Introducción

Capítulo 1

¿Por qué digo «el matrimonio en la actualidad? «¿Se habrá modificado el matrimonio en estos días? ¿Es el matrimonio cristiano fundamentalmente diferente del matrimonio de los tiempos del Antiguo Testamento?

Cuando Dios hizo al hombre y la mujer, los creó en dos etapas, primero el hombre y posteriormente la mujer. El hombre fue hecho del polvo, pero la mujer surgió del hombre vivo Adán. Eva nunca experimentó la soledad que le tocó a Adán antes que ella fuera creada.

Debe haber sido para Adán un momento de la más pura alegría cuando él, despertando de su profundo sueño, vio a Eva por primera vez. A diferencia de los animales, los cuales habían sido traídos ante él para que les pusiera nombres, Eva era hueso de su hueso y carne de su carne. Fue creada específicamente para él, y deliberadamente después de él.

«Porque Adán fue formado primero, después Eva» (1 Timoteo 2:13)

«Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón» (1 Corintios 11:8,9).

El mundo moderno no acepta esta verdad, pero eso no la invalida. La ignoramos solamente a riesgo de nuestra felicidad presente y futura.

Pero, ¿por qué?

Dios nos dice por qué:

«Le haré ayuda idónea para él» (Génesis 2:18)

Una ayuda idónea significa una ayuda adecuada (vea la versión Dios Habla Hoy y la Biblia de Jerusalén). La palabra «ayuda» significa exactamente lo que dice y ocurre en muchas partes del Antiguo Testamento, como por ejemplo en el nombre Eben-ezer, el cual significa Piedra de Ayuda. Pero, ¿qué significa una ayuda «idónea» o «adecuada»? La idea fundamental es de dos cosas que corresponden una a otra. Física y mentalmente, el hombre y la mujer son partes de una misma entidad, aunque pueden existir en forma separada.

Los colores del arco iris son distintos y poseen sus cualidades individuales, pero todos ellos son necesarios para producir la perfecta luz blanca de donde proceden. Así es el matrimonio: cada cónyuge encuentra en el otro aspectos de su ser que son una fuente de maravilla y deleite. Dios nos hizo así. Estos son los ingredientes fundamentales de la forma de compañerismo que llamamos el matrimonio.

Fue Dios mismo (vea Génesis 2:24 y Mateo 19:5) quien dijo:

«Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.»

Alianzas profanas

Pero el camino del hombre no es el de Dios. La mayor parte de los que se casan hoy en día ya han sostenido relaciones sexuales con una o más personas. Esta es la libertad que los hombres y las mujeres han elegido disfrutar. No debe ser así entre nosotros. No puede ser así entre nosotros. No tenemos libertad en este asunto, porque Dios nos ha dicho cuál es el camino correcto:

«Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos…Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.» (Efesios 5:3,5)

Las pastillas y otros medios anticonceptivos pueden volver «seguras» nuestras malas acciones, pero es una seguridad engañadora. Puede que nuestras acciones se realicen en secreto, pero para Dios no hay secretos. No hay ninguna seguridad fuera de Cristo, y ninguna inmundicia existe en él.

Pero, ¿podrá ser aceptable sostener una relación sexual con una sola persona, aunque sea sin matrimonio? Es decir, una persona con quien uno cohabita en forma permanente, pero sin casarse. Después de todo, conocemos algunas personas honradas que simplemente cohabitan; incluso posiblemente asistan a alguna iglesia. ¿Será esto un término medio aceptable entre la promiscuidad y el matrimonio? Analicemos esta situación haciendo una pregunta:

¿Qué sucede cuando dos personas se casan?

«Además del hombre y su esposa, hay un tercer participante en el compromiso matrimonial: La Sociedad; y si el matrimonio se toma como voto, también hay otro participante más: Dios Esto dijo el escritor inglés Samuel Johnson hace más de doscientos años. Sus palabras reflejan el punto de vista bíblico. En el verdadero matrimonio hay tres clases de participantes:

  1. El hombre y su esposa. Ellos acceden, por separado y conjuntamente, a lo que se está llevando a cabo. Su consentimiento mutuo también afecta otras personas.
  2. La sociedad. Esto incluye los padres de los contrayentes, sus familiares y amigos, además de la sociedad en general. Cuando dos personas expresan su intención de casarse, surge una serie de interrogantes sensatos, por ejemplo, ¿ya está casado alguno de ellos? Es por esta razón que en Inglaterra cada uno de los contrayentes tiene que afirmar: «Yo, John Smith, no conozco nada que impida que yo sea unido en matrimonio contigo, Mary Brown.»

El aviso de matrimonio tiene que ser presentado en la oficina de registro civil para que se pueda realizar una investigación de las personas involucradas y para que el matrimonio sea registrado para la posteridad.

Esta clase de afirmación pública sirve para informar a todos que los dos contrayentes pertenecen el uno al otro de una manera especial. Es una señal de que ninguna otra persona puede ambicionar sostener una relación con ninguno de ellos en lo que a intimidad física y compañerismo especial se refiere.

Los familiares de ambos contrayentes son afectados de manera inevitable por lo que se está realizando, y gozarán de ciertos privilegios y llevarán ciertas responsabilidades como consecuencia del matrimonio.

Por último, el matrimonio protege los hijos, quienes tendrán dos padres legalmente responsables por su cuido y educación. Los hijos llevarán el apellido familiar, gozarán los derechos legales de su situación y encontrarán seguridad y amor en una forma que sólo puede ser proporcionada por el matrimonio.

  1. Dios. Desde luego, El es el primero en importancia. El estableció el matrimonio y sólo El tiene el derecho de determinar sus condiciones. El Dios que nos hizo seguramente sabe qué es lo mejor para nuestra felicidad individual y familiar.

Aunque los cristadelfianos no creemos que el matrimonio sea un sacramento religioso, sí creemos que es bueno hacer nuestra declaración de matrimonio delante de Dios, dándole gracias y pidiendo sus bendiciones.

La respuesta a preguntas básicas

Lo que acabo de decir acerca del matrimonio demuestra que la promiscuidad sexual y la cohabitación crean un gran desorden. Aunque la cohabitación parezca satisfactoria, viola los principios básicos de las relaciones humanas. Dios es hecho a un lado, nuestros familiares y amigos y la sociedad en general no saben en qué quedan, y los hijos que resulten de la unión quedan a la deriva sin ancla en el mar de la indulgencia egoísta de sus padres.

¡Cuán acertado fue y es Dios en todo!

Continúa leyendo: Capítulo 2 — ¿Irás Tu Con Este Hombre?
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