5 de Abril de 2025

El tiempo es un escultor silencioso. Nos moldea con cada amanecer, con cada desafío superado, con cada lágrima y cada risa compartida. A medida que avanzamos en la vida, adquirimos una riqueza que no se puede comprar: la perspectiva. Y es desde esa altura, desde la cima de los años vividos, que nuestra voz puede resonar con fuerza en la próxima generación.

El Salmo 71 es el clamor de un alma que ha caminado largo tiempo con Dios, que ha visto Su fidelidad en la juventud y que ahora, en la vejez, no quiere que su testimonio se apague:

«Dios, me enseñaste desde mi juventud,
y hasta ahora he manifestado tus maravillas.
Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares,
hasta que anuncie tu poder a la posteridad,
y tu potencia a todos los que han de venir» (Salmo 71:17-18).

Hay algo único en la alabanza de aquellos que han vivido muchas estaciones de la vida. Sus palabras no son teorías, sino verdades probadas en el fuego. Como un instrumento musical que, con los años, desarrolla un sonido más profundo y resonante, así también nuestro testimonio gana peso con el tiempo. No hablamos solo de lo que hemos oído, sino de lo que hemos vivido.

Cuando compartimos con los más jóvenes nuestras historias de la gracia de Dios, les damos más que palabras: les ofrecemos raíces. En un mundo donde todo parece efímero y cambiante, nuestras voces pueden ser anclas que los ayuden a aferrarse a la verdad de que Dios es fiel, ayer, hoy y siempre.

El Tiempo da Profundidad al Mensaje

Imagina un árbol centenario. Su tronco, marcado por los años, cuenta historias de tormentas soportadas, de estaciones secas y lluviosas, de primaveras llenas de vida. Sus ramas dan sombra a los jóvenes que corren a su alrededor sin saber que esas raíces profundas han sostenido el paso de los años. Así es el testimonio de quienes han caminado con Dios durante décadas.

Nuestra fe no es solo una herencia personal; es un legado que debemos compartir. Dios no nos ha sostenido solo para nuestro beneficio, sino para que contemos Sus obras a los que vienen detrás.

Aún No Hemos Terminado

A veces, la vejez puede hacernos sentir que nuestro papel en la historia está llegando a su fin. Pero el Salmo 71 nos recuerda que mientras tengamos aliento, tenemos una misión: proclamar la grandeza de Dios. No somos relegados a la irrelevancia; al contrario, somos testigos vivos de Su amor inquebrantable.

Si aún respiramos, Dios aún tiene algo para nosotros. Todavía hay historias que contar, vidas que tocar, oraciones que elevar. El propósito de Dios no tiene fecha de expiración.

Así que sigamos adelante, con la certeza de que nuestra voz no se apagará, sino que, como un eco que se extiende a través de las generaciones, seguirá proclamando la fidelidad de Aquel que ha sido nuestro refugio desde nuestra juventud y que seguirá siéndolo hasta la eternidad.