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Dios y Jesucristo

¿Puede Jesús ser el Mismo Dios?: Refutando la Doctrina de la Deidad de Jesús.

Explicación Tradicional y Respuesta
Juan 10:30 | Filipenses 2:5–9 | Juan 1:1–14 | Juan 14:9 | Juan 20:28

Introducción

Uno de los puntos de contienda teológicos más grandes de nuestra época es respecto a la deidad de Jesús. En este artículo nuestra meta será comprobar que es bíblicamente imposible que Jesús sea Dios. Al leer las páginas a continuación, le pedimos que abra su mente a los argumentos y sus pasajes de apoyo, y que reserve su juicio sobre el tema hasta haber considerado toda la evidencia que se citará. La doctrina de la deidad de Jesús tiene casi 17 siglos de existir, y a través de las épocas las grandes fuerzas religiosas han sumergido al mundo en argumentos que supuestamente apoyan esta idea. Por tanto, haga a un lado momentáneamente las tradiciones y los conceptos preconcebidos, para analizar detenidamente la evidencia puramente bíblica.

Es difícil sobrestimar la importancia de este tema. Un conocimiento verdadero de la naturaleza de Jesús es una de las piedras angulares del evangelio. Si nuestro concepto de quién es Jesús está torcido, toda nuestra fe se verá trastornada, ya que es en torno a Cristo que gira la salvación de Dios. Si la piedra angular de nuestro templo está mal puesta, ¿qué esperanza habrá de que permanezca la estructura?

Algo que tenemos que resolver antes de entrar a nuestra discusión sobre este tema, es la autoridad sobre la cual basaremos la resolución del asunto. 2 Timoteo 3:16-17 nos dice que «toda la escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar…a fin de que el hombre de Dios sea perfecto.» La Biblia se declara a sí misma como completamente auto-suficiente en la preparación del hombre para perfección—no es necesaria otra autoridad. Y más que esto, la palabra no tolera otras fuentes adversas; dice Proverbios 30:6 «No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso.» Deuteronomio 4:2 es más enfático, hablando Dios mismo: «NO AñADIREIS A LA PALABRA QUE YO OS MANDO.» También es esencial que podamos comprender la enseñanza bíblica por nuestra propia cuenta, estudiando y pesando los argumentos, haciendo uso de nuestras facultades personales de razonamiento. De ninguna manera podemos permitir que otro nos «interprete» la Palabra; Pedro nos aconseja de esta manera, diciendo: «desead la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación» (1 Pedro 2:2). Es esencial que lo que creemos tenga el apoyo de evidencia bíblica sólida y clara, especialmente en cuanto a todas las doctrinas básicas. Igualmente esencial es que descartemos por completo toda fuente extra-bíblica.

Antes de empezar a tocar los diferentes puntos, hay que destacar el problema más profundo creado por el concepto de la deidad de Jesús. En Deuteronomio 6:4 se expresa explícitamente lo que toda la escritura recalca: «Oye, Israel, Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.» Contradecir esto, diciendo que Jehová no es uno, sino dos (o tres, según sea el caso) es algo muy grande, ya que toda la Biblia maldice la pluralidad de dioses. La enseñanza de la deidad de Jesús trata, con el apoyo que tiene en el cristianismo popular, de presentarse como lo normal—como la enseñanza que siempre ha sido verdadera. Pero no es este el caso, sino que esta idea es un desvío radical del punto más elemental de toda la Biblia. Por tanto, esta doctrina (la de la deidad de Jesús) es la que tiene la obligación de comprobar su veracidad más allá de cualquier incertidumbre, ya que pretende afirmar que Dios es simultáneamente plural y singular.

A. Jesús Murió, Dios es Inmortal

Sin duda alguna, el papel más importante que desempeñó Jesús fue el de morir por los pecados del hombre. Pablo nos dice: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros…» (Romanos 5:8) y también: «Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las escrituras.» (I Corintios 15:3). La muerte de Cristo es lo más primordial del evangelio; con ella Jesús cristalizó una vida de sacrificio. Más adelante, en I Corintios 15:17 Pablo habla de la importancia de la resurrección de Cristo (y claramente, para resucitar es necesario haber muerto) diciendo «si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana.» Sin duda alguna, creer que Jesús murió es esencial para el verdadero cristianismo, y es realmente algo que nadie niega.

Pero examinemos el otro lado de la moneda—lo que dice la Biblia acerca de Dios y la muerte. Encontramos en la escritura lo que la misma lógica nos indica, que nuestro Dios Todopoderoso es inmortal. «Por tanto, al rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos.» (I Timoteo 1:17). Posteriormente, en el capítulo 6 v. 16 de la misma carta, a Dios se le califica como el «único que tiene inmortalidad….» La enseñanza bíblica es clara: Dios es inmortal; no puede morir.

Detengámonos aquí a pensar un momento; la inmortalidad no es una característica fluctuante. Un ser no puede ser inmortal un día, morir el siguiente, y después volver a ser inmortal. O se es inmortal, o no. Vemos entonces que si la Escritura afirma que Dios es inmortal, Dios no puede morir, ya que su naturaleza no se lo permite.

Y respecto al tema que tratamos, con sólo este primer punto como evidencia ya se alcanza a ver el veredicto final: Jesús no puede ser Dios, ya que Jesús murió, algo que para Dios es imposible. Y aquí le invitamos a que reflexione un momento sobre este punto, y verá que el argumento es ineludible. En este punto la tradición religiosa nos presenta una contradicción inmensa: si Jesús es Dios, no puede haber muerto, ya que Dios no puede morir. Pero si Jesús no murió, nuestra fe es vana.

La verdad que enseña la Biblia es clara; no presenta contradicciones de esta magnitud. La Biblia existe para instruirnos respecto a las cosas profundas de Dios y de su plan para con el hombre, no para presentarnos misterios sin respuesta lógica. Y veremos que aunque esta es la primera y más grande contradicción de la idea tradicional, en ninguna manera es la única.

B. Jesús fue Tentado

Nuestro segundo punto lo encontramos en el hecho de que Jesús fue tentado por el pecado. Hebreos 2:18 nos dice que «en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados», y en el 4:15 se nos añade: «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.» Esta es una enseñanza bíblica fundamental: por el hecho de haber participado Jesús de nuestra naturaleza, es fuerte para interceder por nosotros delante de Dios.

Pero respecto a esto, ¿qué nos dice la palabra acerca de Dios? -Dice que «Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie…» (Santiago 1:13). Nuevamente, esto es algo obvio. ¿Cómo podría ser tentado el Dios Todopoderoso? No tendría sentido decirlo, ya que Su naturaleza es perfecta. Y miremos además lo que dice Jesús en Mateo 19:16-17. Aquí uno se le acercó llamándole «maestro bueno.» ¿Y acaso aceptó Jesús que se le atribuyera ese titulo? En ninguna manera. Reprende de inmediato al hombre diciéndole que «ninguno hay bueno, sino uno: Dios.» Aparte de que aquí Jesús claramente establece una diferencia entre él y Dios, la verdad fundamental es ineludible: Dios es bueno. Esa es su naturaleza, y no puede ser tentado.

Una vez más, meditemos sobre esto un momento. ¿Qué es tentación? ¿Cuáles son las implicaciones de decir que un ser es tentado? Santiago 1:14 dice que «cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.» Esto es sencillo, y cuando la Palabra dice que Jesús fue tentado, a este proceso es que se refiere. Por consiguiente, la naturaleza de Jesús era humana y no divina. Pero su comportamiento era divino y no humano, pues no se entregó nunca al pecado. Y otro aspecto de la tentación: hablar de tentación es hablar de la posibilidad de pecar, pues ¿qué lógica hay en decir que uno es tentado, si le es imposible pecar? Claramente, a Jesús, por su naturaleza, le era posible pecar; y su victoria está en que existiendo esa posibilidad, nunca pecó. Y nuevamente, es obviamente imposible para Dios exponerse a la posibilidad de caer en pecado, y por consiguiente, carecería de sentido decir que Jesús era Dios, siendo él tentado.

En conclusión, afirmar que Jesús es Dios, y a la vez decir que fue tentado como nosotros, es contradicción de términos al nivel más básico. Este caso de la tentación de Jesús es como mucho de lo que vamos a ver de la idea tradicional: superficialmente parece estar bien, pero no tolera ser puesta en tela de juicio.

C. Jesús fue Carne

Relacionado con el tema de la tentación está el tema más fundamental de la naturaleza misma de Jesús. Antes de hablar sobre esto, leamos I Juan 4:1-3:

«Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios, y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.»

Aquí Juan nos está advirtiendo de la apostasía que entraría a la iglesia, y a la vez nos da un criterio que debemos usar para identificar la mentira. Dice que la mentira se caracterizaría por decir que Jesús no vino en carne. ¿Y qué significa esto? ¿Significa sencillamente negar que Jesús vino en carne y hueso? ¡Claro que no! Hasta el ateo reconoce la existencia corporal e histórica de Jesús. A lo que esto se refiere es a su naturaleza misma: que fue carne. Y bíblicamente, ¿qué significa esto? De acuerdo a Gálatas 5:16–17, la carne es la voluntad que se opone al espíritu, a lo que es divino. Allí Pablo nos manda «Andad en el espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne.» Y esto es exactamente lo que hizo Cristo. Rechazó los deseos de la carne, para caminar según la voluntad de Dios. Pero es absolutamente esencial reconocer que tuvo estos deseos, estas tentaciones; porque si no tuvo los deseos, ¿qué gloria habría en decir que ganó la victoria sobre el pecado? Si no tuvo los deseos, no hubo ni lucha. Y del otro lado, ¿cómo nos atreveremos a decir que Dios tuvo deseos de hacer el mal? Nuevamente la idea tradicional nos enfrenta con una tremenda contradicción, cuya única resolución está en el reconocimiento que Jesús y Dios son personas distintas. Las diferencias entre Jesús y Dios están en los aspectos más elementales de sus naturalezas, no simplemente en sus envoltorios.

Y notemos la importancia que le da Juan a esto:

«todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo….»

Definir correctamente la naturaleza de Cristo es esencial para nuestra salvación. Si afirmamos que Jesús es Dios, o un ángel, o cualquier cosa que no sea hombre en el sentido completo de la palabra, somos anticristos, y destinados a destrucción por la ira de Dios que está por revelarse. No tengamos temor de revisar minuciosamente las cosas que creemos; temamos mejor la ira de Dios que viene sobre todo el que rechaza su verdad (ver II Tesalonicenses 2:7-12).

D. Dios es Omnisciente

Toquemos otro punto. Respecto a la sabiduría de Dios, sin duda todos estarán de acuerdo en que El es omnisciente, infinitamente sabio. Pero veamos lo que nos dice la escritura acerca de Jesucristo. Lucas 2:40 relata que Jesús «crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría,» y luego el v. 52 del mismo capítulo repite que él «crecía en sabiduría.» ¿Cuál es la implicación de la palabra «crecer» en este contexto? Significa sencillamente que estaba adquiriendo sabiduría que antes no poseía. Y si en cualquier momento de su vida había sabiduría que él no tenía, ¿cómo se podría decir que era omnisciente? ¿Acaso Dios podría olvidar todo su conocimiento para volverlo a aprender? Pero la Trinidad (palabra que a propósito, no es bíblica) dice que Jesús en ningún momento dejó de ser Dios. Nuevamente, al examinar cuidadosamente un aspecto de la tradición, vemos que la idea no tolera un análisis a la luz de la Biblia.

Jesús era hombre, y aprendió como todos aprendemos, en estudio, meditación y experiencia – «y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia» (Hebreos 5:8). Sin duda alguna, Jesucristo es el hombre más sabio que ha vivido, pero no era así desde el día en que nació. Un ejemplo específico de las limitaciones del conocimiento de Jesús es respecto a la fecha de su retorno. Cuando él habla sobre ese día en Marcos 13:32, dice que «de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aún los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.» Jesús afirma claramente no saber cuando le tocaría volver; y no sabiendo esto—¿será posible que sea Dios?

E. La Cuestión de Autoridad

El último punto que expusimos está íntimamente ligado con otro, el de la autoridad de Jesús. La tradición dice que el Hijo y el Padre son iguales en autoridad y poder (y esto se tiene que decir, ya que si se aceptaran diferentes rangos, ¿cómo se podría decir que Jesús es Dios?). Pero Jesús siempre afirmó que venía a obedecer, y que estaba sujeto a la voluntad del Padre. De incontables ejemplos de esto, veamos solamente algunas afirmaciones en el libro de Juan:

«No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre» (Juan 5:19)

«No puedo yo hacer nada por mí mismo» (5:30)

«Nada hago por mi mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo» (8:28)

«Me es necesario hacer las obras del que me envió» (9:4)

«Porque yo no he hablado por mi propia cuenta…lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho» (12:49-50)

«Porque el Padre mayor es que yo» (14:28)

Decida usted: ¿tienen sentido estas palabras si Jesús es Dios mismo? ¿Son estas las palabras de un Dios todopoderoso y omnisciente? No lo parece. Estas son las palabras de un hombre, Jesús, el Hijo de Dios, enviado para obedecer perfectamente la voluntad del Padre. I Corintios 15:27-28 dice que al final de los tiempos, Jesús se sujetará a Dios, al Dios que sujetó a él todas las cosas. El poder y la autoridad de Jesús son muy grandes, pero este poder le es dado a él por Dios, y está sujeto a su Padre.

F. Dios es Dios de Jesús

Y además de todos los puntos ya expuestos, Jesús siempre afirmó que el Padre era su Dios. Después de su resurrección dijo a María: «subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios» (Juan 20:17). Pablo también introduce su carta a los Efesios con las palabras «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo» (1:3). Y Jesús en oración, hablando con su Padre dice: «Y esta es la vida eterna; que te conozcan a ti, el único Dios verdadero…» (Juan 17:3). Una vez más, estas no son palabras que hablaría Jesús si fuera el mismo Dios, y afirmar que lo era hace que todas estas cosas carezcan de sentido.

G. Jesús Oraba; Dos Voluntades

La última cita que vimos nos introduce a otro punto, el de las oraciones de Jesús. Si Jesús era Dios, ¿por qué oraba? ¿por qué tenía esa necesidad? No habría razón por hacerlo. Las razones por las que él oraba eran: su humana debilidad, su ocasional falta de resolución en completar la obra que Dios le había encomendado, y su constante necesidad de dirección divina en lo que hacía. El hecho de que Jesús haya orado claramente implica que él y su Padre son dos personas muy diferentes.

Y aun más: en estas oraciones Jesús pedía a Dios que lo fortaleciera en la obediencia a la voluntad de El (Lucas 22:42). Al hablar de dos voluntades, la de Jesús y la de Dios, recordamos lo que expusimos anteriormente respecto a la naturaleza de Jesús. El era hombre como nosotros, y siéndolo, no quería morir; sin embargo lo hizo reconociendo que era la voluntad perfecta de su Padre. Recordemos que la tentación no implica pecado, solo implica naturaleza humana. Así que al no querer morir, Jesús no pecaba, solamente daba evidencia de la voluntad de la carne, que rechaza la voluntad divina. Claro, Jesús nunca obedeció a la carne, sino que a Dios.

H. Dios es Invisible

Otro punto que no queremos dejar escapar es el de la invisibilidad de Dios. Dios siempre se ha revelado al hombre por medio de ángeles o visiones, porque no puede ser visto por el hombre, por causa de Su gloria y poder. Juan 1:18 lo dice explícitamente: «A Dios nadie le vio jamás»—afirmación repetida en I Juan 4:12, casi al final de la Biblia: «Nadie ha visto jamás a Dios.» Sin embargo, si se afirma que Jesús es Dios, esto nos presenta una gran contradicción, ya que ¿quién negaría que Jesús fue visto? Y sin embargo, la idea tradicional no ofrece explicación de este evidente problema, y nuevamente se expone la debilidad de ella. Muy diferente es la verdad; al darnos cuenta que Jesús no es Dios, este problema se evapora de inmediato.

I. En el Uso Bíblico, Dios es el Padre

También otra cosa que el lector bíblico casual tal vez no note al leer es que la frase «Dios Hijo» nunca aparece en la Biblia. Sin embargo las frases «Dios Padre», «Dios nuestro Padre», «Dios y Padre», y otras similares, aparecen con mucha frecuencia (ver el apéndice). De esto podemos concluir que en la Biblia, hablar de «Dios» y hablar del «Padre», es una y la misma cosa. Como dice Pablo en I Corintios 8:5-6: «Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra…para nosotros sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre…» Dios es uno, y es solamente el Padre.

Conclusión

Hay muchos puntos más que podríamos tocar, pero estos son los principales. Como podrá ver, la idea tradicional que dice que Jesús es Dios es absolutamente imposible dentro de las páginas de la Escritura. Pero esta apostasía es muy sutil, y se hace pasar por verdad, pretendiendo que es la única alternativa histórica. Pero si esta idea es en realidad tan antigua, ¿por qué no encontramos una explicación clara en el Antiguo Testamento, que es el fundamento de la revelación de Dios al hombre? Por última vez, querido lector, apelamos a que examine directamente los conceptos tradicionales, si son realmente bíblicos.

«Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.» I Timoteo 2:5

 


 

Apéndice 1
Pasajes Adicionales de apoyo

«El Padre» y «Dios» son la misma cosa (2 Cor. 8:6), pero esta equivalencia de términos nunca se hace con «el Hijo» y «Dios.»

«Dios Padre»: Col. 3:17, 1 Tes. 1:1, 2 Tim. 1:2, Tit. 1:4, 1 Ped. 1:2, 2 Ped. 1:17.

«Dios el Padre: Gal. 1:1,3, Col. 2:2

«Dios y Padre»: Gal. 1:4, Efe. 5:20, Fil. 4:20, 1 Tes. 1:3.

«Dios nuestro Padre»: Rom. 1:7, 2 Cor. 1:2, Efe. 1:2, Fil. 1:2, Col 1:2, 1 Tes. 1:1, 2 Tes. 1:1,2; 2:16, 1 Tim. 1:2, Flm. 1:3.

Jesús estaba sujeto a la voluntad de Dios, y las cosas que hacía no eran por poder implícito en él, sino por poder y autoridad que Dios, su Padre, le dio: Is. 42:1, 50:4, Mat. 9:8, 20:23, Juan 3:35, 5:23, 5:36-43, 6:38, 6:57, 7:16, 7:28-29, 8:42, 13:16, 14:10, 14:24, Hech. 2:22, 1 Cor. 15: 27-28, Heb. 3:1-2, Ap. 1:1.

Dios es Dios y Padre de Jesús; no son el mismo: 2 Sam. 7:14, Sal. 45:7 (Heb. 1:9), Is. 61:1, Miq. 5:4, Mat. 4:7, Mar. 15:34, Rom. 15:6, 2 Cor. 1:3, 11:31, Efe. 1:17, Col. 1:3, 1 Ped. 1:3, Ap. 1:6, 3:12.

Apéndice 2
Contradicciones adicionales del concepto popular

Números 23:19—Dios no es hombre (Oseas 11:9)

Efesios 2:20-22—Jesús se presenta metafóricamente como piedra angular del templo de Dios. ¿Si Jesús es Dios, sería Dios parte del edificio, o no es este templo para Dios?

Mateo 28:10—Jesús habla de sus seguidores como «hermanos»; si él es Dios, ¿somos «hermanos de Dios»? ¿No dice la Palabra que somos «hijos»?

Mateo 3:17—»Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia.» Si Dios es uno, y Jesús es Dios ¿Qué gracia habría en que Dios hablara así acerca de sí mismo? Y además, ¿cómo pueden ser padre e hijo una misma persona? Esto es característica de la apostasía: que toma las cosas más sencillas y comprensibles, y las torna en algo misterioso y sin sentido.

I Corintios 15:21—Por un hombre entró la muerte, y por un hombre la resurrección. (Romanos 5:12-15)

I Corintios 11:3—Cristo la cabeza del varón, el varón la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo. No son iguales en autoridad, y por tanto tienen que ser diferentes personas.

Juan 8:17-18—Jesús dice que su testimonio es de dos testigos (lo que demanda la ley de Moisés): y si Jesús es Dios, entonces Dios tiene que ser dos, y entramos en conflicto directo con Deuteronomio 6:4.

Apéndice 3
Breves explicaciones de los pasajes más frecuentemente citados en apoyo de la deidad de Cristo.

El argumento quizá más usado para comprobar que Jesús es Dios es el comparativo. Se intenta demostrar que Jesús y Dios tenían tantas cosas en común que por lógica eran la misma persona. Por ejemplo, se habla del poder que Jesús tenía para levantar muertos, perdonar pecados y sanar, y se dice que estas son cosas propias sólo de Dios, y por tanto Jesús es Dios.

Este argumento es defectuoso en varias formas. La primera falla está en la simple lógica: siendo dos cosas idénticas, no son por consiguiente la misma cosa. Ejemplos de esto pueden ser los periódicos de cada mañana, o niños gemelos: son idénticos, pero nunca se sugeriría que por esa razón eran la misma cosa o persona. Por tanto, el simple hecho que Jesús y Dios tengan características en común, no es evidencia conclusiva de que sean el mismo. La razón por la semejanza que había entre ellos está en el propósito de Jesús: ser un hombre perfecto, imitando a perfección la santidad de Dios.

Además, cada semejanza tiene su explicación particular: Jesús juzgaba porque el Padre dio todo juicio al Hijo (Juan 5:22). El tenía vida porque el Padre se la concedió (Jn. 5:26). El Hijo recibía adoración porque el Padre así lo dispuso (Fil. 2:9-11). Ninguno de estos argumentos demuestra que Jesús es Dios.

Juan 10:30

«Yo y el Padre uno somos»

Explicación tradicional: Este pasaje se presenta con la idea de que Jesús está diciendo que él y su Padre son una misma persona.

Respuesta: La misma gramática contradice la tradición, ya que Jesús hace alusión a dos personas diferentes: Yo (1) y el Padre (2).

Hay muchos casos donde una pluralidad se hace «uno,» y en ningún caso, son una misma persona. En el uso bíblico esto significa unidad de voluntad y pensamiento, de mente y corazón; nunca implica que dos o más individuos pierdan su identidad personal para unirse con otros en una sola entidad.

Ejemplos:

  • El hombre y la mujer en matrimonio (Marcos 10:7-8).
  • En la iglesia somos uno (Gálatas 3:28, Romanos 12:5).
  • Jesús pide a su Padre que sus discípulos también sean uno, entre ellos (Juan 17:11) y con Jesús y Dios (17:21-22).
  • En toda la escritura, se habla de Dios y Jesús como personas diferentes, con diferentes voluntades (Luc. 22:42), diferentes niveles de autoridad (Juan 14:28), diferentes papeles (I Tim. 2:5), y mucho más. No son la misma persona.

Filipenses 2:5-9

«…el cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a si mismo tomando forma de siervo…»

Explicación tradicional: Se pretende que estas palabras enseñan que Jesús, siendo en forma de Dios, era Dios, y que Dios se humilló haciéndose siervo, tomando forma humana.

Respuesta: Una lectura cuidadosa del pasaje señala todo lo contrario.

«En forma de Dios» es muy diferente a ser Dios. Y además, todo hombre esta hecho a semejanza de Dios. (Gen. 1:26)

Dice claramente «no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse», palabras sin sentido si en realidad era Dios mismo.

¿Nos parece correcto que Dios esté en condición de hombre? ¿Que Dios se humille? ¿Que Dios haya andado en compañía de pecadores? ¿Que Dios haya obedecido a otro? ¿Que Dios haya muerto? Todas estas cosas contradicen los principios fundamentales de lo que es el Dios único y todopoderoso.

En el v. 9 dice «Dios le exaltó…le dio un nombre…» Nuevamente, estamos hablando de dos personajes diferentes, Dios y un hombre que El exaltó, no de otro Dios que recuperó su gloria después de rebajarse.

Juan 1:1-14

«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios…. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…»

Explicación tradicional: Se supone que el Verbo era el hombre Jesús, pre-existente en el cielo en forma personal, y por consiguiente, era Dios mismo.

Respuesta: Ya hemos visto la diferencia entre Dios y la carne, que es la diferencia fundamental entre Dios y su Hijo; y sabemos la imposibilidad por definición de que Dios se haga carne. E interesantemente, el pasaje nunca dice que Dios se haya hecho carne.

Aquí «el Verbo» se refiere a la voluntad y el propósito eterno de Dios. Esa voluntad fue manifestada en carne, en el hombre Jesús. La enseñanza de Juan 1 es manifestación divina, no encarnación (1 Tim. 3:16). Fijémonos en la conclusión de la sección, en Juan 1:18: «A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.» Si los vs. 1-17 enseñan que Dios vino a la tierra, el v. 18 los contradice totalmente, ya que dice que nadie vio a Dios, cosa falsa si en verdad Jesús era Dios. Pero si entendemos el concepto de que Jesús manifestaba a Dios, el v. 18 tiene perfecto sentido, sin contradicción.

Juan 14:9

«…El que me ha visto a mí, ha visto al Padre»

Explicación tradicional: Como Jesús es Dios, ver a Jesús es ver a Dios.

Respuesta: Notemos una vez más que se habla en términos de dos personas diferentes, no una unidad. Jesús nunca dice «yo soy Dios.» El verdadero entendimiento de esto está allá en Juan 1:18: que el Hijo dio a conocer al Padre, en el mismo sentido que después Pablo dio a conocer a Cristo, y dice: «Sed imitadores de mí, como yo de Cristo.» No pudiendo ver a Dios, tenemos que ver a Cristo, que es la imagen y representación de El.

Juan 20:28

«Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!»

Explicación Tradicional: Tomás está manifestando que Jesús es Dios.

Respuesta: Por toda la evidencia que hemos visto, sabemos que en términos bíblicos, es imposible que Jesús sea Dios. La verdadera explicación de este pasaje la encontramos ligándolo con el pasaje anterior. Allá Jesús estaba tratando de enseñarle a Tomás y Felipe que ver a Dios no era posible, ni necesario, ya que con verlo a él veían todas las características del Padre. En aquel día, no entendieron, y aquí, después de su resurrección sí. Tomás no está diciendo que Jesús es Dios, sino que está reconociendo lo que Jesús les había tratado de explicar antes: Que al verlo a él, veían a Dios.

Lealo de nuevo:
Redención por su sangre: ¿Cómo nos salva la muerte de Jesús?
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