Es muy fácil entrar en un estudio bíblico con prejuicios y con ideas todavía no bien formadas. Admitimos que es muy difícil poner a un lado creencias que hemos guardado durante años. Sin embargo, en este estudio trataremos de ser honestos en la comparación de dos puntos de vista opuestos: existen o no los demonios. Necesitamos paciencia porque nuestra búsqueda va a ser muy larga y detallada a través de toda la Biblia y la cultura relacionada.

Empezamos nuestra investigación con esta primera pregunta que, a primera vista, parece muy fácil contestarla. Al contrario, después de hacer una consulta extensa en los diccionarios, enciclopedias y el Internet nos deja una serie de ideas y opiniones confusas. Automáticamente, las palabras “diablo” y “satanás” son interpretadas como términos sinónimos de “demonio”. Lo que sigue en las tres citas que hemos escogido demuestra la gran variedad de ideas asociadas con este término para que nos advierta los problemas que se nos plantean.

Hay que entender que el término “demonios”, según aparece en el griego original, es una palabra diferente de la que se tradujo “diablo”. La diferencia entre las dos se debe tener presente para poder apreciar la explicación referente a los “demonios”, que difiere del término “diablo”. Aunque “diablo” se deriva del original diabolos, “demonios” (daimonion) es el plural de daimon, que tiene un significado muy diferente de diabolos.

“Demonio” es una palabra con su raíz en el idioma griego. Por eso necesitamos la ayuda de los expertos en el estudio de griego para preparar una respuesta a esta pregunta.

Según Pabón De Urbina, C. A., (2001 – Diccionario Manual Griego – Griego Clásico-Español, Barcelona:Vox):

Griego: daimon

dios, diosa, divinidad; divinidad inferior, genio, espíritu; espíritu de los muertos, sombra, fantasma; espíritu del mal, demonio; voluntad de los dioses, hado.

Griego: daimonion

divino, procedente de los dioses; maravilloso, extraordinario, inaudito, extraño.

Griego: daimonizomaí

estar poseído del demonio, estar poseso.

Según Vine, W.E. (1984 – Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento):

Nombre

1. daimon (Número de Strong – 1142),

demonio”. Significaba entre los griegos paganos una deidad inferior, tanto si era buena como mala. En el NT, denota un espíritu malo. Se usa en Mateo 8:31. Los hay que derivarían este vocablo de una raíz da-, significando distribuir. Es más probable que provenga de una raíz similar da-, que significa conocer, y de ahí significaría uno que conoce.

2. daimonion (1140),

No un diminutivo de daimon, sino neutro del adjetivo daimonios, perteneciente a un demonio. Se traduce demonios en todos los pasajes en que aparece, a excepción de Hechos 17:18, donde denota una deidad pagana inferior.

3. pneuma (4151)

Primariamente denota viento (relacionado con pneo, respirar, soplar); también aliento; luego, especialmente el espíritu, que, como el viento, es invisible, inmaterial y poderoso. Se traduce como «demonios» solo en Mateo 8:16 (rv, rvr, rvr77, vm, donde la vha traduce correctamente «espíritus»).

Adjetivo

daimoniodes (1141)

Significa procedente de, o parecido a, un demonio: «demoníaco». Se traduce en la rv, rvr, rvr77 y vm como «diabólica».

Verbo

daimonizomai (1139)

Significa estar poseído por un demonio, actuar bajo el control de un demonio. Los que se hallaban así afligidos expresaban la mente y conciencia del demonio o de los demonios que moraban en ellos (p.ej., Lucas 8.28). Este verbo se halla en Mateo y Marcos (Mateo 4.24; 8.16,28,33; 9.32; 12.22; 15.22; Mc 1.32; 5.15,16,18; también en Lc 8.36 y Jn 10.21).

Según The Catholic Encyclopedia, Volume I Copyright © 1907 by Robert Appleton Company Online Edition Copyright © 1999 by Kevin Knight Enciclopedia Católica.

Griego daimon y daimonion,

Latín daemonium.

En las Escrituras y en la teología Católica esta palabra ha llegado a significar casi lo mismo que diablo y denota a uno de los espíritus malignos o ángeles caídos. Y de hecho, en algunos lugares del Nuevo Testamento donde la Vulgata, en acuerdo con el Griego, tiene daemonium, nuestras versiones leen diablo. La distinción precisa entre los dos términos en el uso eclesial puede ser vista en la frase usada en el decreto de el Cuarto Concilio Luterano (1215 d.C.): «Diabolus enim et alii daemones» (El diablo y los otros demonios), todos son demonios, y el jefe de los demonios es llamado el diablo. Esta distinción es observada en el Nuevo Testamento de la Vulgata, donde diabolus representa al Griego diabolos, y en casi todas las instancias se refiere a Satán mismo, mientras que sus ángeles subordinados son descritos en concordancia con el Griego, como daemones o daemonia.

Seguimos con otras tres citas. La primera es del punto de vista católico-romano apostólico, la segunda de un protestante y la tercera de un cristadelfiano:

  1. En un discurso pronunciado en la audiencia general del 15 de noviembre de 1972, Pablo VI reafirmó la antigua fe cristiana en la existencia de un diablo o espíritu del mal personal. Declaró él: con la existencia del demonio «el mal no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa (…). Es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos, pues (por la Biblia), que este ser oscuro y perturbador existe de verdad, y que con astucia alevosa sigue obrando; es el enemigo oculto que siembra errores y desventuras en la historia humana».
  2. “Con referencia al origen preciso de los demonios no podemos ser dogmáticos, ya que esta fase del tema está afectada por el problema del silencio de la revelación. De las muchas hipótesis que quieren explicar su origen, la inferencia más sencilla y viable de los hechos que tenemos a mano es que fueron creados sin pecado, como súbditos de Satán en su gloria prístina y que arrastró tras él en su orgullo y desobediencia a Dios…”
  3. “En vista del origen pagano de esta «doctrina de demonios,» uno naturalmente se extraña de que la idea de los demonios aparezca tan extensamente entretejida con los relatos del evangelio, recibiendo aparente sanción tanto de Cristo como de sus discípulos. Esto sólo puede ser explicado según un principio: la teoría griega de que la locura, los desórdenes epilépticos y las obstrucciones de los sentidos (como distintos de las enfermedades ordinarias), se debían a posesiones demoníacas, había existido muchos siglos antes del tiempo de Cristo y había circulado por todo el mundo con el idioma griego, el cual en aquellos días se había vuelto universal. Esta idea necesariamente se imprimió en el lenguaje común de la época, propor­cio­nando una nomenclatura para cierta clase de desórdenes que se volvió corriente y convencional y usada inconscientemente por todas las clases sociales, sin que necesariamente creyeran la doctrina pagana de demonios. Visto superficialmente, el uso de este lenguaje parecería implicar tal creencia; pero en realidad sólo era usado por la fuerza de la costumbre universal, sin ninguna referencia a la superstición que la originó. Tenemos una ilustración de esto en nuestra palabra «lunático,» que se originó en la idea de que la locura era el resultado de la influencia de la luna, pero que actualmente nadie usa para expresar tal idea.”

El estudio de la naturaleza y cualidades de los demonios ha recibido respuestas más confusas y contradictorias, y como la del origen y crecimiento de la religión en general, de la cual forma parte intrínseca e inseparable, “…ha sido vejada con un alto grado de incertidumbre y especulación.”4 Por eso debemos esperar muy poca concordancia en un tema de esta clase, en el cual como dice Scofield: “No se revela nada con claridad.”5

A pesar de toda la especulación relacionada con este tema, los cristadelfianos creemos que la Biblia, en primer lugar, enseña claramente que Dios es la fuente de todo poder, y que Él es responsable de las cosas buenas y de las malas de nuestra vida:

“Formo la luz y creo las tinieblas… hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto” (Isaías 45:7).

“De parte de Jehová el mal había descendido hasta la puerta de Jerusalén” (Miqueas 1:12).

“¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no se alborotará el pueblo? ¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho?” (Amós 3:6).

Por lo tanto cuando recibamos pruebas, deberíamos aceptar que vienen de Dios y no echarle la culpa a un diablo o demonio. Job fue un hombre que perdió muchas cosas buenas con las que Dios le había bendecido, pero él no dijo: “Estos demonios me han quitado todo lo que Dios me dio”. Escuchen lo que él dijo:

“¿Recibiremos.de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (Job 2:10)

“Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21).

Una vez que entendamos que todas las cosas son de Dios, cuando tengamos problemas en la vida podemos orar a Dios para que Él los quite, y si Él no lo hace, podemos tener la seguridad de que nos los está dando a fin de que desarrollemos nuestro carácter, y que a la larga es para nuestro bien:

“Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él, porque el Señor al que ama [no los demonios] disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos, porque, ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos” (Hebreos 12:5-8).

Dios se vuelve celoso cuando su pueblo empieza a creer en otros dioses, especialmente cuando le dicen: “Tu eres un Dios grandioso, un Dios poderoso, pero en realidad creo que a pesar de eso hay otros dioses fuera de tí, aunque no sean tan poderosos como tú”. Es por eso que no podemos creer que existan demonios o un diablo iguales que el verdadero Dios. Este es precisamente el error que cometió Israel. Gran parte del Antiguo Testamento se ocupa en mostrar cómo Israel desagradó a Dios al creer en otros dioses al mismo tiempo que en Él. En la Biblia veremos que los ‘demonios’ en los cuales cree la gente hoy en día son precisamente iguales a aquellos falsos dioses en los que creía Israel. Por eso no concordamos con las varias teorías fantásticas de los muchos escritores que atribuyen el origen de los demonios a los espíritus orgullosos y rebeldes en el cielo antes de Adán o de la monstruosa progenie que fue el resultado de la supuesta cohabitación angélica con mujeres antes del diluvio. (Más tarde estudiaremos esta referencia de Génesis 6.)

Aunque la palabra demonio está ahora prácticamente restringida a un sentido siniestro, tuvo otra concepción para los escritores griegos antiguos. La palabra, que aparentemente es derivada de daio «dividir» o «prorrateo», originalmente significó una existencia divina. Fue ocasionalmente aplicada a los altos dioses y diosas, pero fue usada más para denotar existencias espirituales de un orden menor, ubicados entre los dioses y los hombres.

Para mucha gente estas eran existencias benéficas y su oficio era, en parte, similar al de los ángeles en la teología Cristiana. Así, el adjetivo eydaimon, «feliz», significa propiamente uno que fue guiado y protegido por un demonio bueno. Algunos de estos demonios griegos, sin embargo, eran diabólicos y malignos. De aquí en adelante tenemos la contraparte de eudamonia «felicidad», en kakodaimonia, que denota la desgracia, o en su significado mas original, estar bajo la posesión de un demonio maligno. En el griego del Nuevo Testamento y en el lenguaje de los religiosos de los primeros siglos de la era cristiana, la palabra ya había sido restringida al sentido siniestro, que era suficiente. Ahora, con eso, inclusivo los más altos dioses griegos fueron considerados como demonios.

 

En resumen…

Sabemos que en la teología Católica y también en el protestantismo la palabra demonio ha llegado a significar casi lo mismo que diablo y denota a uno de los espíritus malignos o ángeles caídos.

Con los peligros de simplificación que esto comporta, se han resumido connotaciones del término daimon en la religión y en la cultura griega.

  • Daimones se refiere a las almas “divinizadas” de antepasados humanos que desde su situación de perfección y bienaventuranza ejercen sobre el mundo de los hombres una función de protección.
  • El término designa en segundo lugar a seres divinos y semi-divinos, intermediarios entre los dioses superiores y los hombres y mensajeros de los primeros.
  • Con la palabra daimon se designan a veces energías interiores que actúan en el hombre.
  • El daimon puede ser, en ocasiones, la personificación de una fuerza de carácter benévolo.
  • Por último, los daimones designan a veces unas fuerzas que rigen los elementos naturales y hacen que el mundo humano sea un mundo “habitado” por lo sobrenatural.

Daimon era el nombre que daban los griegos a seres que ellos imaginaban que existían en el aire y actuaban como mediadores entre Dios y el hombre, para bien o mal. Estos seres imaginarios se expresarían en castellano por las palabras “demonio”, “genio del mal”, o “deidad tutelar”, todo lo cual pertenece a la mitología pagana y no tienen lugar en el sistema de la verdad.

El desafío que tenemos durante nuestra investigación es descubrir, en los textos bíblicos que analizamos, si el demonio mencionado se refiere a:

  • Un dios
  • Una diosa
  • Un alma de una persona muerta
  • Una actuación divina
  • Un poder divino
  • Una “fuerza” que pertenece a si mismo.

Al mismo tiempo nos deja con muchas preguntas para considerar:

  • ¿Existen demonios como “seres” fuera de los humanos?
  • ¿Tienen los demonios vida fuera de los humanos?
  • ¿Los demonios procrean?
  • ¿Aumenta el número de los demonios mientras pasa el tiempo?
  • ¿Hubo un número fijo de demonios en el principio?
  • ¿Tienen los demonios mentes o cerebros?
  • ¿Tienen los demonios facultades o habilidades mentales?
  • ¿Tienen los demonios voces?
  • ¿Cómo se siente el demonio cuando muere su huésped?
  • ¿Existe un lugar donde se reúnen los demonios?
  • ¿Son diferentes los demonios de los gentiles y de los judíos?
  • ¿Son libres los demonios para visitar el uno con el otro?

Solamente sujetarse a un significado de la palabra “demonio” será demasiado restrictivo. Debemos respetar los varios niveles de significado en el texto bíblico. Por ejemplo, además de un nivel cultural como “ángel caído”, “espíritu”, “fantasma”, hay que considerar un nivel simbólico o típico. Cuando hablamos de un sentido “Bíblico”, debemos declarar cuidadosamente los términos de nuestro análisis. Puede ser que “demonio” es simbólico en una ocasión mientras al mismo tiempo implica un sentido cultural con respecto de una creencia en lo sobrenatural.

Por eso hay aquí un punto importante para recordar: No debemos confundir daimon y daimonion con el vocablo diabolos que significa “acusador”, “calumniador” (de diaballo, acusar, calumniar). Tampoco debemos confundir estos vocablos con el vocablo satanás, forma griega derivada del arameo (Hebreo: satan) que significa “adversario”.

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