Durante nuestro estudio de la formula preparada por los llamados “Padres” de la Iglesia en el Concilio de Nicea en el año 325 d.C., era inevitable dejar de referirnos a una serie de términos filosóficos y técnicos existentes (Vea Capítulo 5). Consecuentemente, es necesario tener algún conocimiento de la filosofía del mundo grecorromano para ayudarnos a apreciar el ambiente de donde surgieron aquellos términos. En este capítulo, hacemos una referencia breve a unas de las ideas filosóficas de los griegos y su influencia sobre el desarrollo del cristianismo durante los primeros cinco siglos.
En el mundo en que nace y se desarrolla el cristianismo, las ideas filosóficas principales – el platonismo y el estoicismo – habían alcanzado una amplia difusión y gozaban de gran popularidad. En el proceso de nuestro estudio, nos referiremos a dos personajes: a Platón, para apreciar su inmensa influencia filosófica, y también a un filósofo judío, Filón, quien nació alrededor del año 20 a.C.. En algunos aspectos era más griego que judío. Trató de combinar las Escrituras del Antiguo Testamento con la filosofía griega.
Filón fue también uno de los precursores del ´neoplatonismo´, lo cual consideramos en este capítulo. Lo nombramos porque surge en Alejandría durante el siglo III de la era cristiana y su influencia se extendió a todo el Imperio Romano.
Filosofía es un término derivado del griego, que significa ‘amor por la sabiduría’. Esta definición clásica convierte a la filosofía en una tensión que nunca concluye, en una búsqueda sin término del verdadero conocimiento de la realidad. Como Pablo explica a los hermanos en Corinto:
«Pues ya que, en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.» (1 Corintios 1:21)
Desde el siglo IV a.C. hasta el desarrollo de la filosofía cristiana en el siglo IV d.C., el epicureísmo, el estoicismo, el escepticismo y el neoplatonismo fueron las principales escuelas filosóficas en el mundo occidental. Con respecto a las muchas escuelas filosóficas, recordamos una de las muchas experiencias de Pablo durante su predicación del Evangelio. En Hechos 17:16-34, le encontramos en Atenas hablando con unos epicúreos y estoicos.
La gente del Imperio Romano se caracterizaba por una gran diversidad de creencias religiosas. Los epicúreos y los estoicos eran filósofos que dominaban la cultura griega. Los epicúreos creían que buscar la felicidad o el placer era la meta primordial de la vida. En contraste, los estoicos concentraban su pensamiento en los sentimientos y procuraban vivir en armonía con la naturaleza y la razón. El estoicismo acepta todo en la vida como inevitable resultado del destino. Como podemos ver en Hechos 17:16 la creencia en múltiples dioses, el politeísmo, era común en Atenas.
Estos filósofos pensaban que Pablo estaba propagando una religión de dos nuevos dioses (Hechos 17:18): Jesús y la resurrección. Otros, sin embargo, acusaron a Pablo de palabrero. La palabra describía originalmente un pájaro que recoge semillas o alguien que recogía los desperdicios en el mercado. Más tarde, designó a quien seleccionaba fragmentos de doctrina de aquí y de allá y los mezclaba.
En el peor extremo, Pablo fue acusado de un delito serio: predicador de nuevos dioses. Este fue el mismo delito del cual había sido acusado el gran filósofo Sócrates, también en Atenas, unos 450 años antes y que lo llevó a la muerte. A pesar de lo serio de la acusación de predicar de dioses extranjeros (v.18), los atenienses estaban más interesados en ser informados sobre esa enseñanza exótica que en prevenir su expansión. ¡En realidad eran ellos los “recolectores de retazos”!
Platón (428 a.C. – 347 a.C.)
Tal vez el personaje más famoso de la época griega clásica fue Platón (Su nombre verdadero era Aristocles, pero por su constitución física lo llamaban ‘Platón’ que significa ‘de anchos hombros’). Nació en Atenas hacia 428-427 a.C. en una familia noble y rica. Iniciado en la filosofía por Cratilo, discípulo de Heráclito, pasó luego al círculo de Sócrates y en él permaneció hasta la muerte del maestro.
La base de la filosofía de Platón es su teoría de las Ideas, o doctrinas de las formas. Las Ideas no son simplemente conceptos, son Realidades que existen con independencia de las cosas. La teoría de las Ideas duplica el Mundo en dos esferas o mundos. Resulta el famoso dualismo platónico:
- una ‘esfera inteligible’ de ideas o formas perfectas, eternas e invisibles. Estaba en este mundo el modelo perfecto de todas las cosas.
- una ‘esfera sensible’ de objetos concretos y conocidos. Estaba el mundo real ‘en el que las grandes realidades, de las que nuestras cosas terrenas son sólo copias pobres y pálidas’ (Barclay, 1995, pág. 16)
Aunque se trata de dos tipos de realidad, una visible y móvil y otra invisible e inmutable, no son independientes entre sí, sino que existe una relación entre ellas. Por ‘Ideas’, Platón no quería decir ‘pensamiento u opinión’. Él quería decir realidades espirituales que existen en un mundo invisible. Platón sostiene que las Ideas son los modelos a partir de los cuales es construido el mundo físico. Mantenía que en el mundo invisible estaba el modelo perfecto de todas las cosas. Boer (2001, pág. 22) explica así:
“En este mundo están las ‘ideas’ de cosas materiales como árboles, montañas, agua, sillas… y de las cualidades espirituales como coraje, amor, verdad, bondad y no menos importante, el alma. Estas ideas existen en el mundo invisible en el orden en que unas sirven a otras. En la cima de la pirámide está la Idea del Bien.”
El Bien es la Idea suprema. Por eso sugiere que hay una Idea de la que participan todas las demás. En varias comunicaciones de Platón (Banquete, República y Parménides), comprendemos que la Idea es la de ‘Bien’, en otra es la de ‘Belleza’ y en otra es el ‘Uno’. Entonces, Belleza, Bien y Uno son las tres Ideas que a lo largo del pensamiento de Platón aparecen como principios unificadores que realizan la comunicación entre las Ideas (Cerezo, 2002, pág. 68).
Para Platón, el orden evidente que en él existe no puede ser producto del azar, sino que presupone una inteligencia ordenadora, que domina ‘Demiurgo’ (literalmente, ‘artífice’, ´constructor’). Es “…una especie de dios-artesano que plasma la materia inspirándose en las ideas…” (Megías, 2001, pág.119). Esta función del ser intermediario entre ‘Dios’ y la materia o la creación será en lo sucesivo una constante en la filosofía de inspiración platónica. El Demiurgo es bueno porque Bueno es la principal cualidad de todas las que Platón le atribuye.
Comprendemos entonces que no es exactamente Dios, sino un ser intermedio entre la materia y el mundo de las Ideas. Siguiendo el modelo de lo eterno, el Demiurgo actúa sobre una materia eterna, caótica, agitada por movimientos desordenados. Todo lo que está en el mundo es una copia imperfecta de las Ideas eternas y verdaderas. Y el gran problema era “…cómo salir de este mundo de sombras, y entrar en el mundo de la realidad” (Barclay, 1995, pág. 17). Hay que notar que Platón no emplease nunca expresamente la palabra Dios para referirse al eje del mundo de Ideas. Sin embargo, creía en la existencia de un ser perfecto e inmutable que era al mismo tiempo suma bondad y suprema belleza (Álvarez 2002, pág.78).
Algunos intérpretes intentaron identificar al Dios creador con el Demiurgo. Está claro que esa identificación no es sostenible, ya que el Demiurgo es un simple artífice del mundo, que no crea ni las ideas ni la materia con la cual plasmar los objetos terrenos. Otros intérpretes han identificado a Dios con la Idea del Bien, al que Platón reconoce de manera indiscutible el primer puesto dentro de la jerarquía del mundo de las Ideas. Pero tampoco esta identificación es sostenible, ya que la Idea del Bien está privada de cualquier relación de causalidad eficiente, tanto hacia las otras ideas como hacia el mundo de los fenómenos. Imaginamos que Platón creía en la existencia de un ser perfecto e inmutable que era al mismo tiempo suma bondad y suprema belleza. Sólo puede reconocérsele, en virtud de su primacía jerárquica, la función de fin último de todas las cosas. Comenta Geymonat (1985, pág.96) así:
“A pesar de estas dificultades, la fascinación de las palabras de Platón fue tan grande que hizo surgir en algunos de sus lejanos seguidores la convicción de que debía ser considerado un verdadero precursor del cristianismo, inconscientemente iluminado por la gracia divina.”
Esta última declaración es muy sorprendente para aquellos que creemos en la inspiración de las Escrituras. Es muy difícil aceptar que Platón estaba en la misma categoría como los profetas de la antigüedad que eran recipientes de la divina gracia. Recordemos lo que dice Amós, el profeta de Jehová:
“Porque no hará nada Jehová, el Señor, sin revelar su secreto a sus siervos los profetas.” (Amós 3:7)
Sin embargo, Justino del siglo II de la era cristiana señaló que la filosofía de Platón presentaba muchos puntos de contacto con la doctrina de Cristo. En su primera Apología (1, 46, 2-3; 10, 2 8) enseñó que hubo cristianos antes de Cristo (por ejemplo: Sócrates, Heráclito) en cuanto participaron de Cristo-Logos “…por la investigación e intuición” y “por su conducta”. Añadimos dos citas de estudiosos sobre la influencia de Platón:
“La teología cristiana de los Padres de la Iglesia es, en realidad, el producto del modo cristiano de tratar los conceptos y los métodos de la teología platónica.” (Álvarez, 2002, pág. 79).
“Los padres de la iglesia de los cuatro primeros siglos fueron todos griegos y platónicos; no hay uno solo romano que escribiera sobre el cristianismo, ni que tuviera el más ligero tinte de filosofía…Después de leer completamente a Platón percibo con pesadumbre alguna sombra de la trinidad, que le honra, según los comentaristas. El percibo en el libro sexto de su República quimérica, cuando dice: ‘Hablemos del Hijo, producción maravillosa del bueno, y su perfecta imagen;’ pero por desgracia esta perfecta imagen de Dios es el sol. Hay, pues, que sacar la consecuencia de que el sol, el verbo y el padre, componían la trinidad platónica…
Podrá reconocerse en dicha carta (Platón a Dionisio) la trinidad, no como nosotros la comprendemos; pero es suficiente garantía de los dogmas de la iglesia naciente encontrar estas ideas en un autor griego…” (Voltaire, Diccionario Filosófico, 1764, pág. 40-44)
Filón (30 a.C. a 50 d.C.)
Había en Alejandría un judío llamado Filón que había dedicado la vida a estudiar la sabiduría de dos mundos: el judío y el griego. Era contemporáneo de Jesús e intentó conciliar la cultura helenística con la religión hebrea. Defendió que la filosofía de Platón es compatible con las escrituras del Antiguo Testamento. De este modo, el Dios del Antiguo Testamento es identificado con la idea platónica del Bien. A semejanza del Demiurgo, el concepto de Logos aparece como intermediario entre Dios y el mundo. Aunque el Logos no es exactamente creadora tiene una labor formadora (Álvarez, 2002, pág.115).
Filón de Alejandría, este filósofo judío, se llama el Platón hebreo. Para Filón la verdadera sabiduría se encuentra en la revelación mosaica de manera que los filósofos griegos han sido instruidos en las Escrituras Sagradas. Filón pone a Dios en la cumbre de todo a quien conocemos por revelación. Dios es trascendente, incorpóreo, uno, inmutable, inefable y que no ha tenido principio ni tendrá fin. El mundo tiene su origen en Dios.
Según la enseñanza bíblica, Dios creó el mundo de la materia, pero los filósofos griegos no podían aceptar esto. Como hemos visto, sostenían que Dios no puede tener contacto con la materia que es el origen de todo mal. Por lo tanto, Filón pone un mediador, el Logos o el Verbo entre Dios y las criaturas. El Logos es engendrado por Dios y tiene en sí el mundo inteligible (un eco de Platón), los arquetipos de todas las cosas. Por eso, según Filón,
“Dios crea el mundo mediante el Logos.” (Megías, 2001, pág.123).
El logos, sin embargo, es inferior a Dios, se halla en la frontera que separa la creación de lo creado. No es ingénito como el Padre, ni engendrado como nosotros, sino intermedio entre los dos extremos:
Cuando Filón dice del logos que
“no es increado como Dios ni creado como vosotros” (Wolfson, pág.311),
con ello quiere decir que, si bien el Logos fue creado como todos los seres creados, no obstante, en cuanto ser incorpóreo, su creación no fue como la del hombre, que según las Escrituras fue creado del polvo de la tierra. El resultado de este razonamiento puede inferirse, como dice Filón, que el Logos no es increado, como Dios lo es, no puede llamarse Dios al Logos. Así, cuando el propio Filón entiende que en Génesis 31:13, el término ‘Dios’ se refiere al Logos, aclara inmediatamente que ello no significa que existan ‘dos Dioses’, pues, como dice a continuación: ‘aquel que es verdaderamente Dios es uno, pero más de uno son los que reciben tal nombre sin serlo’. Y así también cuando llama al Logos ‘un segundo Dios’ o ‘segundo respecto a Dios’ con ello tan sólo pretende expresar que el Logos es ‘divino’, que es como Filón suele referirse al Logos explica Wolfson (pág.311)
En el Logos, Filón vio un poder divino menor que Dios que estaba entre Dios y el mundo. Podemos entender como más tarde, este pensamiento jugó un papel importante en el esfuerzo de los pensadores cristianos para explicar la relación de Cristo con Dios.
El Neoplatonismo
En la época cristiana del siglo III, surge el ‘neoplatonismo’ como un intento de unión entre el cristianismo y la filosofía de Platón (Megías, 2001, pág.123). Su discípulo más conocido y principal exponente de la doctrina fue Plotino (205 d.C. – 270 d.C.). Este había nacido en Licópolis (en Egipto) y fue discípulo de Ammonio Saccas (del 232 d.C. al 243 d.C.) que enseñó en Alejandría. Después de estudiar durante más de una década con Ammonio Saccas, hizo un viaje a Persia (Se enroló en el ejército del emperador Gordiano, que había de tomar parte en la campaña contra Persia.) y finalmente se estableció en Roma (entre 244 d.C. y el 270 d.C.) donde enseñó con mucho éxito la nueva filosofía (Cerezo 2002, pág.137).
El punto fundamental de toda la filosofía de Plotino es la noción de ‘trascendencia’, que hereda de la tradición platónica: trascendencia completa, absoluta, de la verdadera realidad con respecto al mundo empírico en el que vivimos y actuamos. Esta noción, sin embargo, se enriquece en Plotino con muchos temas que recibe no sólo de Platón, sino de todas las mayores escuelas filosóficas griegas.
¿Y qué comprendemos de la ‘transcendencia’? Plotino piensa que hay una sola realidad originaria (para Platón, la idea del Bien), pero en Plotino esta realidad tiene un carácter marcadamente religioso y denominará Uno. Es la primera de las tres hipóstasis (significa ‘verdadera realidad’. Era un término usado por Platón.). El Uno es el principio supremo, causa de todo lo que existe. Es la fuente de la que procede todo. No lo podemos conocer ni expresar con nuestros conceptos. El Uno engendra la Inteligencia, el Nous. Es el lugar de las ideas.
[Inteligencia. Conviene distinguir entre nous y diánoia dos conceptos distintos que suelen verterse por el término de inteligencia. Nous (también significa ‘mente’) apunta a un conocimiento firme y claro, intuitivo y último. Diánoia es la inteligencia discursiva y dialéctica.]
En ella coinciden lo inteligible y la Inteligencia. Es la segunda hipóstasis. Luego pasamos a la tercera hipóstasis porque la Inteligencia, el Nous, produce o genera el tercer principio, el Alma de dos niveles: El Alma superior que mira a la Inteligencia; El Alma inferior que mira al mundo sensible. Por eso comprendemos que su esquema fundamental de la realidad es constituido por entidades jerárquicamente escalonadas y procedentes unas de otras:
el Uno
↓
mundo inteligible
↓
el Logos o Inteligencia
↓
el Alma del mundo
↓
el mundo sensible
Si comparamos los dos pensamientos – de Platón y de Plotino – vemos que ambos insisten en la trascendencia del Uno-Bien. Sin embargo, hay una diferencia con la intervención del Demiurgo. En el caso de Plotino, la explicación viene por la vía de la procesión, de la ‘emanación’ (Cerezo,2002, pág.139), como si entre el Uno y el mundo sensible, Plotino hubiera tendido un puente de realidades espirituales intermedias. Para Platón, el Demiurgo es el artesano que ‘crea’ el mundo sensible.
El Uno es el Bien del cual ‘emana’ todo lo que existe. Nada puede detener su presencia porque el Uno es omnipresente. Del Uno emanan varios planos de realidad, siendo el Nous (inteligencia pura) en el cual se alojan las ideas. La inteligencia procede de lo Uno, lo mismo que la luz procede del sol. Encontramos un concepto de mucho interés para nuestro estudio de la influencia de la filosofía en el cristianismo cuando consideramos la idea de Plotino con respecto a ‘producción’. El Nous procede de lo Uno, pero en esta producción no hay acción alguna. El Uno produce el Nous sin decidirlo ni quererlo, sin acción, sino simplemente porque es Uno.
Del Nous procede el Alma superior. Es poseedora de un logos inmanente donado por la Inteligencia. Ésta es la razón por la que no es semejante al Nous; y, al ser incapaz de identificarse con las Ideas, contempla sólo las imágenes de ellas, los lógos. No sólo posee lógos, sino que también le es inmanente una fuerza creadora, que es la que origina y el Alma inferior. El Alma inferior o Naturaleza, en primer lugar, contempla la superior, y, en segundo, genera las cosas sensibles.
[Lógos – el concepto griego que cubre este término es muy amplio y difícil de traducir en muchos casos. Significa ‘palabra’, ‘razón’, ‘relato’, ‘tratado’.]
Observamos que el Alma superior (o universal) es un puente intermedio entre el mundo inteligible y el sensible. El Alma tiene también una actividad creadora y se comunica a la materia, multiplicándose sin dividirse en todos y cada uno de los seres particulares del mundo sensible. Del Alma universal proceden todas las almas y todas las formas de los seres sensibles. Ella produce y gobierna el conjunto del Universo corpóreo. (Bastidas, 2004, pág.4).
El problema difícil es, para Plotino, concebir el camino a través del cual puede realizarse esta derivación, sin que por causa de ella, el Uno pierda su unidad o disminuya su trascendencia. Para resolverlo recurre, como acabamos de leer, a la noción de emanación, ya usada por Filón: la realidad divina desborda, se expande, se cambia en algo inferior (ilustrado en analogías: a la luz que se expande del sol; el calor que emana del cuerpo caliente). Pero el concepto de la emanación no basta; el mundo de la naturaleza no puede manar directamente de Dios; se necesitan subsistencias intermedias (hipóstasis). Surge de esta manera la idea de una especie de trinidad divina, pero en la cual – de la manera diferente a lo que será la Trinidad para los ‘ortodoxos’ – el segundo y el tercer ser divinos son inferiores al Uno: del Uno emana el Intelecto (o verbo del Uno) y de éste el Alma.
Cuando aprendemos más de Plotino de su enseñanza del Alma, estamos de acuerdo con la observación de lo que dice Megías: “Esta síntesis filosófica llamada neoplatonismo ejercería una gran influencia en la Iglesia posterior” (2001, pág. 223). Ahora se nota la introducción del alma inmortal. El hombre no constituye un compuesto sustancial único. Se compone de un elemento material y corruptible, que es el cuerpo, y de otro espiritual e inmortal, que es el alma. Imagínese, dice que ¡El cuerpo es la cárcel del alma! Añade más Bastidas (ibid) de su resumen de los pensamientos de Plotino:
“La unión del cuerpo y del alma es accidental y violenta, por lo tanto tiende a separarse de él para retomar a su estado primitivo…La vida terrestre no es más que una sombra y una apariencia. En esto consiste el drama de la vida, pues el alma conserva el recuerdo del mundo superior y tiende a libertarse del cuerpo…”.
Aunque la doctrina ortodoxa de la ‘inmortalidad del alma’ no es el tema de este ensayo, simplemente notamos la influencia de la filosofía neoplatonista en otras doctrinas esenciales también.
Trinidades divinas paganas
Si repasamos la historia de las religiones pre-cristianas, veremos que en casi todas ellas era absolutamente corriente la idea de la trinidad divina (Rodríguez, Pág.413).
El historiador William James Durant (1885 – 1988) fue un filósofo, escritor e historiador estadounidense de los siglos XIX y XX. Dijo:
“La cristiandad no destruyó al paganismo; lo adoptó. […] Las ideas de una divina trinidad tuvieron origen en Egipto”.
Por ejemplo, según www.portalplanetasedna.com sabemos que “Las clases superiores egipcias continuaron siempre siendo monoteístas. Adoraban a un Ser Supremo, el Sol, creador de todas las cosas, y que recibía distintos nombres según la ciudad: Amón, Rha y Ptah, en Abidos, Menfis y Tebas, respectivamente. Pero para el pueblo, eran dioses distintos y hasta rivales. La creencia popular los imaginaba viviendo en familia, con una mujer y un hijo, formando así las “tríadas” o trinidades de dioses.
- En Tebas, esta trinidad estaba formada por Amón, Muth y Chons.
- En Menfis, se llamaba Ptah, Seket e Imuthes.
- En Abidos, la formaban Osiris, Isis y Horus.
Esta última trinidad fue la más popular y su culto se extendió por todo Egipto.
De esta última referencia se entiende que la religión en el antiguo Egipto resulta difícil de entender tal y como hoy concebimos el término. En el antiguo Egipto no podemos hablar de creencias, sino de cultos, y fundamentalmente cultos locales, rendir culto a un dios proclamado como dios de esa localidad es la base de esta religión. Esencialmente era la adoración de los dioses, dueños y señores de Egipto y todo lo que sucedía en la vida cotidiana, para bien y para mal, era por obra de los dioses. Nunca existió una verdadera religión, como sistema teológico unificado. Hemos visto que los dioses se agrupaban muchas veces en triadas, pero también en eneadas y ogdoadas, grupos de 3, 9 y 8 dioses respectivamente, emparentados. Nos encontramos que los mismos dioses pertenecen a 2 triadas diferentes según las localidades, y sus esposas e hijos no son por tanto los mismos según se trate de una ciudad u otra, lo cual hace aún más difícil la clasificación de la que antes hablábamos (Egiptología.org.)
De la Enciclopedia Católica sabemos:
“El Panteón babilónico surgió de la gradual amalgama de las deidades locales de las primitivas ciudades-estado de Sumer y Akkad. Y la mitología babilónica es principalmente la proyección en la esfera celeste de las aventuras terrenales de los primitivos centros de civilización en el valle del Éufrates. La religión babilónica, por tanto, es en gran medida un producto sumerio…
El espíritu que guía o protege una localidad extendía su poder con el poder político de sus adherentes; cuando los ciudadanos de una ciudad entraban en relaciones políticas con los ciudadanos de otra, la imaginación popular pronto creaba la relación de padre e hijo, hermano y hermana, o marido y mujer, entre sus dioses respectivos. La Trinidad babilónica de Anu, Bel y Ea es el resultado de una especulación tardía, que divide el poder divino en lo que gobierna el cielo, lo que gobierna la tierra y lo que gobierna bajo la tierra.”
Aunque Platón no enseñó la Trinidad en su forma actual, sus filosofías prepararon el camino para tal enseñanza. Después surgieron movimientos filosóficos que incluyeron creencias en tríadas, sobre las cuales ejercieron influencia las ideas de Platón acerca de Dios y la naturaleza.
“La trinidad de Platón, en sí meramente es un re-arreglo de trinidades más antiguas que se remontan hasta pueblos más primitivos, parece ser la trinidad racional de atributos de índole filosófica que dio origen a las tres hipóstasis o personas divinas respecto de las cuales enseñan las iglesias cristianas. (…) El concepto que tuvo este filósofo griego (Platón) de la divina trinidad (…) puede encontrarse en todas las religiones antiguas (no cristianas)”. Nouveau Dictionnaire Universel, París, 1865-1870, edición dirigida por M. Lachâtre, tomo 2, pág. 1467.
En el mundo romano se practica una religión porque se pertenece a una comunidad determinada. El ciudadano participa en un culto público de su ciudad, el artesano en el de su colegio, el soldado en el de su unidad, el habitante de una ciudad en el de su barrio, y el individuo privado en el de su familia. Tanto en las provincias como en Roma la vida religiosa de los romanos está formada por un inmenso rompecabezas de dioses y cultos. Cada comunidad tiene su propia religión y sus propios dioses. Una ciudad de derecho romano o latino honra obligatoriamente los dioses tutelares de Roma, la “triada capitalina” – Jüpiter, Juno y Minerva y los emperadores divinizados, pero por lo demás es libre para componer el resto de su panteón.
“Adquiere sabiduría”
Durante nuestra búsqueda de la verdad concerniente a la relación del Hijo con su Padre Celestial, hay que recordar la exhortación que viene de las Sagradas Escrituras:
“Sabiduría, ante todo; adquiere sabiduría; Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.” (Proverbios 4:7)
La sabiduría en su sentido más amplio pertenece sólo a Dios (Job 12:13; Isaías 31:2; Daniel 2:20–23). Su sabiduría no es solamente la perfección del conocimiento que abarca todos los aspectos de la vida sin excepción, sino que también consiste en el irresistible cumplimiento de lo que tiene pensado. Dios en su gracia tiene que revelarla para que el hombre pueda comprenderla en alguna medida. Partiendo del temor del Señor (Proverbios 1:7; 9:10), la sabiduría bíblica se extiende hacia todos los aspectos de la vida, como lo indican los extensos comentarios sobre la sabiduría en Proverbios. La sabiduría aprovecha elementos que discierne en el modo de actuar de Dios y los aplica al andar diario.
La sabiduría pagana, aunque también ella puede ser religiosa, no tiene su asidero en el Dios del pacto que hizo con los patriarcas de Israel. Esta sabiduría se basa en la intuición y la experiencia sin revelación, y por lo tanto tiene serias limitaciones. Sin embargo, buscar la verdad, amarla y seguirla es una exhortación válida para todo ser humano. Por supuesto a primera vista, se puede ver una relación superficial con la definición etimológica de la palabra ‘filosofía’ que en griego quiere decir ‘el amor o búsqueda de la sabiduría’. Pero hay que recordar que, en la primera carta a los Corintios, Pablo declara que la retórica y la reflexión teológica, tan admiradas en su época, fallaban porque no podían llevar a las personas a conocer a Dios y la redención en Cristo. Un Mesías crucificado desafiaba todo lo que los judíos esperaban, a la vez que era desechado como absurdo por el mundo gentil. (1 Corintios 1:20-25).
Es con esta exhortación vigorosa que hemos pensado en los escritos de unos griegos sabios. Por ejemplo, el razonamiento de Platón no lleva a la demostración de la existencia de un Dios creador ‘sino más bien a la de un artífice o un alma del mundo’. Platón concibió a ‘Dios’, no como el Dios de Israel, de Abraham, Isaac y Jacob, sino ‘como la idea suprema del bien, el sol de las ideas’ (Álvarez, 2002, págs.76/79). Sin embargo, sugerimos que la influencia de los pensamientos de Platón es clarísima en la formación y desarrollo de la teología cristiana. Especialmente cuando consideramos que el hombre platónico cree que la muerte del cuerpo es la salvación del alma. Por el contrario, el cristiano verdadero afirma que la muerte no es liberación o rescate del alma sino la paga del pecado (Romanos 6:23).
Un resumen
Los primeros siglos de la era cristiana fueron el escenario de profundas transformaciones intelectuales. En el cristianismo se aglutinan un conjunto de conocimientos de orden superior, alcanzados por medio de la fe, y otro de orden racional. Así, el primer problema que el cristianismo plantea a la filosofía es el de las relaciones entre razón y fe. Durante el primer siglo, había un judío, Filón, educado en las Escrituras y también en las enseñanzas de los filósofos. Advirtió lo que vio como semejanzas entre una parte de la sabiduría hallada por los hombres y la sabiduría revelada por Dios en Su Palabra. En diversas partes de las obras de Filón, descubrimos que se fundó en la idea de que dichas semejanzas entre las enseñanzas filosóficas y las proféticas de algún modo también proceden de Dios. Veremos el impacto de tratar de conciliar ideas o doctrinas diferentes en los capítulos siguientes.
En el ambiente intelectual del helenismo se cruzaron y mezclaron a menudo las influencias de los sistemas filosóficos. Una fuerte influencia de las corrientes espirituales de la época está en el neoplatonismo del siglo III d.C. En él encontramos, por supuesto, una reinterpretación platónica. Y entre las muchas enseñanzas de Plotino, el discípulo de Ammonio Saccas el cultivador del platonismo, aprendemos del Uno. Es el ser por excelencia y la fuente suprema de donde proceden todos los demás seres. Para Plotino, el Uno es incomprensible e indefinible; el Uno sólo se conoce por intuición; el primer grado de descenso del Uno es el Logos.
La labor de los primeros pensadores cristianos se caracteriza entonces:
- por una defensa racional del cristianismo frente a la filosofía y la religión paganas.
- por la aceptación de todas aquellas verdades filosóficas que concuerdan con la revelación cristiana.
De esta forma, simultáneamente con la formación de la filosofía cristiana, se crea la dogmática del cristianismo.