Dalila

Dalila es el modelo de todas las mujeres inescrupulosas de la historia que han usado sus encantos físicos y corazones engañosos para atraer hombres fuertes a su ruina a fin de obtener provecho personal. Tales mujeres han sido usadas con frecuencia para debilitar un enemigo ya sea a nivel individual, en los negocios, o internacionalmente en el espionaje, y es un triste hecho de la experiencia que pocos hombres y mujeres están totalmente inmunes a tal explotación cuando la fuerza motriz es sexo, dinero o poder, y a menudo los tres.

La historia de Dalila y Sansón es justamente tal caso, y el escritor del libro de Proverbios con suma urgencia previene a los jóvenes de este verdadero peligro, casi como si tuviera en mente este ejemplo.

En una crisis posterior en la historia de Israel, el profeta Miqueas advierte a sus oyentes que no pongan su confianza en relaciones humanas por estrechas que sean:

«De la que duerme a tu lado cuídate, no abras tu boca» (Miqueas 7:5).

Sus palabras fueron confirmadas más tarde por el Señor Jesús al prevenir a sus seguidores sobre lo que les acontecería en tiempos de persecución:

«Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros» (Lucas 21:16).

¿Qué sabemos de Dalila? Su nombre parece significar «lánguido» o «débil» aunque esto sólo parece apropiado en lo que se refiere a su carácter moral. La mayor parte de autoridades afirman que era filistea, presumiblemente porque la primera esposa de Sansón y la ramera de Gaza eran de esta raza, y porque ella tan gustosamente accediera a traicionarlo entregándolo a los filisteos. Pero, ¿realmente era filistea? La evidencia es escasa y en realidad hay mucha evidencia en contra de esta idea, como veremos. La Biblia nunca dice que lo fuera. Todo lo que afirma es: «Después de esto aconteció que se enamoró [Sansón] de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba Dalila» (Jueces 16:4).

El valle de Sorec, cuyo nombre significa un tipo especial de uva roja, comienza en las montañas a pocos kilómetros al suroeste de Jerusalén, ampliándose gradualmente a medida que desciende hacia la fértil llanura costera. Proporciona una de las principales rutas de acceso a las tierra altas de Judea y valles adyacentes y fue muy usado por los filisteos, además de otras fuerzas invasoras. Actualmente, parte del valle de Sorec es usada por la principal vía férrea entre Jerusalén y Tel-Aviv.

Su patria natal

Zora, donde Sansón nació, era una villa montañosa en lo alto de los declives de una valle tributario que se junta con el Sorec unos pocos kilómetros más al oeste. Este valle descendía hacia Timnat y el Sorec, a través de una profunda garganta rocosa que era guarida de leones y otras bestias salvajes; una confirmación del texto bíblico. Toda esta área había sido asignada por Josué a la tribu de Dan, pero ellos nunca la conquistaron completamente y estuvieron constantemente presionados en su espacio vital tanto de parte de los habitantes originales como de los filisteos que procuraban expandirse hacia el oriente.

Para el tiempo de Sansón parte de la tribu había emigrado a la región norte de Dan; pero el resto de la tribu fue crecientemente acosado y más tarde oprimido por los filisteos invasores, y como el ángel dijo a la madre de Sansón, su tarea especial era comenzar a librar de ellos a su pueblo.

Su trabajo comenzó durante el tiempo de su primer matrimonio, continuando a lo largo de su vida, y tal fue su extraordinaria valentía que logró la posición de juez y líder de su pueblo a temprana edad. Se considera que su jefatura fue contemporánea a los últimos años del sumo sacerdocio de Elí en Silo.

El episodio con Dalila ocurrió cuando él ya había juzgado a Israel por veinte años y era una figura pública, respetada y honrada por su pueblo, pero odiada y temida con pavor supersticioso por los filisteos. Sus relaciones con esta mujer no fueron un asunto casual, sino un arreglo reconocido por todos. Ellos vivían juntos en una casa más grande que la usual habitación de un cuarto, pues tenían un cuarto interior donde pudieron esconderse varios hombres sin ser vistos ni oídos; y esto estaría en armonía con la posición de Sansón. No se nos dice si era de él o de ella; pero Dalila era la señora de la casa y podía tomar decisiones y hacer planes a su gusto. Probablemente ella era vista como se esposa legal o una concubina de alto rango, y puesto que de las mujeres en la vida de Sansón, sólo ella es conocida por su nombre, esto indica que ella poseía una posición de alguna importancia en la región.

Sansón ahora estaba alrededor de los cuarenta años y Dalila era casi seguramente una atractiva viuda o divorciada, porque la Biblia da a entender que era mujer experimentada, no solamente capaz de fascinarlo sino de mantenerlo tan locamente enamorado sin importar lo que ella dijera o hiciera, mientras urdía su destrucción. En aquella época de matrimonios arreglados ninguna muchacha soltera habría estado disponible después de la mitad de su adolescencia a menos que tuviera algún impedimento físico, y Dalila no era una jovencita inocente.

Una posición social

Que Dalila mantenía una posición de cierta clase es confirmado cuando leemos que los cinco príncipes de los filisteos formaron una delegación personal para visitarla y conseguir su cooperación en el complot para humillar a Sansón. Viajaron muchos kilómetros desde sus propias ciudades, un viaje de dos días desde Ascalón y Gaza, y vinieron hasta el valle de Sorec para hablar con ella personalmente, ofreciendo cada príncipe un fantástico soborno para vencer los escrúpulos y lealtad que ella pudiera tener. Difícilmente habrían hecho esto si ella hubiera sido una mujer filistea o una prostituta local a quien los subordinados locales pudieran haber recibido órdenes de atemorizar o someter a obediencia.

Solamente tenemos que acordarnos del destino de la primera esposa de Sansón, quien era filistea, y compararlo con la cortesía y paciencia con que fue tratada Dalila, y esto a pesar de tres fracasos. Veinte años antes, cuando Sansón oficialmente mantenía relaciones amistosas con los parientes y amigos de su primera esposa, los filisteos invitados a la boda amenazaron a su novia con violencia y muerte:

«Induce a tu marido a que nos declare este enigma, para que no te quememos a ti y a la casa de tu padre.» (Jueces 14:15)

Un poco más tarde no dudaron absolutamente en hacer justamente eso en otro acto de venganza, en significativo contraste con el trato que dieron a Dalila:

«Y vinieron a ella los príncipes de los filisteos, y le dijeron: Engáñale e infórmate en qué consiste su gran fuerza, y cómo lo podríamos vencer, para que lo atemos y lo dominemos; y cada uno de nosotros te dará mil cien siclos de plata.» (Jueces 16:5)

No hubo amenazas; solamente la promesa de los 5,500 siclos de plata, suficientes para hacer de Dalila una mujer rica e independiente por el resto de su vida. Esta era una enorme cantidad de dinero en aquellos días, como podemos darnos cuenta al considerar de que el salario de un día de trabajo en los campos locales o viñedos era solamente de un cuarto de un siclo o pieza de plata. En el siguiente capítulo de Jueces, un joven levita se muestra más que satisfecho de aceptar solamente diez siclos, vestidos y comida, como salario de un año entero por actuar como sacerdote casero de Micaías.

Astucia femenina

Siempre ha parecido muy extraño que Sansón, sabiendo cómo su primera esposa habia sido amenazada, presionada y finalmente quemada hasta morir a manos su propio pueblo, haya tomado el riesgo de vivir con otra mujer filistea viente años más tarde, cuando era más odiado y temido. Por el otro lado, si Dalila era israelita, aunque fuera indigna, esto parecería explicar su extraordinaria confianza en ella. Su loco amor por ella ciertamente lo cegó para no ver su verdadero carácter, porque rehusó creer que alguien de su propio pueblo llegara al extremo de conspirar con el enemigo que deseaba destruirlo; seguramente no podía ser la persona que compartía su corazón y su hogar.

Desafortunadamente para Sansón, Dalila era una mujer egoísta y ambiciosa, que gustaba de satisfacer sus propios deseos a expensas de otros. Sin duda era muy ventajoso ser la adorada señora de tan famoso hombre como Sansón y se necesitaría un cuantioso soborno para compensar todo lo que él podía ofrecerle. Ella no puede haberlo amado mucho porque ninguna mujer verdaderamente amorosa habría sido tentada de tal modo. Pero los filisteos habían descubierto su flaqueza, y ahora tanto su codicia como su curiosidad fueron excitadas, procediendo ella a usar todos sus ardides femeninos para satisfacerlas. Pero no fue tan fácil como ella esperaba.

Sansón imprudentemente había llegado a dar por segura la fuerza que Dios le había proporcionado, y junto con su pasión por los acertijos y su sentido del humor la había usado no sólo para dañar a sus enemigos sino también para su propia diversión. Halagado por el repentino interés de Dalila en el origen de su poder, él no pudo evitar atormentarla y fastidiarla, de la misma manera que ella a su vez, sin duda, lo había exasperado por sus favores.

Parece que el secreto de su poder era conocido solamente de él mismo y sus padres, una precaución sumamente necesaria en aquellos tiempos trastornados, y el mantenimiento de ese secreto había sin lugar a dudas salvado su vida hasta ahora; las leyendas que rodeaban su extraño don eran un factor disuasivo tan efectivo como el poder mismo. El misterio de Sansón no radicaba en que fuera un gigante con cuerpo enorme y grandes extremidades, poseído de fuerza bruta, aunque frecuentemente es descrito como tal. Tampoco tenía un cuerpo excesivamente desarrollado con músculos abultados de un luchador de peso completo. Su fuerza fenomenal residía en un cuerpo normal y perfectamente saludable, de proporciones ordinarias, siendo atlético y viril.

Los filisteos estaban acostumbrados a verdaderos gigantes con sus habilidades especiales, puesto que el remanente de los hijos de Anac vivía en algunas de sus ciudades, y es probable que los futuros bisabuelos de Goliat fueran en aquel entonces niños pequeños que podrían haber sido vistos jugando en las calles de Gat. La fuerza extraordinaria de Sansón sobrepasaba el entendimiento de los filisteos, y sería atribuida a la magia y las hechicerías; así que si Dalila pudiera descubrir el secreto para que ellos pudieran humillarlo sería una gran victoria.

Tres pruebas

Así comenzó el peligroso juego que iba a conducir a la caída de Sansón. Las tres pruebas sugeridas por el confiado Sansón deben de haber tomado varios días o aun semanas para realizarse debido a la naturaleza misma de ellas. No se despertaron verdaderas sospechas de la duplicidad de Dalila, ni Sansón parece sospechar la presencia de varios hombres escondidos en el cuarto interior en las varias ocasiones. Cada prueba fue ejecutada con gran cuidado y perfección y con mucha habilidad en la actuación de Dalila. La primera prueba consistió en sujetarlo «con siete mimbres verdes que aún no estén enjutos.» Las opiniones están divididas sobre si realmente eran tallos de mimbre de los que se fabricaban esteras, cestas y un tipo de cuerda, o si se trataba de entrañas de animal, retorcidas, nuevas, aún húmedas, que se usaban para cuerdas de arcos, o cuerdas de cuero crudo de pieles nuevas, las cuales eran muy fuertes y lo probarían hasta su mero límite. Estas fueron proporcionadas y traídas a Dalila por los cinco príncipes mismos quienes no quisieron correr el riesgo de una fabricación defectuosa. Aun así Sansón se libró de ellas tan fácilmente como si fueran estopa quemada.

La segunda prueba involucraba nuevas cuerdas hechas de las fibras de lino más fuertes, un lino muy resistente. Pero cuando Sansón fue atado con éstas, las rompió como hilo de costura. En la tercera prueba sus cabellos fueron tejidos en la tela del telar de Dalila como parte del tejido.

Los antiguos telares eran de dos tipos principales. Una versión vertical usada en Egipto que usualmente era sujetada con vigas a una pared o con montantes empotrados en el piso, a veces sujetados de ambas maneras. Otra variedad horizontal fue usada originalmente por los moradores de tiendas y era sujetada con clavijas y estacas en el suelo. La mayoría de hogares tenían pequeños telares manuales, pero los más grandes como los indicados aquí serían pesados y difíciles de manejar y solamente serían encontrados en los hogares más opulentos o en la casa del tejedor del pueblo.

Era completamente factible que Dalila se sentara en un sofá bajo o en una almohada en el piso cerca del telar mientras Sansón descansaba su cabeza en su regazo, y cuando estaba profundamente dormido entretejer sus mechones en la tela introduciéndolos apretados con el batidor y luego tejiendo posteriores hileras de material para mantenerlos en su lugar. Cuando hubo terminado lo despertó y lo incitó a oídos de los hombres que esperaban: «Sansón, los filisteos sobre ti.» Sintiendo al instante el tirón en su cabeza, dio un salto y con un poderoso esfuerzo arrancó de su soporte la pesada viga al fondo del telar y se soltó con el resto del telar colgando alrededor de él en un proceso doloroso.

Reproche de una mujer

Dándose cuenta de que había sido engañada por tercera vez, encubrió su frustración y disgusto con los reproches usuales de una esposa mimada: «¿Cómo dices: Yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces, y no me has descubierto aún en qué consiste tu gran fuerza» (Jueces 16:15). A fin de soltarlo y hacer las paces, ella habría de destruir su tejido cortando a través de la trama de hilos para que el pelo de Sansón pudiera ser desenredado sin dañar o maltratarlo, algo que él nunca permitiría a sabiendas, aunque había sido suficientemente necio como para sugerir este experimento.

En los días que siguieron vemos la peor exhibición de temperamento femenino en acción en continua insistencia y gimiendo para lograr su propósito. Pocos hombres pueden soportar esta clase de problema y usualmente se vuelven violentos, se escapan o en su desesperación se rinden sin preocuparse de las consecuencias futuras. Sansón era vulnerable a este tipo de presión, pues sabemos que se rindió a las lágrimas y reproches diarios de su primera esposa cuando le descubrió el acertijo del león y la miel. Igualmente ahora con Dalila:

«Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia. Le descubrió, pues, todo su corazón.» (Jueces 16:16, 17)

El le reveló la naturaleza de su voto de nazareato a Dios – «Nunca a mi cabeza llegó navaja» (Jueces 16:17) – y que si fuera profanado y cortado su pelo, él se volvería débil como los otros hombres.

Dalila reconoció inmediatamente que ésta era la verdad, y sin ninguna duda muchas cosas misteriosas eran ahora explicadas. Observamos que Sansón esperaba que ella entendiera algo de Dios y su voto especial, y el hecho de que ella tan rápidamente comprendiera sus implicaciones es una evidencia adicional de que ella era israelita. Segura esta vez de que el enorme premio estaba al fin a la mano, una vez más envió por los príncipes filisteos, diciendo: «Venid esta vez, porque él me ha descubierto todo su corazón» (Jueces 16:18). Los príncipes, seguros del éxito, trajeron en sus manos el dinero de Dalila.

Por última vez ella indujo a Sansón a dormir con la cabeza en sus rodillas, y cuando estuvo segura avisó a uno de los hombres apostados para que le razurara los siete preciosos mechones del cabello, atando probablemente sus manos como una precaución extra. Seguidamente lo despertó afligiéndolo como antes, vigilando para ver si se escaparía esta vez; pero un espantado y aturdido Sansón se dio cuenta de que había tentado a su Dios una vez más de lo prudente, y que «Jehová ya se había apartado de él» (Jueces 16:20). Realmente estaba tan débil como los otros hombres.

A una señal de Dalila los hombres apostados cayeron sobre Sansón, y para asegurarse doblemente de que esta vez no pudiera escapar, cruelmente le sacaron los ojos antes de llevarlo en triunfo los cincuenta kilómetros hasta Gaza donde una vez él mismo tan valientemente había arrancado las puertas de la ciudad. Aquí lograron su objetivo de humillarlo poniéndolo a moler grano en el molino de la prisión (trabajo de mujeres y animales), y todos los filisteos se regocijaron de ver ciego a su grandemente temido enemigo, débil y sujeto con cadenas.

Traición sin piedad

Como sabemos, Sansón se arrepintió profundamente de su debilidad, y su sinceridad fue tal que cuando su pelo creció de nuevo, Dios le permitió expiar su pecado con un espléndido acto final de fe. La casa de Dagón fue destruida; el Dios de Israel fue vindicado y tres mil filisteos burlones y escarnecedores fueron masacrados cuando Sansón se inclinó sobre los dos pilares principales del edificio con toda la fuerza que Dios le había dado. Su ruego de morir con los filisteos fue concedido y así «los que mató al morir fueron muchos más que los que había matado en su vida» (Jueces 16:30). Sabemos por medio de Hebreos 11 que Sansón tuvo gran fe y que a pesar de sus errores fue perdonado y estará en el reino de Dios.

Pero, ¿qué hay de la mujer que lo destruyó? ¿Pudo Dalila alguna vez olvidar que una de las últimas cosas que Sansón todavía vio con sus ojos fue su traicionero rostro cuando lo entregó a sus enemigos? ¿La habría también visto recibiendo su mal habida riqueza en plata de manos de los príncipes filisteos en cinco grandes alforjas de cuero? Muy probablemente. Recordando esto, ¿pudo ella usar el dinero sin pensar en el terrible destino del buen hombre que tanto la había amado? Cuando le llegaron las noticias de que, ciego y quebrantado, Sansón había sido puesto a moler cereal sin descanso en la prisión de Gaza, diariamente escarnecido y ridiculizado, ¿alguna lástima o remordimiento conmovió su endurecida mente? Y cuando en el dramático esplendor del más poderoso acto de fuerza que Dios le diera, Sansón pereció con los cinco príncipes y la burlona multitud, ¿habría penetrado el temor del Dios de Sansón en su insensible conciencia?

No hay constancia de ningún arrepentimiento o pesar; ninguna indicación de que fuera invocado el perdón divino. Ella es una con Ahitofel, quien traicionó a David, su rey y amigo, y con Judas Iscariote quien traicionó a su Señor con un beso. Con ellos pasa Dalila al olvido.

Esta historia triste ilustra vigorosamente el tema del libro de los Jueces, que «…en estos días…cada uno hacía lo que bien le parecía» (Jueces 21:25). Nos previene del peligro de olvidar nuestro santo y grandioso llamado y de tomar los dones de Dios por seguros a la manera de Sansón. Pone de relieve el pecado de la avaricia y cómo el amor al dinero es la raíz de la maldad. Más importantemente, ilustra con qué facilidad el compañero equivocado puede producir degradación espiritual y ruina.

Dalila era de mente carnal y falsa en todos sus caminos; la antítesis de la mujer verdaderamente devota. El penúltimo versículo del libro de Proverbios proporciona un comentario apropiado:

«Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa sera alabada.» (Proverbios 31:30)

Traducido por Nehem ías Chávez Zelaya

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