En el versículo 4 de la carta, encontramos a Pablo en oración. Habían llegado a su atención unas circunstancias muy graves. ¿Qué haría con un esclavo fugitivo, ahora un hermano en la fe y su amo también un hermano de la misma fe? La oración hace una parte de la vida diaria de Pablo.  No vivía dependiendo ya más de sus propios talentos y recursos humanos. Podemos ver que dependía del poder de Dios para su vida diaria. En sus epístolas, Pablo ora constantemente, y por su contenido resulta instructivo observar algunas de sus plegarias.

En Romanos 1.8–12 vuelca su corazón a Dios en acción de gracias (v.8), insiste en servir a Cristo con su espíritu(v.9), intercede por sus amigos en Roma (v.9), expresa su deseo de impartirles un don espiritual (v.10), y declara que también él depende de ellos para su crecimiento espiritual (v.12).

En Efesios 1.15–19 nuevamente Pablo agradece a Dios por sus conversos (v. 15, y ruega que puedan recibir el Espíritu, por medio del cual viene el conocimiento de Dios y la iluminación del corazón (vs.17-18), a fin de que puedan conocer la esperanza del llamamiento de Dios, la riqueza de la herencia divina, y la grandeza del poder de Dios que quedó demostrada en la resurrección de Cristo (vs.18–19).

En Efesios 3.14–18 el apóstol ruega al Padre (v.14) por los demás cristianos, para que puedan adquirir un creciente conocimiento del poder de Dios (v.16), hasta el punto en que Cristo pueda morar en ellos, y que ellos estén arraigados en el amor (v.17), de modo que cada uno, al ser perfeccionado, pueda ser lleno de la plenitud de Dios (v.18). 

En Colosenses 1.9, Pablo ora nuevamente para que los creyentes puedan conocer la voluntad de Dios por medio de la sabiduría y el entendimiento espirituales (v.9), para que la práctica pueda concordar con la profesión (v.10), para que cuenten con el poder necesario para poner en práctica la fe (v.11), para que puedan adquirir poder por medio de la práctica (v.11), y sentirse agradecidos por su inmenso privilegio y su posición en el Señor Jesús (v.12).

La oración resultaba absolutamente esencial para el cristiano (Romanos 12.12). La armadura del cristiano (Efesios. 6.13–17) incluía el tipo de oración que Pablo describe como “toda oración”, que ha de ofrecerse “en todo tiempo”, con “toda perseverancia”, por “todos los santos” (v.18). Y Pablo practicaba lo que predicaba (Romanos 1.9; Efesios 1.16; 1 Tesalonicenses 1.2); de allí su insistencia en la oración cuando escribía a los demás creyentes (Filipenses 4.6; Colosenses 4.2).

¿Seguimos con la misma intensidad de la oración?

Un gran impedimento para la oración es el resentimiento. Es decir, tener un espíritu que no perdona. Es una ley: Si no perdona, Dios no puede perdonar.  No puede recibir perdón si es que su corazón está obstruido por el resentimiento. Jesús dice en Marcos 11:24-25:

“Por tanto, os digo que lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.”

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