El mundo nos ha hecho sentir su influencia con la forma torcida e insidiosa de razonamiento que dice:
«Respetaré a un hombre si él es digno de mi respeto.»
Esta filosofía es incorrecta y contraria a las Escrituras. No es sino un paso más en el engañoso razonamiento que está conduciendo al fracaso de la sociedad. Dios nos manda que hagamos ciertas cosas sin consideración a personalidades o circunstancias individuales. Por ejemplo, a la esposa se le ordena ser obediente a su esposo. Su responsabilidad en este sentido no es opcional. Al esposo se le ordena amar a su esposa. Su obediencia no depende de la amabilidad particular de ella. Se nos manda respetar las autoridades gubernamentales aunque no sean personas dignas de respeto. A los hijos se les ordena que honren a sus padres y, además, extiendan su respeto a los ancianos, maestros, y los que tengan autoridad sobre ellos. En las Escrituras no hay nada indicativo de que sólo los padres dignos de respeto deberán recibirlo. En realidad, tiene muy poco sentido hacer de esto un mandamiento si sólo se llevará a efecto cuando de todas maneras respetaríamos a un padre por causa de sus méritos. Por consiguiente, los hijos deben honrar a sus padres sea que éstos lo merezcan o no. Pero estas normas son consideradas obsoletas y están en camino a desaparecer.
Los esposos y las esposas se están divorciando unos de otros a un ritmo sin precedente. Los niños responden a los maestros con insolencia e impunidad, y los maestros mismos, desilusionados y hastiados de la pugna y belicosidad de los estudiantes, usan lenguaje descuidado, perpetuando el ciclo vicioso. La caballerosa cortesía está en decadencia debido a que los hombres no saben si una mujer quiere abrir su propia puerta o que ellos la abran para ella. El diario y común «gracias» es oído con mucho menos frecuencia que antes lo fue. Debemos estar atentos para evitar que estas destructoras prácticas y procederes negligentes se introduzcan en nuestra propia comunidad.
Enseñe a los jovencitos a usar las palabras mágicas «gracias,» «por favor,» «perdón» y «con permiso.» Exija que sus hijos traten con respeto a los demás hermanos de la iglesia. El principio del respeto por los mayores es prominente en las Escrituras. En la Ley de Moisés leemos:
«Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor» (Levítico 19:32).
¿Qué tan a menudo los jóvenes se levantan de sus asientos cuando son saludados por un hermano o hermana de más edad? Esta práctica honorable debería ser revitalizada entre nosotros.
Es agradable ver a los niños salir de sus cuartos o entrar del patio para saludar a los abuelos y otros cuando visitan la casa. Una indiferencia malhumorada es frecuentemente aceptada en la actualidad, con los niños decidiendo cuándo saludarán las visitas y cuándo no lo harán. El apóstol Pablo nos exhorta a respetar a nuestros hermanos dirigentes cuando escribe a Timoteo:
«Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor» (1 Timoteo 5:17).
Pedro también tiene consejo sobre nuestra conducta hacia los de fuera:
«Someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien…Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey» (1 Pedro 2:13-17).
Los jóvenes no pueden aprender a respetar a sus ancianos y conversar con ellos a menos que estén acostumbrados a estar con ellos. Un joven debería poder realizar una conversación inteligente con un anciano sin sentirse incómodo o aburrido. Ayude a sus niños a sentirse tranquilos en grupos de todas las edades convirtiendo sus eventos sociales en reuniones familiares. Cuando invite a hermanos y hermanas a cenar, incluya también a los niños de ellos. Evite la polarización por grupos por razón de edad a fin de que los jóvenes lleguen a conocer a los ancianos en un ambiente informal y vice versa. Escuchar a la gente de mayor edad puede ser una maravillosa experiencia. Ellos son libros ambulantes de historia y pueden abundar en detalles fascinantes difíciles de encontrar en otro lugar. Informe a los niños de este espléndido recurso y cultive el interés de ellos por la gente mayor. Instruya a sus niños que oren tanto por los jóvenes como por los mayores que tienen necesidades personales. Esto les ayudará a estar conscientes de los demás y les librará del egoísmo y la introspección.
Enseñe a sus niños las reglas del protocolo en situaciones sociales. Ellos deberían ser animados a unirse a la conversación sin tratar de dominarla. Deberían dejar los asientos más confortables para los invitados, esperando a que los demás estén sentados para luego hacerlo ellos. Esto les enseñará generosidad y consideración. Entrene a los niños a ser considerados y cuidadosos de la propiedad pública y de las posesiones de los vecinos, ya que esto no sólo es correcto sino que provee un buen testimonio de nuestro carácter y de nuestras convicciones. Niños respetuosos y de buenos modales son realmente más felices que los jovencitos rudos y hoscos. No hacemos ningún favor a los niños permitiéndoles ser irrespetuosos.
~ Donald y Ellen Styles
Traducido por Nehemías Chávez Zelaya
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