Protección Contra Terceros

Capítulo 16

Vivimos en un mundo en el que los daños infligidos al matrimonio por una tercera persona son extremadamente frecuentes. Tenemos que aprender cómo protegernos espiritualmente contra tales tragedias. Miles de matrimonios han sido destruidos o seriamente dañados porque una tercera persona se ha llevado el afecto de alguien que ya tiene esposo o esposa. Hace cincuenta años estos casos eran tan poco comunes entre personas que ostentaban principios religiosos que apenas era necesario hablar del problema. Hoy día el fenómeno de las relaciones extramaritales no es solamente común sino que es casi considerado como conducta normal.

¿Qué Pasó?

El mundo ha cambiado sus ideas acerca de qué es un comportamiento normal y aceptable. Lo que nuestros padres consideraban como correcto y decente, hoy día es considerado anticuado. Desde los años sesenta la moralidad del mundo ha sufrido grandes cambios. En el principio la reacción de la sociedad era bastante negativa, pero poco a poco los cambios llegaron a ser lo normal y las personas que los resistían eran consideradas como fanáticas religiosas cuyas ideas eran «fuera de la onda».

Por Ejemplo…

Vamos al grano. Ahora se considera normal que los jóvenes tengan relaciones sexuales mientras todavía están en secundaria, y los que no participan en esta actividad forman una minoría y son tomados por unos inmaduros o anormales.

Las consecuencias de este fenómeno son enormes. Muchos jóvenes piensan que en una relación de amistad entre un muchacho y una muchacha es normal tener relaciones sexuales. La persona que se niega a participar es considerada por los demás como muy rígida, fría o anormal y muchas veces se le acusa de no dar a su pareja «sus derechos».

El discípulo de Jesucristo bien sabe que este comportamiento es pecaminoso. El hecho de que podemos evitar un embarazo hace más fácil esconder nuestro pecado, pero no lo podemos esconder de nuestro Señor.

Pero no debemos mantenernos puros solamente por temor a las consecuencias, sean temporales o eternas. Recibimos una verdadera bendición de Dios si dejamos las relaciones sexuales hasta después del matrimonio. El sexo no es cualquier actividad placentera como escuchar música o tomar una copa de vino. Dios lo creó para unir a dos personas en una forma única—un hombre y una mujer que han decidido permanecer juntos por el resto de su vida. Si nos negamos a reconocer eso debilitamos el matrimonio, quitándole uno de las características más importante que Dios nos dio para fortalecer la unión. Claro, si se permiten las relaciones sexuales antes del matrimonio, ya no forman una parte especial del lazo matrimonial. Peor todavía, si las relaciones sexuales no son únicamente para los cónyuges, pueden continuar con una tercera persona aún después del matrimonio. Y eso es precisamente lo que está sucediendo.

Como hijos de Dios, querremos estar libres de ese pecado y así fortalecer los lazos de nuestro matrimonio como Dios lo ha ordenado.

Una Mente Dividida

Como ya se mencionó en los capítulos anteriores, el verdadero matrimonio es un unión de mente y espíritu. Nuestras mentes se unen con un sólo propósito y un sólo deseo. Es porque tenemos una sola mente que también podemos formar una sola carne. Llegar a ser una sola carne sin tener una sola mente es una receta para el desastre y el divorcio.

Entonces, tenemos que proteger nuestra mente. Los que andan de novios o que están comprometidos a casarse tienen que establecer una integridad mental en sus relaciones. Eso es posible solamente si lo desean fervientemente y se aman de verdad.

El tener ojos que siempre están viendo por otro lado causa un desastre en el matrimonio. Tenemos que controlar «los deseos de los ojos y los deseos de la carne…» Debemos practicar la pureza tanto en la mente como en el cuerpo. Estos son valores positivos y no restricciones insoportables. Nuestra actitud debe ser «Mi amado es mío, y yo suya.»

Tan pronto como dejamos entrar a una tercera persona en nuestra mente, la hemos dividido con todo y su afecto. Esto es el camino a la tragedia y al pecado. Debemos resistir firmemente cualquier impulso de esta naturaleza. Tampoco debemos tratar de enamorar aún en forma de juego a otras personas o formar amistades que incluyan actitudes y acciones que están reservadas sólo para personas casadas o comprometidas a casarse.

Recordemos que el mundo abandonó hace bastante la moralidad que respetaba las relaciones entre la pareja. Entonces, tenemos que estar muy conscientes de las intenciones de los demás y no darles razón de pensar que nos prestamos a ese tipo de comportamiento.

Nuestra Seguridad

Ahora es más importante que nunca frecuentar sólo personas sanas, evitando situaciones que podrían causar malentendidos, y al mismo tiempo mantener nuestra mente limpia, absteniéndonos de ver programas de televisión, películas y revistas llenos de adulterio y fornicación.

El Señor Jesucristo es limpio y sano. Su palabra es pura. La luz de Dios ilumina las tinieblas del mundo y debemos caminar en ella. Debemos llenar nuestra mente con pensamientos de cosas divinas. Si hacemos eso, nunca tendremos motivo de remordimiento.

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