta después de su resurrección.

El ser “transformado” o “transfigurado” en la imagen de Cristo es el bendito camino y parte que le corresponde al creyente rendido en medio de este presente mundo malo. Se trata de una transformación fundamental del carácter y de la conducta, alejada de las normas del mundo y asemejada a la imagen de Cristo mismo.

Pregunta: ¿Cómo hemos de ser transformado?  

Respuesta: Mediante la renovación de de su mente.

Esta es así porque sólo una mente renovada puede discernir, apreciar y resolverse a obedecer “la voluntad de Dios”. Sabemos por otros escritos de Pablo que la renovación es por una combinación del Espíritu y la Palabra de Dios. Necesitamos la Palabra de Dios. Es “la espada” del Espíritu (Efesios 6:17).

Las etapas de la transformación moral cristiana:

  • La mente es renovada por la Palabra y el Espíritu de Dios;
  • Luego estamos en condiciones de discernir y desear la voluntad de Dios;
  • Entonces somos progresivamente transformados por ella.

La mente renovada

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12:2)

La Biblia no solamente nos dice que si queremos comprobar cuál sea la buena voluntad de Dios debemos renovar nuestras mentes; sino también brinda información acerca de cómo renovar nuestras mentes. Ya hemos establecido que la mente renovada es la clave para que podamos demostrar a nivel de los sentidos la realidad interna y el poder del espíritu santo en nosotros. Nuestro objetivo es comprobar la buena voluntad de Dios que es agradable y perfecta y ejercer poder en nuestro diario vivir.

 “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. (1 Corintios 2:1-5)

En la última parte de éste versículo de Escritura habla de demostración de poder como también habla de “para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios…” “Para” indica propósito. El propósito es que nuestra fe esté fundada sobre el poder de Dios. Según reemplacemos la información negativa que obtuvimos del mundo con los positivos de la Palabra de Dios estaremos edificando una nueva calidad de mente. Controlar nuestros pensamientos e intencionalmente fijar nuestra mente en las cosas de Dios son dos claves vitales para edificar fortaleza espiritual que es lo que va a traer resultados en nuestras vidas. Este estudio incorpora estos principios en una fórmula simple para el crecimiento espiritual.

Nos estaremos enfocando en actualizar la calidad de nuestra mente cambiando lo que ponemos en ella. Toda la información natural que llega a la mente lo hace a través de los cinco sentidos. Para renovar nuestra mente con pensamientos celestiales de Dios, debemos cambiar el alimento que le damos. Si vamos a renovar nuestra mente, debemos tener una disposición voluntariosa de cambiar de hábitos mentales.

Presento entonces, cuatro pasos, puede haber otros pero estos son cuatro muy útiles. Además exceptuando el primero que vamos a tratar el resto podría tener un orden diferente.

Primer paso, estudiamos la Palabra de Dios. Hemos alimentado nuestras mentes con material proveniente de los sentidos por muchos años. En gran medida este material es negativo y contrario a la Palabra de Dios. Como hijos de Dios que somos ya que nuestro trabajo en parte es reportar a la gente las cosas positivas de Dios en contraste a los aspectos negativos del mundo. 

Segundo paso es reconocer nuestra posición en Cristo como hijos de Dios.

Tercer paso es practicar la presencia de Dios.

Recapitulando

  • Primero, alimentamos nuestro pensamiento con la Palabra de Dios que estudiamos.
  • Luego, reconocemos nuestra posición en Cristo como hijos de Dios.
  • Después, practicamos la presencia de Dios para finalmente…

…El cuarto paso, vivir con el amor de Dios en la mente renovada en manifestación

Dios en Cristo en nosotros. Es como una caja dentro de otra caja dentro de otra caja. Lo único que la gente ve de nosotros es “la caja” de afuera, pero nosotros sabemos qué hay dentro nosotros y podemos y nos conviene andar según lo que tenemos dentro.

 

Capítulo anterior: El concepto del Espíritu en el Antiguo Testamento

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