Judá, su Padre y sus Hermanos

Anteriormente impartí una exhortación acerca de Caín, y el problema de que si alguien nos preguntara ‘Donde está tu hermano?’, que al igual que Caín, no tuviéramos respuesta, y para justificar nuestra falta de amor por nuestros hermanos, respondiéramos: ‘¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?’…

Pues en las lecturas que hicimos aquí el domingo pasado hubo una frase que me pareció expresar el espíritu totalmente inverso al de Caín, en las palabras de Judá: “Como volveré a mi padre sin el joven?”.

Y así como reflexionamos acerca de las palabras de Caín, que no eran solo el sentimiento de un individuo que vivió hace miles de años, sino una actitud que podemos manifestar nosotros ayer, hoy y mañana; igual podemos asimilar estas palabras de Judá. Este hombre, un hombre real, está expresando algo que en ese momento, él estaba seguro que le podía costar el resto de su vida en esclavitud. Y nosotros debemos preguntarnos: ¿estaría yo dispuesto a ir al Padre sin mi hermano?

En nuestras mentes, pensemos en los que nos rodean, en los hermanos que conocemos, que son los únicos por los que debemos sentirnos responsables. Es cierto que en la fe tenemos muchos miles de hermanos, pero todos los hermanos desconocidos de otros países y ciudades nada tendrán que ver con nosotros en el día del juicio. Los únicos que importarán son los que conocemos, los que en esta mañana están a nuestros lados, adelante y atrás de nosotros, así como los que no han venido esta semana, o por muchas…

Si Jesús viniera en este momento, ¿estaríamos viendo a nuestro alrededor para ver si vamos todos, si estamos completo, o estaríamos más bien pensando: “yo voy al Padre, y estos que se valgan por si mismos…”?

Creo que todos conocemos los antecedentes de Judá, de como fue el que sugirió que le vendieran a José, el que también estuvo alejado de su familia durante muchos años. Y sin embargo, vamos a Génesis 49, y las palabras de Jacob acerca del futuro de sus hijos:

Gen 49:3‐7 ‐ Aquí vemos que el futuro de las familias y las tribus de Rubén, Leví y Simeón están ligadas a incidentes específicos del comportamiento de estos hombres. Los relatos que Dios ha escogido dejarnos escritos en la Biblia se han escogido porque de cierta forma resumen la esencia de estos hombres. Y como así eran, así fue su descendencia…

Lo que esto nos dice es que las palabras acerca de Judá y su descendencia también tienen que ver, no con el azar de las suertes de sus descendientes, sino con el tipo de hombre en el que Judá se convirtió. Veamos lo que Jacob dice acerca de Judá:

Gen 49:8‐12 ‐ En lo primero que nos podemos fijar es el espacio que Jacob le da; a varios hermanos les toca un solo versículo, solo de José habla lo que habla de Judá. Y sus palabras?

  • te alabarán tus hermanos

  • los hijos de tu padre se inclinaran a ti

  • no será quitado el cetro de Judá…

  • a el se congregaran los pueblos y como sabemos, de esta tribu es que sale el Mesías, el león de la tribu de Judá.

Y sabiendo como comenzó Judá, me parece que este elogio lo podemos atribuir a que Jacob se dio cuenta que su hijo se había convertido en un hombre excepcional, un hombre que no dejaría atrás nunca a un hermano.

Veamos otro par de personajes bíblicos que también fueron así.

Moisés

En Éxodo 32 Moisés ha estado ya varias semanas hablando con Dios en la cima del monte Sinaí, y abajo en el valle, el pueblo había perdido esperanzas que volviera, pues qué hombre pudiera sobrevivir tanto tiempo sin alimento y agua? Así que en vez de buscar otro líder igual, se tiran tras un idolo, algo que sin duda les recordaba a lo que habían visto (o adorado) en Egipto.

Y Moisés baja del monte y los castiga severamente, pero al final, que hace?

Éxodo 32:30‐32 ‐ Que dice Moisés? Esencialmente, lo mismo que Judá. “No estoy dispuesto a llegar ante ti sin mis hermanos”.

A pesar que Dios le ha elegido como líder del pueblo, él nunca deja de considerarse a si mismo como uno de ellos. A pesar que ellos eran un montón de ovejas renegonas, y él había sido criado en la casa de la hija de Faraón, en toda la sabiduría de Egipto. A pesar que él había sido elegido por Dios para liberar a su pueblo, y que hablaba con Dios cara a cara, nunca deja de pensar que su propia salvación estaba ligada a las de sus hermanos.

Si no iban sus hermanos, no iba él.

Jesús

En esta mañana nos hemos reunido para recordar la muerte de otro hombre, un hombre llamado Jesús. Jesús fue el descendiente escogido de Judá, y el profeta del que habló Moisés, cuando dijo:

“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios: a el oiréis.” (Dt 18:15).

Un profeta como Moisés, de entre sus hermanos… así pensaba Moisés de si mismo, que era un de ellos, que ellos eran sus hermanos. Y así pensaba Jesús. A pesar que, como Moisés, su condición natural era muy elevada por encima de ellos ‐ el único hijo de Dios ‐ sin embargo, cuando trata con nosotros, es como con hermanos.

Y que dice la palabra acerca de Jesús?

Isaías 53:4‐6 ‐ llevó el nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores… él, herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados… Jehová cargó en él los pecados de todos nosotros.

La Biblia no habla del momento en que Jesús se dio cuenta que era distinto a todos nosotros, que él era el único hijo de Dios, concebido milagrosamente por el Espíritu Santo. Ni nos dice la escritura el momento, si es que lo hubo, en que Jesús decidió que sí éramos sus hermanos, y que no estaría dispuesto a ir al Padre sin nosotros.

Y sin embargo, en la mesa en esta mañana tenemos la evidencia de las dos cosas: que Jesús sabia lo que era, el único hijo de Dios, y que a pesar de serlo, nunca pensó en seguir un camino en su vida que le conduciría al Padre dejándonos atrás a nosotros.

Hermanos y hermanas, si en esta mañana estamos aquí recordándole a Cristo, y a su muerte, es porque él con su muerte tomo la decisión que, lejos de buscar su propia salvación, compartiría con nosotros las pruebas de la carne, para ganar la victoria sobre la carne, y luego invitarnos a nosotros a participar con él en esa victoria.

Así que al participar en esta mañana del pan y del vino, recordemos a Jesús, a Moisés, y a Judá, hombres a quienes nunca les pareció posible presentarse ante su Padre sin ir acompañados de sus hermanos.

Propongámonos en esta mañana, al pensar en esto, que cuando llegue el momento de ir a nuestro Padre, no dejaremos a ninguno de nuestros hermanos en Egipto, para que perezcan.

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