El rey David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón.
7Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa.
8Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías.
9Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías.
10Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías.
11Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia.
De los reyes davídicos hasta la deportación a Babilonia (597 a.C.)
Los Israelitas, quienes descendieron de Abraham, fueron esclavos de Egipto. Ellos fueron guiados desde Egipto por Moisés después de las diez terribles plagas que habían forzado a los egipcios a reconocer que había un Dios en el cielo que estaba en control de todos los acontecimientos del mundo. El libro del Éxodo (el nombre significa “salida”) nos relata sobre todos estos eventos.
Al final la nación de Israel se estableció en la tierra de Canaán donde Abraham había vivido. Su primer rey fue Saúl, y el segundo fue David, quien fue el autor de muchos de los Salmos.
David, como Abraham y otros muchos receptores de las promesas de Dios, no tuvo una vida fácil. Creció como el hijo más joven en una familia grande, lo que en el Israel del año 1000 a.C. significaba cuidar las ovejas y ser mensajero de sus dominantes hermanos mayores (1 Samuel 15-17). Durante este tiempo aprendió un nivel de fe en Dios que pocos hombres han alcanzado hasta ahora.
Llegó el día cuando Israel se vio enfrentado al desafío final de sus agresivos vecinos, los filisteos; fueron desafiados a que uno de sus hombres luchara con el gigante Goliat, el campeón de los filisteos, en el entendido de que cualquiera que ganara la lucha gobernaría a los perdedores. Con la ayuda de Dios, David derrotó a Goliat usando una honda, lo que le dio una popularidad aún mayor que la de su rey (Saúl).
Finalmente, David llegó a ser rey, y para mostrar su aprecio por el amor que Dios le demostró durante el desierto de su vida, decidió edificar un templo a Dios. La respuesta de Dios fue que el templo lo edificaría Salomón, hijo de David, y que Dios quería edificar una casa a David (2 Samuel 7:4-13). Luego siguió una detallada promesa que repite mucho de lo que fue dicho a Abraham, y que también añadió algunos otros detalles:
12Y cuando tus días se hayan cumplido y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual saldrá de tus entrañas, y afirmaré su reino.
13Él edificará una casa para mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino.
14Yo seré padre para él, y él será hijo para mí. Si hace mal, yo lo castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres;
15pero no apartaré mi misericordia de él como la aparté de Saúl, a quien quité de delante de ti.
16Tu casa y tu reino permanecerán siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente’ ” (2 Samuel 7:12-16)
Teniendo a la simiente firmemente identificada como Jesús, varios detalles adquieren ahora importancia:
La simiente
“De tu linaje… el cual procederá de tus entrañas… Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo”. “De tu descendencia pondré sobre tu trono” (2 Samuel 7:12,14; Salmo 132:10,11). Jesús, la simiente, habría de ser un descendiente literal y corporal de David, y no obstante tener a Dios como su Padre.
Esto sólo se podía lograr por medio del nacimiento virginal según se describe en el Nuevo Testamento; la madre de Jesús fue María, una descendiente de David (Lucas 1:32), pero él no tuvo padre humano. Dios obró milagrosamente en el vientre de María mediante el Espíritu Santo para hacerla concebir a Jesús, y por eso el ángel comentó: “Por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35). El “nacimiento virginal” era el único modo por el cual se podía cumplir apropiadamente esta promesa a David.
La casa
La frase “él edificará casa a mi nombre” (2 Samuel 7:13) muestra que Jesús edificará un templo para Dios – tanto literal como espiritual. Ezequiel 40-48 describe que en el Milenio ( los primeros 1000 años del reino de Dios después de que Jesús regrese a la tierra) se edificará un templo en Jerusalén.
La “casa” de Dios está donde Él esté dispuesto a vivir, y en Isaías 66:1,2 se nos dice que Él vendrá a vivir en el corazón de los hombres que sean humildes ante su palabra. Por lo tanto, Jesús está edificando un templo espiritual, formado de los verdaderos creyentes, para que Dios lo habite.
Descripciones de Jesús como la piedra base del templo de Dios (1 Pedro 2:4-8) y de los cristianos como las piedras del templo (1 Pedro 2:5), ahora adquieren sentido.
El trono
“Afirmaré para siempre el trono de su reino [de Jesús]… tu casa y tu reino [de David]… tu trono será estable eternamente” (2 Samuel 7:13,16 compárese con Isaías 9:6,7). Por lo tanto, el reino de Cristo estará basado en el reino de Israel que regía David; esto significa que el reino de Dios venidero será un re-establecimiento del reino de Israel. Para cumplir esta promesa, Cristo debe reinar en el “trono”, o lugar de gobierno, de David. Este estaba literalmente en Jerusalén. Esta es otra prueba de que el reino debe establecerse aquí en la tierra a fin de que se cumplan estas promesas.
El reino
La frase “será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro” (2 Samuel 7:16) sugiere que David presenciaría el establecimiento del reino eterno de Cristo. Por lo tanto, esta fue una promesa indirecta de que él resucitaría al regreso de Cristo de modo que pudiera ver con sus propios ojos cómo el reino se establecería en todo el mundo, con Jesús reinando desde Jerusalén.
Es absolutamente vital entender estas cosas que fueron prometidas a David. David gozosamente se refirió a estas cosas como “pacto perpetuo… toda mi salvación y mi deseo” (2 Samuel 23:5).
Estas cosas también tienen que ver con nuestra salvación. De la misma manera que con las promesas a Abraham, si estamos en Cristo, todo lo que es verdad de la simiente prometida de David es en cierto modo verdadero de nosotros.
¿Se cumplen las promesas en Salomón?
Salomón, hijo de David, cumplió una parte de las promesas que se hicieron a David. Él edificó un templo para Dios (1 Reyes 5-8), y tuvo un reino muy próspero. Naciones de todas partes enviaban representantes para ofrecer sus respetos a Salomón (1 Reyes 10), y había gran bendición espiritual por el uso del templo. Por lo tanto, el reinado de Salomón apuntaba hacia el cumplimiento mucho mayor de las promesas que se hicieron a David, lo cual se verá en el reino de Cristo.
Algunos han afirmado que las promesas hechas a David se cumplieron completamente en Salomón; pero esto es refutado por lo siguiente:
- Abundante evidencia en el Nuevo Testamento muestra que la “simiente” es Cristo, no Salomón.
- Parece que David conectó las promesas que Dios le hizo a él con las que hizo a Abraham (1 Crónicas 17:27 = Génesis 22:17,18).
- El reino de la “simiente” habría de ser perpetuo y el de Salomón no lo fue.
- David reconoció que las promesas se referían a la vida eterna, lo que excluía toda referencia a su familia inmediata: “No es así mi casa para con Dios; sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo” (2 Samuel 23:5).
- La simiente de David es el Mesías, el Salvador del pecado (Isaías 9:6,7; 22:22; Jeremías 33:5,6,15; Juan 7:42). Pero después Salomón se apartó de Dios (1 Reyes 11:1-13; Nehemías 13:26) debido a su alianza matrimonial con los que están fuera de la esperanza de Israel.
Por nuestros estudios anteriores nosotros creemos que la “simiente” es Jesús. Su descripción como el hijo de Dios (2 Samuel 7:14) confirma esto, al igual que muchas otras referencias en otras partes de la Biblia:
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- “Yo soy… el linaje de David”, dijo Jesús (Apocalipsis. 22:16).
- “Jesucristo, que era del linaje de David según la carne” (Romanos 1:3).
- “De la descendencia de éste [David], y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel” (Hechos 13:23).
El ángel Gabriel se le apareció a María antes del nacimiento de Jesús, y le dijo:
“Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y El Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. (Lucas: 1:32-33).
Esta genealogía de Mateo no es completa, por supuesto. Se dejaron fuera varios nombres. En 1:8 se omiten Ocozías, Atalía, Joás y Amasías, probablemente debido a su relación con Atalía, la hija perversa de Acab.
Ocozías es llamado también Joacaz (2 Crónicas 21:17), variante del mismo nombre. Hijo menor de Joram, rey de Judá.
Atalía es hija de Acab, y nieta de Omri (2 Reyes 8:26). Su casamiento con Joram, rey de Judá, marcó una alianza entre Israel (el Norte) y Judá (el Sur), y denotaba la superioridad de Israel. La muerte de su hijo, Ocozías, tras un reinado de un año, a manos de Jehú, en la “revolución. Durante seis años su autoridad no fue cuestionada, pero luego el sacerdote Joiada puso al niño Joás en el trono.
Joás es el hijo Ocozías, 8º rey de Judá. A la edad de 7 años fue proclamado rey por Joiada, y Atalía fue ejecutada (2 Reyes 11:7–20; 2 Crónicas 23:1–15). El reinado de Joás duró 40 años (2 Reyes 12:1). Reconstruyó el templo con la ayuda de Joiada (2 Reyes 12:5–16; 2 Crónicas 24:4–14), pero permitió el resurgimiento de prácticas paganas a la muerte de este (2 Crónicas 24:17–18).
Amasías es el hijo de Joás (2 Reyes14:1–20; 2 Crónicas 25). Reinó veinticinco años. Se condujo bien ante los ojos del Señor, pero no con corazón perfecto. Una vez afirmado en el reino mató a los asesinos de su padre. Movilizó un ejército de 300.000 hombres de Judá y contrató a 100.000 de Israel para reconquistar a Edom. Derrotó decisivamente a Edom y llevó los ídolos a Judá. Poco después le hizo guerra temerariamente a Joás, rey de Israel, el cual lo humilló y lo llevó cautivo luego de saquear a Jerusalén y el templo. Unos quince años después murió en Laquis a manos de unos conspiradores y lo sepultaron en Jerusalén.
Sumario
- En la Biblia Dios ha revelado su propósito con la tierra.
- Dios le dijo a David que aquel por quien este propósito sería cumplido vendría de su linaje.
- Jesús fue el prometido.
- Él gobernaría con justicia cuando el reino de Dios se haya establecido.
Esta esperanza, basada en la enseñanza de la fundación del Antiguo Testamento, fue contenida claramente en el mensaje de Jesús y los apóstoles.
Cronología Bíblica
Durante este periodo identificado por Mateo en la genealogía de Jesucristo:
- Tras el fracaso de Saúl, David estableció la monarquía de Israel.
- Dios hizo un pacto personal con el rey David.
- Salomón glorificó y consolidó el imperio que David había levantado.
- Salomón edificó el templo que su padre había deseado y planeado.
- Salomón hizo lo malo en los ojos de Dios.
- Roboam, el hijo de Salomón, rechazó la petición del pueblo y el consejo de los ancianos de aliviar las cargas.
- Conducidas por Jeroboam, las diez tribus del norte se escindieron de la casa de David y formaron un reino rival en el norte, tomando para ellos el nombre de Israel.
- Dejó a Roboam y a sus descendientes davídicos con los restos – el reino de Juda.
- La historia de Israel es la de los reinos divididos.
- El reino de Israel fue el primero en ser destruido.
- El exilio ocurrió en 586/7 a.C. cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, conquistó Judá, destruyó Jerusalén y llevó cautivos a miles a Babilonia.
Una breve mirada a los personajes bíblicos (Mateo 1:7-11)
Salomón: Es el tercer rey de Israel (971–931 a.C.), hijo de David y Betsabé (2 Samuel 12.24); también llamado Jedidías (‘amado de Jehová’) por Natán el profeta (2 Samuel 12.25).
Salomón había llevado a cabo obras monumentales, incluso la construcción del Templo, pero a un costo exorbitante: la buena voluntad y la lealtad de su pueblo. La unión matrimonial con mujeres extranjeras trajo como consecuencia la introducción de religiones extranjeras, y el rey comprometió las convicciones que había expresado en su oración de dedicación del templo (1 Reyes 8:23, 27).
Roboam: Es el hijo de Salomón y Naama que, a la muerte de su padre, se convirtió en el último rey de una Israel unida, y el primero del reino de Judá en el Sur. Las medidas opresivas que necesitó establecer Salomón para asegurarse los fondos para sus gastos públicos y reales produjeron un enfrentamiento entre Roboam y el reino del Norte. A causa de su arrogancia aceptó malos consejos que lo llevaron a aumentar esas cargas, lo que Israel se negó a aceptar.
Abías: Es el hijo y sucesor de Roboam, rey de Judá (1 Crónicas 3:10; 2 Crónicas 11:20; 13.1). Abías reinó tres años sobre Judá (1 Reyes 15:2; 2 Crónicas 13:2). En el discurso que Abías pronuncia antes de la batalla condena la apostasía del reino del Norte, y declara que Dios había dado el reino de Israel a la dinastía davídica para siempre, y que sólo era legítimo y acepto el culto que se le ofrecía en el templo de Jerusalén.
Asa: Es el tercer rey del estado independiente de Judá, cuyo reinado duró 41 años (911–870 a.C.). La primera parte de su reinado se caracterizó por el celo religioso que lo llevó a abolir los dioses paganos y la prostitución en el culto. La última parte de su reinado se vio ensombrecida por su enfermedad (2 Crónicas 16:12) y las continuas guerras, que el Cronista atribuye a que no supo seguir dependiendo de Yahvéh (2 Crónicas 16:7).
Josafat: Es el hijo y sucesor de Asa como cuarto rey de Judá (873–849 a.C.). Josafat aumentó el poderío de Judá en prevención de agresiones, fortificándola y colocando guarniciones estables en las ciudades del N (2 Crónicas 17:2,12–19). El reinado de Josafat fue notorio por su fidelidad a las instrucciones de Yahvéh (1 Reyes 22:42; 2 Cr. 20.32). Eliminó buena parte del culto pagano (1 Reyes 22:43, 46), envió maestros ambulantes de la ley mosaica (2 Crónicas 17:7–9). Reorganizó el sistema legal nombrando jueces en ciudades claves, con un tribunal de apelación en Jerusalén (2 Crónicas 19:4–11).
Joram: Rey de Judá, 848–841 a.C. (2 Reyes 8:16–24; 2 Crónicas 21). Fue hijo y sucesor de Josafat, pero alteró las costumbres de su padre favorables al culto de Yahvéh. Se casó con Atalía, que era hija del rey Acab de Israel, y, en consecuencia, hermana del rey Joram de Israel, y llevó a Israel por los caminos paganos y sangrientos de Acab y Jezabel.
Uzías: Hijo de Amazías, que fue proclamado décimo rey de Judá, entronizado por el pueblo después del asesinato de su padre (ca. 767 a.C.; 2 Reyes 14:18–21; 2 Crónicas 25:27–26.1). Uzías amplió las fronteras de Judá, reconquistando el control del puerto de Elat en el mar Rojo y reedificándolo (2 Reyes 14:22), y también realizó campañas exitosas contra los filisteos, los árabes y los amonitas (2 Crónicas 26:6–8). Por una falta cúltica Uzías fue herido de lepra, y su hijo Jotam fue designado corregente (2 Cr. 26.16–21).
Jotam: Es el hijo de Uzías (Mateo 1:9) y duodécimo rey de Judá. Comenzó su reinado como corregente, ca. 750 a.C., cuando se descubrió que su padre padecía de lepra (2 Reyes 15:5), y fue, luego, único monarca ca. 740-ca. 732 a.C. Temeroso de Dios, Jotam construyó la puerta mayor del templo, fortificó y extendió la tierra de Judá, y subyugó a los hijos de Amón (2 Crónicas 27:3–6). 3. Hijo de Jahdai y descendiente de Caleb (1 Crónicas 2:47).
Acaz: Rey de Judá (732–715 a.C.), hijo de Jotam. En los primeros años de su reinado, Peka, rey de Israel, y Rezín, rey de Siria, trataron de obligarlo a unirse a la alianza antiasiria. Al fracasar, los aliados invadieron Judá (2 Reyes 16:5).
Ezequias: Es el 14º rey de Judá. Era hijo de Acaz, tenía 25 años cuando comenzó a reinar, y reinó durante 29 (2 Reyes 18:2; 2 Crónicas 29:1). Su importancia se refleja en los tres relatos de su reinado (2 Reyes 17–20; Isaías 36–39; 2 Cónicas 29–32).
Manasés: Es el hijo se Ezequías y Hepsiba, que comenzó a reinar en Jerusalén a la edad de doce años y reinó 55 (2 Reyes 21:1; 2 Cónicas 33:1); probablemente como corregente con su padre 696–686 a.C., y como único monarca en 686–642 a.C. Su reinado se caracterizó por un retroceso religioso provocado por el terror de Asiria y la fascinación que provocaban sus cultos. Como consecuencia, hubo armonía entre el baalismo, culto de Astarté en los “lugares altos”, la adoración de los astros, y el espiritismo y la adivinación. Su largo reinado fue sanguinario y reaccionario, y notorio por la introducción de altares ilegales en los atrios del templo, y porque “pasó a su hijo por fuego” en el valle del hijo de Hinom.
Amón: Es hijo de Manasés que reinó en Judá dos años (2 Reyes 21:19–26; 2 Crónicas 33:21–25). Antes de que su reinado fuera interrumpido súbitamente por asesinato, dio las más claras muestras de su completa aceptación de la burda idolatría de los primeros años de su padre.
Josías: Es el decimoséptimo rey de Judá. Como hijo de Amón y nieto de Manasés, el “pueblo de la tierra” lo llevó al trono a la edad de 8 años al ser asesinado su padre. Reinó durante 31 años (640–609 a.C.; 2 Reyes 21:24–25.1; 2 Crónicas 33:25–34.1). En 622/1 a.C. se encontró el “libro de la ley” durante las reparaciones del templo (2 Reyes 22:8–10; 2 Crónicas 34:8–18). Esta colección de leyes antiguas, al aventar el sentimiento de nacionalismo ya existente, estimuló mayores reformas políticas y religiosas. Sobre la base de este libro Josías eliminó el culto pagano (2 Reyes 23:4–14), incluidos los sacerdotes falsos (2 Reyes 23:5) y el altar en Betel (2 Reyes 23:15; 1 Reyes 13:2). Él y el pueblo hicieron un nuevo pacto con Yahvéh (2 Reyes 23:1–3; 2 Crónicas 34:29–33), que haría del libro descubierto la ley del país. También celebró la pascua con una grandiosidad que no se había visto desde los días de Samuel (2 Reyes 23:21–23; 2 Crónicas 35:1–19).
Jeconías (Joaquín): (“Conías” en Jeremías 22:24, 28). Joaquín fue nombrado rey de Judá por los babilonios después de la revuelta de su padre Joacim (6 de dic. de 598 a.C.). Su breve reinado de tres meses y diez días (2 Crónicas 36:9) está descrito en 2 Reyes 24:8–16; 2 Crónicas 36:9–10. Se caracterizó por su maldad, y el profeta Jeremías pronosticó el fin de su reinado y dinastía (Jeremías 22:24–30).
…y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia.
Punto de reflexión
Leemos que Salomón “amó” a Jehová” (1 Reyes 3:3), pero un poco después se relata que “amó a muchas mujeres extranjeras”, que le apartaron de la pura adoración a Jehová hacia la idolatría (1 Reyes 11:1-14). No alcanzó la estatura espiritual de su padre, cuyo corazón se llenó repetidas veces de un pesar genuino y punzante por su pecado.
Sin embargo, ¿no quedamos sin esperanza de que antes de su muerte se haya vuelto realmente al Señor? Somos fortalecidos en esta opinión por pasajes como los siguientes: 2 Samuel 12:24-25; Eclesiastés 2:1-11; 12:13-14; 1 Reyes 3:5-15; 8:22-53; Nehemías 13:26.