El Reino de Dios
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El reino de Dios es uno de los temas más importantes de la Biblia. La tierra que Dios nos ha dado es una belleza de naturaleza, y la Biblia nos dice que algún día esta belleza incluirá un mundo de justicia, paz y buena salud.
Muchos pasajes del Antiguo Testamento describen este reino en forma detallada, mientras en el Nuevo Testamento la enseñanza de Jesús y los apóstoles se enfoca principalmente en cómo uno tiene que transformarse para poder entrar en él. En este artículo descubriremos algunos aspectos del reino y también qué tenemos que hacer para entrar en él cuando se establezca aquí en la tierra.
Mateo 4:23 dice: «Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino…» El tema del reino de Dios hacía un papel muy importante en el evangelio que anunciaba Jesús. En Lucas 9:2, Jesús envía a sus discípulos «a predicar el reino de Dios…»
Habiendo constatado que el evangelio que predicaron Jesús y sus discípulos incluía el establecimiento del reino de Dios, volvamos al Antiguo Testamento (la única Biblia que ellos poseían) para ver qué enseña sobre dicho reino. Esta enseñanza forma parte de 2 Samuel 7:12-16, donde Dios promete al rey David que uno de sus descendientes reinaría en su trono: «Y yo afirmaré para siempre el trono de su reino.» En el v. 14 Jehová dice: «Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo.» Es decir, el descendiente de David también sería Hijo de Dios.
Vemos el inicio del cumplimiento de esta profecía en Lucas 1:31-33, cuando el ángel Gabriel dice a María: «…darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre…» (Otro nombre para Jacob es Israel)
Salmo 2 es una profecía clara y poderosa sobre cómo el reino de Dios se establecerá en la tierra y en el v. 6 declara: «Pero yo he puesto mi Rey sobre Sión mi santo monte» (Sión es otro nombre para la ciudad de Jerusalén). Lo que Dios promete a su Hijo son los reinos del mundo; en el v. 8 le dice: «Pídeme y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra.» Entonces, vemos que la herencia del Hijo de Dios será un reino sobre la tierra.
La profecía de Daniel 2 confirma que el reino de Dios estará en la tierra. Hablando del sueño de Nabucodonosor y su interpretación, Daniel dice, (v. 44): «Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre.»
La enseñanza de un reino de Dios en la tierra también concuerda con las promesas que Dios hizo al patriarca Abraham. En Génesis 13:15 Dios le promete: «Toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre.»
Salmos 37:11 confirma que la tierra sería dada no solamente a Abraham, sino también a los mansos, es decir, todos aquellos que se humillan delante de Dios. Jesús cita este versículo en Mateo 5:5 cuando dice, «Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.» La promesa es para todos los que hacen la voluntad de Dios, como veremos más adelante.
El profeta Isaías habla mucho sobre el reino de Dios y nos da amplia información sobre cómo será. Isaías 2:1-4 describe algo que sucederá «en lo postrero de los tiempos.» Dice que «de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová». Habla de un tiempo en que ya no habrá guerra ni injusticia. Isaías 11:1 nos dice quién será este rey: «Saldrá una vara del tronco de Isaí…» (Isaí era el padre del rey David). Aquí se describe a un descendiente de David, el Mesías, y cómo gobernará la tierra (v. 4): «juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra…» Y habrá paz en toda la tierra, porque «la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar» (v. 9).
Sabemos que este descendiente de David es el mismo Jesús que cumplirá todas las promesas y profecías del reino.
En el Sermón del Monte Jesús describe qué clase de persona podrá entrar en el reino de Dios. Si queremos participar con él en su reino tenemos que convertirnos en hijos del reino. En Mateo 5:3, vemos que esta persona es «pobre en espíritu», o sea, alguien no orgullosa. Mateo 5:5 dice que los mansos heredarán la tierra. El v. 6 dice que tenemos que tener hambre y sed de justicia y en el v. 7 aprendemos que tenemos que ser misericordiosos con los demás.
Mateo 5:16 dice que debemos manifestar nuestra luz al mundo por medio de nuestras buenos obras, o sea, nuestro carácter y comportamiento.
En Mateo 6:10 Jesús nos dice que debemos orar: «Venga tu reino.» Estamos todos esperando el día cuando la tierra estará llena del conocimiento de la gloria de Dios: cuando Jesús establezca en ella su reino de paz y justicia.
El consejo de Jesús en Mateo 6:33 es: «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia…»
La regla de oro para todo aquel que quiere estar en este reino se encuentra en Mateo 7:12: «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también hacen vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.»
Jesús, sus discípulos y todos los creyentes del primer siglo esperaban la restauración del reino de Dios en la tierra de Israel, con Jerusalén como su ciudad capital.
Entonces, ¡animémonos a buscar este reino, para que cuando venga Jesús nos encuentre preparados para compartirlo con él!