¿Cómo Aprovechamos Las Oportunidades De Adorar Con Los Fieles?

Para contestar esta pregunta, examinamos el consejo perspicaz de un artículo[1] del hermano Harry Whittaker (difunto) de la necesidad de una preparación sana. El resumen se llama El Domingo. A continuación presento una lista de sugerencias basadas en principios bíblicos:

El domingo empieza el sábado. El hecho de que para los judíos el día empezaba a las 6 p.m. del día anterior debe enseñarnos que la noche del sábado es un buen tiempo para preparar para el encuentro del día siguiente.

Madrugar. El levantarse tarde y tener que correr como loco para preparase es un acto de desprecio a la importancia del día.

Oración personal. El hecho de que el domingo oímos muchas oraciones no significa que uno mismo puede olvidar su propia oración personal de madrugada.

Llegar tarde. Por lo menos cinco (mejor diez) minutos antes de que comience el culto es buena hora de llegar. Llegar siempre tarde es para los demás un comentario sobre la importancia que Ud. le da a la adoración.

Himnos y oraciones. Fijarse en lo que uno oye (oraciones) y canta (himnos) es imprescindible. Las lecturas también tienen que seguirse con atención. Distraerse es un insulto a Dios.

Concentración. Especialmente al llegar al momento del partimiento de pan y vino.  Lo que ha de llenar nuestra mente es el sacrificio de Cristo y no qué vamos a comer más tarde u otro tema cotidiano irrelevante.

La conversación, acabada la Cena del Señor. Por sus palabras será juzgado. Una vez terminada la reunión, la conversación que se entabla es un buen termómetro del pensamiento de la persona. ¿De qué se habla? ¿De las Escrituras o solamente de mi enfermedad, de las vacaciones, o peor todavía, se cuentan chistes? Trate de incluir en la conversación algo relacionado con la exhortación.

Alrededor de la mesa. A la hora de la comida, la cabeza espiritual de la familia tiene que vigilar que la conversación no caiga en trivialidades.

[1] Resumido por el hermano Gavin Melles de Costa Rica en el estudio El Cuerpo de Cristo – El modelo apostólico y la actualidad de un artículo del hermano Harry Whittaker (difunto).

Timoteo, ´verdadero hijo en la fe´

(1 Timoteo 1:2)

En su primer viaje misionero, Pablo y Bernabé predicaron en Listra, ciudad de Licaonia (en la provincia de Galacia), y tuvieron éxito en medio de la persecución (Hechos 14:8-23). No se mencionan a Timoteo en el relato. Sin embargo parece que durante ese ministerio, una judía llamada Loida y su hija Eunice se convirtieron a Cristo. Eunice estaba casada con un gentil, con el cual tuvo a Timoteo, quizás único hijo. Evidentemente, Timoteo había sido instruido en la religión judía, pero su padre había rehusado que fuera circuncidado. Una estrecha relación se desarrolló desde el principio entre Pablo y Timoteo.

Cuando Pablo regresó a Listra en su segundo viaje, halló que Timoteo era miembro de la iglesia y muy estimado entre los líderes allí en Iconio (Hechos 16:1-3; 2 Timoteo 1:5). A Pablo le pareció que era hombre ideal para ser su ayudante. Como iban a estar trabajando entre judíos, Pablo le recomendó a Timoteo que se circuncidara, no porque fuera bajo la Ley, sino para no ofender a los judíos en vista de que su madre era judía.

Timoteo, un compañero constante

La leal compañía y fiel colaboración de Timoteo fueron una ayuda constante y esencial en el trabajo misionero del apóstol Pablo. Desde el primer momento se estableció entre ellos una relación, nunca rota, de confianza y amistad. De esa relación son testimonio fidedigno las repetidas menciones a Timoteo en:

  • ⮚ Hechos 17:14–15; 18:5; 19:22; 20:4
  • ⮚ Ocho de las doce cartas de Pablo – Romanos 16:21; 1 Corintios 4:17; 16:10; 2 Corintios 1:1;    Filipenses 2:19; Colosenses 1:1; 1 Tesalonicenses 1:1; 3:2, 6; 2 Tesalonicenses 1:1; Flemón 1
  • ⮚ Dos epístolas en las que lo llama: “verdadero hijo en la fe” (1 Timoteo 1:1) y “amado hijo” (2 Timoteo 1:2; 2:1).

La iglesia en Efeso

 Efeso, juntamente con Roma, Corinto, Antioquía y Alejandría, era una de las ciudades más grandes en el Imperio Romano.

Era la principal ciudad de Asia Menor y la sede del procónsul de la provincia.

Era también un grande y rico centro comercial, político y religioso que unía una red de caminos.

Además habían muchas religiones que se opusieron a la invasión cristiana. Era el lugar en que el templo dedicado a la diosa Artemisa (Diana) estaba localizado.

Era la diosa madre, símbolo de fertilidad y dadora de los alimentos. Probablemente los efesios la veneraban con ritos impuros y prácticas misteriosas y mágicas. Se creía que la imagen original cayó del cielo (Hechos 19.35), lo que tal vez indica que el ídolo se formó con material de un meteorito.

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