Parece es una pregunta fácil para contestar. Una persona dice: “Lo que hace (o dice) no es justo. Por eso, no espero menos de una disculpa.” Es suficiente confiar por la respuesta: “Discúlpame.” Normalmente se dice al recibir esta contestación,: “¡Está bien!” o simplemente “Comprendo.” No se necesita más, ¿verdad? Tengo que admitir que el perdón según la enseñanza bíblica significa mucho más. Otra vez regresamos a lo que Pablo dice a los efesios:
“Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:32)
Esta es la ley de Cristo relacionada con el perdón tal como se enseña en los Evangelios (Mateo 6:14, 15; 18:35; Marcos 11:25). También la hallamos en la oración del Señor: “Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.
Dios no nos perdona porque perdonamos a otros, sino por Su gran misericordia. Al entender su misericordia, sin embargo, anhelaremos ser como Él. Ya que hemos sido perdonados, actuaremos de igual modo con otros. Los que no están dispuestos a perdonar no llegan a ser uno con Cristo. Jesús enseñó el deber de perdonar… como Dios también os perdonó, y mostró que era algo fundamental.
¿Cómo perdona Dios?
En dos pasajes bíblicos del Antiguo Testamento recibimos de los profetas un mensaje sorprendente con respecto del perdón. Primero, el capítulo 43 de Isaías asegura a Israel: “No temas; yo estoy contigo”. Su liberación los haría testigos al mundo respecto a la gracia y al poder de Dios (43:10, 12). Pero Isaías regaña a la nación por haberse olvidado de Dios (43:22–27); y sin embargo en su gracia Dios les perdonaría sus pecados (43:25).
“Yo, yo soy quien borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.”
Para saber la segunda referencia escuchamos al profeta Jeremías. Habla de dos características del nuevo pacto que Dios hizo con Israel y Judá (“nuevo” puede significar “renovado”):
- No será necesario estimular al pueblo a conocer a Dios, porque todos le conocerán. Tal conocimiento significa no sólo un conocimiento del carácter y caminos del Señor, sino que es personal, se implica un compromiso de la voluntad.
- Dios perdonará los pecados del pueblo de una manera nueva y decisiva.
“Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: “Conoce a Jehová”, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová. Porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado.” (Jeremías 31:34)
En estas dos referencias somos presentados con algo sorprendente:
Dios perdona y nos informa de Su promesa que no se acordará el pecado.
El perdón es una promesa no basada en sentimiento ni emoción. Si el perdón fue una mera experiencia emocional, nunca conoceremos si somos perdonados. Cuando Dios dice que “no me acordaré” los pecados, es un hecho activo. Es una promesa que nunca presentará este pecado para condenar.
Hay que subrayar que “no me acordaré” es un hecho activo. Es una promesa. En las dos regencias de Isaías y Jeremías, Dios no dice “olvidaré” los pecados. ¿Por qué? El omnisciente Dios, creador y sustentador de todo el universo, nunca olvida. Conoce todas las cosas reales y posibles. Olvidar es algo pasivo que los seres humanos hacen porque no son omniscientes.
Por eso hay que entender la diferencia dentro de “no recordar” y “olvidar”.
Tengo control sobre el hecho de “no recordar” porque es una respuesta a una promesa. Pero no tengo absolutamente ningún control sobre “olvidar”. Muchas veces es difícil olvidar porque ¡siempre recuerda lo que tiene que olvidar! No tenemos control sobre el hecho de “olvidar”.
La promesa de “no recordar” consiste de tres cosas:
- No le llamaré la atención sobre el asunto.
- No le llamaré la atención sobre el asunto a otra persona.
- No le llamaré la atención sobre el asunto a mí mismo.
Para saber la segunda referencia escuchamos al profeta Jeremías. Habla de dos características del nuevo pacto que Dios hizo con Israel y Judá (“nuevo” puede significar “renovado”):
- No será necesario estimular al pueblo a conocer a Dios, porque todos le conocerán. Tal conocimiento significa no sólo un conocimiento del carácter y caminos del Señor, sino que es personal, se implica un compromiso de la voluntad.
- Dios perdonará los pecados del pueblo de una manera nueva y decisiva.
“Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: “Conoce a Jehová”, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová. Porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado.” (Jeremías 31:34)
En estas dos referencias somos presentados con algo sorprendente:
Dios perdona y nos informa de Su promesa que no se acordará el pecado.
El perdón es una promesa no basada en sentimiento ni emoción. Si el perdón fue una mera experiencia emocional, nunca conoceremos si somos perdonados. Cuando Dios dice que “no me acordaré” los pecados, es un hecho activo. Es una promesa que nunca presentará este pecado para condenar.
Hay que subrayar que “no me acordaré” es un hecho activo. Es una promesa. En las dos regencias de Isaías y Jeremías, Dios no dice “olvidaré” los pecados. ¿Por qué? El omnisciente Dios, creador y sustentador de todo el universo, nunca olvida. Conoce todas las cosas reales y posibles. Olvidar es algo pasivo que los seres humanos hacen porque no son omniscientes.
Por eso hay que entender la diferencia dentro de “no recordar” y “olvidar”.
Tengo control sobre el hecho de “no recordar” porque es una respuesta a una promesa. Pero no tengo absolutamente ningún control sobre “olvidar”. Muchas veces es difícil olvidar porque ¡siempre recuerda lo que tiene que olvidar! No tenemos control sobre el hecho de “olvidar”.
La promesa de “no recordar” consiste de tres cosas:
- No le llamaré la atención sobre el asunto.
- No le llamaré la atención sobre el asunto a otra persona.
- No le llamaré la atención sobre el asunto a mí mismo.
Jesús explica sobre el perdón
El primero de una serie de dichos para los discípulos en Lucas 17 es sobre aquellas cosas que provocan que las personas caigan en pecado, que son “piedras de tropiezo”, como dicen algunas versiones antiguas. La palabra griega nos da el vocablo castellano “escandalizar”, y originalmente se refería a la vara que disparaba una trampa. Por “estos pequeñitos” Jesús se refiere tanto a los nuevos creyentes (tales como los publicanos y los pecadores en 15:1), como a los niños pequeños (Mateo18:1–7).
Aunque sea inevitable en el mundo actual, sin embargo, Jesús advierte seriamente a sus discípulos sobre la posibilidad de llegar a ser la causa de que otros pequen, por ejemplo, tentándolos o siendo un mal ejemplo. Sería mejor que tales personas fueran ahogadas antes de poder hacer su mala acción más bien que sufrir el destino reservado para los tentadores. Por lo contrario, los discípulos debían ayudar a cualquier miembro de su grupo que cayera en pecado mostrándoles su error y estando dispuestos a perdonar, con la frecuencia que fuere necesario. La advertencia para todos sus discípulos en todas las épocas está en los siguientes versículos:
“¡Mirad por vosotros mismos! Si tu hermano peca contra ti, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. “Y si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo.” (Lucas 17:3-4)
“¡Mirad por vosotros mismos!” ¿No es una introducción extraña para un discurso del tema del perdón? Seguramente Jesús debe tener razón para empezar así. Jesús advierte a sus seguidores porque los versículos 3 a 10 contienen una de las más difíciles enseñanzas en todo el Nuevo Testamento.
Identificamos el proceso en caso del pecado contra mí mismo: “repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo.”
Hay que reprenderlo primero. La respuesta puede ser: “¿Por qué tengo que actuar primero? No empecé nada. Soy inocente.” Jesús responde: “No importa su inocencia.” Jesús obliga que la persona ofendida dé el primer paso. De pasado comparamos lo que dice Jesús en Mateo 5:23-24 porque el hermano que causa la ofensa tiene que dar el primer paso:
“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda.”
De estas dos instrucciones tenemos la siguiente imagen de dos personas. Vienen de dos direcciones diferentes, motivados por la enseñanza de Jesús y se encuentran en el camino:
Hay que juntarse.
Seguimos con la conversación imaginaria. Todavía la persona ofendida puede objetar: “Si él que me causó la ofensa es obligado a reconciliarse con su hermano, ¿por qué tengo que hacerlo también?”.
La explicación está basada en la frase “repréndelo”. Según Vine el verbo significa “primariamente, poner honor sobre, luego juzgar; y luego reprender.” Entonces “reprender” no significa castigar inmediatamente, informándole que ha obrado mal. Hay que permitir a la persona explicar sus acciones para clarificar algunas de sus concepciones a fin de restaurarla en su relación con Dios y los demás seres humanos.
¡Atención! – Cuando le parezca que debe reprender a otro creyente por un pecado, revise sus actitudes antes de abrir la boca. ¿Ama a esa persona? ¿Está dispuesto a perdonar? A menos que la reprensión no esté unida al perdón, no ayudará al pecador.
Luego Jesús sigue con la segunda parte de su consejo: “…y si se arrepiente, perdónalo”. Aquí tenemos la parte mucho más difícil de cumplir porque continúa con:
“Y si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo.”
Siete veces quiere decir que el perdón no debe tener límite. No es probable que un creyente cometa el mismo pecado siete veces en un día, pero debemos estar listos para perdonar con esa frecuencia. El perdón debe ser un hábito, no una batalla. Hay que confiar en lo que dicen y aceptar su “arrepentimiento” con buena voluntad. ¿Cómo puede ser posible?
Tres excusas y tres respuestas
Los discípulos entendieron bien la dificultad para cumplir con la advertencia de Jesús. Por eso, los discípulos dijeron: “¡Aumenta nuestra fe!”. ¿Es una buena respuesta? El perdón viene de la fe en la Palabra de Dios, la confianza en que Dios obrará lo mejor para toda persona involucrada, en tanto y en cuanto nosotros hacemos lo que Él quiere. Algunas veces es doloroso perdonar a alguien que ha pecado contra nosotros, pero debemos obedecer la Palabra de Dios por fe.
Pero la respuesta de Jesús indica que debemos interpretar la reacción de los discípulos en forma diferente. ¿Puede ser una excusa? Observemos lo que dice:
Dijeron los apóstoles al Señor: “Auméntanos la fe.” Entonces el Señor dijo: “Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro:
“Desarráigate y plántate en el mar”, y os obedecería.” (Lucas 17:4-5)
1. En otras palabras, Jesús les dice: “Les he dicho a ustedes hacer algo y me dicen que no pueden hasta que tengan más fe.” La excusa número uno de los apóstoles de Jesús es: “Cuando tengamos más fe.” Pero Jesús destruye completamente este pretexto. Aun una pequeña “cantidad” de fe (Una semilla sumamente pequeña – 725-760 pesan un gramo) puede hacer grandes maravillas.
La petición de los discípulos puede ser genuina. Querían la fe necesaria para tal perdón radical. Pero Jesús no se refirió de forma directa a su inquietud, porque la cantidad de fe no es tan importante como su propósito y autenticidad. ¿Qué es la fe? Es una dependencia total en Dios y una disposición para hacer su voluntad. No es algo que nos ponemos para mostrar a otros. Es obediencia total y humilde a la voluntad de Dios, disposición para hacer lo que nos mande. La cantidad de fe no es lo más importante, sino la clase de fe en nuestro Dios todopoderoso.
2. Consideramos la segunda excusa. Pertenece a:. “Y si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo.” El argumento “lógico” es: “Esta persona no es sincera. No podemos confiar en lo que dice porque no muestra el fruto.” El Señor había dicho: “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento…” (Lucas 3:8).
Sin embargo hay que recordar que el fruto necesita mucho tiempo para crecer. Por eso no puedo decir: “Cuando veo el fruto, perdonaré.” ¿Quién sabe el proceso de transformación espiritual en la persona con quien practicamos el perdón?
- Finalmente consideramos la tercera “excusa”. Jesús relata una historia (Lucas 17:7-10):
“¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: “Pasa, siéntate a la mesa”? ¿No le dice más bien: “Prepárame la cena, cíñete y sírveme hasta que haya comido y bebido. Después de esto, come y bebe tú”? ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: “Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos”.
Los siervos que han completado su deber no tienen derecho a esperar más que la paga acordada y sentirse inútiles en el sentido de que no tenían nada de qué jactarse. Jesús da una necesaria lección a todos los que son tentados a sentirse orgullosos de su fe o las buenas obras que realizan para Dios. Jesús no considera nuestro servicio sin sentido ni inútil, ni nos deja sin recompensa. Ataca la injustificable autoestima y el orgullo espiritual. Si obedecemos a Dios, solo cumplimos con nuestra obligación y debemos considerarlo un privilegio. La obediencia es nuestro deber. Notamos que no está basado en emoción ni sentimiento. No podemos decir voy a perdonar cuando tengo ganas de hacerlo.
En otras palabras:
“…pues lo que debíamos hacer, hicimos”. No hay que esperar mientras consigue más fe; ni esperar la evidencia del fruto; ni esperar el momento cuando llega un sentimiento de perdonar. Perdonar es un deber y privilegio.
- Renuncia a toda forma de venganza.
- Deja toda venganza a Dios.
- Perdona diariamente a los que lo han ofendido.
- Ten conciencia de lo peligroso del orgullo y la arrogancia.
- Reconoce y confiesa ante Dios cualquier pecado en tu vida.