¿Qué es el infierno? ¿Dónde está? ¿Qué sucede realmente allí? ¿Será cierto que los incrédulos, hombres y mujeres, paganos, niños y recién nacidos, sufren tormento eterno en llama encendida, mientras los justos gozan de felicidad eterna en el cielo?
Durante siglos sacerdotes y líderes eclesiásticos han ilustrado con detalles espeluznantes los sufrimientos del incrédulo en el infierno, un eterno incinerador donde el fuego quema pero no consume. Los clérigos han escrito y predicado que el gran Creador está satisfecho de tener millones de Sus criaturas retenidas en tortura abrasadora, de la cual no hay escape por años: cientos, miles y hasta millones de años. He aquí el comentario del metodista Benson:
«Dios mismo está, por consiguiente, presente en el infierno para ver el castigo de estos rebeldes contra Su gobierno…su furia encendida alimenta la llama de su tormento…y vuelve todos sus poderes más agudamente sensibles, poniendo el más cortante filo sobre su dolor, haciéndolo cada vez más intolerable. El ejercerá todos sus atributos divinos para hacerlos tan desdichados por toda la eternidad cuanto permita la naturaleza de ellos.»
En su sermón No. 369 el conocido predicador C. H. Spurgeon expresa:
«Cuando la pobre alma se encuentre en las manos de furiosos demonios, parecerá en aquel primer momento como si hubiera estado sedienta por unos mil años . . . ¡Aquí estoy en el infierno!»
Aunque parezca extraño, este terrible concepto de justicia nunca sería tolerado entre los seres humanos como algo lógico o retributivo. Por ejemplo, si se supiera que alguien había torturado un animal en una llama, aun por unos pocos minutos, tal acto sería considerado como un crimen horrible. Hombres y mujeres se encenderían en ira contra el ofensor, mientras que un juez expresaría su repugnancia y daría al autor del crimen una pesada sentencia.
También, si alguien quemara un ser humano o expusiera un hombre o mujer a una llama, todo el mundo se levantaría en condenación, sin importar si el que sufre las quemaduras es culpable de un crimen. La opinión pública no permitiría tan espantosa atrocidad. ¿Es Dios menos justo que el hombre? ¿No serán sus normas de justicia aún más altas que las del hombre?
Nuestros tribunales someten a juicio a personas acusadas de ofensas, y si son encontradas culpables, el juez las sentencia; la ofensa es entonces purgada. Nadie puede ser castigado dos veces por el mismo crimen. Pero los líderes eclesiásticos nos dicen que en el tormento del infierno la culpa del pecador jamás es purgada y como castigo por los hechos de unos limitados 70 años de debilidad humana, es posible sufrir tortura en las llamas del infierno durante millones de años sin ninguna esperanza de liberación o alivio.
Añadiendo confusión a esta terrible enseñanza, los mismos maestros enseñan la resurrección del cuerpo. ¿Para qué? Aquí realmente está el gran dilema de ellos. No puede ser para el propósito de juicio, porque se nos dice que los pecadores ya están siendo castigados en el infierno desde hace siglos. ¿Quién sugerirá que Dios ha cometido un error y que el juicio será necesario posteriormente para averiguar si aquellos que ya están sufriendo han sido castigados con justicia en el fuego del infierno? ¡Qué espantoso desorden de pensamiento!
¿Quién jamás oyó hablar de un malhechor que fuera castigado primero y posteriormente traído a juicio? ¿Qué pasaría si este extraño concepto de justicia fuera practicado en nuestros tribunales humanos? Sería una completa confusión.
Ahora apliquemos nuestro sentido común a esta cuestión. ¿A dónde va el cuerpo al morir? Pues, es enterrado en el suelo o destruido en el crematorio. Lo que es destruido no tiene sentimientos, y el cuerpo que ha sido enterrado no tiene sensaciones. Este puede ser exhumado; podemos verlo. Sabemos que está allí, pero está sin vida y pronto comienza a descomponerse, confirmando la verdad de la sentencia de Dios en Génesis 3:19:
«Polvo eres, y al polvo volverás.»
Por consiguiente, está claro que el cuerpo material no está sujeto a ningún tormento en la tumba. ¿Cuál cuerpo es, entonces, el que supuestamente siente dolor y experimenta castigo? Debe tener cerebro para sentir dolor; debe tener dedos, manos, pies, tronco, etc. para ser afectado por el fuego. ¿De dónde se consigue tal cuerpo? ¿Qué sucede cuando este supuesto nuevo cuerpo tiene que ser desechado para permitir la resurrección del viejo cuerpo terrestre (porque muchos líderes eclesiásticos están de acuerdo con la realidad de la resurrección)? Si uno consigue un nuevo cuerpo al morir, ¿no es entonces incorrecto castigar este cuerpo que nunca pecó? ¡Qué terrible confusión de ideas!
Por supuesto, muchos pensarán en el alma del hombre, la cual se piensa que es el hombre mismo, su esencia eterna que nunca muere. Pero si el alma es la parte pensante de la persona, y si es inmortal, entonces puede pensar desde el comienzo de la vida. Pero, ¿cuál de nosotros puede recordar el día en que nació, o aun dos años después?
La palabra de Dios es muy clara sobre este asunto. Si investigamos el significado de la palabra alma en la Biblia, encontraremos que significa «persona,» «ser viviente» o «vida.» Ud. puede comprobar esto por sí mismo. La palabra de Dios no dice nada acerca de personas que estén sufriendo torturas en el infierno, o que vayan a un lugar de sufrimientos o felicidad al morir. Esta idea no se encuentra en ninguna parte de la Biblia.
La muerte es el castigo por el pecado
Seamos claros es esto, ya que según la Biblia, vamos solamente al sepulcro al morir. «La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6:23). Si la vida eterna es una dádiva que se otorga solamente por medio de Jesús, entonces nadie puede haber recibido tal dádiva antes de que Jesús viniera. Recordemos que ya habían pasado 4000 años antes de su venida. Muchas personas justas vivieron durante ese tiempo, pero la Biblia no afirma que alguien haya ido al cielo o al tormento del infierno, en todos esos 40 siglos.
Pruebas:
Jesús [al resucitar] fue las primicias de los que durmieron [en la muerte]. 1 Corintios 15:20
«Nadie subió al cielo» Juan 3:13
«David no subió a los cielos» Hechos 2:34
Dios «habita en luz inaccesible» 1 Timoteo 6:16
«A donde yo voy, vosotros no podéis venir» Juan 8:27
Los muertos van al sepulcro
Hay un lugar adonde van los muertos, pero no es un lugar de felicidad ni de tormento. Es el sepulcro. En el idioma hebreo es frecuentemente llamado Seol, y en griego Hades. Estas palabras no indican un lugar de tormento, como algunas veces se pretende. Dios nunca ha ordenado que haya un sitio de fuego eterno y es algo terrible predicar mentiras sobre el Dios de amor.
Dios mismo condenaba a los israelitas por su espantoso crimen de quemar sus hijos en el fuego, acerca de lo cual dijo Dios: «…cosa que yo no les mandé, ni subió en mi corazón» (Jeremías 7:31). ¿Cómo puede alguien blasfemar contra Dios acusándolo de un crimen peor, como es el del fuego eterno, considerando que él condenó la quema de los niños, que habrá durado sólo unos cuantos minutos.
Escuchemos lo que la palabra de Dios dice acerca del Seol y el Hades [el sepulcro]
- Jesús fue allí: «Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu santo vea corrupción» (Hechos 2:27). Obsérvese que según este texto, la corrupción ocurre en el Hades o sepulcro.
- Jacob, creyendo que su hijo José ha muerto, dice: «Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol» (Génesis 37:35).
- «Sean avergonzados los impíos, estén mudos en el Seol» (Salmos 31:17). Así que los malos están mudos en el sepulcro.
- «No alabarán los muertos a JAH, ni cuantos descienden al silencio» (Salmos 115:17).
- «No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre…Sale su aliento, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos» (Salmos 146:3, 4).
- Job dice: «A la profundidad del Seol descenderán, y juntamente descansarán en el polvo» (Job 17:16).
- También Salomón dice: «Los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben…porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría» (Eclesiastés 9:5,10).
- Ahora escuchemos lo que la palabra de Dios dice de los malos
- «Muertos son, no vivirán; han fallecido, no resucitarán; porque los castigaste, y destruiste y deshiciste todo su recuerdo» (Isaías 26:14).
- En el relato del diluvio encontramos: «He aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida» (Génesis 6:17).
- «Todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra, murió» (Génesis 7:22; nótese que se refiere a los malos, y si Dios los destruyó, no podrían aún existir.)
En el Antiguo Testamento, que cubre 4000 años de historia bíblica, no hay la menor alusión al infierno de fuego. Desde Génesis hasta laquías la palabra Seol se refiere al sepulcro. Por ejemplo, Jonás se refiere al vientre del pez como «Seol» (Jonás 2:2). David dice que si hiciera su estrado en el Seol, Dios estaría allí (Salmos 139:8). Amos 9:2 dice: «…aunque cavasen hasta el Seol…,» mostrando que se refiere al sepulcro. El ejército del rey de Babilonia fue «derribado hasta el Seol,» mostrando que se refería al sepulcro. Jesús, hablando de la resurrección, dice: «No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz» (Juan 5:28), demostrando que hasta la resurrección, quedarán dormidos en la tumba.
El apóstol Pablo confirma que «no todos dormiremos» (1 Corintios 15:51), demostrando que aquellos que mueren en Cristo duermen en el sepulcro.
El profeta Daniel muestra claramente que los muertos duermen en el po
lvo: «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua» (Daniel 12:2).
Esto demuestra que los malos también duermen.
El apóstol Pablo dice:
«Los muertos en Cristo resucitarán primero» (1 Tesalonicenses 4:16).
Si estuvieran en el cielo diría «descenderán.»
Job tenía en mente el sueño de la muerte cuando dijo: «Entonces llamarás, y yo te responderé» (Job 14:15).
Entonces, ¿dónde tiene su origen la pintoresca descripción del infierno de fuego de que se habla en el Nuevo Testamento? La respuesta es que el discurso de las culturas orientales es muy lleno de colorido por medio de ilustraciones o comparaciones. Leemos que Jesús hablaba «por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba» (Mateo 13:34).
En los días de Jesús, grandes incendios se mantenían en el valle de Hinom, más tarde llamado Gehenna, al costado sur de la ciudad de Jerusalén; allí se lanzaba la basura de la ciudad, así como los cadáveres de criminales y bestias, para ser consumidos. Gehenna se había convertido en el incinerador de la ciudad de Jerusalén y llegó a ser un símbolo de la destrucción. El fuego es un agente de purificación y también una fuerza muy destructiva. Por consiguiente, no nos sorprende que su efecto se vea en las palabras de Jesús. La palabra «infierno» que se encuentra 12 veces en el texto de la Biblia castellana, por ejemplo, en Marcos 9:43,45 y 47 es simplemente la forma en que los traductores han vertido la palabra griega Gehenna, que indica el valle de Hinom. Jesús usaba la metáfora de la Gehenna para expresar la total destrucción de los desobedientes, cuando dijo: «Mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga» (Marcos 9:43,44).
Debe estar claro para todos que los gusanos no pueden vivir en el fuego. Así que podemos ver la relación entre la Gehenna (el basurero de Jerusalén) y estas palabras. Lo que el fuego no destruía, los gusanos lo hacían, y este lugar se volvió un símbolo de abominación y de destrucción.
El fuego también es usado como símbolo del agente destructor en el juicio de Jesús, y en la gran guerra con la bestia y el falso profeta, quienes con sus ejércitos vienen contra el cordero, el Señor Jesús (Apocalipsis 19:20; 20:9, 10). También se ve en la destrucción de los ejércitos de Gog que vienen contra Jerusalén (Ezequiel 38:22), «impetuosa lluvia, y piedras de granizo, fuego y azufre.»
Estimado lector: Deseamos atraer, sobre todo, su atención a lo que ocurre al final de los mil años de reinado de Jesús en la tierra. Lea Apocalipsis 20:13, 14: «El mar entregó los muertos que habían en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos…y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego.»
¡Admirable! La muerte y el Hades son destruidos. ¿Qué significa esto? Simplemente que la muerte será abolida al final de los mil años y, por consiguiente, el sepulcro (Hades) nunca más será necesitado. Vemos que no se puede tratar de un lago literal de fuego, porque el Hades (sepulcro) y la muerte que son lanzados allí son conceptos abstractos y no criaturas vivientes.
Piense sobre estas cosas. Deshágase de las cadenas de superstición que han frustrado el entendimiento del mundo por siglos. Deseche los engaños clericales que han sido usados para explotar a las masas, manteniéndolas en ignorancia, servidumbre y miedo. Lea usted mismo la palabra de Dios: «conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8:32).Algunos interrogantes en que meditar
- Si Dios es Dios de amor (Romanos 5:8), ¿no es una terrible blasfemia afirmar que El deliberadamente trae al mundo diariamente millares de personas (sabiendo que serán incrédulas) simplemente para enviarlas al tormento eterno del infierno?
- Si Dios es Dios de amor, ¿podría El permitir y preparar la tortura eterna de millones de personas? ¿Cómo podría El condenar a Israel por quemar a sus hijos, siendo culpable de actos peores?
- Si el infierno es eterno, ¿cómo podría ser destruido al final de los mil años? Vea Apocalipsis 20:14.
- Si los malos son destruidos y dejan de ser, ¿cómo pueden tener existencia consciente después de la muerte? Salmos 145:20; 104:35.
- Si en la muerte «no hay memoria de ti» y «en el Seol, ¿quién te alabará?» (Salmos 6:5), ¿cómo, entonces, puede el hombre aún tener existencia? ¿Cómo puede alabar, o aborrecer, o sentir dolor?
- Si en el día de la muerte, «perecen sus pensamientos» (Salmos 146:4), ¿cómo puede la persona estar aún consciente?
- Si en la muerte, «su amor y su odio y su envidia fenecieron ya» (Eclesiastés 9:6), ¿cómo pueden hombres y mujeres estar aún con vida?
Estas son sólo unas pocas de las consideraciones que muestran claramente la falacia del tormento del infierno y de la felicidad en el cielo después de la muerte. Lea la Biblia, usted mismo.
La verdad
¡Cuán ciertas son las palabras de Jesús: «conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres»! Siglos de superstición e ignorancia han ocultado efectivamente la luz gloriosa de la Palabra. Léala diariamente usted mismo, y compruébela también usted mismo.
Aunque la muerte es el castigo por el pecado, es también una disposición misericordiosa de Dios. ¿Quién querría ver a las personas sufriendo terribles enfermedades, debilitadas por la vejez o agobiadas por el dolor, vivir eternamente? Dios es un Dios de amor. El nos ha dado un Salvador, Jesús, el único nombre bajo el cielo por el cual hombres y mujeres pueden ser salvos de la muerte eterna. El le ofrece a usted vida eterna en su futuro reino en esta tierra (Apocalipsis 5:10).
«Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6:23).
Lo que sucede después de la muerte es un asunto personal y vital, que no puede ser evitado o soslayado. Es de suprema importancia para cada hombre, mujer y niño.