Hora de prepararse
Si has llegado hasta el final del libro a estos capítulos finales entonces hemos viajado en una travesía significante juntos.
Comenzamos pensando sobre lo que llamamos las grandes preguntas de la vida, y reflexionamos en lo valioso que sería si pudiéramos encontrar respuestas consistentes y sensibles a ellas en las que en verdad pudiéramos confiar. Mientras que sería un ejercicio frustrante y poco confiable el encontrar esas respuestas entre las muchas voces humanas allá afuera que aclaman ser escuchadas o buscando en internet, encontramos que la Biblia no solo aclama proveer las respuestas a estas preguntas como la palabra de Dios si no que también tiene un historial para soportar dichas aclamaciones, lo que es completamente distinto a cualquier otro libro que haya sido jamás escrito.
La Biblia representa una visión clara y lógica de dónde viene el mundo, hacia donde va, y cuál es nuestro propósito en el. Mientras los “expertos” humanos no pueden ni decidir sobre cual es la mejor dieta, la Biblia es definitivamente en todas las preguntas fundamentales de la vida – aquellas que en verdad importan y aun así, paradójicamente, no nos detenemos a tomar el tiempo para pensar en ellas usualmente. Cuando pensamos acerca del increíble universo en el que vivimos hace todo el sentido del mundo creer que hay un creador sobrenatural más allá del tiempo y el espacio, y una mente divina que creó todo. Solo de esa manera podemos encontrar una explicación verdaderamente satisfactoria para los datos, las leyes, la racionalidad, y las muchas maravillas en la naturaleza – y solo entonces las capacidades realmente sobresalientes de la mente humana hacen sentido, ya que son un reflejo de aquel a cuya imagen fueron hechos.
Cuando entendemos la “directiva principal” de Dios de llenar el mundo con Su gloria y cuando pensamos acerca de su propósito de crear seres humanos con libre voluntad que estén hechos para enfocarse en El y comprometerse en relaciones con El, el acertijo de la existencia humana empieza a aclararse. Comenzamos a entender la paradoja en el corazón de nuestra naturaleza y el potencial y anhelo que la mayoría de nosotros sentimos por algo mejor que esta vida. Comenzamos a ser consientes que necesitamos estar en sintonía con El – para reestablecer esa conexión dañada con el pecado – para poder encontrar nuestro lugar verdadero en el mundo.
Problemas y soluciones
El precio de la libertad de voluntad humana es alto – no solo significa el poder de hacer el bien; también lleva consigo el poder de herir y dañar, el poder de rechazar a Dios e ir por nuestro propio camino, pensando que sabemos mejor que El. Ha llevado a todo tipo de problemas – cada problema, de hecho, que los humanos enfrentan tanto como sociedad y como individuos. Mientras que la mayoría de las religiones y filosofías en realidad no tienen una cuenta convincente o suficiente del mal humano – coge al toro por los cuernos cuando piensan en los poderes que están en juego en la naturaleza humana – la Biblia contiene una cuenta clara y simple para este hecho central y feo sobre nosotros y ha tenido una solución perfecta desde el inicio. Verdaderamente sabiendo cual es el problema que necesita ser resuelto es crucial. Primer paso (mucho mejor que intentar pretender que no hay realmente un problema o vivir bajo la vaga esperanza de que las cosas mejorarán paulatinamente). Vimos, de hecho, que hay dos problemas en particular que necesitan abordarse – el egoísmo y el pecado que toman lugar en el corazón humano a nivel individual (desagradable como pueda parecer, nosotros somos cada parte de ese problema universal), y los problemas de la sociedad en general que resultan y que necesitan ser abordados a una escala global.
Lo que tenemos es un problema sistémico. Tal y como la Crisis Financiera Global fue sistémica en que afectó a todas las instituciones financieras sin importar que hubieran o no creado o poseído cualquiera de los activos tóxicos que amenazaron con socavar el mundo financiero, así mismo el problema del pecado es sistémico – impregna el sistema completo de interacciones humanas, nuestra existencia entera, ya sea que nosotros personalmente hayamos cometido o no este o aquel acto malo. Reconocemos el potencial de la avaricia, envidia, irreflexión y crueldad en nosotros y por lo tanto sabemos su poder para herir cuando se descuidan. Podemos detectar la conexión entre lo que está mal con la sociedad en general y lo que está mal en nuestros propios corazones, y se vuelve abundantemente aparente que una solución comprensible es necesaria.
Es cierto sentido un alivio llegar tan lejos: el identificar correctamente el problema fundamental al que los seres humanos se están aferrando. Pero si es un alivio el identificar el problema, ¡Cuánto más el conocer la solución! Dios ha planeado específicamente y con propósito un modo de abordar ambos, pecados individuales y los problemas globales de nuestra sociedad. Esta solución está encapsulada en el mensaje del Evangelio: las cosas concernientes al reino de Dios y el nombre del Señor Jesús.
Las cosas concernientes…
¿Cómo pueden los seres humanos, como creaturas pecadoras, y moribundas encontrar su camino de regreso a Dios? La respuesta es que no pueden encontrar su propio camino de regreso y que nunca estuvieron destinados a hacerlo – en cambio, Dios lo ha encontrado por ellos. Lo hizo mandando a Jesús, Su propio hijo, como su perfecto embajador y representante – aquel que señaló el camino para que nosotros lo digamos. La venida de Jesús y el gran trabajo que el haría fue prometido a través de las escrituras del Antiguo Testamento fechadas hace miles de años. Fue predicho en las asombrosas promesas que Dios hizo a Adán y Eva, a Abraham, a Moisés, y a David (sin mencionar muchos otros que no tuvimos tiempo de considerar). Jesús nacería de una mujer, como todos nosotros, completamente humano y participante en nuestra naturaleza tentadora y moribunda. Pero también sería el hijo de Dios, más en sintonía con los caminos de Dios y capaz de representarlo más perfectamente de lo que ninguno de nosotros jamás podrá. Jesús enseñó un mensaje de arrepentimiento y reforma, que los hombres y mujeres debían buscar el reino de Dios y seguir el camino angosto del comportamiento y fe que lleva ahí. Simplemente no hay nada más que valga la pena para concentrarse en la vida que esto.
Por su muerte sacrificada Jesús mostró su amor, su voluntad por dar la cosa más preciada que podía, y su preparación para tomar la carga por nuestros pecados, clavándolos en la cruz. El Padre mostro Su amor al proveer y darnos Su hijo más preciado para ilustrarnos en ambos, en la extensión de su amor y misericordia, pero también en la fealdad del pecado, a donde lleva y lo que merece. A través de la maravillosa resurrección de Jesús sobre la muerte hay esperanza para todos nosotros para una nueva vida en Cristo hoy, y para la resurrección a un nuevo y más alto nivel de existencia en el reino de Dios.
Hablando del reino, siempre ha sido el plan de Dios establecer Su reino en la tierra y llenar la tierra con Su conocimiento y gloria. Allí es hacia donde va el mundo; este es el futuro brillante. Dios habló de esto a Abraham, hablo de esto a David, y habló de esto repetidamente a través de las bocas de los profetas cuyos escritos forman un tercio de la Biblia entera. El futuro reino de Dios en el que Jesús regresará y reinará como rey – la solución al desorden, mal manejo y problemas globales que el hombre ha causado – es un mensaje de esperanza que la Biblia no se cansa de repetir. Es la mera esencia del propósito y plan de Dios y ahora es el tiempo de prepararnos para ello.