Hace un año cuando la pandemia comenzaba a derramarse sobre la faz del planeta abrimos la Palabra de Dios para buscar orientación y consuelo. Descubrimos que a lo largo de la historia bíblica muchas personas habían tenido que abandonar todo lo que rutinariamente hacían para permanecer encerrados, sin poder hacer más que orar y esperar.
¿Seguir adelante o estancarnos en la vida?
Pero ha pasado un año y seguramente, en alguna medida, todos hemos retomado al menos algunas de las actividades a las que “normalmente” nos dedicábamos antes. ¿Pero es posible que sigamos medio paralizados, viviendo como en la penumbra de un eclipse…? ¿Hay aspectos de nuestra vida que no hemos retomado – proyectos, relaciones, sueños dejados en suspenso? ¿Estamos esperando que las cosas se “normalicen” para volver a realmente vivir?
Si estamos totalmente o parcialmente en esa condición tal vez es tiempo de volver nuevamente a la Palabra.
Así como hallamos ejemplos bíblicos de personas encerradas por poco tiempo sin posibilidad de moverse, podemos hallar también a aquellos cuyo cambio de circunstancias no fue de horas y días sino años o aún décadas. Pensemos en José, hijo de Jacob. A partir de los 17 años, su vida fue una serie de cambios bruscos e imprevistos a las que se tuvo que adaptar. Primero, sus hermanos inesperadamente lo aprisionaron y vendieron como esclavo a mercaderes de otra nación. Y cuando por duro esfuerzo y dedicación logró irse levantando, fue acusado falsamente de un crimen que no había cometido, y encarcelado durante varios años. Sin embargo, en el libro de Génesis capítulo 39, cuando nos acercamos a José para visitarlo en la cárcel, vemos que en vez de estarse lamentando de su pésima suerte había comenzado a dedicarse a la administración de la institución donde estaba preso, cuidando a los demás prisioneros y velando por ellos.
Al igual que José, muchos de nosotros seguimos privados de las libertades que anteriormente disfrutábamos. Pero, ya que estamos en esta situación y realmente no hay como salir de ella, ¿Será tiempo de poner manos a la obra y dedicarnos de lleno a lo que sí podemos hacer…?
En la profecía de Jeremías tenemos otro ejemplo. Nabucodonosor rey de Babilonia derrotó al rey de Judá y se llevó cautivo un grupo de prisioneros de la ciudad de Jerusalén. Éstos en un principio pensaban sólo en volver a casa. Lo que no sabían es que su cautiverio duraría 70 años.
En el capítulo 29 tenemos el texto de la carta que el profeta mandó a los cautivos:
“Así ha dicho Jehová de los Ejércitos, Dios de Israel: “A todos los que están en la cautividad, a quienes hice llevar cautivos de Jerusalén a Babilonia: Edifiquen casas y habítenlas. Planten huertos y coman del fruto de ellos. Contraigan matrimonio y engendren hijos e hijas. Tomen mujeres para sus hijos y den sus hijas en matrimonio, para que den a luz hijos e hijas. Multiplíquense allí y no disminuyan. Procuren el bienestar de la ciudad a la cual los hice llevar cautivos. Ruegen por ella al Señor, porque en su bienestar tendrán ustedes bienestar.”»
Una escritora norteamericana entrevistó a algunas personas que por su profesión u otras circunstancias se habían tenido que acostumbrar a estar aislados durante largos períodos. Entre ellos estuvo el astronauta canadiense Chris Hadfield: “Reconoce que esta no es una pausa en tu vida” dijo. “Ésta no es una interrupción, o una imposición. Esta es tu vida”.
Kevin H