En el matrimonio las defensas están bajas. No tratamos de protegernos de nuestro cónyuge, y tampoco estamos constantemente observándonos sospechosamente uno al otro. Estamos en unidad y nos hemos rendido uno al otro en verdad y mutuo deleite. Pero ninguno de nosotros es perfecto y en ocasiones lastimaremos sin querer a nuestro más precioso amigo y compañero humano. La falta de consideración o de sensibilidad, el egoísmo o el olvido podrán causar daño del que posiblemente no nos percatemos y que no estaremos en condiciones de valorar.
Si nuestro cónyuge es franco y listo de palabra, sabremos inmediatamente cuál ha sido el error y podremos explicar y corregir, y probablemente pedir disculpas. Pero si hemos causado daño anteriormente, o si el daño es profundo y serio, el proceso de restauración y reconciliación tardará más tiempo. Humildad, voluntad para escuchar y hablar, y oración ayudarán mucho. Pero si nuestro cónyuge no es muy comunicativo, el daño puede permanecer y causar un distanciamiento de un cónyuge u otro. Esta es una señal de peligro y es preferible cerrar pronto la brecha por un medio u otro, por ejemplo, por una pregunta directa expresada en una forma cariñosa y preocupada por ofensor: “Por favor, dime cuál ha sido el error. Quiero ayudar.”
¡Cuidado!
Las palabras son pensamientos hablados pero pueden fácilmente convertirse en proyectiles. Luego tendremos que enfrentar las consecuencias. No trate de inventar excusas y sobre todo no haga peor las cosas repitiendo la ofensa cuando usted es llamado a cuenta. Aplique bálsamo y cura tan pronto como sea posible. Riñas y altercados severos pueden resultar en separación y dolor extenso para ambas partes. Disculpas, oración y ternura son mucho mejores que trazar frentes de batalla: ‘¡Lo siento! Comencemos de nuevo.’
‘De Veras’
Pero algunas veces hay violencia física de uno u otro lado. Algunas veces la violencia es repetida. Es una cosa vergonzosa usar violencia contra nuestro cónyuge, especialmente el hombre contra la mujer, aunque algunas veces es al contrario. En casos de violencia repetida no es totalmente fuera de lo común que la persona agredida sufra en silencio o sucumba al miedo debido a la conducta amenazante del ofensor, especialmente si el ofensor no es miembro de la iglesia. Esta es una era de violencia frecuentemente representada en la televisión y programas en videocasetes. Voces fuertes y gritos como medios normales de comunicación son agresiones por medio de palabras que pueden conducir a la violencia física. Las víctimas pueden pensar que estas cosas son ‘normales’ y simplemente deben ser toleradas. Esto no es así. Ambas partes necesitan ayuda y es necesario que la persona agredida busque una persona o pareja fuerte, confidencial y compasiva en quien confiar. Ore primero por esto y después confíe. Dios asegurará que la ayuda llegue pronto.
Si usted es el ofensor, no se justifique sino tome el camino de Cristo, quien “nunca hizo maldad.” Él sabe cuando somos violentos y seremos llamados a rendir cuentas a su debido tiempo. Si usted encuentra difícil dominar su mal genio, ya sea que lo provoquen o no, entonces necesita ayuda. Comience por abandonar los programas televisivos, libros, revistas y hábitos que estimulan su agresividad. Doble sus rodillas y ore. Abra su Biblia y lea como si fuera por su vida, lo cual en realidad es así. Busque un hermano discreto y de su confianza, dígale todo y escuche lo que él tiene que decir.
Ciertamente, No Ahora
Si no sucediera, sería impensable. Aun en la asociación más íntima y amorosa creada por Dios para nuestra bienestar y alegría, la violencia no es desconocida. Es humillante y degradante para el que recibe el daño y vergonzoso para el que la causa. Como Santiago diría: “Hermanos míos, esto no debe ser así.” Si usted está siendo dañado de este modo, busque ayuda y no acepte simplemente tal tratamiento como algo que debe ser soportado. Si usted fuese el ofensor entonces necesita amonestación y arrepentimiento y ayuda espiritual de alguien confiable y servicial. Posiblemente necesite obtener tratamiento o asesoramiento profesional. La vida eterna no se obtiene con tal conducta.
Algunas veces hay abuso físico o sexual por un padre u otro adulto. Esto es serio y necesita ser tratado. Si usted ha sufrido de este modo, bien podría necesitar ayuda y debería confiar en una pareja íntegra quienes podrán tratar con todas las personas implicadas y encontrar la clase apropiada de ayuda. No sufra Ud. en silencio.
Somos Vulnerables
Nuestra mente es nuestra más preciosa posesión. Es nuestra estación receptora para el consejo divino. La palabra de Dios es alimento para la mente, dándonos salud espiritual. Pero la mente puede ser mal usada, abusada y manipulada. En el matrimonio ejercemos mucha influencia uno sobre otro. Es por esto que las expresiones de amor y afecto son tan poderosas para nuestro bien, y las palabras y obras malas son tan dañinas. Pervirtiendo la intención del matrimonio, puede que uno de los cónyuges, ya sea esposo o esposa, trate de tomar posesión de la mente del otro y llevarla a la sujeción por medio del temor, palabras duras, burla, presunta superioridad, denigración, crítica mordaz o persistente falta de voluntad para perdonar o ayudar.
Si somos culpables de algunas de estas cosas, necesitamos hacer un inventario de nosotros mismos. Nuestra mente está contaminada. ¿Somos cobardes? ¿Abusadores? ¿Nos deleitamos en el mal? O quizá nos sentimos inferiores y buscamos con nuestra conducta establecer nuestra “superioridad.” Estas son cosas oscuras y destructivas y nosotros también seremos destruidos si no nos arrepentimos.
El Remedio
Sobre nuestras rodillas deberíamos leer y releer Filipenses 4:8,9 y 1 Corintios 13:4-8. Entonces confesemos todo a Dios, sin vacilación, y pidamos ayuda para practicar lo que hemos leído. Usted descubrirá que funciona maravillosamente bien.
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