La filosofía es un término derivado del griego que significa “amor por la sabiduría”. De todos modos, la filosofía siempre ha planteado el porqué de las cosas. Por eso esta definición clásica convierte a la filosofía en una tensión que nunca concluye, en una búsqueda sin término del verdadero conocimiento de la realidad.

La religión griega tenía unas características muy particulares: no contaban con un sacerdocio estable que garantizase y mantuviese una ortodoxia doctrinal, no había libros sagrados y el pensamiento estaba libre de dogmas. Únicamente existían los poemas de Homero y Hesíodo, que reflejaban las creencias de los griegos y la interpretación de sus dioses. Junto a estas versiones poéticas, los griegos habían creado una amplia mitología con la que trataban de explicar todo. Y a partir del siglo VI se empiezan a desechar los mitos para buscar otro tipo de explicaciones. Así, la influencia de la religión griega hace posible la aparición de un pensar distinto: la explicación racional, la filosofía.

En griego antiguo se designaba la divinidad unas veces como theós y otras como daímon. Un concepto no excluye al otro: los dioses olímpicos se pueden llamar también daímones, y los seres negativos y demoníacos se pueden denominar también theoí. Lo característico del daímon es su forma de actuar anónima e imprevista; poco a poco va tomando la forma de una instancia que determina la suerte de las personas, una especie de hado.

Fue Hesíodo el primero que dejó de identificar los daímones con los dioses y dio una interpretación genérica del daímon: las almas de los muertos actúan en el mundo como seres benéficos y guardianes de los hombres. Se desarrolló así la idea de los demonios que acompañan a los hombres en el transcurso de la vida y como personificación del destino, interviniendo unas veces de forma positiva y otra de forma negativa. El que es feliz tiene un eudaímon (un demonio bueno) y el desgraciado, un kakodaímon o dysdaímon (un demonio malo).

Así Hesíodo, uno de los más antiguos escritores paganos, describiendo la feliz raza de hombres que vivieron en la primera edad de oro del mundo, dice que ‘después de la muerte esta generación fue ascendida, por la voluntad del dios Júpiter, para ser demonios, guardianes de hombres mortales y observadores de sus obras buenas y malas, vestidos de aire, siempre caminando alrededor de la tierra, dadores de riquezas; y éste es el real honor de que gozan.’

Como hemos visto, lo daímones griegos habían sido concebidos antes de Sócrates como divinidades, pero en la época de Sócrates (470 – 399 a.C.) le señala como ‘superhombres’, seres hijos de los dioses pero sin pertenecer a la esfera de las divinidades. En El Banquete de Platón (428 – 347 a.C.), Sócrates explica: “…el amor no es ni bello, ni bueno, como lo ha probado, y por consiguiente que no es dios. Si fuese dios, sería bello y bueno; porque los dioses, como nada les falta, no pueden estar privados ni de la bondad ni de la belleza. ¿Quiere decir esto que el Amor sea un ser feo y malo? Esto no se sigue necesariamente de lo dicho, porque entre la belleza y la fealdad, entre la bondad y la maldad, hay un medio, como le hay entre la ciencia y la ignorancia. ¿Pues qué es, en fin? El Amor es un ser intermedio entre el mortal y el inmortal, en una, palabra, un demonio. La función propia de un demonio consiste en servir de intérprete entre los dioses y los hombres, llevando de la tierra al cielo los votos y el homenaje de los mortales, y del cielo a la tierra las voluntades y beneficios de los dioses. Por esta razón, el Amor mantiene la armonía entre la esfera humana y la divina, aproxima estas naturalezas contrarias, y es, con los demás demonios, el lazo que une el gran todo…”1

En la Apología de Sócrates, se refiere Platón al daimónion de Sócrates, cuando éste explica por qué no se ha ocupado de los asuntos de la ciudad e indica que el motivo de ello reside en que a veces emerge de él algo divino, theión y demoníaco, daimónion que desde su infancia una voz se hacía oír a veces en su interior para empujarlo a no hacer lo que había estado a punto de hacer. Se puede interpretar esta voz de que habla Sócrates como la expresión de la vocación intransferible de cada hombre. La voz del daimónion de Sócrates le señala lo que no hay que hacer, es un imperativo negativo, una prohibición.

Las palabras de Platón en Symposio son muy expresivas: “Un demonio es un ser intermedio entre Dios y los mortales.” Si Ud. le pregunta qué quiere dar a entender por ‘un ser intermedio,’ él mismo le dirá: “Ningún hombre puede tener acceso directo a Dios, sino que todas las relaciones entre dioses y hombres se desarrollan por medio de los demonios.” ¿Desea usted conocer los pormenores? Los demonios llevan las súplicas y oraciones de los hombres a los dioses, y también llevan los mandatos y recompensas de devoción de los dioses a los hombres. Además de esos demonios originales, mediadores materiales o la inteligencia que reside en ellos, a quienes Apuleo llama una clase superior de demonios, quienes siempre estaban libres de las molestias del cuerpo, orden del cual Platón supone se nombraban guardianes de los hombres, además de estos, digo, los paganos reconocen otra clase de demonios a la que llaman “las almas de los hombres, deificadas o canonizadas después de la muerte.”

Platón concuerda con Hesíodo, diciendo que ‘él y muchos otros poetas hablan excelentemente al afirmar que cuando los buenos hombres mueren, alcanzan gran honor y dignidad, y se convierten en demonios.’ El mismo Platón sostiene en otro lugar que “todos los que murieron en guerra valientemente, pertenecen a la generación dorada de Hesíodo, y son hechos demonios, y debemos servir y adorar por siempre sus sepulcros como sepulcros de demonios. Lo mismo también decretamos,” dice Platón, “siempre que mueren aquellos que fueron excelentemente buenos en vida, ya sea que mueren de vejez o de alguna otra manera.”

El término “dáimon” llegó a ser un título de honor especialmente para filósofos. Aristóteles un filósofo griego quien vivió del 384 al 322 a.C., fue llamado “demonio” con el mismo respeto como “Reverendo”, “Divino”, o “Papa”. Fue estudiante de Platón por más de 20 años. En el año 342 a.C., Aristóteles fue invitado por Felipe a Pela, la capital de Macedonia, a tomar cargo de la educación de su hijo joven, “Alejandro”, más tarde conocido como “el Grande”. Aristóteles escribiendo sobre “Zenocrates” declaró “demonios buenos y los espíritus de héroes difuntos fueron asignados a los oficios de mediadores entre dioses y hombres”. Aristóteles extendió el termino demonio a las “almas de hombres antes de que murieran y los llamó demonios mientras todavía estaban en el cuerpo”.

Plutarco, el ensayista griego (46-120 a.C.) escribió que el bardo griego “Hesíodo”, quien vivió en el siglo octavo a.C. habiendo fundado la poesía didáctica griega, es decir, (poesía designada para enseñar moralmente), tenia la idea expresa que los demonios eran “espíritus de mortales quienes fueron separados de sus cuerpos terrenales”. Además, se interesó más en el tema de demonios y terminó su investigación con esta observación: “Los demonios de los griegos eran fantasmas del genio de hombres difuntos, y subían y bajaban por toda la tierra como observadores y aun recompensadores de los hombres; y aunque no son actores ellos mismos, animan a otros a actuar en armonía con sus opiniones y características”. Según Plutarco (Tomo I, página 958, Edición Xylander) existía una opinión muy antigua de que había ciertos demonios malignos y malvados que envidiaban a los hombres buenos y procuraban perturbarlos y estorbarlos en su búsqueda de la virtud, para que no permanecieran firmes en la bondad e incorruptos, y obtuvieran, después de muertos, mejor suerte que la que gozaban los mismos demonios.

Toda la superestructura de la mitología pagana tiene que ver con la doctrina de los demonios, con su naturaleza, morada, caracteres y trabajo. Los paganos creyeron que los espíritus de los hombres vivieron después de la muerte y en un estado incorpóreo influyeron grandemente en el destino y la suerte de hombres y naciones.

En Roma aparecen los demonios en el sentido griego de daímon, daímones, en forma de genios. El genius latino significa ‘espíritu protector / genio tutelar’ y es un sustantivo derivado del verbo latino gignere (genere) ‘engendrar, generar, dar a luz, producir’. El antiguo genius romano era, como personificación de la potencia generadora, el espíritu tutelar del hombre. Comienza su labor con el nacimiento de cada hombre, le acompaña en todo el transcurso de su vida e incluso más allá de la muerte. En la baja latinidad, el genius fue tomando el significado de ‘espíritu o genio creador, talento natural’, de ahí luego genio y genialidad.

 

En resumen…

Según lo que hemos descubierto, los demonios, en la teología de los gentiles, son:

  • seres intermedios entre dioses y mortales,
  • de dos clases; la primera consistía de las almas de los hombres buenos, que al dejar el cuerpo fueron llamados héroes, luego fueron exaltados a la dignidad de demonios, y subsecuentemente a la de dioses,
  • malignos (algunos) por naturaleza, no meramente así cuando fueron provocados y ofendidos.

…y el desafío que tenemos todavía nos queda en la siguiente cita de la Enciclopedia Católica:

“Pero es bueno observar que la mejor solución es una hipótesis plausible y que los hechos del caso pueden ser explicados por otra hipótesis que muchos escritores filosóficos no han considerado y que es:

La hipótesis de la verdad de lo que enseña la religión de este tema es real.

  • ¿Pues no se diría que si no fuese cierto, no habría trazos de creencia en los demonios entre las razas fuera del credo Cristiano o de otras religiones más viejas que la Biblia?
  • ¿Si, como dicen nuestros maestros teólogos, los ángeles caídos existen y les es permitido atormentar y tentar a los hijos de los hombres, no deberíamos suponer y encontrar creencia en su existencia, así como huellas de su influencia maligna en todas partes y cada época de la historia humana?
  • ¿No deberíamos imaginar que encontraremos tanto aquí como en cualquier otro lugar, los elementos de la verdad interpuestos con los erróneos y que estos tomaran diferentes formas en cada nación y cada época, de acuerdo a la medida de sabiduría, cultura y nuevas ideas que pasan por la mente de los hombres?

Esta hipótesis, por no decir mas, llena todo los requisitos – por ejemplo, la universalidad en la creencia en los espíritus malignos, y cualquier evidencia aducible en influencia sobre los hombres, ya sea por datos escritos acerca de posesión demoníaca y magia en el pasado, o del fenómeno moderno del Espiritismo. Y escasamente podemos decir lo mismo de otras hipótesis.”

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