El argumento quizá más frecuentemente usado para comprobar que Jesús es Dios es el comparativo. Se intenta demostrar que Jesús y Dios tenían tantas cosas en común que por lógica eran la misma persona. Por ejemplo, se habla del poder que Jesús tenía para levantar muertos, perdonar pecados y sanar, y se dice que estas son cosas propias sólo de Dios, y por tanto Jesús es Dios.

Este argumento es defectuoso en varias formas. La primera falla está en la simple lógica: siendo dos cosas idénticas, no son por consiguiente la misma cosa. Ejemplos de esto pueden ser los periódicos de cada mañana, o niños gemelos: son idénticos, pero nunca se sugeriría que por esa razón eran la misma cosa o persona. Por tanto, el simple hecho que Jesús y Dios tengan características en común, no es evidencia final de que sean el mismo. La razón por las semejanzas que habían entre ellos están en el propósito de Jesús: ser un hombre perfecto, imitando a perfección la santidad de Dios.

Además, cada semejanza tiene su explicación particular: Jesús juzgaba porque el Padre dio todo juicio al Hijo (Juan 5:22). El tenía vida porque el Padre se la concedió (Jn. 5:26). El Hijo recibía adoración porque el Padre así lo dispuso (Fil. 2:9-11). Ninguno de estos argumentos demuestra que Jesús es Dios.

Juan 10:30

«Yo y el Padre uno somos»

Explicación tradicional: Este pasaje se presenta con la idea de que Jesús está diciendo que él y su Padre son una misma persona.

Respuesta:

  1. La misma gramática contradice la tradición, ya que Jesús hace alusión a dos personas diferentes: Yo (1) y el Padre (2).
  2. Hay muchos casos donde una pluralidad se hace «uno,» y en ningún caso, son una misma persona. En el uso bíblico esta construcción significa unidad de voluntad y pensamiento, de mente y corazón; nunca implica que dos o más individuos pierdan su identidad personal para unirse con otros en una sola entidad. Ejemplos:
    • El hombre y la mujer en matrimonio (Marcos 10:7-8).
    • En la iglesia somos uno (Gálatas 3:28, Romanos 12:5).
    • Jesús pide a su Padre que sus discípulos también sean uno, entre ellos (Juan 17:11) y con Jesús y Dios (17:21-22).
  3. En toda la escritura, se habla de Dios y Jesús como personas diferentes, con diferentes voluntades (Luc. 22:42), diferentes niveles de autoridad (Juan 14:28), diferentes papeles (I Tim. 2:5), y mucho más. No son la misma persona.

Filipenses 2:5-9

«…el cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a si mismo tomando forma de siervo…»

Explicación tradicional: Se pretende que estas palabras enseñan que Jesús, siendo en forma de Dios, era Dios, y que Dios se humilló haciéndose siervo, tomando forma humana.

Respuesta: Una lectura cuidadosa del pasaje señala todo lo contrario.

  1. «En forma de Dios» es muy diferente a ser Dios. Y además, todo hombre esta hecho a semejanza de Dios. (Gen. 1:26)
  2. Dice claramente «no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse», palabras sin sentido si en realidad era Dios mismo.
  3. ¿Nos parece correcto que Dios esté en condición de hombre? ¿Que Dios se humille? ¿Que Dios haya andado en compañía de pecadores? ¿Que Dios haya obedecido a otro? ¿Que Dios haya muerto? Todas estas cosas contradicen los principios fundamentales de lo que es el Dios único y todopoderoso.
  4. En el v. 9 dice «Dios le exaltó…le dio un nombre…» Nuevamente, estamos hablando de dos personajes diferentes, Dios y un hombre que El exaltó, no de otro Dios que recuperó su gloria después de rebajarse.

Juan 1:1-14

«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios…. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…»

Explicación tradicional: Se supone que el Verbo era el hombre Jesús, pre-existente en el cielo en forma personal, y por consiguiente, era Dios mismo.

Respuesta: Ya hemos visto la diferencia entre Dios y la carne, que es la diferencia fundamental entre Dios y su Hijo; y sabemos la imposibilidad por definición de que Dios se haga carne. E interesantemente, el pasaje nunca dice que Dios se haya hecho carne.

Aquí «el Verbo» se refiere a la voluntad y el propósito eterno de Dios. Esa voluntad fue manifestada en carne, en el hombre Jesús. La enseñanza de Juan 1 es manifestación divina, no encarnación (1 Tim. 3:16). Fijémonos en la conclusión de la sección, en Juan 1:18: «A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.» Si los vs. 1-17 enseñan que Dios vino a la tierra, el v. 18 los contradice totalmente, ya que dice que nadie vio a Dios, cosa falsa si en verdad Jesús era Dios. Pero si entendemos el concepto de que Jesús manifestaba a Dios, el v. 18 tiene perfecto sentido, sin contradicción.

Juan 14:9

«…El que me ha visto a mí, ha visto al Padre»

Explicación tradicional: Como Jesús es Dios, ver a Jesús es ver a Dios.

Respuesta: Notemos una vez más que se habla en términos de dos personas diferentes, no una unidad. Jesús nunca dice «yo soy Dios.» El verdadero entendimiento de esto está allá en Juan 1:18: que el Hijo dio a conocer al Padre, en el mismo sentido que después Pablo dio a conocer a Cristo, y dice: «Sed imitadores de mí, como yo de Cristo.» No pudiendo ver a Dios, tenemos que ver a Cristo, que es la imagen y representación de El.

Juan 20:28

«Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!»

Explicación Tradicional: Tomás está manifestando que Jesús es Dios.

Respuesta: Por toda la evidencia que hemos visto, sabemos que en términos bíblicos, es imposible que Jesús sea Dios. La verdadera explicación de este pasaje la encontramos ligándolo con el pasaje anterior. Allá Jesús estaba tratando de enseñarle a Tomás y Felipe que ver a Dios no era posible, ni necesario, ya que con verlo a él veían todas las características del Padre. En aquel día, no entendieron, y aquí, después de su resurrección sí. Tomás no está diciendo que Jesús es Dios, sino que está reconociendo lo que Jesús les había tratado de explicar antes: Que al verlo a él, veían a Dios.