La Biblia enseña que cuando Dios habla, su palabra y sus promesas siempre se cumplen. Dado que Dios es fiel y leal, su pueblo escogido puede vivir con la expectativa del futuro llena de esperanza. Sin embargo, en el primer siglo, cuando la mayor parte del Israel judío había rechazado el evangelio y a su Mesías, el apóstol Pablo fue motivado para escribir, en Romanos 9-11, sobre la fidelidad de Dios a los ofrecimientos hechos a Israel.

Esto constituía un problema para los primeros cristianos porque ellos sabían que los judíos eran el pueblo escogido por Dios. ¿Qué sucedería con ellos? ¿Desecharía Jehová a su nación? Los hebreos rechazaron al Señor Jesucristo. ¿También Dios los rechazaría a ellos? En Romanos, capítulos 9-11, Pablo responde estas inquietantes preguntas.

Hablar del papel que Israel juega en el plan de Dios siempre ha sido doloroso. Esta aflicción, que va desde el llanto de Jesús por Jerusalén (Mateo 23:37-39) hasta la angustia personal del apóstol Pablo por la incredulidad del Israel judío, continuó inclusive mucho más allá del primer siglo. Estos temas se han vuelto a debatir con mayor énfasis a raíz del Holocausto perpetrado por los nazis. Ese terrible intento por eliminar a los hebreos de la faz de la tierra obligó a reconsiderar las actitudes hacía el pueblo semita. El subsecuente restablecimiento del Estado de Israel, en 1948, ha hecho posible que voces judías, silenciadas por siglos, demanden ser escuchadas.

El reino de Dios en el pasado

A Dios se le describe frecuentemente como “el rey de Israel” (Isaías 43:15; 44:6; Salmo 48:2; 89:18; 149:2), por lo que se infiere que el pueblo de Israel era su reino. Ellos empezaron a ser considerados como el reino de Jehová cuando establecieron un convenio con Él, en el Monte Sinaí, poco después que salieron de Egipto atravesando el Mar Rojo. En respuesta a su buena disposición de guardar este acuerdo, ellos serían para Dios “un reino…y gente santa” (Éxodo 19:5,6). De modo que “cuando salió, Israel de Egipto… Israel fue su señorío” o reino (Salmo 114:1-2).

Después de establecer este acuerdo, Israel viajó por el desierto del Sinaí y se asentó en la tierra prometida de Canaán. Como Dios era su rey, se regían por “jueces” (como: Gedeón y Sansón) en lugar de reyes. Estos jueces eran administradores guiados divinamente que gobernaban más bien ciertas partes del país antes que todo el territorio. A menudo Dios los escogía para propósitos específicos, por ejemplo, conducir a Israel al arrepentimiento y librarlo de sus enemigos. Cuando los israelitas le pidieron al juez Gedeón que fuera su rey, él replicó: “No seré señor sobre vosotros… Jehová señoreará sobre vosotros” (Jueces 8:23).

El último juez fue Samuel. En sus días, los israelitas le pidieron un rey humano a fin de ser igual a las naciones que los rodeaban (1 Samuel 8:5- 6). En toda la historia, el verdadero pueblo de Dios ha sido tentado para que menosprecie la intimidad de su relación con Jehová y la sacrifique por aparentar ser como el resto de los pueblos vecinos. Estas tentaciones son más severas en nuestro mundo actual. Dios se lamentó ante Samuel: “A mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” (1 Samuel 8:7). Sin embargo, Jehová les concedió reyes, empezando con el inicuo Saúl. Después vino el justo David y una línea completa de reyes que descendieron de él. Los monarcas con vocación espiritual se dieron cuenta de que Israel todavía era el reino de Dios, aunque había rechazado su realeza divina. Por lo tanto, reconocían que gobernaban a Israel en nombre de Dios más que por derecho propio.

Algunos reyes justos citados en el Antiguo Testamento establecieron gobiernos que fueron un modelo de como sería el futuro reino de Cristo. Tal como Salomón construyó un templo para Dios en Jerusalén, así también lo hará Cristo en el  reino venidero (Ezequiel 40-48). Como Ezequías y Salomón recibieron regalos y tributos de las naciones vecinas (1 Reyes 10:1-4; 2 Reyes 20:12) y vieron la tierra de Israel bendecida con sorprendente fertilidad y prosperidad  (1 Reyes10:5-15; Isaías 37:30), así, en el reino mundial de Cristo, se verán las mismas cosas pero a una escala mucho mayor.

El juicio de Dios sobre la nación

Como resultado de la apostasía de Salomón, Israel se dividió en dos: Roboam, hijo de Salomón, gobernó las tribus de Judá y Benjamín, que conformaron el reino conocido como Judá, en tanto que Jeroboam gobernó sobre las otras diez tribus, que constituyeron un reino que conservó el nombre de Israel y que también fue conocido como “de  Efraín”.

El reino de Israel no tuvo ningún monarca bueno. Todos ellos están calificados en el libro de Reyes como idólatras. Su último rey fue Oseas, en cuyo período Israel fue vencido por Asiria, y las diez tribus fueron sojuzgadas (2 Reyes 17).

El reino de Judá tuvo algunos gobernantes buenos (por ejemplo, Ezequías y Josías) aunque la mayoría fueron inicuos. Debido a los reiterados pecados de la nación, Dios desconoció a Judá como su pueblo durante el reinado de su último monarca, Sedequías. Esto ocurrió cuando los babilonios lo invadieron y llevaron cautiva a su población a Babilonia (2 Reyes 25). Allí permanecieron durante 70 años, después de los cuales retornaron a Israel bajo el liderazgo de Esdras y Nehemías. Siendo gobernados sucesivamente por los babilonios, griegos y romanos, nunca más tuvieron su propio rey. Debido a que Israel rechazó a Jesús, los romanos lo invadieron en el año 70 de nuestra era y esparcieron a los israelitas por todo el mundo. Solo en los últimos 100 años empezaron a regresar, anunciando de este modo el próximo retorno de Cristo.

La restauración de Israel

Hay un tema grandioso del cual hablan todos los profetas del Antiguo Testamento: la restauración del reino de Dios al regreso del Mesías. Los discípulos de Cristo estaban bien enterados de esto: “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” es decir, ‘¿se cumplirá Ezequiel 21:27 ahora?’ Jesús replicó que el tiempo exacto de su segunda venida nunca lo sabrían. Inmediatamente después los ángeles les aseguraron que él, en verdad, regresaría algún día (Hechos 1:6-11). El retorno de Cristo para restablecer este reino es ciertamente “la esperanza de Israel”. Ahora, vamos a ver como podemos ser parte de ese reino.

La relación del pueblo de Israel con el plan divino de salvación

En los capítulos 9 a 11 de la carta a los Romanos, Pablo aborda el tema de la relación del pueblo de Israel con el plan divino de salvación. El apóstol presenta este tema mediante una forma muy particular: simula un debate en el  que el opositor es el destinatario de la carta. El debatiente imaginario aparece en varios lugares clave (Romanos 2:1-5, 17-24; 8:2; 9:19-21; 11:17-24; 14:4-10). Si se revisa minuciosamente el texto, se notará que la mayor parte del tiempo dialoga con un judío y en Romanos 11:13-24 lo hace con un gentil, enfocando siempre el orgullo étnico que cada cual defendería (Romanos 2:17-20; 11:18) (Recursos Teológicos.org (2006))

Romanos 9-11 Una reflexión acerca del tema de Jesús e Israel

Dado que estos capítulos son los únicos del Nuevo Testamento que consideran explícitamente el futuro del Israel judío, debemos examinar lo que Pablo enseña en ellos. Nos preguntamos en cuanto a si el Israel judío ¿tiene todavía un lugar especial en la historia de la salvación de Dios? En otro tiempo, el Israel judío había sido el pueblo con el que Dios pactó y al que hizo promesas. ¿Es aún válido este pacto? ¿Puede todavía el Israel judío reclamar legítimamente las promesas?

En el estudio de los primeros capítulos de la carta a los Romanos, Pablo ha demostrado que Dios cumple sus promesas a Israel por medio de Jesucristo. El Mesías es el descendiente que les prometió a Abraham y David, lo que significa que, en su persona y misión, Jesús representa a todo Israel.

Los Evangelios hablan del juicio para los que rechazan las enseñanzas de Jesús. Por ejemplo, después de demostrar que las promesas hechas a Israel en el Antiguo Testamento se cumplen en Jesús, Mateo concluye que el reino de Dios les será quitado a los que no acepten la autoridad del Hijo de Dios y no produzcan el fruto del reino (Mateo 21:43). Por su parte, Juan cuestiona toda apelación a Abraham y Moisés que cualquier persona en el Israel judío use para justificar su rechazo al Mesías. Más bien, el Evangelio insiste que la única manera de entender a Moisés y de apropiarse de las promesas hechas a Abraham y su descendencia es creer en Jesús (Juan 5:46; 8:34-59).

Los Evangelios y los Hechos enseñan que el juicio ha caído sobre el Israel incrédulo y que es el cumplimiento de la palabra profética de Isaías 6:9-10. Entonces, ¿será que los Evangelios y Hechos manifiestan que al Israel judío se le ha excluido realmente del pacto? Es importante observar que los Evangelios y Hechos nunca ofrecen, de manera explicita, un veredicto definitivo acerca del futuro del Israel judío incrédulo.

Romanos 9 – La aflicción de Pablo

Pablo dijo estar dispuesto a sufrir juicio a favor de sus hermanos judíos si con esto lograra su salvación (Romanos 9:3). Su preocupación nos recuerda el ruego que hizo Moisés después que los israelitas suscitaron la ira de Dios al hacer un becerro de oro (Éxodo 32:31-32). El ofrecimiento de Pablo no estaba motivado simplemente por la identidad étnica o racial o por solidaridad con su propia gente, sino que le inspiraba su interés por honrar al Dios que había elegido a Israel como su pueblo.

Se notan las palabras escogidas por Pablo aquí en este versículo:

 “porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne.” (Romanos 9:3)

Por regla general, Pablo usaba el término “hermanos” para hacer referencia a los iguales creyentes (Romanos 1:13; 12:1; 15:30), pero aquí lo aplicó a sus iguales judíos. En cuanto a lo espiritual él era cristiano y, en cuanto a la nacionalidad, judío.

Pablo comienza confesando que la incredulidad de los judíos no sólo le produce angustia de corazón (vs.1-3), sino también perplejidad mental cuando se pregunta cómo pudo el pueblo de Israel, con sus privilegios especiales, haber rechazado a su propio Mesías (vs.4-5). 

Después de afirmar que era amigo y no enemigo de los judíos, Pablo comenzó su análisis del “problema judío”.

 “No que la palabra de Dios haya fallado, porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, 7ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos suyos, sino: «En Isaac te será llamada descendencia».” (Romanos 9:6-7).

Pablo no inventa este principio, sino que lo deriva de la historia del Antiguo Testamento (Romanos 9:7-12). La línea genealógica de los verdaderos descendientes de Abraham pasa por Isaac, no por Ismael; por Jacob, no por Esaú. La razón de esta elección no reside en los que han sido escogidos sino en la voluntad y prerrogativa de Dios. Todo lo que el verdadero Israel puede realmente decir acerca de su existencia como pueblo de Jehová es que Él lo eligió y que recibe de Dios su amor y misericordia. Si Israel hubiera dependido de la voluntad y los logros humanos para su subsistencia, hace muchos años que habría dejado de existir. 

Debido a esto, en Romanos 9:14-29, el apóstol celebra la voluntad divina, la compasión y el perdón soberanos como la única fuente de vida y salvación para el pueblo de Dios.

Preguntas y respuestas

1. ¿Han fallado las promesas del Señor?

2. ¿No será Dios injusto al administrar su soberana elección?

3. Si Dios actúa en base de su elección, ¿por qué nos acusa?

4. Para concluir, ¿qué tenemos que decir entonces? 

Para mostrar lo absurdo que es el hecho de que el hombre alterque con Dios, Pablo usó una analogía conocida para los judíos: la del alfarero y su arcilla (Isaías 29:16; 45:9; 64:8; Jeremías 18:6).

El alfarero era una figura familiar en Palestina y Pablo se usaba para ilustrar varias verdades diferentes. Por ejemplo, el profeta Jeremías observa la habilidad del alfarero y su persistencia para remodelar una vasija que ha sido dañada.

 “¿Acaso no tiene potestad el alfarero sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?” (Romanos 9:21) 

Pablo dice que el alfarero tenía dominio de la arcilla y que ninguna vasija se quejaba alguna vez, diciendo: ¿por qué no me hiciste una vasija hermosa? Las personas no son masas inertes de arcilla. Pueden resistir a Dios. La calidad de la “arcilla” puede ser un factor que determine la clase de vasija que se elabore.

A veces no entendemos el porqué Dios hace lo que hace, pero podemos confiar en que Él hará lo que es justo.

Un punto de reflexión

No podemos estar indiferentes ante un mundo que se pierde en el pecado. 

El apóstol Pablo experimentaba un continuo dolor por el pueblo israelita, pues sabía que su constante rechazo de Cristo, a pesar de los grandes privilegios que poseía, lo conduciría a la perdición eterna.

¿Tenemos una real preocupación por las personas de nuestro alrededor? ¿Oramos a Dios pidiendo que Él abra los ojos de los hombres para que crean al evangelio? Un creyente nunca debería estar indiferente ante un mundo que no cree en Jesucristo, el único Salvador. 

No todos los que pertenecen a la membresía de una iglesia son hijos de Dios. 

Esto puede parecer muy chocante para nosotros, pero más lo fue para los judíos cuando Pablo les dijo «que no todos los que descienden de Israel son israelitas». 

Pero los verdaderos creyentes sólo son los que están unidos a Dios a través de Jesús. 

La elección no se basa en ciertas virtudes nuestras, sino sólo en la misericordia de Dios. 

Por muy privilegiados que los judíos fueran, por muy serios que se pusieran en su intento por cumplir la ley de Dios, no podían llegar a la salvación.

No cabe ninguna duda que la elección no excluye nuestra responsabilidad de responder a la demanda del evangelio. 

Dios es soberano en su elección, por tanto, no corresponde que la discutamos. 

Dios es justo tanto en su misericordia como en su ira. Si entendemos esto, la elección se transformaría, para nosotros, en un milagro del infinito amor de Dios.

(Referencia: “Recursos Teológicos”)

El propósito de Dios había sido anunciado por los profetas

Para los judíos era perturbador que Dios hubiera desechado a muchos de ellos. Era más escandaloso inclusive que, al mismo tiempo, el Señor recibiera a muchos gentiles. De hecho, había acogido a más gentiles que judíos. Al tener presente el pacto que Dios había hecho con la nación hebrea siglos atrás, ellos se preguntaban si era justo que así fuera. La respuesta de Pablo es una recordación de que este estado de cosas había sido anunciado por los profetas.

  1. Romanos 9:25-26 cita Oseas 1:10 y 2:23 (2) Romanos 9:27-28 cita Isaías 10:22-23.

El mensaje del “remanente” tenía un doble carácter:

  • Las malas nuevas en el sentido de que solamente quedaría un remanente.
  • Las buenas nuevas de que ese remanente sería salvo. Es decir, no todo Israel sería desechado.

¿Qué pues diremos?

Si los judíos hubieran seguido el sendero que Dios les había trazado, ellos habrían recibido y aceptado a Jesús como el Mesías.

¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino dependiendo de las obras de la Ley, de modo que tropezaron en la piedra de tropiezo, 33como está escrito: «He aquí pongo en Sión piedra de tropiezo y roca de caída; y el que crea en él, no será defraudado».” (Romanos 9:32-33).

Desechaban a Jesús y les avergonzaba la muerte de Él en la cruz.

Vaso 1: Un Vaso de honra

(Ref: Traducido de ‘Escrituras Extrañas’ escrito por Barbara M Bowen (Hermanas 43)

Es interesante saber de las costumbres de la gente que vivían en los tiempos de La Biblia. Nos hace entender mejor algunas palabras o frases que a veces nos parece difíciles.

En la entrada de una casa en Palestina, tras la puerta se encuentra un banco. Tiene tres agujeros para meter 3 vasos. Se llama los portavasos. Aquí ven dos cántaros grandes con la capacidad de quince litros aproximadamente. Al lado hay un vaso pequeño. El dueño de la casa ofrece un vaso de agua cuando se entra en su casa. Hay que llenarlo hasta el borde, por causa de la generosidad, del primer cántaro que se llama ‘el vaso de honra’.

¿Qué es este ‘vaso de honra’ que leemos en Romanos 9:21 o en 2 Timoteo 2? Si vamos al alfarero para comprar una vasija, él nos preguntara, “¿Es para llevar a la fuente?” Entonces se necesita ‘un vaso de honra’. ¿Qué quiere decir esto? Es un utensilio que va a repartir agua pura y refrescante para apagar la sed de un forastero o de un viajero cansado. Compramos este cántaro, lo levantamos encima del hombro o de la cabeza y lo llenamos de la fuente. Si nos encontremos con un forastero es probable que nos pida una bebida. (Podemos recordar muchos ejemplos tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento). Esto es el propósito de ‘el vaso de honra’, repartir agua refrescante, la dádiva de Dios, a un transeúnte. Reparte mucho. Esta acción realiza lo que espera el alfarero. Obviamente hay un mensaje espiritual también.

Este es el primer vaso en el banco tras la puerta. Junto a él está otro, similar al primero pero no es igual. Nunca se puede distinguirlos a la vista. Pero el alfarero puede explicar la diferencia entre los dos. El segundo siempre se queda en casa.  ¿Es este el vaso de deshonra? Este vaso recibe el agua sobrante del vaso de honra, siempre recibiendo mucho pero nunca repartiendo agua refrescante. Después de un tiempo llega a ser legamoso y el agua de mal olor y no da placer a nadie (Jeremías 22:28). Finalmente está colocado en el trasero para los desperdicios. Lo llamará un vaso abominable. ‘En cuya vasija hay bazofia (bacteria) inmunda’ Isaías 65:4 (Biblia de Jerusalén) hablando de los rebeldes contra Jehová.

Tiene que ser triste para el alfarero saber que el vaso en que trabajó con tanta paciencia y habilidad llega a ser un vaso vacía de placer. Con esta explicación podemos ver  mejor como se usan los términos comunes en las alegorías de las profecías y como los entendía la gente de aquel entonces.

Vaso 2: Un Vaso de Ira

“¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción?” (Romanos 9:22)

Otra vez regresamos a la alfarería. Vemos un montón de vasos a un lado, llamados ‘los vasos de ira’, inútiles para el alfarero. Antes de poner los en el horno, no había ningún defecto en ellos. Sin embargo, salieron del horno cascados, porque no podían resistir el calor. Pero el alfarero no los abandonará. El ha preparado un pegamento hecho de la sangre de un insecto que se llama una fasuka (vive en el cuerpo de un toro). El alfarero toma la sangre y la mezcla con un polvo hecho de cerámica quebrada y la pone en las grietas del vaso de ira. Lo pone en el horno otra vez para probar si sale bien o mal. Además lo hace con paciencia varias veces hasta que finalmente tiene que abandonarlo y declararlo ‘un vaso de ira’ que no tiene valor y lo desecha.

Vaso 3: Un Vaso de Misericordia

“El para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que había preparado de antemano para gloria.’ (Romanos 9:23

En Palestina durante los siglos han vivido musulmanes quienes nunca oran sin lavarse las manos. Mientras uno se halla viajando va a necesitar agua. Entonces cuando pasa por una aldea los aldeanos proveen vasos pequeños con agua para los viajeros. Los llamaron ‘vasos de misericordia’ porque fueron para ayudar a otros.  

Una pausa para considerar Romanos 9:5 (R-V ’95)

“A ellos también pertenecen los patriarcas, de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.”

Un trinitario dice que este versículo es: “una de las más claras aseveraciones de la deidad de Jesucristo que se encuentra en la totalidad del Nuevo Testamento.”

Otra versión de la Biblia, La Biblia de Jerusalén, expresa los pensamientos de Pablo de esta manera:

“y los patriarcas; de los cuales también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.”

Hay que recordar que después de la resurrección, a Jesucristo fue dada “toda potestad en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). Por eso tiene el derecho de llevar el título de “Dios”. Recordemos que en el Antiguo Testamento es un título llevado por Moisés (Éxodo 7:1); por el ángel (Éxodo 23:20-21) y por los jueces de Israel (Salmo 82:1, 6).

Romanos 10

La convicción personal del apóstol fue drásticamente alterada debido, ante todo, a la visión que tuvo de Jesucristo (Hechos 9). Este interesante cambio se vio alentado porque descubrió en Moisés y en los profetas la misma enseñanza de una justicia basada en la fe (Romanos 10:5-20). Dios siempre le ha pedido a Israel que tenga fe, que crea en el evangelio. (Romanos 10:15-17).

Pablo mostró nuevamente en Romanos 10:5 el error fatal de tratar de obtener justicia por medio de guardar la ley. El apóstol se refiere a lo que Moisés escribió en Levítico 18:5. Dios dijo a los israelitas que ellos hallarían vida si acataban Sus estatutos y juicios. Pero, ¿cuál era el problema? Para lograr vida por medio de guardar la ley, ellos tenían que cumplirla hasta la perfección. Nadie podía guardar todos los mandamientos y durante todo el tiempo. Por esta razón, era imposible alcanzar justicia con base en un sistema de ley y obras. En contraste, era posible obtener justicia con base en el sistema de gracia y fe de Dios.

En Romanos 10:6-8 Pablo usa expresiones de Deuteronomio 30, que son parte del discurso pronunciado por Moisés días antes de morir y que sirvió para despedirse de su pueblo para siempre. Quiere decir que Dios no nos manda hacer tareas sobrehumanas, como subir al cielo ni descender al abismo para levantar a Cristo, sino que sencillamente nos pide que creamos y expresemos nuestra fe en Cristo.

El apóstol tomó las palabras de Moisés relacionadas con la ley y las aplicó al evangelio. Por supuesto que Pablo no estaba diciendo que el evangelio estaba en el corazón y la boca de los judíos, sino que podía y debía estarlo.

La confesión que se menciona en Romanos 10:9-10, sin duda, incluye la declaración que se hacía antes del bautismo, pero no se limita a esta ocasión. Es un hecho continuo. Los cristianos en el primer siglo proclamaban valientemente su fe, inclusive ante el peligro de muerte.  

En Romanos 10:14-17 hallamos los elementos básicos del plan de Dios para salvar a la humanidad.

  • Una misión divina
  • La predicación del evangelio.
  • Oír con entendimiento y aceptación.
  • La fe acompañada de obediencia.
  • Invocar el Nombre del Señor.

En el capítulo siguiente, Pablo dio más explicaciones sobre como Dios planeó inducir a los judíos a la obediencia y para ello se valió de una estratagema: recibir a los gentiles.

Permanece un remanente fiel

¿Ha desechado Dios a su pueblo? En Romanos 11:1-6, Pablo presenta la idea del remanente de Israel que es creyente y que constituye una evidencia de que Dios no ha rechazado a su pueblo. El mismo apóstol y todos los demás judíos cristianos constituyen este remanente de Israel. Si asumimos que el pueblo de Jehová en Romanos 11:1 se limita ahora al remanente elegido, rebajamos el resto del argumento de Pablo. En ninguna parte de Romanos 11 el apóstol quita al Israel judío incrédulo la realidad de ser el pueblo de Dios o el hecho de su elección. Al contrario, Pablo se señala a si mismo e incluye a los otros judíos cristianos como prueba de que Jehová no ha retirado su gracia del Israel judío. El propio apóstol es la señal llena de esperanza que el Creador no ha desechado a su pueblo rebelde porque Pablo se encontraba en un estado de desobediencia activa cuando se le dio la gracia de Dios. 

La descripción de Israel (Romanos 10:21) como “desobediente y rebelde” trae la pregunta de si quizá Dios ha rechazado a su pueblo (Romanos 11:1).

Este tema del rechazo divino no es nuevo. El apóstol ya ha demostrado que el rechazo divino, aunque real en un sentido, no es total (Romanos 9) ni responde a la razón (Romanos 10). En Romanos 11, Pablo indica que tampoco es absoluto ni completo. No refleja todo el panorama.

A la par del rechazo está siempre la elección. La actividad salvífica divina corre paralela al endurecimiento divino (Romanos 11:7, 25- 26). En cierto sentido, algunas de las ideas del capítulo 9 (especialmente los vs. 6–13, 23–27) vuelven a aparecer en el capítulo 11. Pero en el capítulo 11 va más allá. Demuestra que entre el endurecimiento y la salvación hay una suerte de relación de causa y efecto: 

  • la desobediencia de los judíos da pie a la obediencia de los gentiles (vs. 11, 12, 15, 30); 
  • la misericordia demostrada a los gentiles es una bendición para los judíos (v. 31); 

Por supuesto, esta doble interacción no procede automáticamente. Es Jehová quien produce este resultado favorable: “pues Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos” (v.32). No nos debe sorprender, entonces, que el capítulo culmine con un entusiasmado himno a la sabiduría de Dios (vs. 33–36).

El relato de Elías

Romanos 11:2–4. “¿O no sabéis lo que dice la Escritura acerca de Elías de cómo se quejó ante Dios contra Israel. Señor, a tus profetas han dado muerte y tus altares han derribado; sólo yo he quedado y procuran matarme?” Pero ¿cuál fue la divina respuesta? “Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal”.

Aquí tenemos una prueba adicional del hecho que Dios todavía se interesa por Israel y no lo ha rechazado completamente. Es tomada del relato de 1 Reyes 19:1–18; véanse especialmente vs.9, 10, 14 y 18. Según dicha narración, cuando el desconsolado Elías hubo entrado en una cueva del monte Horeb, el Señor vino y le preguntó: “¿Qué haces aquí, Elías?”

La referencia de Pablo a este relato del Antiguo Testamento es muy oportuna. En cierto sentido, los días de Elías habían vuelto. La incredulidad era generalizada. En la época de Elías, los profetas de Jehová fueron asesinados y, recientemente, los judíos habían matado (Mateo 27:25; 1 Tesalonicenses  2:14-15) al más grande Profeta de todos (Deuteronomio 18:15, 18; Hechos 7:37). Sin embargo, tal como había sucedido en los tiempos de Elías, tampoco ahora todo era oscuro: habían verdaderos creyentes.

Evidentemente, estos siete mil constituían solamente un remanente de la población de Israel, pero era un remanente significativo. Así también, en el tiempo presente, se ha conservado un remanente elegido por gracia. 

La doctrina de la salvación del remanente

La doctrina de la salvación del remanente es enseñada en toda la Escritura. En el tiempo de Noé muchos perecieron y fueron pocos los que se salvaron. (Génesis 6:1–8; Lucas 17:26, 27; 1 Pedro 3:20).

Lo mismo sucedió en los días de Lot (Génesis 19:29; Lucas 17:28- 29).

Anteriormente, en Romanos 9:27, el apóstol citó a Isaías 10:22, recordándonos del remanente en los días de Isaías.

No debe sorprendernos, entonces, que también “en el tiempo presente”, es decir, en la época del apóstol, haya existido un remanente salvo y que Pablo perteneciese al mismo. La doctrina del remanente es enseñada, implícita o explícitamente, también en los siguientes pasajes de Romanos: 9:6; 9:18; 10:4, 11, 16; 11:14, 24, 25.

Hay textos adicionales de la doctrina de la salvación para el remanente escogido en pasajes del Antiguo Testamento tales como Isaías 1:9; 11:11, 16; 46:3; 53:1; Jeremías 23:3; 31:7; Joel. 2:32; Amós 5:15; Miqueas 2:12; 4:5–7; 7:18; Sofonías 3:13, por mencionar unos pocos. ¿No fue llamado un hijo de Isaías, Sear-jasub que quiere decir “Un remanente regresará”?

Podría ser significativo o no que en la parábola del sembrador (o de los cuatro tipos de terreno) – Mateo 13:1–9, 18–23; Marcos 4:1–9, 13–20; Lucas 8:4–15 – sea solamente la última clase de terreno la que dé una buena cosecha. Aunque no se puede derivar una conclusión a partir de esta parábola respecto a la proporción de salvos a no salvos entre quienes escuchan el evangelio, tenemos la clara afirmación del Maestro:

 “Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos” (Mateo 22:14).

La metáfora del olivo  (Romanos 11:16-21) se convierte en un resumen de todo lo  que Pablo ha explicado. La razón de la existencia del olivo se debe únicamente al hecho que Dios decidió plantar a Israel en medio de las naciones. En el Salmo 52:8 y en Oseas 14:6, el olivo aparece como símbolo del Israel justo. La metáfora del Israel como algo que se planta se relaciona con la viña (Isaías 5) y con los robles de justicia (Isaías 61). Debido a la incredulidad que existe entre los que son del Israel judío, los gentiles son injertados en el olivo para compartir los privilegios que Jehová dio a su pueblo. Los cristianos gentiles llegan a ser parte del olivo, parte del Israel que Dios eligió. Para que esta esperanza se realice, se entiende claramente que los que están bajo juicio y actualmente excluidos tendrán que venir a la fe, porque es la única manera de ser Israel (Romanos 11:23).

La esperanza del apóstol para el futuro de Israel se fundamenta en la profecía  del Antiguo Testamento (Romanos 11:26-27):

 Luego todo Israel será salvo, como está escrito: «Vendrá de Sión el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados».” (Isaías 27:9 y 59:20).

Motivado por la angustia personal a causa del destino de su propio pueblo, el apóstol Pablo descubrió nuevamente la soberanía del misericordioso Dios. Junto a los profetas del Antiguo Testamento, recuperó la confianza de que Jehová permanece fiel aunque su pueblo haga lo contrario y recordó su experiencia personal de que la misericordia de Dios es dada precisamente a la gente desobediente. Por consiguiente, el remanente mantiene la esperanza para los demás.

Así pues, todos pueden esperar

Por más malos que los tiempos en que vivimos puedan llegar a ser en todo el mundo y de hecho, cuando la oscuridad cubra el universo, algo fantástico va a pasar en y con Israel. Dios, como lo prometió, derramará su Espíritu sobre toda la nación induciendo a Israel a entrar en su hora más maravillosa de plenitud y satisfacción. Pablo ya escribió acerca de este milagro que viene en su epístola a los Romanos:

 “Ahora bien, si su caída es riqueza para el mundo, y sus riquezas fracaso de los gentiles, ¿cuánto más su plenitud! … Porque si su ser echado fuera es la reconciliación del mundo, ¿qué será su readmisión, sino vida de entre los muertos?” (Romanos 11:12,15).

 “Oh, la profundidad de las riquezas de la sabiduría y el conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios y sus caminos hacia fuera! “Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?” “¿O que ha dado primero a él y que serán devueltos a él?” Porque de Él y por Él y para Él todas las cosas, a él sea la gloria por siempre. Amén. (Romanos 11:33-36).

¡Qué este glorioso día, cuando los creyentes gentiles serán plenamente Uno con el Israel restaurado espiritualmente – un rebaño con un Señor – venga lo más pronto!

La salvación ha llegado a los gentiles

Es de destacar que debido a la trasgresión de Israel, es decir, por su rechazo al evangelio, la salvación ha llegado a los gentiles. Esto es lo que verdaderamente había pasado y  estaba pasando y se puede deducir a partir de pasajes tales como Hechos 13:44–48; 18:6; 28:23–28.

Pero indirectamente los mismos judíos también estaban siendo bendecidos. Pablo dice en Romanos 11:11:

 “Pero yo pregunto: ¿Será que los israelitas, al tropezar, cayeron definitivamente?  ¡De ninguna manera!  Al contrario, debido a su transgresión vino la salvación a los gentiles,  a fin de provocarlos a celos.”

En el presente contexto, la envidia tiene un efecto positivo. Tal efecto, empero, no es universal, como ya lo ha demostrado Romanos 10:19.

Para enlazar estos dos pasajes (Romanos 10:19 y 11:11b) debemos suponer que 11:11b debe referirse al verdadero Israel (Romanos 9:6). En su maravillosa bondad, Dios hace que la envidia sea el medio de su salvación. Esta gente advierte la  paz que sobrepasa todo entendimiento y que está presente en el corazón y vida de los gentiles que, por la gracia soberana de Jehová, han abrazado a Cristo como su Señor y Salvador. Los judíos escogidos se tornan entonces envidiosos, anhelando participar en esta paz de Dios y en todas las otras bendiciones que el Creador está otorgando a los gentiles convertidos.

El apóstol saca esta conclusión: Si su trasgresión – el pecado de los judíos al rechazar el evangelio – significa riquezas para el mundo y su derrota también representa riquezas para los gentiles, puesto que por este rechazo se había abierto la puerta para la evangelización de los gentiles, entonces ¿cuánto más significa su plenitud?

Ahora Dios, en su providencia bienhechora y correctiva, causa un resultado doble:

  • El evangelio era ahora proclamado a las naciones del mundo. Los gentiles que lo aceptan por fe son reconciliados con Dios; es decir, el vínculo de comunión entre Dios y ellos queda restaurado. Romanos  5:11; 2 Corintios 5:18–20.
  • Los israelitas, endurecidos por el pecado, al notar la paz y el gozo experimentados por estos gentiles, se llenan de envidia, pero de un modo maravilloso dicha envidia es transformada por Dios en una viva fe en el Señor Jesucristo.

Imagínese por un momento el cambio radical que aquí se proyecta para estos israelitas. Ahora aman lo que antes odiaban. Odian lo que antes amaban. Sobre todo, saben que ya no son considerados enemigos de Jehová y que han sido aceptados por ese mismo Dios, contra el cual se habían endurecido antes y por quien habían sido endurecidos mucho más.

¡El cambio era simplemente asombroso, idéntico al de Pablo, y el lo sabía por experiencia propia pues antaño fue un perseguidor! Era un giro hacia la vida desde la muerte. Verdaderamente una resurrección espiritual.

Un repaso de las preguntas y respuestas

La primera pregunta: “¿Ha desechado Dios a su pueblo?” (Romanos 11:1).

¿No eran los judíos “el tesoro especial” de Dios reservado para sí? (Éxodo 4:22; 19:6; Deuteronomio 14:2; 26:18; Salmo 135:4; Isaías 43:20; Oseas 11:1). Pablo acaba de expresar que los judíos son desobedientes y rebeldes (Romanos 10:21), un pueblo que merece ser condenado. Entonces, el apóstol quiere decir ¿qué Dios ha rechazado totalmente, que ha arrojado lejos de sí a su pueblo?  Pablo desea que aquellos a quienes se dirige sientan inquietud ante esta pregunta. Por ello, para incitar su interés, pide que ellos mismo la contesten. 

Pablo ahora responde a su propia pregunta (Romanos 11:1b-2a). “¡De ninguna manera!”

Hay que notar la tersa, casi indignada, respuesta negativa. Continua: “Porque también soy israelita, descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció.”

Pablo había sido un tenaz perseguidor de los amados hijos de Dios. No obstante, el enemigo de antes se había transformado en amigo, en un verdadero creyente y hasta en un entusiasta apóstol y predicador del evangelio. 

Es así que aquí, en los vs.1 y 2 de Romanos 11, Pablo parece decir: “¿Necesita alguien una prueba de que Dios cumple su promesa y que no ha rechazado a Israel? Pues bien, que me mire a mí. Dios no me ha rechazado a mí, ¡y yo soy israelita!” 

Una señal para hoy: El regreso de los judios a la tierra prometida

El 14 de mayo de 1948 expiró el Mandato británico de Palestina. Acto seguido, los judíos proclamaron la independencia del Estado de Israel en su parte del territorio otorgada por el Plan de Partición de la ONU. 

 “Así ha dicho Jehová, el Señor: Cuando recoja a la casa de Israel de los pueblos entre los cuales está esparcida, entonces me santificaré en ellos ante los ojos de las naciones, y habitarán en su tierra, la cual di a mi siervo Jacob. 26Habitarán en ella seguros; edificarán casas y plantarán viñas. Vivirán confiadamente, cuando yo haga juicios en  todos los que los despojan en sus alrededores. Y sabrán que yo soy Jehová, su Dios.” (Ezequiel 28:24-25).

¿Qué podemos decir?

“Pedid por la paz de Jerusalén;

¡sean prosperados los que te aman!

¡Sea la paz dentro de tus muros

y el descanso dentro de tus palacios!

Por amor de mis hermanos y mis compañeros

diré yo: «¡La paz sea contigo!».

Por amor a la casa de Jehová, nuestro Dios,

buscaré tu bien.”

(Salmo 122:6-9)

 

En resumen:

La esperanza que predicaba Pablo a judíos y gentiles era igual a:

  • La esperanza de Israel.
  • La esperanza o promesa hecha a los padres o patriarcas.
  • La esperanza de la resurrección.
  • La esperanza o evangelio del Reino y todo lo relativo al nombre de Jesucristo, incluyendo su muerte, sepultura y resurrección al tercer día (1 Corintios 15:1-8).

Sin duda alguna, este fue el mensaje que Pablo enseñaba y que le acarreó persecución, maltratos, prisiones, y el mismo martirio. Pablo predicó un solo evangelio para judíos y gentiles. Por lo tanto, si bien fue el apóstol de los gentiles, también fue el maestro de los judíos.  Su mensaje era el mismo para ambos grupos, ya que Dios no hace acepción de personas. Además, Pablo fue enfático con los efesios al decirles que hay una sola fe, una esperanza, y un Señor para todos (Efesios 4:4).

Romanos 11 – Preguntas para considerar

  1. ¿Ha desechado Dios a su pueblo Israel? (vs.1-6).
  2. ¿Por qué la transgresión de Israel ha venido a ser la riqueza del mundo y de los gentiles? (vs.12-16).
  3. ¿Por qué los gentiles no deben jactarse respecto a su condición espiritual en relación a Israel? (vs.17-20).
  4. ¿Cuál es la lección de la bondad y la severidad de Dios en relación a Israel y los gentiles? (vs. 21-24).
  5. ¿Qué sucederá cuando llegue el día de “la plenitud de los gentiles”? (vs.25-28).
  6. ¿Cuál es la lección de la misericordia de Dios? (vs.32).
  7. ¿Puede el hombre entender las profundidades de la mente de Dios? (vs.33-36).
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