Exhortacion: Christadelfianos Aislados

Nehemías 8

Hace años, muchos años, convocamos en la iglesia cristadelfiana en Bogotá, Colombia, un fin de semana de estudio bíblico del libro de Nehemías. Nos reunimos con unos 50 personas incluyendo hermanos, amigos y varios niños. Naturalmente, escogimos un tema del mismo libro para la exhortación durante el servicio de recordatorio. Hoy día, muchos de los hermanos que asistieron y gozaron del compañerismo aquel fin de semana ahora duermen en el Señor. Por eso personalmente cada vez que leo del libro de Nehemías, recuerdo con mucha emoción aquel fin de semana. Actualmente el himno número 234 en nuestro Himnario Christadelfiano fue escrito especialmente para aquella ocasión. Así que ahora vosotros, hermanos, entendéis porque he escogido esta lectura dentro de las tres para la exhortación de hoy.

Al llegar a la lectura de Nehemías 8, entendemos que los muros de la ciudad de Jerusalén estaban terminados y las puertas de la ciudad estaban colgadas. Los capítulos que siguen, el 8 a 13, se enfocan en las necesidades espirituales del pueblo judío. Por eso leemos que Nehemías convocó una conferencia bíblica e invitó a Esdras para ensenar a su pueblo en las cosas de Dios. Nehemías hizo bien en escoger a Esdras. Era un hombre con buena preparación y fe. Era un sacerdote y escriba. También era quien

“había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová para cumplirla”. (Esdras 7:10).

El día de la convocación era un día importantísimo en el calendario del ano judío. Era el primer día del mes séptimo (Nehemías 8:1-2). Este día era el equivalente judío para nuestro primer día del Ano Nuevo, un momento oportuno para buscar la reconciliación con Jehová. Recordamos que durante el séptimo mes celebraron las siguientes fiestas conmemorativos (Levítico 23:23-44).

El primer día – Las Trompetas

El décimo día – La Expiación

El decimoquinto día al vigésimo – los Tabernáculos

En el primer día, Esdras vino para ensenar a Israel. Si Dios va a trabajar en y por medio de Su pueblo, estos deben responder positivamente a Su Palabra. El libro que Esdras tenia era el libro de la Ley de Moisés. Era probablemente el rollo de la Tora, los primeros cinco libros de la Biblia nuestra. Estas Escrituras ayudaron a la formación de la nación de Israel. Se nota como aparece mencionado la palabra “entender” seis veces en este capítulo (Nehemías 8:2, 3, 7, 8, 12, 13). Nosotros también recibimos la misma exhortación. La tarea nuestra es la lectura y el estudio de la misma Palabra. Dios la usa para purificar y avivar a su pueblo seguir en los pasos del Señor Jesucristo quien recordamos hoy el pan y el vino.

Cuando el escriba preguntó a nuestro Señor Jesucristo del mandamiento más importante. Le respondió con Mateo 22:36-40:

“Amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y amar a nuestro prójimo”.

Nuestra lectura de Nehemías para hoy nos ayuda como poner en práctica esta gran enseñanza de nuestro Señor. Observamos cuidadosamente que Nehemías 8 está divido en tres partes sucesivamente presentadas.

Primero, entienden la Palabra (8:1-8)

Segundo, se regocijan en la Palabra (8:9-12)

Finalmente, obedezcan la Palabra (8:13-18)

El impacto de la predicación de Esdras fue impresionante porque observamos la reacción de la gente. Era completamente cautivada por la Palabra de Dios – la mente para entender, el corazón para regocijarse y la voluntad de obedecer.

¿Sucede lo mismo con nosotros hermanos? ¿Tenemos el deseo para participar en el compañerismo con los hermanos en oración, la lectura y el estudio de la Palabra? Hay tesoros para descubrir en la Palabra y cuando los descubrimos, naturalmente tenemos el deseo de compartirlos con los demás. Y que gozo para nosotros cuando los hermanos se reaccionan positivamente después de recibirlos. Siguiendo una lectura cuidadosamente de Nehemías 8 aprendemos más. Observamos el proceso de la reacción de la gente. Primeramente, al recibir la Palabra todos, ¡Lloraron! La Palabra de Dios produce una convicción de pecado y consecuentemente de tristeza. Había la necesidad de buscar el arrepentimiento y la purificación… Y después vino la celebración en el perdón de los pecados. La misma Palabra produce la convicción de los pecados, pero nos tae gozo, también. Leemos en el

Salmo 19:8 “Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón”.

Todavía nos falta hacer referencia a la parte final del capítulo – aquí de la obediencia (Nehemías 8:13-18). Ahora tenemos una oportunidad de contemplar nuestros motivos. ¿Leemos la Palabra de Dios o asistimos a las reuniones de la iglesia solamente como un deber santo? ¿Es todo nuestro servicio en la vida nueva en Cristo una obligación monótona? No debe ser así, hermanos. Todos tenemos trabajos para hacer y todo lo que hacemos, y digo todo, tenemos que hacerlo para la gloria a Dios. No importa cuan insignificante lo consideramos. Cuando servimos al Señor en nuestro servicio al prójimo, nos regocijarnos en El y nuestro servicio será una delicia. La vida de nuestro Señor Jesucristo a quien recordamos ahora es una vida dedicada completamente a dar honor y gloria a su Padre celestial. Tenemos un ejemplo de su servicio en el Salmo 1:2 …en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y noche…Y…hubo alegría muy grande en obedecer la (Nehemías 8:17). La combinación de gozoso compañerismo, adoración y escuchar las exhortaciones de La Palabra fortaleció al pueblo en gran manera también. El pueblo llegó a la convocación con el deseo de dar y también recibir algo. Es lo mismo hoy en día. Celebremos la cena del Señor con el deseo de ofrecer nuestro compañerismo a los demás hermanos y al mismo tiempo llevar algo – una idea, un estudio, un pensamiento o un hecho para recordar durante la semana que viene. Nos ayuda mucho cuando somos presentados con dificultades y desafíos en la vida. Sobre todo, después de tomar el pan y el vino llevamos con nosotros durante la semana que viene el recuerdo del amor de Dios hacia nosotros. ¿Y que más necesitamos? Durante aquella convocación hace muchísimos años cantamos con alegría. Les invito, hermanos, a cantar otra vez el himno junto conmigo…Vamos todos a Jerusalén…Alabamos, alabamos en la ciudad de Dios…

Hermano Guillermo Rawson (España)

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